sábado, 13 de mayo de 2023

Richard Meier: cuando las catedrales son blancas

 


The James E. and Jean Douglas House, 3490 South Lake Shore Drive, Harbor Springs MI.

 

Soleo, aclaro, enturbio, diluyo, transparento, lavo, esfumo, evaporo.

Rafael Alberti. “Blanco”, 1945-1948.

 

EXPRESAR la trascendencia física y metafisica de un edificio con el manejo de la luz, tener la aspiración a una arquitectura radiante, iluminada, con la sutileza perceptual de un intaglio, ha relacionado el nombre de muchos arquitectos a Le Corbusier.

Aunque hoy sea muy corriente hacer referencia a la historia y a los creadores fundamentales de la arquitectura moderna o de la arquitectura en general, no lo era tanto asi en los Estados Unidos en los sesenta, cuando Richard Meier propuso sus primeros proyectos de casas blancas siguiendo la tradición corbusiana de los años veinte; una arquitectura que luego el mismo Corbusier abandono en su paso hace el Brutalismo.

Habiendo tenido el Colegio de Arquitectos de Venezuela y la Asociacion Venezolana del Diseño la encomiable iniciativa de traer al arquitecto Meier a Caracas para celebrar el pasado Mes de la Arquitectura, cabe definir cual es la trascendencia real de esta figura internacional, y cuales los beneficios de su presencia entre nosotros.

La revisión de la modernidad que comienza en los sesenta, aunque a juicio de muchos no haya pasado de ser una revisión epidérmica, trae, por analogía en esta circunstancia, la reflexion sobre la necesidad o no de una tal revisión en Venezuela, donde, con otras características, también hemos tenido nuestra modernidad.

En el mes de Julio, y tambien dentro del marco del Mes de la Arquitectura, se dictaron una serie de charlas muy particulares sobre arquitectura venezolana en el Museo de Bellas Artes. Alli se estaba hablando con bastante respeto y propiedad sobre la vida y la obra de un arquitecto venezolano hasta ahora desafortunadamente relegado al olvido: Luis Malaussena. Su arquitectura, como la de tantos otros creadores de la arquitectura en este país, espera el cambio de los climas culturales para ser redescubierta y puesta en evidencia. Lo que viene al caso del discurso de la profesora Sylvia Hernandez de Lasala, quien dictaba la charla, fue el severo llamado final a reconsiderar esta Primera Arquitecttura Moderna en Venezuela, a revisar la primera modernidad, de la cual inevitablemente se ha formado también la memoria urbana del venezolano.

Son innumerables los edificios, anónimos o con firma, que construyeron hace cincuenta años (1985) la nueva imagen de nuestras ciudades bajo los mismos esquemas, aunque sea tan solo formales, de la Arquitectura Moderna internacional. Entre ellos, pordriamos recordar las arquitecturas “maquinistas” con reminiscencias navieras, de las hermosas casas blancas de Manuel Mujica Millan y los primeros ejercicios racionalistas de Carlos Raul Villanueva. Es curioso que Meier, a su paso por nuestra ciudad, encontró a El Silencio de Villanueva (1942-45), entre los edificios de Caracas, como especialmente interesante.

Mas allá de la fascinación que pueda ejercer la obra de Meier sobre nosotros, fascinación evidente, pues desde la venida de Aldo Rossi a nuestro país ningún otro visitante extranjero había causado tanto revuelo en el medio de la arquitectura venezolana, debemos ver en la presencia de Meier el lanzamiento de un indicio de excelencia y profesionalismo a la población de diseñadores y arquitectos que trabajamos en Venezuela.

Meier, tal como lo describia John Hejduk, es “la pasión de la arquitectura, la creación, re-creacion y realización de una obra que nos paraliza con su intensidad”. 2 Una arquitectura intensa que produce a la vez obras de memorable polémica (el Bronx Developmental Center, 1976) y obras de vigencia y aceptacion (el High Museum of Art de Atlanta, 1984), que han mantenido intreresada a la critica por mas de diez años. Una “carrera” arquitectonica, en fin, exitosa como pocas y aparentemente mas allá de toda controversia.

Hace trece años (1985) ya de la aparición del famoso libro Cinco Arquitectos, con el cual los críticos de arquitectura Arthur Drexler, Colin Rowe y Kenneth Frampton, presentaban ante la opinión arquitectonica internacional los trabajos de Peter Eisenman, Michael Graves, Charles Gwathmey, John Hejduk y Richards Meier.

Forzosamente, y ya lo aclaraba Philip Johnson en el Postcriptum que hizo al libro, el presentarlos colectivamente como grupo mas que com,o a cinco individuos haciendo arquitectura por separado, iba a procurarles indudables beneficios. De una erudición cosmopolita, todos proclaman el lugar para una arquitectura corbusiana “de segunda mano” en nuestro tiempo, de la misma forma como lo hizo (y la comparación es de Colin Rowe) Scamozzi con Palladio, en el suyo. Una postura no heroica, quizás, pero indiscutiblemente favorecida por la aspiración de participar en la vena poética de la producción temprana de Le Corbusier.

Poco comprometida, también. Estos cinco arquitectos del año 72 veian a sus edificios como “una excusa para dibujar, mas que a dibujar como una ezcusa para construir”, 3 iniciando la famosa época de la llamada “arquitectura de papael”. De allí que pueda considerarse que la diferencia entres sus espacios post-corbusianos y los originales esta justamente en la manipulación que de ellos hacían como geometría plana mas que como masas translucidas a ser experimentadas durante el recorrido.

Es muy interesante la capacidad de vaticinio de la que en aquel libro hicieron gala Frampton y Johnson con respecto al futuro de estos cinco arquitectos “blancos” de Nueva York. Para Frampton, en su “Frontalidad versus Flotacion”, solo Gwathmey reunia los elementos necesarios para hacer una transposición espacial de este tipo.

Para Johnson, solo en Meier es donde admite encontrar las creaciones mas “aceptables” desde el punto de vista tradicional de la practica de la arquitectura. De todos ellos, ya entonces, es Meier quien “conoce mejor su historia”, conviviendo con a maqueta de la Villa Savoya de Le Corbusier hasta en la sala de su casa.

Si consideramos que, lejos de todas las polémicas, solo es arquitectura la construida, entonces podríamos situar la obra de Gwathmey y la de Meier por encima de la de Hejduk, Eisenman, y hasta de Graves. Revisando sus últimos trabajos, las hermosas caligrafías arquitectónicas que Hejduk envia al Concurso Internacional del Parque de la Villette en Paris el año antepasado (1983), acusan su apego recurrente (¿definitivo?) a esa forma de hacer arquitectura, de la cual es el maestro innegable; Eisenman, luego de la salida tormentosa del Instituto para la Arquitectura y Estudios Urbanos (IAUS) en el cual se desenvoivia, recurrio a una prestigiosa figura de Yale, Jacquelin Robertson, tratando desesperadamente de profesionalizar sus complejas elaboraciones intelectuales, sin mas éxito que el de siempre, hasta ahora; y, finalmente, Michael Graves, la “contrafigura” de los Cinco Arquitectos, después de su frcaso con el edificio de Portland, ha convertido a la bucólica comunidad de Princeton en una especie de “Taliesin” redivivo, en donde una generación completa de jóvenes aprendices de la arquitectura redibujan los trazos de sus fantasias barrocas Neo-Cubistas hasta la saciedad y el agotamiento.

Salta a la vista, pues, la permanencia de Richard Meier. Tras el modernismo juvenil de las casas blancas de New England, empieza a replantearse el problema de la modernidad contemporánea en arquitectura con una precisión y una fortaleza que esta sorprendiendo a todos. Estamos presenciando lo que Frampton llama el “rappel a l’ordre” en Meier: un asentamiento objetivo en la intención de sus proyectos, el cual habias sido dejado de lado durtante todos los años de su producción domestica en aras de la formulación de un estilo. 4 Prueba de esto son sus últimos trabajos: el Atheneum de New Harmony, Indiana (1979), el Seminario Hartford, Connecticut (1981), los nuevos edificios administrativos  para la Renault  en Boulogne-Billancourt, Francia (1982), la entrada al Concurso Internacional para el Reciclaje del Lotto Fiat, Torino (1984), y el mencionado museo de Tlanta.

En todos estos edificios, salvo, quizás, en el Atheneum, vemos como Meier abandona la estética (y la escala) familiar de sus casas para reemprender la búsqueda de un lenguaje institucional, claramente abortado en el tema del hospicio del Bronx. Estas nuevas catedrales blancas, ya no de piedra de Francia recién tallada, sino de laminas de hierro porcelanizado, brillan ahora también con la radiante racionalidad de un nuevo rigor estructural.

De esa manera, aunque la obra de Richard Meier haga o no referencia a la tradición americana del “Shingle Style”, sea producto o no del Romanticismo Americano, o represente simplemente una representacion muy personal de los problemas de la luz en las costa de New England, ha hehco un aporte sensible al cuerpo de la arquitectura americana. En este contexto, su modernismo no tiene nada que envidiarle como ejemplo  a los arquitectos modernos clásicos. Lo que hace a una obra vigente, valiosa y actual,  en ese país y en el nuestro, es la determinación a realizar un trabajo que no se prive de considerar creativamente al pasado, cuidando de no caer en la moda fácil o en el rescate irreflexivo.

Hoy (1985), con la visita de Meier y del espectáculo de su arquitectura aun recientes, son oportunas las palbaras de Le Corbusier: “Materialicemos de nuevo en nuestras imaginaciones ese espectáculo lleno de alegría. Dejemos, por un instante, de leer estas líneas y pongamos bien ante nuestros ojos las catedrales blancas sobre el fondo gris o azul del cielo. Es preciso hacer entrar esa imagen en el corazón. Entonces prodremos prseguir con nuestras reflexiones”.5

 

 Richard Meier (f. Circa 1985, Architectuul).


 

 

Publicado en:  El Universal, Julio de 1985 y Revista CAV 49, Abril, 1986, pp. 42-43.

 

NOTAS: 

 1. Rafael Alberti. “Blanco”, A la pintura (poema del color y la línea),  Editorial Losasa S.A., Buenos Aires, 1945-1948.

2. John Hejduk. “Richard Meier, Architect,” Postcriptum, Five Architects, Oxford University Press, New York City 1976.

3. Colin Rowe. Five Architects, Introduccion, Wittenborn Co., New York City, 1972.              

4. Kenneth Frampton. “High Museum of Art at Atlanta”, Casabella 485, Noviembre, 1982.

5. Le Corbusier. Atmosferas, Cuando las catedrales eran blancas, Editorial Poseidon, Buenos Aires, 1963.

 


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