Quinta 21. Arquitecto Gustavo Wallis. Campo Alegre, 1935-1998 (f. Archivo Fundación de la Memoria Urbana).
"…l’argile rouge a bu la blanche espéce" (XV).1
En 1954, cuando Gio Ponti hizo la Villa Planchart, dibujó una famosa pareja de planos: la planta baja y la planta alta de la villa. Estos planos están sembrados de ojos cuyas pupilas apuntan agudamente en una sola dirección; siempre me asaltan en medio de cada nueva visita al palacio sensorial que es esta casa. De ellos salen, con flechas vectoras, los previsibles caminos de la mirada; los mismos que inevitablemente toman siempre la mía y la de todo visitante. Ponti nos lleva fuerte de la mano. Hay que dejarse.
Como en una red encantada que un mago experto minara en la tierra, su ojo omnipresente dispuso con tiralíneas las vistas: de la puerta principal por el muro de la escalera al patio y de allí hasta el comedor; del vestíbulo al pasillo hasta el salón principal, repleto de luz; y aún más lejos, ya en el salón, torciendo a la derecha a través de la puerta de vidrio hacia la lejanía del paisaje. La magia es experta... la arquitectura se explica sola.
Toda la casa está cruzada de estos hechizos lineales. Con sólo recorrerla, uno podría evocar su entera arquitectura, llena de pequeños y grandes eventos espaciales y estéticos, mucho tiempo después. Es una escritura auxiliar de la memoria. Si alguna vez la Villa Planchart desapareciera y me tocara reconstruir su recuerdo, cerraría esos perennemente abiertos ojos pontianos que miran solos dentro de mí, para que su arquitectura volviera a vivir... Tal es la fuerza del encantamiento.
Tanta fe tengo en ello, que creí que me ayudaría a revivir toda arquitectura. Así, el lunes pasado, de pie sobre los escombros frescos de la Quinta 21 en la Calle 4 de Campo Alegre, intenté reproducir el hechizo al revés; es decir, reconstruir la elegante villa moderna que Gustavo Wallis diseñara a comienzos de los años treinta a partir tan sólo del recuerdo, porque ya nada queda de ella.
El desastre es completo. Sus planos se han perdido. Nadie se tomó nunca el trabajo de levantarla: ningún profesor de Historia de la Arquitectura, y por ende, ningún estudiante; no hay testigos que puedan hablar: hace demasiado tiempo, o todos han muerto. No hay texto que la describa, salvo, quizás tres tristes líneas en El Diario de Caracas que se llevó el viento. Tampoco hay deudos que la lloren: sus herederos vendieron y el arquitecto que recibió el terreno sólo se preocupa de su propia arquitectura. ¡Qué le vamos a hacer! ¿A quién le importa hoy constatar los efectos nefastos de una ordenanza de zonificación? La memoria en este país es débil y fugitiva. Por ello los errores se repiten, y la historia, sencillamente, no existe.
Esta bella casa moderna -la más adorable de todas, después de Las Guaycas y Caoma-, por la que yo hubiera dado un reino, espejo de una época donde la arquitectura existía y la ciudad también, ahora es sólo un amasijo retorcido de arcilla salpicado de vigas “I” de hierro que proveyó la Truscon Steel o quizás la Johns Mansville, empresas que representaba Wallis para erigir las primeras estructuras metálicas en Venezuela. Ahora, de pie sobre ella, sola entre los escombros, cinco años después de haber denunciado la debacle urbana y arquitectónica que acabaría con Campo Alegre, buscaba a tientas en el polvo algo que se pareciera a los “ojos” de Wallis...
Trato de recordar: aquí estaba la entrada, con su dintel de curvas tan a lo Robert Mallet-Stevens, pero, ¿Estaba alineada por el pasillo con el patio de la cocina, o no exactamente? Bueno, por aquí quedaba el gran salón rectangular y majestuoso, pero, Dios mío, el eje que venía perpendicular desde la sensual escalera (anclada a su cilindro blanco) y pasaba por aquí y por el pórtico de dos columnas, ¿Era el principal de la composición?, ¿estaba hecho para enmarcar el paisaje...? ¿y qué decir de ese conjunto de la segunda entrada lateral? A ver, ¿cómo era? Retórica, de ampulosa fachada y sin embargo con tan pequeña y suspicaz puerta. ¿Haz de ejes?, ¿premonitorios de Piedra Azul? La composición parecía hecha para exaltar un terreno de esquina, ¿O era otra cosa lo que expresaba el cuidado que el arquitecto puso en las formas que confluían en el ángulo de la casa? Ese constructivismo planar, pero cuboso, ese gusto por el claroscuro, pero blanquísimo, ese ascetismo, tan burgués... ¿Me recordaba a Wright, me recordaba a Schindler, me recordaba a Wittgenstein o me recordaba a la Escuela de París? ¿Era neoplástica, era cubista, era holandesa, era vienesa, era alemana, era francesa? ¿O era, sencillamente, de Campo Alegre?
Habría que haberla recorrido más de una vez. No hay magia que valga sin espectadores. Casa de antepechos, casa de bordes, casa de ángulos, llena de acertijos, perdida en mi propia amnesia, maldita amnesia: ya nunca sabré por qué me gustaba tánto.
NOTAS
1. Paul Valéry. El cementerio marino, XV, El Libro de Bolsillo, Alianza Editorial, Madrid, 1981, p.54.
2. Hannia Gómez. "Wrightiana". "En Campo Alegre, subiendo por la calle donde estaba La Atalaya de Mujica, está otra casa de Gustavo Wallis que se construyó en la década de los treinta. Observémosla con detenimiento. Desnuda, de paredes blancas, columnas cilíndricas, techos planos, marquesinas en voladizo, ventanas sin ornamento: impecable, como demandaba el más depurado Estilo Internacional. Aquí, la ausencia de la piedra azul nos permite tener más clara la vista: la abstracción de la composición reina tranquila en el proyecto. Wright no está por ninguna parte; mas está Schindler con sus casas americanas, la abstracción planar del Neoplasticismo holandés o Robert Mallet-Stevens con sus armoniosas composiciones cubistas. La casa está muy bien lograda: Wallis dominaba el lenguaje". Arquitectura, El Diario de Caracas, 28 de Agosto, 1994.
3. H. Gómez. "Campo Marzio", Arquitectura, El Nacional, Caracas, Enero de 1993.
4. H. Gómez, H. "Wrightiana", Op. Cit., 1994.
Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, 19 de Enero de 1998; Revista Memoriales, Instituto del Patrimonio Culttural; Venezuela Analítica, Habitat, http://www.analitica.com/archivo/vam1998.01/artes/habitat/habitat.htm; arqa.com, http://1999.arqa.com/columnas/hanniag2.htm
Este como que es un mal que sufre Caracas y las ciudades venezolanas, pero no podemos resignarnos a pensar que debe ser así, aún cuando las ganas por defender nuestro patrimonio casi siempre queden derrotadas frente al poder del dinero.
ResponderBorrarNo conocía el blog y me parece excelente... pasaré continuamente a ver q hay de nuevo.