Primera plana del diario caraqueño EL UNIVERSAL. Caracas, 28 de diciembre de 1999 (f. Archivo Fundación de la Memoria Urbana).
No, el que caerá no es el que imaginan: no es el edificio Galipán. No es esa obra de arquitectura emblemática de la Avenida Francisco de Miranda que diseñara un buen día el arquitecto Gustavo Guinand van der Walle, el Gentilhombre de Arambao, el diseñador de estatura internacional de varios de los edificios protagonistas de esta ciudad, como el Hotel Tamanaco, el Edificio Easo y los desaparecidos cines Lido y La Castellana, hoy (1999) igualmente amenazado de muerte por una Orden de Demolición Total que está presta a ser llevada a cabo por los diligentes esbirros de Constructora San Vil.
No. Lo que caerá no será su noble mole de mármol, vidrio, cemento y ladrillo, no. No será su reposada figura de aristócrata elegante de los cincuenta; no será su corpolenta composición de masas escalonadas ni su vieja planta orlada en forma de estrella; no será su inmensa ancla urbana afianzada a un costado de la segunda avenida más importante de la ciudad, inaugurando con su presencia naval toda personalidad, carácter y sabor urbano en la zona, siguiendo el mismo pionero patrón de conducta urbana del Hotel Fontainebleu cuando fue plantado por Morris Lapidus en la Collins Avenue de esos mismos años, lanzando hacia el norte virgen la balística del desarrollo de Miami Beach.
No. El Galipán no es el que caerá. Aunque le hayan rayado con vergonzantes graffitti de “Prohibido el Paso” todas las lujosas paredes de mármol; aunque le hayan arrancado sus lámparas de cristal de las paredes de la rotonda una madrugada; aunque le hayan tapiado una por una todas sus ventanas; aunque le hayan dejado crecer adrede el monte y la maleza; aunque le hayan sacado uno a uno los reculantes inquilinos y borrado de un zarpazo su curvo pasaje ilustre de la más tradicional vida urbana del municipio; aunque lo hayan permitido envilecer de basura, polvo, lodo y todo cuando hay de horrible para afear y hacer disgustante la cara de un edificio. A pesar del lamentable estado en que lo han dejado, vivimos la paradoja de la persistencia de su sabia arquitectura luciendo mejor que la cualquiera de sus vecinos de acera...
Este monumento arquitectónico de una era gloriosa no será el que rodará por el fango. Aunque su caída aleccione fatalmente a los ciudadanos y todos comprendan de un golpe mortal que a partir de su demolición cualquier cosa ya podrá también caer; las arquitecturas notables, paisajes urbanos enteros, las casas clasificadas, tipologías completas, los cascos y los distritos históricos, las avenidas plantadas, los jardines de autor, los monumentos, las calles queridas, las vistas seductoras, las memorias, los árboles, los recuerdos, todo. Si cae El Galipán a estas alturas cualquier cosa puede perderse ya en la ciudad. Significaría que las autoridades urbanas de Chacao no saben lo que vale su arquitectura para la Miranda; o lo que es lo mismo: que no comprenden, entonces, absolutamente nada de nada en materia urbana.
En cambio, lo que sí va a caer con estrepitoso estruendo, con un estertor espantoso que se hará legendario en la Historia Urbana de Venezuela, lo que todos sí verán rodar por el suelo asfaltado de la Miranda salpicando los retiros, reventándose en cascotes disparados por los aires, erizado de cabillas, afiladas reventándose contra las fachadas, desmoronado en escombros, mordiendo el polvo, partido en mil pedazos, en medio de una nube de vidrio molido que se levantará por kilómetros a la redonda... es su Grupo Promotor.
Veánlo caer. Vean cómo cae la dudosa reputación de todo un combo arquitectónico e inmobiliario que dice estar aquí para “asegurarnos el bienestar, el lujo y la belleza”. Vean como rueda por el mismo lodo con el que han degradado con fruición (hasta hoy impunemente) uno de nuestros más queridos íconos arquitectónicos, burlándose de nuestra tradición arquitectónica, de nuestra memoria urbana y de nuestras legítimas protestas. Veánlos promover en el sitio de El Galipán una nueva y mediocre floración vítrea, esta vez, seguro, en tonos violáceos, que es la que les falta en su larga lista de oropeles mercadeables... Y vean cómo esta arquitectónica Columna se declara Anti-Salomónica abierta y ferozmente a partir de esa dolorosa demolición. Auguramos que nada de lo que en ese terreno se construya tendrá éxito, porque no puede triunfar una operación que nace de despojar cruelmente a la ciudad... A todo lo que allí quiera levantarse le caerá una maldición gitana: lo matará la nostalgia del magnífico edificio de Guinand.
Veánlo caer. Y observen cómo cae junto suyo en pleno la respetabilidad de la Oficina de Gestión Urbana del municipio Chacao, que ha validado en el pasado todos sus chimbiles rediles y “alegres” campos alegres, y cómo se desploma el nuevo Plan de Ordenamiento Urbano Local que se quiere hacer aprobar para ese municipio, que con esa sola Orden de Demolición Total, tan clara, tan prístina, tan desconocedora de la evolución de la Ciencia Urbana, se ha automáticamente invalidado también ella a su vez por no contar siquiera con lo que cualquier ordenanza urbana de menor cuantía en ese mundo tendría: una conciencia absoluta y responsable de lo que significa el Sentido del Lugar, respaldada con un Plan Catrastal Patrimonial Arquitectónico y Urbano del que poder aferrarse para defenderlo.
Veánlo caer. Por promotor destructor de la memoria, por constructor de basura arquitectónica, por irrespetuoso mercenario inmobiliario. Y con él, vean desplomarse a la planificación cómplice de las autosuficientes y excluyentes Oficinas Locales de Planeamiento Urbano que funcionan en esta ciudad. A este esquizofrénico, inoperante y destructivo esquema de autoridades urbanas fragmentadas operado por planificadores eficientistas y sordos los unos de los otros, con Chacao, Sucre, Petare, Libertador y Baruta cada uno tirando de la ciudad por su lado y peleándose entre sí hasta que la ciudad se les rompa. A la anarquía, a la mediocridad y al engaño: al cadáver del enemigo. Cuando mande sus tractores. Veánlo caer.
No. Lo que caerá no será su noble mole de mármol, vidrio, cemento y ladrillo, no. No será su reposada figura de aristócrata elegante de los cincuenta; no será su corpolenta composición de masas escalonadas ni su vieja planta orlada en forma de estrella; no será su inmensa ancla urbana afianzada a un costado de la segunda avenida más importante de la ciudad, inaugurando con su presencia naval toda personalidad, carácter y sabor urbano en la zona, siguiendo el mismo pionero patrón de conducta urbana del Hotel Fontainebleu cuando fue plantado por Morris Lapidus en la Collins Avenue de esos mismos años, lanzando hacia el norte virgen la balística del desarrollo de Miami Beach.
No. El Galipán no es el que caerá. Aunque le hayan rayado con vergonzantes graffitti de “Prohibido el Paso” todas las lujosas paredes de mármol; aunque le hayan arrancado sus lámparas de cristal de las paredes de la rotonda una madrugada; aunque le hayan tapiado una por una todas sus ventanas; aunque le hayan dejado crecer adrede el monte y la maleza; aunque le hayan sacado uno a uno los reculantes inquilinos y borrado de un zarpazo su curvo pasaje ilustre de la más tradicional vida urbana del municipio; aunque lo hayan permitido envilecer de basura, polvo, lodo y todo cuando hay de horrible para afear y hacer disgustante la cara de un edificio. A pesar del lamentable estado en que lo han dejado, vivimos la paradoja de la persistencia de su sabia arquitectura luciendo mejor que la cualquiera de sus vecinos de acera...
Este monumento arquitectónico de una era gloriosa no será el que rodará por el fango. Aunque su caída aleccione fatalmente a los ciudadanos y todos comprendan de un golpe mortal que a partir de su demolición cualquier cosa ya podrá también caer; las arquitecturas notables, paisajes urbanos enteros, las casas clasificadas, tipologías completas, los cascos y los distritos históricos, las avenidas plantadas, los jardines de autor, los monumentos, las calles queridas, las vistas seductoras, las memorias, los árboles, los recuerdos, todo. Si cae El Galipán a estas alturas cualquier cosa puede perderse ya en la ciudad. Significaría que las autoridades urbanas de Chacao no saben lo que vale su arquitectura para la Miranda; o lo que es lo mismo: que no comprenden, entonces, absolutamente nada de nada en materia urbana.
En cambio, lo que sí va a caer con estrepitoso estruendo, con un estertor espantoso que se hará legendario en la Historia Urbana de Venezuela, lo que todos sí verán rodar por el suelo asfaltado de la Miranda salpicando los retiros, reventándose en cascotes disparados por los aires, erizado de cabillas, afiladas reventándose contra las fachadas, desmoronado en escombros, mordiendo el polvo, partido en mil pedazos, en medio de una nube de vidrio molido que se levantará por kilómetros a la redonda... es su Grupo Promotor.
Veánlo caer. Vean cómo cae la dudosa reputación de todo un combo arquitectónico e inmobiliario que dice estar aquí para “asegurarnos el bienestar, el lujo y la belleza”. Vean como rueda por el mismo lodo con el que han degradado con fruición (hasta hoy impunemente) uno de nuestros más queridos íconos arquitectónicos, burlándose de nuestra tradición arquitectónica, de nuestra memoria urbana y de nuestras legítimas protestas. Veánlos promover en el sitio de El Galipán una nueva y mediocre floración vítrea, esta vez, seguro, en tonos violáceos, que es la que les falta en su larga lista de oropeles mercadeables... Y vean cómo esta arquitectónica Columna se declara Anti-Salomónica abierta y ferozmente a partir de esa dolorosa demolición. Auguramos que nada de lo que en ese terreno se construya tendrá éxito, porque no puede triunfar una operación que nace de despojar cruelmente a la ciudad... A todo lo que allí quiera levantarse le caerá una maldición gitana: lo matará la nostalgia del magnífico edificio de Guinand.
Veánlo caer. Y observen cómo cae junto suyo en pleno la respetabilidad de la Oficina de Gestión Urbana del municipio Chacao, que ha validado en el pasado todos sus chimbiles rediles y “alegres” campos alegres, y cómo se desploma el nuevo Plan de Ordenamiento Urbano Local que se quiere hacer aprobar para ese municipio, que con esa sola Orden de Demolición Total, tan clara, tan prístina, tan desconocedora de la evolución de la Ciencia Urbana, se ha automáticamente invalidado también ella a su vez por no contar siquiera con lo que cualquier ordenanza urbana de menor cuantía en ese mundo tendría: una conciencia absoluta y responsable de lo que significa el Sentido del Lugar, respaldada con un Plan Catrastal Patrimonial Arquitectónico y Urbano del que poder aferrarse para defenderlo.
Veánlo caer. Por promotor destructor de la memoria, por constructor de basura arquitectónica, por irrespetuoso mercenario inmobiliario. Y con él, vean desplomarse a la planificación cómplice de las autosuficientes y excluyentes Oficinas Locales de Planeamiento Urbano que funcionan en esta ciudad. A este esquizofrénico, inoperante y destructivo esquema de autoridades urbanas fragmentadas operado por planificadores eficientistas y sordos los unos de los otros, con Chacao, Sucre, Petare, Libertador y Baruta cada uno tirando de la ciudad por su lado y peleándose entre sí hasta que la ciudad se les rompa. A la anarquía, a la mediocridad y al engaño: al cadáver del enemigo. Cuando mande sus tractores. Veánlo caer.
"El Edificio Galipán en la Avenida Miranda, Caracas", c. 1950s (Postal. Tipografía Cervantes. Costa Salas - Archivo Fundación de la Memoria Urbana).
trist ver como caen los iconos de una ciudad ya en extinsion casi, donde sus gobernantes ( municipales mas que todo ) se hacen de la vista gorda ante contratos mil millonarios de los pderosos constructores de la destruccion
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