domingo, 19 de agosto de 2007

La ciudad de Víctor y Hugo

Quasimodo (f."The Huntchback of Notre Dame", Walt Disney Studios).



Para Carolina

1. El talismán 

1996 y 1832 son dos fechas que se enlazan de una manera inesperada en la historia de la ciudad. 1832 es el año en que Víctor Hugo publica la novela Notre Dame de París, obra capital de la literatura; mientras que este año la Disney Co. y la DDC (Disney Development Corporation) lanzan al unísono el double play de inspiración huguiana El Jorobado de Notre Dame y Celebration, la nueva capital de Walt Disney World, cuyo centro urbano está a punto de estrenarse (1996), y para el que ya hay verdaderas colas para “entrar.”1 

Entrelíneas, ambos bestsellers han sido orquestados por los genios del marketing de DDC para “clamar por la recuperación de una ciudad”, perdida desde hace años, como el París medieval, “por la mano de los arquitectos”, y darle la bienvenida a la nueva ciudad, con Código Postal 34747, Florida, de la que, claro está, ellos tienen todos los tickets.

Desde los cortos de promoción de la película, un acento más agudo de lo usual en lo arquitectónico y en lo urbano llamaron en el acto mi atención. La historia de Quasimodo es contada haciendo uso redoblado de las vertiginosas simulaciones computarizadas, (“provocadoras de náusea”, según las calificó un crítico de cine del semanario New York) desde “el bosque'' de la catedral hasta el dédalo del París del siglo quince. La exactitud urbana en esta película para niños es tal que resistió toda disquisición legal a la que queramos someterla… Sí: los escalones están sobre el parvis como era entonces; en efecto, así lucía el Palacio de Justicia antes de quemarse; y así de monumental ha debido verse la catedral desde las pequeñas callejuelas, profundas y sombreadas.

Varios pasajes, no obstante, me hicieron fruncir el entrecejo con sospecha. Como aquél en que el campanero de Nuestra Señora, descolgado el pie de la gárgola (no de la llamada Víctor, ni de la llamada Hugo, ni mucho menos desde el texto de Víctor Hugo) suspira por “algún día, pasearse por el Sena” (un suspiro arquitectónicamente muy contemporáneo, aunque bastante improbable de realizar en el siglo XVI), o cuando, sufrido y enamorado, le entrega a Esmeralda su máximo obsequio, mostrándole desde lo alto de la torre la vista incomparable de su idealizada París; consuelo de toda pena. O, finalmente, cuando la gitana le da el talismán mágico con el que podrá “encontrar su camino de nuevo”, y en vez del original zapatito de seda aparece, ¡oh, maravilla! el plano de la ciudad.

2. Acentos agudos 

Witold Rybezynski, Profesor de Urbanismo de la Universidad de Pennsylvania, afamado autor de City Life: Urban Expectations in a New World,2 reflexionaba en julio pasado sobre el fenómeno urbano que promete ser Celebration en un artículo titulado “Tomorrowland”, en The New Yorker.3 Allí se preguntaba: “¿Es ésta finalmente la ciudad del futuro? ¿Es posible que la más moderna expresión urbanística de este siglo, a saber, la última ciudad fundada en los Estados Unidos por la empresa en la que el mundo más deposita su confianza (Disney Co., con Sony y Coca-Cola), sea la más tradicional imaginada hasta ahora?”

Construir la ciudad del futuro, viejo sueño de la casa Disney ya desde los tiempos en que EPCOT iba ser una ideal comunidad High-Tech surcada de monorrieles bajo una burbuja de vidrio, ya no es lo mismo. Ahora que es materialmente posible para el emporio, el urbanismo moderno ha muerto, las ciudades neotradicionales son la principal área de búsqueda de los diseñadores urbanos, y a la ciudad del mañana tal y como se planteaba antes ya nadie la quiere. El Tomorrowland de hoy más celebra a Marcelline, Missouri, el pueblo natal de Disney, (que ya una vez sirvió de inspiración para el Main Street de Disneylandia, en 1955), y que según Robert A.M. Stern, el mago tras el plan (asociado a Jaquelin Robertson y con la contribución inicial de Duany y Plater-Zyberk), “fue el germen de la apertura hacia el olvidado urbanismo tradicional americano.”

El texto de The New Yorker fue ilustrado a propósito por Rybzcynski con unas acuarelas de lo que parecía ser una serie de casitas insignificantes de una vieja e inubicable población: los prototipos para los ocho mil edificios en modesta arquitectura vernácula que tendrá la novísima urbe del Condado de Osceola. Sus arquitectos, legiones de ilustres desconocidos, se manejarán siguiendo las instrucciones de un "Libro de Patrones'', el Código de Consulta General, de setenta y cuatro páginas, tamaño portafolio, basado en libros similares publicados en la primera parte de este siglo. “Realmente”, -pensé-, “que algunos hombres logran lo que se proponen”. En 1984 fui alumna de Bob Stern: recuerdo que uno de los ejercicios de diseño que nos puso fue diseñar un proyecto urbano exclusivamente con el Tratado de Vignola editado en los Estados Unidos: el llamado Vignola Americano.4 Pues bien, ahora toda una población de arquitectos va a diseñar por un libro: el suyo.

En cuanto a los edificios públicos, llamados los “monumentos instantáneos”, se reservaron para ser encargados a una primera fila de celebridades de la arquitectura (para continuar con la tendencia que en gran parte ha fomentado la propia Disney Co.): el Town Hall es de Phillip Johnson; la Oficina Postal es de Michael Graves; Robert Venturi y Denise Scott-Brown diseñaron el Banco; César Pelli, el Cine; el desaparecido Charles Moore, el Preview Center; Cooper, Robertson & Partners, la Casa Club del Golf público; Aldo Rossi las oficinas y el mismo Bob Stern, el Health Campus.

Pero, tal y como se insinúa en “Designs on the Future” (Architectural Record, 1/1996), aunque el arquitecto Ray Ginbruz, de la firma Urban Design Associates, sea el autor oficial del Código, Celebration será la ciudad que Robertson y Stern han prefigurado.5 Los elementos básicos de las casas han sido delineados para edificarse en los seis estilos arquitectónicos permitidos: Clásico, Victoriano, Revival Colonial Francés, Mediterráneo, Costeño y Francés. Mas, ¿estilos salidos de dónde? Según Robertson, “los edificios y espacios públicos más atractivos y exitosos”, fueron seleccionados por él y Stern de un grupo de estilos historicistas, de donde la Modernidad de luego de 1940 está notablemente ausente, “por no haber dicho nada desde entonces”. Para ello, el plan toma como fuentes a un grupo de pequeñas ciudades históricas del sur que “tienen todos los elementos del urbanismo americano en sus primeras fases”, como Charleston, Beaufort, Mount Pleasant… Es de notar que el suspicaz profesor Rybzcynski, cada vez que escribía Celebration, lo hacía con dos acentos agudos, como en francés: Cèlèbration.


3 . “Quasi Modo Civitas” 

Víctor Hugo cuenta en su novela que Claude Frollo bautizó al podre jorobado “Quasimodo” porque su condición física no le permitía sino a lo sumo ser “casi como” los demás hombres. Sólo la vida y el devenir de los acontecimientos demuestran que el jorobado era un hombre completo, capaz de ser amado. Igualmente, en Disney Co. se espera que Celebration proveerá “un prototipo para el milenio” al ofrecer además de conveniencias prácticas, calidad de vida y satisfacción intelectual.

Recapturando a la ciudad tradicional en espíritu, es no obstante el reflejo más moderno de la vida a finales del siglo XX. Hija de la revolución de la pasada década de las primeras ciudades neotradicionales -especialmente Seaside, Florida- es más sofisticadamente High-Tech que éstas, con cada una de sus casas unidas al mundo por un sistema subterráneo de fibra óptica.

Es seguro de que Stern y Robertson han echado mano hasta de los detalles urbanos más ínfimos para asegurarse de que digan “celebración urbana”, simbólicamente. Pero habrá que esperar muchos años -o siglos, que es la verdadera medida de las ciudades-, para averiguar si su celebrado proyecto es o no la esperada ciudad modelo, el necesario talismán con el que reencontraremos nuestro camino… Si realmente el futuro entonces se asemeja al pasado, o si es tan solo otro theme park que nos han vendido quasi modo una ciudad.

Vista aérea de Celebration, Florida (f. irvinehousingblog.com).




NOTAS:
1. Víctor Hugo. Notre Dame de París, 1832.
2. Witold Rybezynski. City Life: Urban Expectations in a New World.
3. W. Rybezynski. "Tomorrowland", The New Yorker, 1996.
4. The American Vignola.
5. "Designs on the Future", Architectural Record, 1, 1996.


Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, lunes 9 de Septiembre de 1996.

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