sábado, 26 de enero de 2008

Sin título

"Sin título", Paul Klee, 1914.

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Tendrá algo así como quince por quince. Centímetros. Una acuarela. Rodeada por un grueso marco de madera. Por la pequeña ventana se vislumbra un paisaje. Un dulce paisaje reticular. Multicolor. Manchas cuadradas, irregulares, pero que son indudablemente racionales en su espíritu último, cuadros danzantes que podrían ser un damero o un paisaje cultivado, la vista de una ciudad mediterránea o la alegre fachada de una arquitectura inescrutable. En su obstinada abstracción, persiste la obra en titularse Sin título... Y allí nos quedamos. En 1914. Encantados, abstraídos, probablemente tanto como Paul Klee cuando la pintaba.

De Klee se asegura que vivía bajo el credo artístico de “soy un abstracto con memorias”. Esa violación de la regla moderna por la abstracción de rigor que sostuviera tan líricamente este profesor de la Bauhaus fue celebrada hasta el domingo 5 de septiembre (1999) en el Metropolitan Museum de Nueva York, en una discreta exposición que contaba a lo sumo con una docena de cuadros, titulada “Las ciudades de Klee”. La revista The New Yorker, al reseñarla, le dió con mucha visión más espacio que a todas las demás exposiciones del museo, describiéndola largamente: “Klee cities reúne una muestra de los capri
chos arquitectónicos del artista, desde sus radiantes colores de Turquía hasta los casi abstractos edificios geométricos de sus últimos años. Una de las más irresistibles, "La ciudad golpeada", es descrita como una ciudad medieval, pero guarda una sospechosa semejanza con la Torre de Babel en forma de ziggurat de Bruegel...”.1 La revista también reseñó en la misma página la super popular última gran muestra de arquitectura de este siglo en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, “The Un-private House”.2 A ésta, por el contrario, la calificó de “puro bloof”, porque habiendo tratado de presentarse como “una forma de contemplación cultural de las tendencias actuales”, no lograba sino reunir veintiseis casas “al gusto” de su curador Terence Riley

Entre los cuadros en las cuatro paredes de la sala se sucedían imágenes que podían hablar por cualquier ciudad, aunque la ciudad que Klee habitase por muchos años sólo fuera Munich y la que llevase en el corazón sólo fuera Berna. La primorosa acuarela Joya municipal (1917), es el vivo retrato del orgullo ciudadano en cualquier parte del planeta. Klee había escrito en su diario, recopilado y editado en cautro libros por su hijo Félix (The Diaries of Paul Klee, 1898-1918): “Algunos no reconocerán la verdad de mi espejo. Permítanme recordarles que no estoy aquí para reflejar la superficie, sino para penetrar dentro. Mi espejo apunta hasta abajo hacia el corazón...”.3  Las bien delineadas líneas de su pintada arquitectura “municipal” pareciera que quisieran hacer solapar el buen comportamiento de los hombres con las formas ideales de la arquitectura de la ciudad. En otra acuarela, en cambio, llamada Antes de la ciudad (1915), quien quiera puede ver el optimismo emprendedor de quien se lanza sobre los campos a la conquista de nuevos territorios para ser urbanizados, y entender la circunstancia en la que se vio la Alemania rural y cantonal cuando decidió el siglo pasado tener finalmente ciudades y “fabricarlas” a como diera lugar de la nada, ayudada por una legión de arquitectos.

Había también en la exposición cuadros con imágenes clásicas de Klee, como la esbozada en el gouache de 1917 “Arquitectura colorida”, en el que, como en toda su obra, aflora la importancia de la arquitectura y del mundo urbano. En el segundo libro, el “Diario italiano”, Klee muy joven ya confesaba que “la habilidad para contemplar la forma pura se la debo a mis impresiones de la arquitectura”. Alguien deberá hacer un estudio sobre la presencia poética de esas “ciudades invisibles” que se asoman inesperadamente entre las más abstractas de sus composiciones. Pienso que así se asoma también la ciudad del futuro entre nuestras ciudades contemporáneas: a retazos líricos, a ratos robados del caos, en recodos de fuerte significación para nuestros golpeados espíritus flotantes por Telépolis, de entre el limbo globalizante de esta ciudad de nadie y de ninguna parte que pretenden hacernos aceptar.

Pero era de esperarse que Klee hiciera algo así. Un minucioso lápiz, de cuando en 1892 era un niño de doce años, “La Junkergasse en Berna”, muestra cómo se ensimismaba en la persecución lenta de cada detalle de una de las calles de lo que él llamaba su “hogar real”: “(...) Mis fuertes lazos con Berna nunca se han roto, siempre he estado fuertemente atraído por ella. He vivido aquí desde entonces, y el único deseo que me queda es el de ser ciudadano de esta ciudad”. De haber estado siempre comparando los estados de su alma con las variaciones de la campiña, ello luego se convirtió en su “idea personal-poética del paisaje”, en el motivo principal de su pintura. Bastaba, entonces, que llegara a las ciudades de verdad, las grandes ciudades del Mediterráneo, para que todo el sistema se completase: al entrar a Génova, “la gran ciudad del sur”, se sintió “exhausto como una bestia de carga por un millar de impresiones”.

A la ciudad sin título de este fin de siglo, según sabiamente escribiera en Domus de enero de este año Richard Plunz, director del Departamento de Diseño Urbano de Columbia University, no le corresponderá un nuevo urbanismo, sino muchos nuevos urbanismos. La ciudad no es una mera abstracción. Las realidades de los mundos urbanos que están por venir son ricas, diversas y totalmente insospechadas. La revuelta poética de un ar
tista abstracto como Paul Klee advirtió que es posible la disidencia en medio de la repetición, la cacofonía y la simple moda.



The Diaries of Paul Klee 1898-1918, Paul Klee. Felix Klee, editor. University of California Press. Berkeley, California, 1968.




NOTAS
1. The New Yorker.
2. Museo de Arte Moderno de Nueva York. “The Un-private House”: http://www.moma.org/exhibitions/1999/un-privatehouse/index.html).
3. Paul Klee. Felix Klee, editor. The Diaries of Paul Klee, 1898-1918, University of California Press, Berkeley, California, 1968.




Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, lunes 13 de Septiembre de 1999.




viernes, 25 de enero de 2008

Aire

¿Puede una ciudad sobrevivir sin Air Rights?



“Todo lo que es bueno es ligero”.
Friedrich Nietzche. 1

Quien haya visto alguna vez florecer una ceiba entenderá lo que digo. En cierta época del año estos árboles parece que van a secarse, tan desnudos se quedan. Lo que ocurre es que muy pronto van a cubrirse totalmente de copos blancos. Uno podía estar sentado, por ejemplo, en clase, cuando empezaban a entrar imperceptiblemente por las ventanas esos azarosos corpúsculos sin peso, esas semillas blancas recién liberadas que flotaban ligeras en el viento, planeando en completo estado de ingravidez, para ir a posarse en los lugares más disímiles: el pupitre, la papelera, la calva del profesor de Castellano. Alguno con más suerte cayó en el patio del colegio, y es hoy un gigante.

Toda la urbanización duraba así, inmersa en su diario baño de éter, suspendida entre las rutas de las semillas aladas, semejantes a las del cardo y a las del diente de león, como colgada de un sueño. Y –si es que podemos comparar un árbol con un edificio- cada vuelo, desprendiéndose de su cuna vegetal para ir a recorrer la incertidumbre de las calles por un terreno fértil donde germinar, contenía la fiel promesa de una gran construcción.
Ese era el escalofrío sentido al contemplar un copo en la palma de la mano: la responsabilidad por el destino de aquella pequeña isla flotante que nos había tocado en suerte, por su arquitectura errante. Ahora lo debíamos sembrar. ¿Cuál sería el lote más propicio?

Friedrich Nietzche escribió: “todo lo que es bueno
es ligero”.1 Gabriele D’Annunzio aseguró en “La ciudad muerta” que “las alas impalpables son las que vuelan más lejos”,2 y la Condesa de Noailles cantó hasta el cansancio a la “nobleza del aire”.3 Inflamadas visiones celestes. Bajo ellas, junto al piso, yace la ciudad. La ciudad, mitad cósmica mitad terrena, afianzada en el suelo, pero a la vez móvil y rica, ¿podrá encontrar en el aire su salida más diáfana? Con el consecuente hervidero de intereses terrenales que le están trancando el juego en tierra, los monumentos, los sitios monumentales y los distritos históricos, sin haber sido designados ni protegidos aún por nadie, con sus lugares ireemplazables y toda la cultura urbana, están indefensos ante los filisteos del “desarrollo”. Caracas, imaginada sólo como una gran vaca lotificable en cortes de carnicero, en beefsteaks para el gaznate, en sórdidos metros cuadrados para usufructuar, ¿podrá escapar en el casco de su nave aérea?

Reconozcámoslo: cien años tenemos de retraso al menos frente a nuestro gran alter ego urbano: Nueva York. En 1925 ya allí se estaba fundando la Municipal Art Society, tras el empuje del City Beautiful Movement, el movimiento cultural urbano que en los dí
as de la Exposición Mundial de Chicago luchó por una nueva concepción para las ciudades americanas, coordinando la planificación con la colaboración de los mejores arquitectos y artistas. Todo ello inició desde entonces una saga para la protección de la memoria de Nueva York, una ciudad tan desatinada, tan nueva, tan violenta, tan cambiante y tan ferozmente reacia como la nuestra.

El talante conservacionista vió surgir con el tiempo el primer Comité para un Plan Adecuado para la Ciudad: el primer fallo de la Corte Suprema decidiendo en 1954 que “la comunidad debe ser bella” 1; la promulgación, en 1965, de la primera
Ley de Monumentos, y las primeras audiencias públicas para garantizar salvarlos. La conciencia se difundía lenta pero efectivamente. La ciudad vió nacer las primeras campañas de auto-salvación: “Adopte un monumento”, “Salve a Nueva York”; se fundaron la Comisión Asesora para la Preservación de Monumentos y la Architectural League; las primeras asociaciones vecinales urbanamente correctas: los Amigos de la Arquitectura del Hierro Vaciado, los Amigos de Central Park, la Asociación de la Quinta Avenida, entre otras. La ciudad y sus defensores agrupados lograron que se designaran los primeros Distritos Históricos (como Greenwich Village), y contemplaron satisfechos la protección de miles de monumentos gracias a finos recursos que fueron apareciendo tras ser testigos de cómo se salvó a la iglesia de Saint Bartholomew, del arquitecto Berthram Grosvenor Goodhue en Park Avenue, con la venta histórica de sus Derechos de aire al edificio de atrás. Desde entonces, los Air Rights son una tabla de salvación para equilibrar el desarrollo en la ciudad.

Aire. El aire también se mide: en metros cúbicos. Es espacio cuantificable… Una operación igual de simple es sacar el cubicaje a un globo aerostático que calcular un R10. Campo Alegre tenía varias toneladas flotando sobre los techos de las casas de Mujica antes de su innecesaria destrucción. Sin embargo, nadie quiso incluir el Derecho de aire en las ordenanzas para que éstos fueran transferidos a zonas donde la densificación sería inocua, como la Avenida Miranda. Esos volátiles metros hubieran grácilmente zurcado la atmósfera hasta irse a posar donde hubiera sido más adecuado construirlos. El dinero de la venta siempre deja muy contentos a los propietarios de bienes monumentales. Al fin y al cabo, se trata de vender metros, ¿no? Pero no de memoria urbana, sino de aire.

Sobre nuestras cabezas levita el atajo que nos hará saltar el siglo de retraso en materia de conservación urbana. Cuando un propietario privado de un monumento no esté recuperando un retorno razonable de éste (6% es estimado razonable) y desee demolerlo; cuando el retorno, rebajándole o perdonándole los impuestos, no es suficiente; cuando la ciudad no haya encontrado un comprador alternativo para la propiedad o no pueda ella misma adquirirla dentro del tiempo marcado por la ley, entonces, antes de conceder el permiso de demolición, le permitirá al propietario vender su aire, es decir, todo lo que podría construirle encima.

Arriba, en el cielo del valle, se ve gravitar una ciudad celeste. Un dorado aéreo. A lo lejos, un gran montgolfier con cintas tricolores espera pomposamente estacionado sobre el Galipán (1999). Mientras tanto, sobre el Caracas Country Club parece celebrarse una regata de doradas goletas aladas. Por los cuatro puntos cardinales, miles de aeróstatos, de construcciones diáfanas, de negocios volátiles, de copos de ceiba, divagan flotando azarosamente, esperando ver dónde pueden atracar en la ciudad.


"Ceiba, La Floresta" (f. Rossella Consolini, 2009. Facebook "Caracas en flor").






NOTAS
1. Friedrich Nietzche.
2. Gabriele D’Annunzio. La ciudad muerta.
3. Ana de Noailles.
4. Saving New York City.



Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, lunes 28 de Junio de 1999.



miércoles, 23 de enero de 2008

Véanlo caer

Primera plana del diario caraqueño EL UNIVERSAL. Caracas, 28 de diciembre de 1999 (f. Archivo Fundación de la Memoria Urbana).




No, el que caerá no es el que imaginan: no es el edificio Galipán. No es esa obra de arquitectura emblemática de la Avenida Francisco de Miranda que diseñara un buen día el arquitecto Gustavo Guinand van der Walle, el Gentilhombre de Arambao, el diseñador de estatura internacional de varios de los edificios protagonistas de esta ciudad, como el Hotel Tamanaco, el Edificio Easo y los desaparecidos cines Lido y La Castellana, hoy (1999) igualmente amenazado de muerte por una Orden de Demolición Total que está presta a ser llevada a cabo por los diligentes esbirros de Constructora San Vil.  

No. Lo que caerá no será su noble mole de mármol, vidrio, cemento y ladrillo, no. No será su reposada figura de aristócrata elegante de los cincuenta; no será su corpolenta composición de masas escalonadas ni su vieja planta orlada en forma de estrella; no será su inmensa ancla urbana afianzada a un costado de la segunda avenida más importante de la ciudad, inaugurando con su presencia naval toda personalidad, carácter y sabor urbano en la zona, siguiendo el mismo pionero patrón de conducta urbana del Hotel Fontainebleu cuando fue plantado por Morris Lapidus en la Collins Avenue de esos mismos años, lanzando hacia el norte virgen la balística del desarrollo de Miami Beach.

No. El Galipán no es el que caerá. Aunque le hayan rayado con vergonzantes graffitti de “Prohibido el Paso” todas las lujosas paredes de mármol; aunque le hayan arrancado sus lámparas de cristal de las paredes de la rotonda una madrugada; aunque le hayan tapiado una por una todas sus ventanas; aunque le hayan dejado crecer adrede el monte y la maleza; aunque le hayan sacado uno a uno los reculantes inquilinos y borrado de un zarpazo su curvo pasaje ilustre de la más tradicional vida urbana del municipio; aunque lo hayan permitido envilecer de basura, polvo, lodo y todo cuando hay de horrible para afear y hacer disgustante la cara de un edificio. A pesar del lamentable estado en que lo han dejado, vivimos la paradoja de la persistencia de su sabia arquitectura luciendo mejor que la cualquiera de sus vecinos de acera...

Este monumento arquitectónico de una era gloriosa no será el que rodará por el fango. Aunque su caída aleccione fatalmente a los ciudadanos y todos comprendan
de un golpe mortal que a partir de su demolición cualquier cosa ya podrá también caer; las arquitecturas notables, paisajes urbanos enteros, las casas clasificadas, tipologías completas, los cascos y los distritos históricos, las avenidas plantadas, los jardines de autor, los monumentos, las calles queridas, las vistas seductoras, las memorias, los árboles, los recuerdos, todo. Si cae El Galipán a estas alturas cualquier cosa puede perderse ya en la ciudad. Significaría que las autoridades urbanas de Chacao no saben lo que vale su arquitectura para la Miranda; o lo que es lo mismo: que no comprenden, entonces, absolutamente nada de nada en materia urbana.

En cambio, lo que sí va a caer con estrepitoso estruendo, con un estertor espantoso que se hará legendario en la Historia Urbana de Venezuela, lo que todos sí verán rodar por el suelo asfaltado de la Miranda salpicando los retiros, reventándose en cascotes disparados por los aires, erizado de cabillas, afiladas reventándose contra las fachadas, desmo
ronado en escombros, mordiendo el polvo, partido en mil pedazos, en medio de una nube de vidrio molido que se levantará por kilómetros a la redonda... es su Grupo Promotor.

Veánlo caer. Vean cómo cae la dudosa reputación de todo un combo arquitectónico e inmobiliario que dice estar aquí para “asegurarnos el bienestar, el lujo y la belleza”. Vean como rueda por el mismo lodo con el que han degradado con fruición (hasta hoy impunemente) uno de nuestros más queridos íconos arquitectónicos, burlándose de nuestra tradición arquitectónica, de nuestra memoria urbana y de nuestras legítimas protestas. Veánlos promover en el sitio de El Galipán una nueva y mediocre floración vítrea, esta vez, seguro, en tonos violáceos, que es la que les falta en su larga lista de oropeles mercadeables... Y vean
cómo esta arquitectónica Columna se declara Anti-Salomónica abierta y ferozmente a partir de esa dolorosa demolición. Auguramos que nada de lo que en ese terreno se construya tendrá éxito, porque no puede triunfar una operación que nace de despojar cruelmente a la ciudad... A todo lo que allí quiera levantarse le caerá una maldición gitana: lo matará la nostalgia del magnífico edificio de Guinand.

Veánlo caer. Y observen cómo cae junto suyo en pleno la respetabilidad de la Oficina de Gestión Urbana del municipio Chacao, que ha validado en el pasado todos sus chimbiles rediles y “alegres” campos alegres, y cómo se desploma el nuevo Plan de Ordenamiento Urbano Local que se quiere hacer aprobar para ese municipio, que con esa sola Orden de Demolición Total, tan clara, tan prístina, tan desconocedora de la evolución
de la Ciencia Urbana, se ha automáticamente invalidado también ella a su vez por no contar siquiera con lo que cualquier ordenanza urbana de menor cuantía en ese mundo tendría: una conciencia absoluta y responsable de lo que significa el Sentido del Lugar, respaldada con un Plan Catrastal Patrimonial Arquitectónico y Urbano del que poder aferrarse para defenderlo.

Veánlo caer. Por promotor destructor de la memoria, por constructor de basura arquitectónica, por irrespetuoso mercenario inmobiliario. Y con él, vean desplomarse a la planificación cómplice de las autosuficientes y excluyentes Oficinas Locales de Planeamiento Urbano que funcionan en esta ciudad. A este esquizofrénico, inoperante y destructivo esquema de autoridades urbanas fragmentadas operado por planificadores eficientistas y sordos los unos de los otros, con Chacao, Sucre, Petare, Libertador y Baruta cada uno tirando de la
ciudad por su lado y peleándose entre sí hasta que la ciudad se les rompa. A la anarquía, a la mediocridad y al engaño: al cadáver del enemigo. Cuando mande sus tractores. Veánlo caer.

"El Edificio Galipán en la Avenida Miranda, Caracas", c. 1950s  (Postal. Tipografía Cervantes. Costa Salas - Archivo Fundación de la Memoria Urbana).





Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, lunes 17 de Mayo de 1999.

martes, 22 de enero de 2008

París intensivo

Fotografía de Robert Doisneau. 



¡ALCALDES! ¡FUNCIONARIOS DE GESTION URBANA!
8 días Desde US$ 565* por día

PARIS intensivo

Tour urbano para Autoridades Municipales

ATRACCIONES DEL VIAJE:
Mil años de historia de la ciudad esperando: El PAQUETE BASICO DE CULTURA URBANA, ha sido diseñado para todas aquellas personas trabajando en Gestión Urbana en los municipios y que quieren hacer planes, espacios públicos o permisar proyectos sin tener –honestamente- la suficiente formación en al ARTE DE CONSTRUIR LA CIUDAD. Con este tour único, tendrán la oportunidad de conocer intensivamente de primera mano la ARMONIA de una ciudad donde todo está hecho para hacerle la vida grata a sus habitantes. Un saber centenario; un catálogo de ideas, un museo de la calle. Un programa que sigue las rutas de los peatones más afortunados del mundo. Aprender lecciones seguras e indispensables en bulevares, plazas, parques y respetuosa arquitectura de la ciudad, guiados por notables arquitectos, urbanistas y profesores universitarios.
 
01 DO. EN VUELO
Salida en vuelo de Air France con destino a París.
Noche a bordo.
02 LU. PARIS
Llegada al Aeropuerto Internacional Charles de Gaulle y traslado a un tradicional hôtel particulière, como el Hôtel du Dragon, o similar. Se pretende que los viajeros aprecien de primera mano lo que significa habitar y disfrutar de la vieja arquitectura histórica cuando se respeta y se renueva apropiadamente, de manera que cuando tengan de nuevo una enfrente en Caracas, lo piensen dos veces antes de permitir que sea echada por tierra. Alojamiento y resto del día libre. Opcional: un aperitivo en un café cercano, como el Deux Magots, sobre alguna inmaculada acera, para contemplar a los paseantes y empezar a entender de qué se trata todo el programa (aprovechar para tomar notas).
03 MA. PARIS
Desayuno buffet. Tema de reflexión del día: El tiempo como material de la ciudad. Traslado en autopullman hasta la Catedral de Nôtre Dame en l’Ile de la Cité. Charla en español del arquitecto Fernando Montes, profesor de arquitectura de la Universidad de París, sobre “La ciudad emocional de Víctor Hugo” desde el mejor observatorio original de la ciudad: la torre sur de la Catedral. Vista panorámica contemplando el vasto océano de las arquitecturas y de los urbanismos: el Barrio Latino, el Panteón, la Sorbona, el Palacio y los Jardines de Luxemburgo, la Plaza de la Concordia, los Campos Elíseos, la Plaza de l’Etoile con el Arco de Triunfo, la Plaza Vendôme, la Iglesia de la Madeleine, el Museo de El Louvre, los Grandes boulevares, la Opera y la Torre Eiffel con el Campo de Marte. Tarde libre.
04. MI. PARIS
Desayuno buffet. Tema de reflexión del día: El espacio público como proyecto. Salida en autopullman recorriendo los grandes bulevares. Charla del arquitecto Antoine Grumbach, profesor de arquitectura de la Escuela de Arquitectura de París-Belleville y Grand Prix de Urbanismo y de Arte Urbano 1992, sobre “El París Haussmaniano y la idea de orden”. Parada en l’Etoile. Descenso a pie por los Campos Elíseos y experimentación directa del mobiliario urbano. Se podrán tomar mediciones y fotografías de los magníficos brocales de piedra de las aceras, los drenajes y demás herrajes, los pavimentos, las cabinas telefónicas, los kioskos, los “pissoirs”, los postes de luz, las papeleras, las rampas para paseantes minusválidos, y demás amenidades High Tech del paseo hasta la Plaza de La Concordia. Almuerzo en la Rue de Rivoli. En la tarde, corta visita de la Place Vendôme para resaltar la importancia de los espacios públicos abiertos y sin obstáculos; pasar al Jardín de las Tullerías, conducidos por el arquitecto paisajista especialista en “promenades plantées” Alexandre Chemetoff, quien hablará (con traducción simultánea) de “Uso, contemplación y plantación en un parque urbano”.
05. JU. PARIS
Desayuno buffet. Tema de reflexión del
día: Las formas de la memoria colectiva. Visita a pie de la ciudad medieval. El Barrio Latino, las dos islas, la Sorbona y el Marais. Charla en dos partes, con traducción simultánea de Michel Vernes, nieto de Jules Verne, vecino de la zona (Gallerie Vivienne) y profesor de arquitectura en la Universidad de Nantes. La primera en el Palais Royal, titulada “El silencio en la ciudad”, y la segunda en la Place des Vosges, llamada “Proyecto y monumentalidad: o de cómo la democracia puede ser más Noble”. Almuerzo en la plaza. En la tarde, justo al salir del Marais, dos visitas cortas, primero al al Pabellón de l’Arsenal, en el 21 Boulevard Morland, con su exposición permanente: “París, la ciudad y sus proyectos”, y luego al Museo de la Historia de la Ciudad, en el Hôtel de Sevigné.
06. VI. PARIS
Desayuno buffet. Tema de reflexión del día: El fetichismo metropolitano. Excursión de un día entero. Visita panorámica en autopullman de los Grandes Proyectos. Charla del arquitecto Christian de Portzamparc, traducida simultáneamente, sobre “Modernidad, desarrollo y arquitectura de la ciudad”. Por la mañana, el Gran Louvre, el Museo d´Orsay, el Ministerio de Finanzas, el Instituto del Mundo Arabe, y la Biblioteca de Francia. Almuerzo en la vía. Por la tarde, el Parque de la Villete, el Gran Hall, la Ciudad de las Ciencias y las Industrias, la Ciudad de la Música, el Gran Arco de La Défense, el Parque André Citröen y el Stade de France.
07. SA. PARIS
Desayuno buffet. Tema de reflexión del día: La fábrica de la ciudad del hombre. Caminata por el Boulevard Raspail, la rue de Grenelle, y la rue de Varenne. Visita de edificios enclavados armónicamente en su contexto. Palacios, cités, hôtels particulières, jardines privados. Almuerzo en el Boulevard Montparnasse. Charla del presidente del Instituto Francés de Arquitectura con traducción simultánea, acerca de “La ciudad y la memoria”, en la propia sede del Instituto detrás de San Sulpicio. Brindis de despedida.
08. DO. PARIS
Desayuno buffet. Tiempo libre y traslado al aeropuerto. Fin del programa.

(recuadro final)
FECHA DE SALIDA:
Inmediatamente después de las elecciones municipales (cuanto antes, mejor).
EL PROGRAMA INCLUYE:
* Alojamiento en habitaciones con baño privado, en un hotel cinco estellas.
* Todos los impuestos de alojamiento.
* Desayunos continentales.
* Traslados aeropuerto/hotel/ aeropuerto.
* Recorrido en dos autopullman de lujo con aire acondicionado, y máximo confort.
* Las visitas indicadas, con traducciones simultáneas de las charlas dictadas por guías locales especializados.
* Manejo de una maleta por persona, con propinas o maleteros.
* Reconfirmación del vuelo de regreso
* Un kit de viaje para caminar por la ciudad que contiene: un plano de París, una botella de dos litros de agua mineral (renovada cada día), una brújula y un cuaderno de apuntes con un lápiz (se entrega en el hotel). Para los alcaldes, también se les incluye un ejemplar del libro El Peatón de París de Léon-Paul Fargue, de la Colección L´Ímaginaire, Ediciones Gallimard, París 1932. 1
* Diploma que certifica el haber asistido al tour PARIS INTENSIVO, firmado por la Universidad de París y el Instituto Francés de Arquitectura. Acredita un primer grado en Cultura Urbana, bueno para opinar sobre Planes de Desarrollo Urbano Local, amenización y creación de espacios públicos, construcción de aceras, la prioridad del peatón sobre el vehículo, vialidad, protección de la calidad del medio ambiente urbano, preservación de la arquitectura histórica, señalizaciones y publicidad, mobiliario urbano y pavimentos.
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(Este Precio especial con pasaje aéreo está calculado para ochenta Autoridades Municipales: quince funcionarios por municipio más un Alcalde. A los Alcaldes interesados se les ofrece además un descuento adicional de media pensión al mismo precio).
* Por persona.
Para mayor información, contactar: 
Arquitecto Hannia Gómez. 
Cupos limitados.

El Peatón de París. Léon-Paul Fargue. Colección L´Ímaginaire. Ediciones Gallimard, París, 1932.






NOTAS
1. Léon-Paul Fargue. El Peatón de París, Colección L´Ímaginaire, Ediciones Gallimard, París, 1932.



Publicado en: Revista Estilo, Caracas, 1999.


viernes, 18 de enero de 2008

Torre de marfil

La torre donde Michel de Montaigne trabajaba.





Todo comenzó en 1568 con la muerte del poeta Etienne de la Boètie. Su pérdida irreparable haría que su mejor amigo, Consejero del Parlamento de Bordeaux y luego alcalde de la ciudad, se retirase para siempre a la propiedad de la familia en el Pèrigord, en la ciudad de Montaigne. Como todo señorío que se preciase en el sureste de Francia, éste contaba con un espléndido château. Sobre el portal habría de grabar el nuevo señor de Montaigne, aficionado a las inscripciones, dos palabras en latín: "Negotium-Otium". Todo lo dejaba para dedicarse por entero a escribir, no sabía aún muy bien de qué.

El más grande ensayista que haya existido jamás hizo de su retiro una postura que hoy idealizamos sin remedio: a diario salía a caballo a recorrer interminablemente sus campos y bosques, elaborando largamente los pensamientos que al regresar hilaba en su estudio sobre todos los temas. El castillo tenía una gran cava y una gran biblioteca. Madame de Montaigne lo aguardaba, prefiriendo las copas de vidrio a las de metal y amando como él las salsas. Michel comía, leía y escribía, e iba explorando el nuevo co
ntinente de su propio ser. El fantasma de la Boètie era el interlocutor eterno de sus ociosas exploraciones.

Su postura resulta aún más idílica conociendo el éxito editorial que tuvieron los libros que de allí resultaron. Sus editores se mantenían en contacto desde las grandes ciudades, las imprentas estaban permanentemente activas, se multiplicaban las ediciones; Montaigne tenía audiencia total. Logró así ser influyente, consultado y consentido. Todo a distancia. Su torre de marfil estaba conectada fieramente en la red… a la manera del Seiscientos.

Aunque ésta no es una historia de fin sino de plenitud de siglo, es la mejor imagen para ilustrar el ideal arquitectónico global en este cambio de milenio. Hoy todos quieren retirarse, como Montaigne, a un lujoso château, construido con los más sensuales materiales, en medio del más vasto y verde de los campos, entre botellas y libros, pero manteniéndose conectados –y cabalmente informados- con el resto del planeta. Su éxodo suburbano es el mismo
que iniciaron las oficinas de las grandes corporaciones en los ochenta, ahora ejercida por la nueva tipología de la casa/oficina que permiten las comunicaciones y que con bombos y platillos está por celebrar el 1 de julio próximo (1999) el MoMA con una nueva exposición de arquitectura de corte futurista, curada por Terence Ryley, "The Un-Private House" (http://www.moma.org/exhibitions/1999/un-privatehouse/index.html).

Mas los ideales futuristas han cambiado. Ya casi nadie habla netamente del futuro: está passé. Nada de casas flotantes, de ciudades en Marte, de estéticas de viaje a las estrellas, de comidas en forma de píldora, de robots. Ni los Supersónicos ni Tomorrowland. Comparados con la visión de futuro que se tenía en los setenta, somos unos desabridos, parecemos despistados, y aunque todo el mundo ansía a rabiar con ser “moderno”, y tiene la fe ciegamente puesta en las blobs de Terry (estructuras encerradas por formas geométricamente com
plejas), la verdad es que en el fondo lo que se prefiere es la privacidad, la exclusividad y el lujo en sus recipientes tradicionales… Eso sí, modernamente equipados.

No es éste, sin embargo, el rechazo al progreso del hombre del fin de siglo pasado. No es el mismo Síndrome de Maupassant, almorzando a diario en el restaurante de la Torre Eiffel, torre de marfil del diecinueve, porque era “el único lugar donde no tenía que verla”.1 Hoy todos adoran los avances tecnológicos –cuando efectivamente los hay-. No hay quien pueda que no tenga un teléfono celular, ni que no esté conectado a la Internet… pero,
¿es que hay otro futuro por ahí con el cual excitarse? Como dijera Umberto Eco la semana pasada en un artículo (“Habíamos inventado tánto”) el siglo de las grandes invenciones, tan enamorado de los grandes retos tecnológicos, prácticamente no le dejó nada a éste que inventar.2 De allí el actual gusto híbrido por lo “moderno” junto a lo “retro”, porque como dijera Eco, reclamando de vuelta su viejo pizarrón, “el progreso no consiste necesariamente en ir hacia adelante a toda costa”.

Los nuevos futuristas aman los derivadismos, las refacturas, las reinterpretaciones. Una canción pop se burla de ellos en la radio: “I think I’ve seen it before” (creo que lo he visto antes). La revista de moda W (más ágil que las de arquitectura en atrapar las fluctuaciones volátiles del gusto) se lamenta que ya no tienen “la misma actitud positiva hacia lo moderno que acostumbraban”.3 Para ellos, el futuro ya llegó. Sólo se
adaptan emocionalmente los avances al ansia espiritual de que las cosas se “mantengan familiares y sin cambios”, y ya. Los re-revivals de los clásicos del siglo veinte se irán afinando y la tecnología irá abrazando los eclécticos estilos de vida y la diversidad local, y no al revés. En cambio, para Ada Louise Huxtable habrá que esperar que “la sociedad produzca nuevas formas sociales y económicas para que se produzcan las nuevas tipologías”.4 Sólo entonces podremos sacudirnos este elegante limbo melancólico.

Entretanto, hay una gran expectativa por el advenimiento de las veintiséis blobs del MoMA: la blob ambientalmente amigable, la blob de titanio, la blob voyeurista, la blob cinemática, seleccionadas con dedo analógico. La última gran exposición de arquitectura de este milenio es nuestro futuro más cercano. Architectural Record la anuncia como un desempolvamiento más del legado Viejo-Pero-Bueno (Oldie-But-Goodie) de M
ies, esta vez en su visión “no pura, clásica y sobria, sino 'Hollywood' y delirante”.5

Ante ello, los miles de sofisticados Michel de Montaignes diseminados por el planeta, cada uno en su torre de marfil, han empezado a sentir una voz que desde el fondo del inconsciente les tararea quedamente:


“Yeah, I’ve seen it before-
and I see it again,
and again…”

¿Será la de Etienne de la Boètie?


"The Un-Private House". Museum of Modern Art, 2002.





NOTAS
1. Roland Barthes. "The Eiffel Tower and Other Mytologies", The Eiffel Tower, Hill and Wang, Nueva York, 1979, p.3.
2. Umberto Eco. "Habíamos inventado tánto", Il Corriere della sera, 1999.
3. James Fallon. W2000, Architecture & Design, W, volumen 28, 3, Marzo, 1999.
4. J. Fallon. Op Cit., 1999.
5. Architectural Record.




Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, lunes 26 de Abril de 1999.


Alta densidad

La Avenida Principal del Caracas Country Club en 1957 (f. Archivo Fundación de la Memoria Urbana).





1. Primera versión
Estos últimos días (1999) ha resultado maravilloso el contemplar a la opinión pública alzarse en masa frente a lo que significaba un troglodita exabrupto contra la ciudad: la transformación en vía expresa de la Avenida Principal del Caracas Country Club. Ha sido verdaderamente tranquilizante el comprobar que tales movilizaciones colectivas sí pueden suscitarse entre nosotros y que alcancen a ser tan fuertes como para conmover el alma de los concejales de una Cámara Municipal, logrando que éstos, una vez puestos en autos, corrijan la atrocidad, extirpándola inmediatamente del Plan de ordenamiento Urbano Local (PDUL) del Municipio Chacao.

Es emocionante ver ¡por fin! coincidir a los disímiles protagonistas de la escena urbana, siempre tan apartados los unos de los otros, a los urbanistas de uno y otro bando, a los escritores de opinión, a los comunicadores sociales, a los vecinos, a los arquitectos de renombre y a los críticos de arquitectura, luchando por los medios en contra de tan nefasta y descabellada proposición. ¿Y no es éso lo que siempre habíamos querido? ¿Que todos tomasen alguna vez partido por esta ciudad? Efectivamente. Alabado sea el Señor. No todo está perdido.

Esta valiente revuelta ciudadana ha sido una demostración entusiasta de cómo está madurando por la vía correcta la conciencia urbana de Caracas. Su fragor goza del mismo linaje de las luchas urbanas que se suscitaron frente al holocausto de Campo Alegre, frente a la construcción de la torre póstuma de Villanueva en la Zona Rental y frente a la demolición -impune por doquier- de nuestro patrimonio arquitectónico y urbano.

Pero esta pequeña victoria de la Avenida Principal me asusta terriblemente. De verdad. No porque piense que el Country Club no tenga que ser preservado como distrito histórico, zona ambiental ecológica o patrimonio arquitectónico/paisajístico de todos los caraqueños (léase bien: de todos en la ciudad) de cuyo sueño campestre de reposada villeggiatura todos tenemos derecho a disfrutar como se hace en Miami con Coral Gables o en Nueva York con Central Park y sus bellas naturalezas artificiales salpicadas de arquitectura, sino porque esa victoria parcial es también, tristemente, la terrible constatación de que 1) ganar una batalla no es ganar la guerra, 2) si no se hace así, es decir, si no movemos cielo y tierra como hicimos los días pasados, si no nos rasgamos las vestiduras y clamamos por todos los vientos nuestro dolor, nuestra ira y nuestra indignación, lo más probable es que nada pase jamás, y 3) porque es espantoso saber que, en el fondo, lo que hemos hecho no es más que esquivar la punta del iceberg.

Si un PDUL contiene tamañas barbaridades como la de aceptar la destrucción de íconos arquitectónicos como el Edificio Galipán, como la del cambio de sección de la Avenida Francisco de Miranda (instalándole en el centro una isla plantada que anularía su carácter como espacio urbano recipiente de actividades públicas), como los atentados contra la arquitectura urbana del casco del pueblo de Chacao, como la amenaza de rezonificación irracional que todavía se cierne sobre el parque arquitectónico del Country Club y como la recién exorcizada propuesta de acabar con la Avenida Principal, cabe pensar que lo que debe sobrar allí son más errores del mismo estilo o incluso peores... Algo anda muy mal en esa Oficina de Planeamiento Urbano de Chacao.

Ante tamaña protesta ciudadana y la resultante derogación de los señores concejales, cualquier otro funcionario honesto hubiera puesto a la orden su cargo. Es lo menos que podrían hacer. Pero resulta que no; ellos insisten en que saben muchísimo de planificación. Hablarles es como hablar en dos idiomas: si uno les pregunta por “peatonalización”, ellos están pensando en aceras como los mamotretos discontinuos que la igualmente inculta, en temas urbanos, Alcaldesa de Baruta ha puesto en la urbanización Las Mercedes, verdaderos Coney Islands para inválidos -básicamente rampas de estacionamiento mal llamadas aceras-; si uno les habla de “monumentos arquitectónicos”, arguyen que sin dinero no va ninguna edificación histórica...

Hoy en Caracas todos nos enfrentamos sin remedio a lo que ya llegó para quedarse: la alta densidad. Aquí está: ¿qué haremos ahora? ¿Dónde nos meteremos? Con la insensatez en la nariz, con la esquizofrenia reinante en la planificación urbana y la irresponsabilidad galopante de estas autoridades en ejercicio, ¿dónde nos guareceremos?

Antes de abrir las compuertas a la alta densidad, tenemos que estar claros de qué es lo que no se debería tocar nunca más y cuántos sueños acariciamos. La alta densidad es un arma de doble filo: puede darnos un París o un Chacao. ¿A quién le confiaremos la gran responsabilidad de aumentarle adecuadamente la densidad de Caracas?

2. Segunda versión
“Alta densidad” es también el título de un artículo que publicó hace poco en la página de arquitectura de Babelia (El País), Luis Fernández-Galiano.1 Editor, profesor, crítico y miembro de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, el director de Arquitectura Viva es el más consumado ensayista hispano-parlante sobre arquitectura que existe en el orbe. Nadie más al día que él en todo tema candente, nadie de olfato más fino, nadie más nítido, más elegante y más confiable. Esa reflexión suya, cuando dejara recaer su rítmica prosa de punzantes endecasílabos sobre la última forma de arquitectura de la densificación, vamos a plagiarla abiertamente hoy aquí hasta en el título en estas horas de polémica sobre la alta densidad en esta ciudad.

Hallábase Fernández-Galiano ensartado en una crítica de ciertos edificios de vivienda multifamiliar construidos recientemente en Holanda y en Japón por varios arquitectos muy hip. Los edificios en cuestión eran torres de muchos pisos vendidos como pan caliente gracias a su apariencia de obras de arte de vanguardia, apariencia que logra sofocar en parte lo gris de su tipología utilitaria. Los cuerpos escultóricos de firma eran blandidos en el contexto urbano como alaridos de artista tratando de justificar su agresivo aterrizaje en el pecho de la ciudad y escaparse por la tangente de la triste experiencia en este siglo de super-bloques y otras atrocidades por el estilo. En nuestro medio, los arquitectos no alcanzan (por ahora) tal nivel de afocamiento, pero digamos que es como si le encargásemos a Fruto Vivas o a Tomás Sanabria una mole tipo 23 de Enero para clavarlo en medio del Hoyo 7 y lo adoráramos sólo porque es suyo y porque es nuevo.

Fernández-Galiano, con la sutil gracia que le caracteriza, su ladina habilidad de diplomático y astuta destreza de editor de unos y de otros (recuerden la inolvidable página “Yo, Rotterdam, Tú, Basilea”, suministrada como siempre por fértiles arcas neoplanares), hallábase, pues, en lo suyo, enfrascado en rimar permutación con aceleración, transparencia con apariencia, dioptría con celosía, matriz con tamiz y con desliz, haciéndonos creer a pies juntillas que estaba allí por Neutelings, que estaba allí por toda estructura de pisos que mostrase cómo calzar veinte tipologías distintas de vivienda entre cuatro retiros, que estaba allí por toda fachada inteligente que obnubilase la realidad del barrio adyacente a solo pocos pasos, cuando en el trasfondo de su perorata hipnotizante afloró el sutil hilo conductor de su verdadero discurso: el de abogar por la persistencia moderna de la estructura tradicional de la ciudad.

De la mano de la seducción escrita, tras el velo de los proyectos halucinantes y de las apariencias fulgurantes de lo nuevo, ese vivaz amor suyo, esa fe, esa certeza, ese desenfado de pasearse por las formas de los peligrosos juegos sin compartirlos, ese coqueteo mordaz con los títeres de la moda, sólo podía salir de una férrea posición urbana, inmutable a pesar de los cambios: la ciudad del futuro ha de seguir creciendo con un pie firme en sus calidades tradicionales. La banda urbana continua seguirá fluyendo serena, seguirá siendo tranquila, amable, y sobre, todo, densa. En su masa podrán excavarse todos los discursos. La alta densidad del futuro no es para Fernández-Galiano el pizzicato de las nóveles arquitecturas colosales lanzadas en la ciudad, sino, como siempre, el continuum de una fábrica urbana coherente y de calidad.

Hoy en Caracas, cuando unos le rehúyen espantados al fantasma de la densificación con el temor infundado de que acabe con la ciudad; cuando otros, entretanto, empujan para que se densifique más allá de lo posible y de lo aconsejable; cuando otros aún le huyen a lo urbano por considerarlo insoportable en éxodos periféricos y vacacionales interminables, y los restantes, como delincuentes solapados, destruyen todo lo bueno, todo lo sano, todo lo memorable y todo lo decente que queda todavía en el paisaje urbano como si ya los terrenos vacíos o blandamente construidos se hubiesen acabado... unos y otros se enfrentan sin remedio a lo que ya llegó para quedarse: la Alta Densidad. Aquí está ya, nos preguntamos de nuevo: ¿qué haremos ahora? Fernández-Galiano, por supuesto, puede reirse entredientes de los chistes habitacionales de los Países Bajos o de la Bahía de Tokyo, porque a él siempre le queda el Café de Oriente, el barrio de Chámbery, y en fin, Madrid toda para refugiarse en ella. Nosotros, en cambio, ¿dónde nos meteremos? Con la insensatez en la nariz, con la esquizofrenia reinante en la planificación urbana y la irresponsabilidad galopante de las autoridades urbanas en ejercicio permitiendo que desaparezca todo lo de calidad que queda, ¿dónde nos guareceremos?

Están las Colinas del sur, por ejemplo. Allí podemos mirar el valle con los ojos entrecerrados e imaginar cómo queremos que sea cuando esté todo construido, cuando se haya copado hasta el último espacio vacío. Y podremos sentirnos complacidos: !Al fin tendremos la oportunidad de habitar en una ciudad de verdad! Calles y avenidas terminadas de sabor definido, fachadas continuas, sistemas de espacios urbanos conectados, vías peatonales y vehiculares racionalmente enlazadas... Este es el momento de tratar de ver dónde están las cosas que debemos salvar. Caracas no es como las demás ciudades del mundo: le queda en pie mucho menos patrimonio, y por lo tanto, lo que resta es más valioso que en cualquier otra parte. Antes de abrir las compuertas a la alta densidad, tenemos que estar claros de que es lo que no se deberá tocar nunca más.

La alta densidad, es, sí, como susurrara Fernández-Galiano, un arma de doble filo. Pero está claro que nadie le daría una hojilla a un mono. Hojilla en mano, pueden hacerse demasiados cortes: si no nos desangramos por aquí, nos desangramos por allá. Y no estamos para organizar, propiciar y aupar las suficientes urgentes campañas en la opinión pública que le pongan coto cada vez a los desmanes de los que están armados con afilados cientos de hojillas y planillos en carpetillas, ni alcanzan las buenas intenciones de todos los ciudadanos para convencer a cada rato a cámaras enteras de concejales para que deroguen los desatinos que plagan los planes. Eso es inoperante y absurdo. En la ciudad de alta densidad (tan urbana) ya no tienen cabida los monos.


Plaza de Oriente, Madrid. A la derecha, el Café de Oriente (f. www.espanolsinfronteras.com).



NOTAS
1. Luis Fernández-Galiano. "Alta densidad", Babelia, El País, Madrid, 1999.




Publicado (segunda versión) en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, lunes 7 de Junio de 1999.



Y en esta esquina... Sybil

"Los constructores de Venezuela" (mural cerámico). Pedro León Zapata, Ciudad Universitaria de Caracas (f. www.araira.org/venezuela/caracas.htm).







Durante demasiado tiempo hemos estado padeciendo miserablemente de la falta de un libro sobre la obra de Villanueva (1999). El único que siempre existió, el legendario Carlos Raúl Villanueva y la arquitectura de Venezuela de Sibyl Moholy-Nagy de 1960, desde hacía tiempo había desaparecido de circulación.1

La obra en cuestión se había convertido en incunable. Tanto, que un profesor de Columbia University me refirió como una hazaña el haberse hecho con un ejemplar en el casco histórico de Amberes hace dos años, arrancándoselo al dueño de una librería, quien lo guardaba celosamente. Con la reciente reedición facsímil de la edición bilingüe de 1964 por el Instituto de Patrimonio Cultural y la Facultad de Arquitectura de la UCV, podemos tener de nuevo esta panorámica breve de su arquitectura para consultarla cómodamente cada vez que queramos refrescar verdades.2

En el libro, los edificios que tan bien conocemos adquieren vida aparte. El poder de la imprenta los vuelve símbolos de sí mismos; la obra de arquitectura publicada se iconiza, haciéndose implacable arma histórica. El Villanueva impreso tiene algo de “soy un documento legal”, “héme aquí en toda mi verdad”, “vengan a mí las tergiversaciones, las clasificaciones y las críticas”. La fecha de los proyectos brilla en la rúbrica: la Ciudad Universitaria, estrella de su década (los cincuenta), es un momento cultural inapelable. Moholy-Nagy la sembró para el mundo en las páginas de su libro, en el más puro espíritu de su época, como una obra de arte total. De la página treinta y cuatro hasta la ciento treinta y dos recorremos una por una las piezas casi como en un catálogo razonado de un capítulo de la modernidad, cristalizado en el momento de la publicación... para cerrarlo de nuevo. Cerrado, porque así está desde entonces, con su número finito de obras construidas y no-construidas: proyecto concluido. Y, ¡a pasar la hoja!, conmina Sibyl.

Es célebre el clásico ejercicio crítico de la página 126, que hiciera esta profesora de Pratt con este episodio concreto de la arquitectura latinoamericana, ejercicio muy emulado partir de entonces. A mí me lo enseñaron en clase. Venía el profesor de
Historia de la Arquitectura y preguntaba:

-¿Período?

-La Modernidad
, contestábamos en coro.

-¿Lugar?


-Capitales de países latinoamericanos,
volvíamos a corear.

-¿Tema?

-¡La Ciudad Universitaria!,
gritábamos alborozados... y aparecía entonces la imagen de la otra ciudad universitaria latinoamericana arquetipal, la Universidad Nacional de México (1953).

Recuérdense ustedes bien de esta famosa confrontación tipológica: la elegante composición de arquitecturas y obras de arte del proyecto caraqueño
frente a las masivas frases monumentales cubiertas de murales multicolores de su homónima mexicana; la conversación de las ideas de edificios y obras de arte a través del espacio frente a la literal cobertura superficial de las moles mexicanas.

-¿Quién gana?,
nos preguntaba divertido el profesor.


Entonces comparábamos los volúmenes de las dos bibliotecas, ambas piezas centrales en las composiciones de sus campos respectivos; la de Villanueva, de limpias fachadas ciegas (“…que evidencian la uniformidad del interior, de simplicidad severa y acentuación cromática”, diría Moholy-Nagy), una arquitectura oronda de sí misma en el espacio, y la de Juan O'Gorman, valla enorme de lo azteca, tapiz-edificio que quiere borrarse a sí mismo (“es dudoso que el tapiz de símbolos precolombinos que utilizara Juan O'Gorman, para disimular las hileras de estantes de la biblioteca sea una mejor solución”)... para Sibyl,
como para nosotros, el asunto ya estaba muy claro.

En esto era crucial el comportamiento del muro. Mientras que en la Ciudad Universitaria de México los muros eran recipientes, lienzos sobre los cuales podía pintarse toda suerte de decoraciones y textos (a veces, obras de arte), atendiendo a lo que se tenía en aquel entonces por la máxima expresión de la identidad cultural mexicana, es decir el muralismo, en arte, y el colosalismo, en arquitectura, en la Ciudad Universitaria de Caracas los muros de los edificios eran sensibles entidades arquitecturales que participaban activamente en la articulación y en la calificación del espacio, fachadas parlantes con personalidad arquitectónica propia. Desde los largos muros-cinta de la Plaza del Rectorado, los ritmados muros de color de la Escuela de Odontología, los francos muros ciegos de la Biblioteca Central, los muros-celosía de la Escuela de Arquitectura, los muros-radiador, los muros-murales,
los muros vibrantes, los muros-fachadas y los muros construidos ex-profeso para recibir murales de la Plaza Cubierta, en la UCV todo muro es dramáticamente arquitectónico. Hasta los muros silentes son arquitectura en nuestra universidad. Nada de vallismo, de pancartismo, de muralismo, de mexicanismo, de populismo... ni de humorismo.

Gracias a este libro, conocemos desde los años sesenta cuáles son las reglas del juego en el recinto universitario y cuántas integraciones de arte-arquitectura componen su catálogo razonado. El reino de la UCV se define por la ley de las fuerzas del espacio y por el magnetismo entre sus obras clasificadas. El que quiera desatar hoy en los muros-monumento de la UCV un anacrónico y desarraigado muralismo Juan O'Gormaniano con la incontenible feria del arte que puede seguirle, quien quiera hacer un emblema con lo que
no es, quien quiera tirar esa primera y chistosa piedra... va a tener que ir ahora a vérselas con Sibyl.








NOTAS
1. Sibyl Moholy-Nagy. Carlos Raúl Villanueva y la arquitectura de Venezuela, 1960.
2. S. Moholy-Nagy. Carlos Raúl Villanueva y la arquitectura de Venezuela, Instituto de Patrimonio Cultural y Facultad de Arquitectura, UCV, Caracas, 1999.


Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, lunes 5 de Abril de 1999.



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