Autopista de Prados del Este, Caracas.
Sin duda que no existe escenario, vivencia o materia prima más seductora para la creación artística contemporánea que la ciudad contemporánea. Esa telépolis inasible, esa megalópolis postindustrial, esa ciburbia virtual, ese dédalo postmoderno, esa distopia, esa ciudad global que está por írsenos de las manos, es irremisiblemente más atractiva justo ahora, en el momento en que acaba de dejar atrás su condición de optativa como ciudad antigua, cuando se nos ofrecía meramente como la escenografía accidental de nuestras vidas.
Antes, vivíamos en la ciudad si nos apetecía. Ahora, a la elusiva ciudad contemporánea, paradójicamente, ya no podemos eludirla; se ha convertido en el único, posible y definitivo Teatro del Mundo. Hoy, “All the World's a City”. No hay vida capaz de morar fuera de su multiforme, múltiple y multimediático escenario... sólo en la virtualidad nos queda el ser salvajes. El santuario virgen, el territorio natural y el paisaje inmaculado quedaron atrás; son imposibles. Con el siglo que agoniza hasta el campo más verde y la suburbia más alejada no son más que la incubación retorcida e impura de alguna recóndita morfología citadina.
Las especulaciones urbanas y las utopías provisionales producto de toda una vida o de una idea artística que sean engendradas hoy (1996), están más que nunca imbricadas inevitablemente en la madeja de seducciones de esa ciudad total que nos rodea y que se extiende física y telemáticamente por todo el planeta. Con ella podemos establecer “relaciones hipotéticas” (Alessandro Balteo) “y seguir el rastro de sus signos”; añoramos “pintar rupestremente su vida urbana” (Eugenio Espinosa) y “gozar de una estabilidad que armonice con la Naturaleza”; juntándola en un infinito “archivo” (Federico Fernández) queremos anclar su elusiva infinitud “urbana”, “buscando formar un tapiz de fondo sobre el cual colocar una reflexión” (para ver si damos, alguna vez, como Paul Strand, con “un escritor que ame y conozca de verdad un pueblo”); contemplándola soñamos con las “posibles Caracas” (Carlos Gómez de Llarena) que han podido ser “o que todavía podrán ser”; nos hace convencernos de que, como en ella, “nuestra Naturaleza también es mental” (Blanca Strepponi) sintiéndonos “sitiados por su presencia avasallante”. Ciudad total que puede hacerse una “ciudad expuesta” (Zuleiva Vivas), si intentamos reconstruirla por fragmentos a partir de las obras de arte que inspira incesantemente a sus ciudadanos: “el momento es propicio para sentarnos juntos a imaginar una ciudad donde cada habitante sea un artista y cada acción una propuesta novedosa”.
La ciudad dispersa, la ciudad sin fronteras, la próxima metrópolis, extraerá necesariamente su orden del caos irremediable de obras de arte también dispersas, también sin fronteras. Es su sino. Será por lo tanto una ciudad inteligente. Su diseño urbano partirá de enfatizar los poderes microclimáticos que descubran en su laberinto los artistas... para escoger entre ellos. Una topografía de movimientos ideales que ensartará los mejores hallazgos de un zillón de simultáneos lectores sensibles: los cartógrafos urbanos del futuro.
Las nuevas formas de arte, las nuevas formas de urbanidad, serán las nuevas formas del urbanismo. Y ya que el proceso de cambio es inevitable, como se escribiera recientemente en una Architectural Design Profile dedicada a La Periferia: “las oportunidades potenciales saldrán de las nuevas maneras de leer los cambios y de responder positivamente a ellos”.1 La seducción monumental de la ciudad del siglo próximo -que ya está aquí- reside justamente en la importancia que cobran los modos personales de percibirla, de sucumbir individualmente ante ella. Por más contradictorios, complejos, sujetivos o transparentes que sean en sus propias, precisas y delicadas tipologías, ellos incrementan la trascendencia global de la participación individual. Estas nuevas lecturas de la ciudad, por ende, deberán ahora ser más promovidas que nunca. Ellas representan el cambio.
La iniciativa de Espacios Unión con su actual (1996) exposición “Atmósferas Urbanas” y su próximo foro “La ciudad como escenario y materia prima de la creación artística”, en el que participarán los artistas antes citados con el atractivo adicional de Tulio Hernández como moderador (el jueves 18 de Julio en el Auditorium Espacios Unión), es por tanto de estricta actualidad.
La nueva seducción urbana de la elusiva ciudad que habitamos y construimos consiste en que ya no presenta, ya no necesita de una sola teoría. Lo que buscamos son ambiciosas nuevas formas artísticas, nuevas formas de urbanidad y nuevos urbanismos que alumbren las nuevas estrategias para su monumental fábrica, del valle hasta el planeta.
NOTAS:
1. The Periferia. Architectural Design Profile, No. 108, Londres, 1994.
Sin duda que no existe escenario, vivencia o materia prima más seductora para la creación artística contemporánea que la ciudad contemporánea. Esa telépolis inasible, esa megalópolis postindustrial, esa ciburbia virtual, ese dédalo postmoderno, esa distopia, esa ciudad global que está por írsenos de las manos, es irremisiblemente más atractiva justo ahora, en el momento en que acaba de dejar atrás su condición de optativa como ciudad antigua, cuando se nos ofrecía meramente como la escenografía accidental de nuestras vidas.
Antes, vivíamos en la ciudad si nos apetecía. Ahora, a la elusiva ciudad contemporánea, paradójicamente, ya no podemos eludirla; se ha convertido en el único, posible y definitivo Teatro del Mundo. Hoy, “All the World's a City”. No hay vida capaz de morar fuera de su multiforme, múltiple y multimediático escenario... sólo en la virtualidad nos queda el ser salvajes. El santuario virgen, el territorio natural y el paisaje inmaculado quedaron atrás; son imposibles. Con el siglo que agoniza hasta el campo más verde y la suburbia más alejada no son más que la incubación retorcida e impura de alguna recóndita morfología citadina.
Las especulaciones urbanas y las utopías provisionales producto de toda una vida o de una idea artística que sean engendradas hoy (1996), están más que nunca imbricadas inevitablemente en la madeja de seducciones de esa ciudad total que nos rodea y que se extiende física y telemáticamente por todo el planeta. Con ella podemos establecer “relaciones hipotéticas” (Alessandro Balteo) “y seguir el rastro de sus signos”; añoramos “pintar rupestremente su vida urbana” (Eugenio Espinosa) y “gozar de una estabilidad que armonice con la Naturaleza”; juntándola en un infinito “archivo” (Federico Fernández) queremos anclar su elusiva infinitud “urbana”, “buscando formar un tapiz de fondo sobre el cual colocar una reflexión” (para ver si damos, alguna vez, como Paul Strand, con “un escritor que ame y conozca de verdad un pueblo”); contemplándola soñamos con las “posibles Caracas” (Carlos Gómez de Llarena) que han podido ser “o que todavía podrán ser”; nos hace convencernos de que, como en ella, “nuestra Naturaleza también es mental” (Blanca Strepponi) sintiéndonos “sitiados por su presencia avasallante”. Ciudad total que puede hacerse una “ciudad expuesta” (Zuleiva Vivas), si intentamos reconstruirla por fragmentos a partir de las obras de arte que inspira incesantemente a sus ciudadanos: “el momento es propicio para sentarnos juntos a imaginar una ciudad donde cada habitante sea un artista y cada acción una propuesta novedosa”.
La ciudad dispersa, la ciudad sin fronteras, la próxima metrópolis, extraerá necesariamente su orden del caos irremediable de obras de arte también dispersas, también sin fronteras. Es su sino. Será por lo tanto una ciudad inteligente. Su diseño urbano partirá de enfatizar los poderes microclimáticos que descubran en su laberinto los artistas... para escoger entre ellos. Una topografía de movimientos ideales que ensartará los mejores hallazgos de un zillón de simultáneos lectores sensibles: los cartógrafos urbanos del futuro.
Las nuevas formas de arte, las nuevas formas de urbanidad, serán las nuevas formas del urbanismo. Y ya que el proceso de cambio es inevitable, como se escribiera recientemente en una Architectural Design Profile dedicada a La Periferia: “las oportunidades potenciales saldrán de las nuevas maneras de leer los cambios y de responder positivamente a ellos”.1 La seducción monumental de la ciudad del siglo próximo -que ya está aquí- reside justamente en la importancia que cobran los modos personales de percibirla, de sucumbir individualmente ante ella. Por más contradictorios, complejos, sujetivos o transparentes que sean en sus propias, precisas y delicadas tipologías, ellos incrementan la trascendencia global de la participación individual. Estas nuevas lecturas de la ciudad, por ende, deberán ahora ser más promovidas que nunca. Ellas representan el cambio.
La iniciativa de Espacios Unión con su actual (1996) exposición “Atmósferas Urbanas” y su próximo foro “La ciudad como escenario y materia prima de la creación artística”, en el que participarán los artistas antes citados con el atractivo adicional de Tulio Hernández como moderador (el jueves 18 de Julio en el Auditorium Espacios Unión), es por tanto de estricta actualidad.
La nueva seducción urbana de la elusiva ciudad que habitamos y construimos consiste en que ya no presenta, ya no necesita de una sola teoría. Lo que buscamos son ambiciosas nuevas formas artísticas, nuevas formas de urbanidad y nuevos urbanismos que alumbren las nuevas estrategias para su monumental fábrica, del valle hasta el planeta.
NOTAS:
1. The Periferia. Architectural Design Profile, No. 108, Londres, 1994.
Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, martes 16 de Julio de 1996.
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