martes, 23 de septiembre de 2008

El antimonumento

¿Una segunda carraca...? Arturo Michelena, "Miranda en la carraca", 1896 (f. analítica.com).

 



El generalísimo Francisco de Miranda fue precursor en más de un campo en su prolífica y ejemplar vida. Resulta que Miranda fue también -¡oh, maravilla!- uno de los grandes defensores del patrimonio en su tiempo, siendo considerado como “ideólogo de la conservación de los bienes culturales”. Durante sus años en Francia fue el interlocutor de excepción de Antoine Quatremère de Quincy, el gran filósofo de la conservación y célebre autor del Dictionnaire Historique d´Architecture. Algo que pocos saben… empezando por los abanderados del Proyecto Leander que hoy (2008) pretende construirse dentro del Parque del Este, obra de 1956-61 del maestro brasileño del paisaje Roberto Burle-Marx y de su notable equipo de colaboradores.

Ellos olvidan -y pisotean- esa su otra ilustrada faceta: la de defensor del patrimonio. Afortunadamente, Juan Pedro Posani en 1998 (el mismo año de la declaratoria del parque como Bien de Interés Cultural de la Nación) cuando era director del Instituto del Patrimonio Cultural publicó en esa institución las Cartas a Miranda (1796), haciéndole -ahí sí-, justicia: rescatando la correspondencia que el filósofo le escribiera, donde se refleja la importancia que tenían para nuestro prócer el patrimonio, la defensa del lugar original de los bienes culturales y la preservación de su legitimidad en el tiempo.

¿Qué pensaría Miranda hoy si se enterara de que se quiere “honrar su memoria”, haciéndole un museo que desfigura un bien cultural declarado que califica como candidato a Patrimonio de la Humanidad, forzando a contranatura su genuino proyecto, y sentando el consiguiente precedente nefasto para las generaciones futuras? ¿Qué pensaría frente al antimonumento, que dedicándose a su gesta iluminadora condena sus espacios al foso oscuro de un lago, a una segunda Carraca, porque los promotores y los que lo diseñaron se sienten tan culpables de lo que están haciendo que se han visto obligados a enterrarlo, a desaparecerlo de la vista debajo del agua, a ocultar la evidencia de su crimen patrimonial?¿Qué pensaría de quienes, al querer celebrar supuestamente su gesta, hacen atracar al Leander en medio de un burlemarxiano paisaje moderno, un contexto harto bizarro y lejano a su realidad histórica, aquel paisaje en la Vela de Coro donde una vez ondeó la mirandina bandera y donde las arenas de las horizontales playas son perennemente barridas por el viento?

Muchos han manifestado su complacencia ante la iniciativa de honrar la memoria del Precursor de la Independencia de Venezuela en alguna parte de Venezuela… Pero hasta ahí. El asunto se complica cuando analizamos la naturaleza arquitectónica del “homenaje” que se pretende construir y su instalación forzada dentro del ámbito de un patrimonio moderno protegido, que no es solo patrimonio de Caracas y de Venezuela, sino de toda América y del mundo. Y ahí viene a relucir otra verdad: el que las historias no se sustituyen, y el que la historia de la Caracas moderna es también motivo de orgullo y de responsabilidad para los venezolanos.

No, señores del Proyecto Leander. Háganlo bien. Nada que empiece mal termina bien. ¿A quién se le ocurriría en el mundo desfigurar una obra de Burle-Marx de semejante importancia, desvirtuando su condición original de museo ambiental y botánico único en su especie… para hacer un parque temático? ¿Cómo justificar el confinar la gesta mirandina a un sótano, en las vecindades de la furia impredescible de las aguas subterráneas circundantes, cómo justificar el ir contra la comunidad arquitectónica nacional y contra los usuarios, tan orgullosos del Parque del Este y tan preocupados por su abandono y deterioro actuales, a violentar el paisaje sui generis del sitio, a hacer que toda la obra -que nadie se explica porqué no podría ser motivo de un mayor y mejor expuesto museo al aire libre-, sea un perverso hueco, que lo único que tiene seguro en su futuro son filtraciones lloviendo sobre los documentos y deshumidificadores repartidos a granel entre el concreto para evitar que se enmohezcan las colecciones…?

Es bueno recordar que en los años 1970s, cuando se instaló la Nao Santa María en el Lago 9 el maestro Burle-Marx manifestó repetidamente su disgusto por ese hecho, al que calificaba de una “barbaridad” que arruinaba el diseño y la coherencia del Parque del Este. Claro, entonces era la década oscura de las ciudades –no solo en Caracas-, cuando la memoria urbana era golpeada y obviada por completo. Circa 1970 en la ciudad no se había entendido aún la importancia de la conservación del patrimonio moderno. Ahora, queridos amigos, sí.

¡Bravo por la madurez urbana de Caracas! Sí, señores: el sol del Leander y de su bandera mirandina deberán brillar. Pero no a costa de la ciudad de Caracas. Ni de sus, como dijera el mismísimo Generalísimo, “monumentos de arte”. A estas alturas, toda la nación entiende que el absurdo e inconsulto antimonumento solo puede honrar la memoria del Generalísimo si es reformulado en otro sitio, a mayor escala, para que respire con orgullo a cielo abierto y sobre todo, eso sí: con el consenso de todos.

Hoy el inmenso el colectivo de amigos del Parque del Este continúa en pie de lucha en el mejor talante mirandino –como hemos visto- por la conservación responsable y la restauración inmediata del proyecto original del Parque del Este, y para que el del Proyecto Leander bogue hacia derroteros donde pueda atracar con mayor éxito y sin perjuicio de las cosas bellas e importantes que Caracas. Vamos a seguir defendiendo esta joya de la arquitectura paisajista, la obra más importante de Burle-Marx, el Jardinero de América, patrimonio moderno del cual nosotros somos los custodios ante el mundo. Nada menos.

El Proyecto Leander (o mejor dicho, su versión arquitectónica actual, la del sepulcral y carcelario antimonumento) pronto se hundirá por sí sola… Más temprano que tarde solo será recordado como una pesadilla pasajera que amenazó por breve lapso con sembrar de ruidosos y antiestéticos chillers y obstrusivas cercas las inmediaciones del magnífico Lago 9, espejo irrenunciable del Avila.


El Lago N. 9, Parque del Este. Caracas 1956-61 (F. "La sultana", Mauronline, 2008.  Flickr.com).



Publicado en: Opinión, EL NACIONAL, Caracas, martes 23 de Septiembre, 2008.



The Anti Monument

I. Green Caracas
Venezuela´s capital city has a magnificent modern heritage. Nevertheless, this nowadays is a nuisance for many. The puissant city that came to be considered as one the capitals of modern architecture in Latin America, using the money earned by petroleum’s revenues to call from all over the world the best artists to take part in its construction, today has no idea of what to do with the architectural jewels left behind by the golden era.

Inside a context of confusion, Caracas urban development goes on, overpowering, splashed with recurrent scandals that flood the newspapers every day. Among the most talked-about and polemic cases of the past three years, one in particular affects directly the modern heritage of designed cultural landscapes: the Parque del Este (1959-1964, by Roberto Burle Marx), one of the city´s greatest treasures and of the most important works of modern landscape architecture.

Built upon the agricultural fields of a colonial hacienda, this work is the testimony of a traditional city betting to transform itself through the best modern art of the time. The park has been functioning and being preserved for decades. Only now that it is already more than half a century old, the city moved from the necessary topic of its conservation to the drama of the struggle for its integrity and the safeguard of its very existence.

In the new geography of Great Caracas, the suburban condition and the relative location at the east of the city of this modern landmark has changed completely since the 1950s. It passed from being periphery to being center, as the expanding city finished populating the Caracas valley. Where there was practically nothing, only haciendas and agricultural fields, now the park is surrounded by the urban fabric.

If today one takes a glance to Caracas from the air, the presence of this work is perceived immediately amidst the city… as is the lack of green open spaces and of public spaces in general in the rest of the metropolis. Caracas has not enough of them and, worse, has none in the barrios that constitute half of the city. With five millions and a half of inhabitants for the Great Caracas (official figures by 2007), this means less than four square feet of open green space per capita (while global average is at least 30 square feet per capita).

Within the Venezuelan context, the most fragile patrimonial goods are those of landscape architecture. A landscaping design or a park tends to be seen like “soft” architectures or like an empty “land” ready to be re-used, susceptible of being reverted from its condition, or of being freely intervened… Therefore, the Parque del Este, for being a wide open green territory with a limited percentage of built surface, and especially because it is a poorly understood modern work of art, in the last decade it has been mercilessly unappreciated, receiving strong attacks on its physical integrity. Actually, in spite of its legal protections, it is severely under threat.

Parque del Este´s plan. 

2. A Masterpiece
The Parque del Este, located on the lands of the Hacienda San José-La Ciénaga (i.e.“The Marsh”, thus called for its flooding terrains, placed close to a creek), is Caracas public park of highest use, with three millions and a half visitors a year. According to Professor of Landscape Architecture at the Graduate School of Design of Harvard University, Venezuelan Anita Berrizbeitia, author of a book about the park, “it is considered, together with the Parque do Flamengo in Río (1957-1964), as Burle Marx’ s most important public work”.

This story of this park is legendary. Nature lover and major Caraquenian architect, Carlos Guinand Sandoz, was the original promoter of the park idea. By the middle of the 1950s the national government had decided to build on these terrains a fair park called “The Caracas International Exhibition”, which was being designed by architect Alejandro Pietri. Guinand Sandoz, who was the project’s landscaping consultant, after the fall of the dictatorship, dedicated himself instead to enthusiastically promote in this place his dream of a big park. The new president, Rómulo Betancourt, convinced by Guinand’s proposal, ordained the construction of the park. To that effect a work commission was organized with Guinand as head. This commission hires Burle Marx, who takes charge of the project with the collaboration of John Stoddart, Fernando Távora, Julio Pessolani and Mauricio Monte, a team that was already working in Caracas.

The decision of hiring Burle Marx ratifies the modern will of the city, and expresses the town’s 1950s artistic atmosphere following the construction of the Caracas University City (since 2000 a site in UNESCO´s World Heritage List), by architect Carlos Raúl Villanueva. Burle Marx, highly esteemed for his art work, was mainly known among the Venezuelans for having designed in Brazil “gardens and public landscapes that showed an unprecedented synthesis of the aesthetics of modern sensibility, of the Brazilian cultural traditions and an evocative and inventive use of tropical plants. His work offered a vision of public gardens and landscapes that was unquestionably unique for the American tropics, and an ecological approach to the practice of landscape architecture”. And exactly this was what was sought for the Caracas modern park.

The park Botanist, Leandro Aristeguieta, recalled how once put to work on the 190 acres of land, Burle Marx defined “ecological environments and gardens, incorporating the widest possible number of native ornamental species that would be used as cultural expression”. To meet with the requirements of his proposal, the Parque del Este Commission had to accomplish numerous botanical excursions to the country’ s diverse natural environments in order to collect species.

The design was of great beauty and understanding of the land’s original intense vegetation, following “a free design principle of a bucolic landscape in which the ornamental species were introduced and placed after an adjustment process, or transplanted from distant regions”. It primarily comprised three spaces, as Berrizbetia puts it: “an open, fluid, gently, wavy landscape of disperse shade trees and grass fields of subtle topography, popularly used for picnics and as a playground. Secondly, a forest landscape, spatially dense with winding roads, used for walking and for quiet contemplation, and third, a sequence of paved gardens with intimate patios that refer to the colonial past of Venezuelan culture, and that expose plants, ceramic murals and fountains. In each one of these spaces visitors encounter the rich variety and exuberance of the tropical flora”. It goes without saying that the new aesthetic and landscape became immediately emblematic.

The works in Parque del Este continued uninterruptedly until 1964, and, after decades of intense use, the Institute of Cultural Patrimony designated it as a Good of Cultural Interest of the Nation in 1998. This designation comprised the protection of all of its environments, from “the ecological gardens, xerophyite, hidrophile and humid tropical forest; the formal patios with jardinières and water fountains; the fauna collection; the gardening school and nurseries; the planetarium; the Museum of Transportation, the lake to row” and also an object alien to the original design, regretfully introduced in the lake in the 1970s against Burle Marx’s will, a replica of Christopher Columbus’ ship, the Santa Maria.


Model of the Leander Project.
 
3. The Threat: A Fake Ship
In the last years, the use of the park has increased wildly, bringing it almost to a collapse. This has eroded the frontiers of its protection. The alterations of the original project multiply, the superficial flora is almost totally lost and, as its epic drifts apart in time, day after day it seems more susceptible to bigger transgressions. Such is the case of all the illegal constructions that proliferate today, kiosks, structures, railings, being the biggest and most critical of them all one known as the Leander Project, under construction since mid 2008 on Lake 9.

One wonders how a situation like this could have ever been allowed in such a fundamental work in the history of modern landscape architecture. It all began, evidently, with the mistake of building the Santa María vessel on Lake 9, and mistakes are paid expensively. During the 1970s, when the vessel was installed, Burle Marx repeatedly declared his displeasure for a fact that he described as a “barbarity” that ruined Parque del Este’s coherence and design. Of course, those were obscure decades for all cities –not only Caracas-, when urban memory was beaten and obviated and the importance of modern heritage conservation had not been yet fully understood.

The rampant abandonment of the park took, among other things, to the ship’s rot, thus becoming unusable. Without ever being removed, it was a daily deplorable spectacle. Is in this context that in 2006 a group of followers of Venezuela’s Independence hero, generalísimo Francisco de Miranda, within the political milieu of the Bolivarian Revolution (that, as is well known, is detractive of all empires, among them the Spaniard), convinces the President of the Republic of replacing Colon’ s ship with a replica of the Leander, “the ship of freedom”. With this ship Miranda arrived to the Venezuelan coasts to free the country, so in this way, also, according to this group, a “debt with history” would be paid in the Parque del Este.

The matter would not have become more if one boat was merely substituted by another of equal characteristics. The 1998 declaratory included the protection of this element on Lake 9, and this decision could not be undone by anyone. A ship floating on the water can always be removed, and is a reversible intervention. The problem is that with the huge budgets managed by Venezuela’ actual government, temptation was too big, and from a simple ship the project evolved to an ambitious building that affects the lake area and all of the park’s designed cultural landscape. A scandal.

The community didn’t do anything against the project until right at the beginning of the works, justly because the whole city believed that the intervention was limited to the changing of one ship for the other. But when at the middle of 2008 a huge fence was raised, blocking the park’s surface, the users were astonished. They understood at once the gigantic reality of the project. It was then when the civil protests began.

Because of the park’ s patrimonial status, the Leander Project was conceived as an underground museum under Lake 9, linked to a huge ten-story high superficial construction that mimics the new ship, a real “building” done in metallic structure and lined in wood that is presented as state of the art technology. In the section of Lake 9 that would have the museum underneath, it will be no longer possible to row. The truth is that once the new cultural attraction opens, this theme park menaces with turning the whole park into its backyard.

The ostensible “patrimonial” subterfuges, whatsoever, were enough to issue a construction permit for the Leander Project by the same Institute of Cultural Patrimony that issued its designation in 1998. It is needless to say that a huge controversy was unleashed. Until now, the legal actions against the Leander Project’s permit have been lost in court. In September 2009 the World Monuments Fund included the park in the 2010 Watch List of Heritage at Risk.

It is necessary to add here that Francisco de Miranda, during his prolific and exemplary life, was one of the greatest patrimony advocates of his time, being considered as an “ideologist of the conservation of cultural goods”. During his years in France he was the remarkable interlocutor of Antoine Quatremère de Quincy, the great philosopher of conservation and the celebrated author of the Dictionnaire Historique d´Architecture, through his legendary Letters to Miranda (1796). A small detail just a few know… starting with the Leander Project’s standard bearers.

What would General Miranda think today if he found out that to “honor his memory”, they are building him a museum that disfigures a designated cultural good that qualifies as candidate for UNESCO´s World Heritage List, forcing contra natura its genuine project, and placing the consequent pernicious precedent for the future generations? What would he think in front of this anti monument, that being devoted to his illuminating deeds condemns them to the dark pit of a lake, because the developers and the designers feel so guilty of what they are doing that have been obliged to bury it, disappear it from the eyesight and to put underwater and hide the evidence of their patrimonial crime?

The matter complicates if one analyzes the architectural nature of the “homage” that is to be built within the realm of a Burle Marxian landscape. Nobody in the world would even think of disfigurating a Burle Marx work of such importance, spoiling its original quality as a unique environmental and botanical museum… to do a theme park. Neither of confining the mirandine’s heroic deeds to a basement, in the vicinities of the surrounding subterranean waters’ unpredictable fury (the marsh). Nor it is also justifiable to outrage the site’s sui generis landscape, turning the whole work -that no one understands why it cannot be the subject of a bigger and better exposed open air museum-, into a perverse hole, which the only thing it has for sure in its future are leakages pouring on the documents and multiple dehumidifiers to keep the collections from rusting.

Today, the safeguard campaign of the Parque del Este, a universal jewel of landscape architecture, the most important public work of Burle Marx, the Gardener of America, continues. The Leander Project sooner or later will -hopefully- only be remembered as a passing nightmare that threatened for a short period of time with its noisy and unsightly air conditioning chillers and blocking fences the vicinities of magnificent Lake 9, the unalienable mirror of the Avila mountain.

Lake 9 in 2010 (photo by DOCOMOMO Venezuela). 


 



Published: theurbantimes.com, London, September 7, 2010.




viernes, 12 de septiembre de 2008

Parvis

Iglesia Nuestra Señora de Guadalupe, 1951. Las Mercedes. Caracas (f. 2001, Archivo de la Fundación de la Memoria Urbana).



 
Hace tiempo, una revista española de arquitectura (Arquitectura Viva) solía sacar al final de sus números una iluminadora sección que desafortunadamente no duró mucho y que se titulaba –de manera un tanto irónica-, Glosario. Esta consistía en traerle a los lectores, luego de haberlos entretenido por páginas con los últimos proyectos, materiales en boga y las más sofisticadas técnicas de construcción, el arsenal de las voces antiguas y los conocimientos tradicionales de la técnica de la construcción que, cada vez más caídos en desuso en España, sin embargo seguían –todavía- promisoriamente llenos de claves para la invención y el diseño modernos.

A cada voz le seguía un ensayo corto sobre su uso y significado, un texto conciso que como única ilustración blandía en la parte superior el glorioso garabato en negrita de la palabra en cuestión. Título sonoro, de sonoridad por demás comprobada, que con sus ecos arcaizantes lograba de por sí atraer todas las miradas ya hartas de tanta compleja infografía y trucada fotografía arquitectónica. Uno podía venir de donde quisiese,  de deconstruirse con Frank Gehry, de desmaterializarse con Jean Nouvel o de desurbanizarse con Rem Koolhaas, pues no importa cuán vertiginoso hubiera sido el viaje, al final allí estaba esperándolo a uno, impávida, impertérrita, certera, la esperanza rotunda de una Alfarda ("madera que forma los faldones en las armaduras de pares y nudillos"), la fuerza descomunal de un Alarozo ("el par del testero que coincide con la hilera"), la oscura inmensidad de una Buarda ("enorme buhardilla del chapitel de una torre"), el arte olvidado de trazar una Entrecalle ("cómo abrir ranuras entre dos molduras para que se distinga mejor su perfil"), el dibujo hipnótico de una Haliba ("en labor de lacería, una de las piezas de las ruedas de lazo"), o el cobijo siempre seguro de un Tejaroz, es decir, de un sempiterno alero. A las voces dulces de la carpintería de armar (Izgonze, Jaira, Jarrete, Menado, Moldar, Perluengo, Quijera, Ristrel, Seisavar -pariente cercano del familiar Ochavar-, Sopanda, Taravea o Taujel), el Glosario añadió las más recias de las trazas y cortes de la cantería renacentista (Trompa, Carpanel, Jarja, Dovela, Entragás, Testa, Capialzo, Zanca) y de la carpintería de lo blanco, o las artes de la cal, con un consecuente (y saludable) balance, puesto que al final uno cerraba la revista o bien poniendo todo lo visto en duda, o, al menos, queriendo salir a construir mejor.

Voces castellanas. Conceptos del pasado. Ya desde entonces soñaba yo con lo bueno que sería incorporar aquí un glosario semejante, ¡sobre todo si fuera el de las voces dormidas del arte tradicional de hacer ciudad! Las viejas palabras aparecerían contrapuestas a la gris realidad de la ciudad contemporánea, convulsionada, amnésica y agreste. Hoy (2001), sin más, finalmente nos lanzamos a la escogencia de la primera.

Luego de considerar algunas muy antiguas y cubiertas de polvo, sugeridas por el Vocabulario Básico de Arquitectura de José Ramón Paniagua, unas tan provocativas como Acerar ("construir aceras con sillares") y otras tan desconocidas como Bab ("voz árabe, puerta monumental"), empezó a brillar en el horizonte la palabra Parvis.1 Esta me sorprendió en estos días en un extremo de la maqueta original de la urbanización Las Mercedes, expuesta en las oficinas de la VICA allá por los años cuarenta. Gustavo San Román, el visionario ingeniero-promotor de la urbanización, había provisto al nuevo barrio con una iglesia, Nuestra Señora de La Guadalupe, atinando a colocarla visiblemente en un lugar alto junto a la vía más importante en aquel entonces del lugar, la Carretera Vieja de Baruta.

Mas, no contento con el claro efecto urbano de todo ésto, también dotó a la iglesia de un complejo Parvis, que desgraciadamente solo se llegó a construir parcialmente. El actual claustro y escalinata que apuntan hacia el este, con sus arcadas y jardines –y que hacen a esta iglesia tan exitosa entre las novias- solo es una parte de un gran espacio público ceremonial que caía en cascada hacia Las Mercedes, representado en su totalidad en la maqueta. En estos días (2001), que tánto se habla del inminente desventramiento de la abigarrada fábrica urbana de los barrios para dar lugar a sendas plazas que coronarán las colinas marginales (ojalá que acompañadas de iglesias de altas torres), la voz Parvis y su uso en La Guadalupe podría arrojar sonoridades desconocidas sobre el futuro urbano de Caracas.

No es Parvis o Parvise una voz española, qué le vamos a hacer. Pero está cubierta de gloria. Russell Sturgis, en su Diccionario Ilustrado de Arquitectura y Construcción, en 1902, la definía como el “espacio abierto al frente de una iglesia, usualmente rodeado de una balaustrada, a menudo ligeramente levantado, donde eran conducidas al aire libre ceremonias religiosas”. Y lo comparaba con el término Paradisus, que en la arquitectura medieval nombraba a “el patio o atrio enfrente a una iglesia, usualmente rodeado de claustros, bien sea todo o en parte; así, el claustro de la Catedral de Chichester todavía es llamado Paradise”. El término fue poco usado en Inglaterra o los Estados Unidos, pero en el continente europeo se extendió muchísimo. Paniagua habla del Paraíso (Del lat. Paradisus = jardín, lugar plantado de árboles, y del persa Paradaiza, lugar cerrado) como de un parque, que desde los tiempos de las basílicas paleocristianas se volvió atrio ajardinado (justamente como el de Las Mercedes).

Por aquí podríamos seguir hasta ver el origen del claustro de los monasterios, pero lo que nos interesa ahora es que en los tiempos ya cada vez más remotos del siglo pasado, un diseño urbano moderno en Caracas pudiera manejar en el trazado de nuevas plantas de ciudad conceptos tan ricos y entretejidos en la tradición urbana. Por eso, cuando hoy en el Municipio Baruta claman por un sitio para un nuevo espacio ceremonial, o cuando se piensa en el infierno en que se están consumiendo las almas de los cerros, valdría la pena ver qué edenes prometidos restituiriamos al pronunciar de nuevo en Caracas, labialmente, Parvis. 


Parvis de la Iglesia N.S. de la Guadalupe. Detalle de la maqueta de la urbanización Las Mercedes, Caracas (f. 1940s, Archivo de la Fundación de la Memoria Urbana).




NOTAS:
1. José Ramón Paniagua. Vocabulario Básico de Arquitectura.
2. Russell Sturgis. Diccionario Ilustrado de Arquitectura y Construcción, 1902.
 

Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, lunes 29 de Julio de 2001.






martes, 2 de septiembre de 2008

Metro por metro

"En la esquina de Miracielos agoniza la tradición...". La Sastrería La Habana, sobreviviente de las garras de Cametro (f. Archivo Fundación de la Memoria Urbana).
 



Good morning, Vietnam. 
Mitch Markowitz.1  

Cada día, nos estamos batiendo a duelo. Como en una batalla campal, le estamos disputando palmo por palmo estratégicos territorios urbanos al enemigo. Metro por metro, la línea de las calidades urbanas y de la decencia arquitectónica se corre y se descorre en este valle perennemente atacado: hoy este territorio es nuestro, mañana lo perdimos; hasta ayer este bastión aún estaba en pie, esta madrugada lo han derribado. Cuando por un extremo del campo ganamos esperanzados posiciones, en el otro perdemos plazas que considerábamos fuertes; cuando creemos que el enemigo se bate en retirada, lo cierto es que siempre regresa repotenciado. Así, no nos queda más remedio cada mañana que salir de nuevo a la calle armados hasta los dientes.

Nuestros contendores no se quedan atrás. Feroces, astutos y recurrentes como son, su peor característica es su conmovedora ingenuidad: no se consideran asimismos enemigos de la ciudad. De ningún modo. ¿Los amnésicos promotores? Ah, no: ellos son “inversores” que favorecen el florecimiento de la economía urbana. ¿Los anárquicos entes gubernamentales trabajando cada uno por su lado? Ah, no: ellos tienen cada uno en la mano la solución mejor a todos los problemas de la ciudad. ¿Los antiéticos arquitectos y urbanistas? Qué va, ellos menos: son tan geniales que cada uno aportará una brillante proyecto que sustituirá no importa qué había antes ni quién había trabajado en cada lugar caraqueño.

El discurso urbano está militarizándose -quién puede dudarlo. En esta polis democrática hasta la anarquía ya no podemos salir a batir nuestras luchas urbanas románticamente como los espartanos, es decir, con solo una lanza de bronce y una toga de lino: los laureles del honor y los juegos florales ya no sirven para nada. Como los generales, ahora debemos flanquearnos de refuerzos, y colocar a diestra y a siniestra renovadas legiones de especialistas en derecho urbano y de ingenieros duchos en todas las lides para defender nuestras posiciones, si es que queremos lograr alguna victoria.

La configuración del ejército nacional puede ilustrarnos en esta encrucijada bélica. Como cuenta el senador José Giacopini Zárraga en animada tertulia, el Sexto Cuerpo del Ejército es nada menos que el de los Ingenieros, conformado por tres regimientos de Ingenieros de Combate que llevan los nombres de Agustín Codazzi, Luciano Urdaneta y Juan José Aguerrevere Echenique. Estos a su vez se organizan en batallones que también están dedicados a otros ingeniosos ingenieros y constructores de obras, como el del ingeniero español de fortificaciones Casimiro Isava Oliver o el del Jefe de la Legión Británica Thomas Hilderton, pasando por los batallones Manuel Villapohl, Pedro Aldao, Juan Uslar y Abreu y Lima hasta llegar al del supremo hacedor Antonio Guzmán Blanco con sus legiones de Arquitectos Ingenieros. ¡Ay, qué no hubiéramos dado por contar con esa inteligencia militar esta semana, frente a la guerra a muerte que se libra en los sitios de la Avenida Lecuna o de la cima del Humboldt, donde nos tienen rodeados y estamos tan necesitados de refuerzos!

En las mesas de trabajo diseñadas para conseguir la concordia necesaria para tener tanto Línea 4 del Metro como patrimonio urbano hay que tener mucho más que buenas intenciones: hay que decidirse a dar la vida en la pelea. Todo son dificultades ante cada propuesta, todos son obstáculos. Todo es “no se puede”, sin explicar demasiado (un recurso que los arquitectos bien nos conocemos: el oscuro argumento ingenieril de la “complejidad” arcana de la técnica dirigida a hacernos callar): las patas de las grúas constructoras “deben” aposentarse “únicamente” en los espacios ocupados por las casas republicanas; las vías “deben” ampliarse para dar cómoda cabida a las inamovibles nuevas servidumbres subterráneas (¡oh, divino Hades ingenieril de las profundidades de los subsuelos!) sin importar los metros lineales superficiales de fachadas urbanas alineadas que se pierden por ello sin misericordia en El Conde. Rodar una escalera mecánica en la esquina de Miracielos o una casita frente a Parque Central son migajas que no representan la envergadura de lo que habíamos acordado, señores del Metro. Este proyecto acaba con cuadras de enteras de fábrica urbana, !diablos! Empero, descuidad: hemos de llamar al campo a nuestros propios Ingenieros de Combate.

Juzgando por la filantrópica presentación a la prensa de “Avila Mágica” todos creían que Tomás Sanabria avalaba los desmanes emprendidos o por emprenderse (¿quién puede saberlo?) contra el conjunto de su obra. Pero ya queda más lugar a dudas: si no, contemplen cómo el pobre Alejandro Pietri se revuelve en su tumba ante la caída en pleno de sus paraguas metálicos en Maripérez y viendo además como los substituyeron de una con una solemne banalidad a lo bomba Texaco. Habrá que enviar un pelotón contra Totón si se atreve a seguir interveniendo montaña arriba el resto de esta obra declarada Bien de Interés Cultural de la Nación de uno de nuestros Premios Nacionales de Arquitectura. ¿O es que creerán que la ética profesional es una práctica del pasado, algo ya no en boga, que se quedó también allá en los años cincuenta como el Hotel Humboldt? Nadie que tenga en sus manos ya no siquiera la propiedad, sino el manejo temporal de un Bien de Interés Cultural que es de todos los venezolanos, no tiene derecho a modificarlo en secreto y a su antojo, sin tomar en cuenta ni su autor ni a la ciudad. El irrespeto a las obras de nuestros arquitectos se está convirtiendo demasiado en una práctica común. Y el Magic Humboldt sería su sacralización como modus operandi.
 
Empero, descuidad: ingenieros, hoy es lunes 16 de julio: ¡presenten armas! Good morning, Vietnam. 


Aspecto interior original del Hotel Humboldt (f. Archivo de la Fundación de la Memoria Urbana).
 




NOTAS
1. Mitch Markowitz, guionista y Barry Levinson, director. Good Morning Vietnam, Hollywood, 1987.



Publicado en:  Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, Lunes 16 de Julio, 2001.



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