La mirada ceñuda de Luis Barragán se cierne sobre Chacao, el único municipio de Venezuela que cuenta con una obra suya (según dice la leyenda, se encuentra transformada en algún lugar de Los Palos Grandes).
Dos significativas exposiciones de fotografía sobre arquitectura y ciudad con sus encuentros para la discusión animan y enriquecen el ámbito arquitectónico de Caracas (1995). En el Centro Cultural Consolidado, “Chacao, siempre Chacao: imágenes en el tiempo”, con el encuentro “Arquitectura, Municipio y Ciudad”, y, en el Museo de Arte Contemporáneo Sofía Imber, “Luis Barragán: Obra Construida 1902-1988”, con la conferencia de los autores del libro del mismo nombre, editado por la Junta de Andalucía en el ‘89.
En la revista Vanity Fair hay una sección denominada Night Table Readings. Allí informan a los lectores cuáles son las lecturas que en el momento de la aparición del número ocupan ese destacado lugar que es la mesa de noche en la vida de las celebridades, publicando incluso sus pequeñas críticas personales a la obra literaria que se están leyendo, y, en algunos casos, hasta la razón de la escogencia del libro en cuestión. Con ello, la revista, a la vez que le toma el pulso al variable y veleidoso gusto de la sociedad norteamericana, nos permite divertirnos sacando nuestras propias conclusiones al comparar lo que hacen esos personajes en el momento con las cosas que les están ocupando la cabeza.
Algo semejante ocurre en las ciudades cuando tienen lugar las regias exposiciones que periódicamente organizan los museos. El inmenso poder de difusión de las instituciones culturales logra hacer que el acontecimiento ciertamente penetre y ocupe por un corto período de tiempo algo de la mente de la mayoría de los ciudadanos. Es el caso de las exposiciones en el Metropolitan en Nueva York, o en el Palazzo Grassi en Venecia, o de El Prado en Madrid, o del Grand Palais en París. Las vitrinas de las tiendas y de las librerías, los titulares de las revistas y los periódicos, los temas de los artículos de opinión, las colecciones de los modistos, las exposiciones en las galerías de arte y hasta las decoraciones en las fiestas y comidas acompañan en comparsa, y celebran a Picasso, o a la Ruta de la Seda, o a Goya, o a los Celtas, o a Matisse, o a Poussin, en una especie de sublime carnaval cultural, pasajero y elegante, que se lleva su tajada del subsconciente urbano, como las lecturas nocturnas. Todo lo cual acarrea, naturalmente, un silencioso mestizaje natural… un mestizaje delicioso e irremediable.
Simultáneamente enfrentados en Caracas con la arquitectura de Luis Barragán y por vez primera (museísticamente) con el entrañable legado urbano de Chacao, ¿quién puede evitar mezclarlo todo? ¿Quién podría, por lo demás, resistirse? Nosotros, seguro, no. Si las oleadas poéticas que nos vienen desde el MACCSI nos retraen a un estado de ánimo emocional, por otra parte, las oleadas nostálgicas que nos llegan desde la Plaza de La Castellana nos colocan en el ánimo del deseo. Poéticos, emocionales, nostálgicos y ansiosos, resultan pues, estos días nuestros juicios cruzados.
Con Barragán estamos ante una obra concluida, perfecta, que colma todas las expectativas, influyente universalmente, sabia, amada, reconocida y necesaria. Una obra cuyo reencuentro significa, para quien la conoce, ratificarse en lo cierto, y, para quien no la conoce, el descubrimiento arquitectónico más importante en mucho tiempo. En Chacao, vemos en cambio una ciudad inconclusa, temática, imperfecta, que igualmente nos llena de expectativas, polémica por donde se la tome, que sabe ser sabia en algunas partes, que indudablemente amamos, pero que es más necesaria que reconocida o, incluso, que conocida. De tanto conocer a esta ciudad de primera mano, al finalmente discutirla, descubrimos que en realidad la conocemos poco.
El completo paisaje metafísico de la arquitectura de Barragán fue medido cuidadosamente para la publicación de la Junta de Andalucía por los acuciosos José Alvarez Checa y Manuel Ramos Guerra 1. Tarea difícil ésa de acotar poemas arquitectónicos, cuidadosamente escondidos en el contexto secreto del más recóndito mundo de la más sigilosa de las ciudades: Ciudad de México. Muchos muros hubieron de salvar para brindarnos esta publicación, de la que salen los ciento veinte paneles de la exposición, que, después de la altamente estética exposición-proclama de Emilio Ambasz del MoMA, es una exposición-herramienta que nos mostrólo bonito y lo menos bonito, que nos dió algunos planos, que nos dijo qué quedaba del austero conjunto de su obra arquitectónica. El libro aspira a la loable meta de ser un catálogo de la obra, su primer catálogo, para que otros, como nosotros, podamos hacer algo con ella más allá de contemplarla y suspirar. Eso fue lo que nos hizo fotocopiar el libro entero hace cuatro años cuando alguien lo trajo de vuelta de un viaje a México… la maravilla de tener a Barragán completo.
Por su parte, el total paisaje urbano del Municipio Chacao fue recopilado cariñosamente para esta exposición propulsada por la Fundación Cultural Chacao, reuniendo su historia fotográfica a través del tiempo. Una labor importante, ya que no es nada común eso de reunir imágenes de una zona de esta ciudad, de mostrar su pasado fotográfico con la única y sincera finalidad de rescatar la memoria urbana. El Chacao que aparece en las fotos, de una deliciosa mezcla polarizada entre lo urbano, lo colonial y lo denso y lo suburbano, nos aclara la vista sobre las pistas que la ciudad va dejando para su construcción actual y futura.
Antes que a otros proyectos, antes que a otros planes, habremos de volver a mirar esas vistas con chaguaramos de las perspectivas barrocas hacia El Avila, habremos de repasar la escala ajustada de los elegantes edificios alrededor de la Plaza Altamira, habremos de reacostumbrarnos a la calidad del diseño urbano que predomina en el municipio y en sus espacios públicos, habremos de reaprender su brillante patrimonio arquitectónico. Aquí, la arquitectura y el urbanismo ya estaban en grandes cantidades: Mujica, Guinand, Roche, Wallis, las Leyes de Indias, el París del Tercer Imperio, la Ciudad Jardín y todos los grandes arquitectos de la modernidad, han construido Chacao.
No en balde a este municipio lo apodan Disneyland. Como en cualquier tierra de la fantasía, la arquitectura y el urbanismo juegan un papel crucial e irremplazable. Lo que no habría que olvidar es que Disney Co. es uno de los mayores promotores mundiales de la arquitectura (hoy-1995-, son ellos quienes propulsan la reconstrucción de la degradada, delictiva, sucia y peligrosa 42nd Street en Nueva York). Por ello, de entre las muchas, muy importantes y hermosas cosas que se dijeron en los dos foros pasados, la certera enunciación de Alberto Sato de la existencia en el municipio de un patrimonio moderno total, nos parece la más importante. Antes que re-reglamentar, repensar, permisar, tumbar, proyectar, destripar, abrir, construir, antes que desear e incluso, antes que soñar, habrá que saber. Eso fue lo mismo que nos hizo concluir sobre Campo Alegre hace dos años, cuando fracasamos tan estentóreamente en su salvaguarda: ningún campo de batalla que se conozca bien se pierde tan fácilmente.
Por todo esto, ustedes nos deben disculpar. Y es que si, luego de haber oído a Alvarez Checa y a Ramos Guerra hablando de “silencios que se construyen, poesías que se prefiguran, espacios que se tañen, cipreses virtuales y planos que se tocan como partituras”, y teniendo enfrente la imagen del emblemático y logotípico obelisco de Altamira, que sospechamos diseñó Manuel Mujica Millán (sí, el mismo de Campo Alegre), no podemos hacer sino confundirlo todo. No podemos sino querer catalogar a Chacao, como los españoles hicieron con Barragán. Con suerte, con su mismo tesón, con su misma finura, con su misma delicadeza, con su mismo amor. ¿La culpa de nuestra confusión? A lo mejor es de las malas influencias de nuestra lectura nocturna: Across the River and Into the Trees, uno de los últimos libros de Hemingway, quien por haberlo ambientado en Venecia, terminó siendo incapaz de narrar o describir otra historia de amor que no fuera la que él mismo tenía con la ciudad.2
NOTAS:
1. José Alvarez Checa y Manuel Ramos Guerra. Luis Barragán: Obra Construida 1902-1988, Junta de Andalucía, 1989.
2. Ernest Hemingway. Across the River and Into the Trees.
En la revista Vanity Fair hay una sección denominada Night Table Readings. Allí informan a los lectores cuáles son las lecturas que en el momento de la aparición del número ocupan ese destacado lugar que es la mesa de noche en la vida de las celebridades, publicando incluso sus pequeñas críticas personales a la obra literaria que se están leyendo, y, en algunos casos, hasta la razón de la escogencia del libro en cuestión. Con ello, la revista, a la vez que le toma el pulso al variable y veleidoso gusto de la sociedad norteamericana, nos permite divertirnos sacando nuestras propias conclusiones al comparar lo que hacen esos personajes en el momento con las cosas que les están ocupando la cabeza.
Algo semejante ocurre en las ciudades cuando tienen lugar las regias exposiciones que periódicamente organizan los museos. El inmenso poder de difusión de las instituciones culturales logra hacer que el acontecimiento ciertamente penetre y ocupe por un corto período de tiempo algo de la mente de la mayoría de los ciudadanos. Es el caso de las exposiciones en el Metropolitan en Nueva York, o en el Palazzo Grassi en Venecia, o de El Prado en Madrid, o del Grand Palais en París. Las vitrinas de las tiendas y de las librerías, los titulares de las revistas y los periódicos, los temas de los artículos de opinión, las colecciones de los modistos, las exposiciones en las galerías de arte y hasta las decoraciones en las fiestas y comidas acompañan en comparsa, y celebran a Picasso, o a la Ruta de la Seda, o a Goya, o a los Celtas, o a Matisse, o a Poussin, en una especie de sublime carnaval cultural, pasajero y elegante, que se lleva su tajada del subsconciente urbano, como las lecturas nocturnas. Todo lo cual acarrea, naturalmente, un silencioso mestizaje natural… un mestizaje delicioso e irremediable.
Simultáneamente enfrentados en Caracas con la arquitectura de Luis Barragán y por vez primera (museísticamente) con el entrañable legado urbano de Chacao, ¿quién puede evitar mezclarlo todo? ¿Quién podría, por lo demás, resistirse? Nosotros, seguro, no. Si las oleadas poéticas que nos vienen desde el MACCSI nos retraen a un estado de ánimo emocional, por otra parte, las oleadas nostálgicas que nos llegan desde la Plaza de La Castellana nos colocan en el ánimo del deseo. Poéticos, emocionales, nostálgicos y ansiosos, resultan pues, estos días nuestros juicios cruzados.
Con Barragán estamos ante una obra concluida, perfecta, que colma todas las expectativas, influyente universalmente, sabia, amada, reconocida y necesaria. Una obra cuyo reencuentro significa, para quien la conoce, ratificarse en lo cierto, y, para quien no la conoce, el descubrimiento arquitectónico más importante en mucho tiempo. En Chacao, vemos en cambio una ciudad inconclusa, temática, imperfecta, que igualmente nos llena de expectativas, polémica por donde se la tome, que sabe ser sabia en algunas partes, que indudablemente amamos, pero que es más necesaria que reconocida o, incluso, que conocida. De tanto conocer a esta ciudad de primera mano, al finalmente discutirla, descubrimos que en realidad la conocemos poco.
El completo paisaje metafísico de la arquitectura de Barragán fue medido cuidadosamente para la publicación de la Junta de Andalucía por los acuciosos José Alvarez Checa y Manuel Ramos Guerra 1. Tarea difícil ésa de acotar poemas arquitectónicos, cuidadosamente escondidos en el contexto secreto del más recóndito mundo de la más sigilosa de las ciudades: Ciudad de México. Muchos muros hubieron de salvar para brindarnos esta publicación, de la que salen los ciento veinte paneles de la exposición, que, después de la altamente estética exposición-proclama de Emilio Ambasz del MoMA, es una exposición-herramienta que nos mostrólo bonito y lo menos bonito, que nos dió algunos planos, que nos dijo qué quedaba del austero conjunto de su obra arquitectónica. El libro aspira a la loable meta de ser un catálogo de la obra, su primer catálogo, para que otros, como nosotros, podamos hacer algo con ella más allá de contemplarla y suspirar. Eso fue lo que nos hizo fotocopiar el libro entero hace cuatro años cuando alguien lo trajo de vuelta de un viaje a México… la maravilla de tener a Barragán completo.
Por su parte, el total paisaje urbano del Municipio Chacao fue recopilado cariñosamente para esta exposición propulsada por la Fundación Cultural Chacao, reuniendo su historia fotográfica a través del tiempo. Una labor importante, ya que no es nada común eso de reunir imágenes de una zona de esta ciudad, de mostrar su pasado fotográfico con la única y sincera finalidad de rescatar la memoria urbana. El Chacao que aparece en las fotos, de una deliciosa mezcla polarizada entre lo urbano, lo colonial y lo denso y lo suburbano, nos aclara la vista sobre las pistas que la ciudad va dejando para su construcción actual y futura.
Antes que a otros proyectos, antes que a otros planes, habremos de volver a mirar esas vistas con chaguaramos de las perspectivas barrocas hacia El Avila, habremos de repasar la escala ajustada de los elegantes edificios alrededor de la Plaza Altamira, habremos de reacostumbrarnos a la calidad del diseño urbano que predomina en el municipio y en sus espacios públicos, habremos de reaprender su brillante patrimonio arquitectónico. Aquí, la arquitectura y el urbanismo ya estaban en grandes cantidades: Mujica, Guinand, Roche, Wallis, las Leyes de Indias, el París del Tercer Imperio, la Ciudad Jardín y todos los grandes arquitectos de la modernidad, han construido Chacao.
No en balde a este municipio lo apodan Disneyland. Como en cualquier tierra de la fantasía, la arquitectura y el urbanismo juegan un papel crucial e irremplazable. Lo que no habría que olvidar es que Disney Co. es uno de los mayores promotores mundiales de la arquitectura (hoy-1995-, son ellos quienes propulsan la reconstrucción de la degradada, delictiva, sucia y peligrosa 42nd Street en Nueva York). Por ello, de entre las muchas, muy importantes y hermosas cosas que se dijeron en los dos foros pasados, la certera enunciación de Alberto Sato de la existencia en el municipio de un patrimonio moderno total, nos parece la más importante. Antes que re-reglamentar, repensar, permisar, tumbar, proyectar, destripar, abrir, construir, antes que desear e incluso, antes que soñar, habrá que saber. Eso fue lo mismo que nos hizo concluir sobre Campo Alegre hace dos años, cuando fracasamos tan estentóreamente en su salvaguarda: ningún campo de batalla que se conozca bien se pierde tan fácilmente.
Por todo esto, ustedes nos deben disculpar. Y es que si, luego de haber oído a Alvarez Checa y a Ramos Guerra hablando de “silencios que se construyen, poesías que se prefiguran, espacios que se tañen, cipreses virtuales y planos que se tocan como partituras”, y teniendo enfrente la imagen del emblemático y logotípico obelisco de Altamira, que sospechamos diseñó Manuel Mujica Millán (sí, el mismo de Campo Alegre), no podemos hacer sino confundirlo todo. No podemos sino querer catalogar a Chacao, como los españoles hicieron con Barragán. Con suerte, con su mismo tesón, con su misma finura, con su misma delicadeza, con su mismo amor. ¿La culpa de nuestra confusión? A lo mejor es de las malas influencias de nuestra lectura nocturna: Across the River and Into the Trees, uno de los últimos libros de Hemingway, quien por haberlo ambientado en Venecia, terminó siendo incapaz de narrar o describir otra historia de amor que no fuera la que él mismo tenía con la ciudad.2
NOTAS:
1. José Alvarez Checa y Manuel Ramos Guerra. Luis Barragán: Obra Construida 1902-1988, Junta de Andalucía, 1989.
2. Ernest Hemingway. Across the River and Into the Trees.
Publicado en: Arquitectura. El Diario de Caracas, Caracas, domingo 11 de Junio de 1995.
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