miércoles, 26 de septiembre de 2007

Castillos en el aire


René Magritte, Le château des Pyrénées, 1959.




La vanguardia arquitectónica está de plácemes. Luego de un cuarto de siglo de no dar pie con bola, ha logrado rehacerse de nuevo -¡al fin!- como vanguardia en una tercera posmodernidad: la cibernética. Esta vanguardia lo es en el sentido militar original que le diera a la palabra avantgarde Napoleón I: “el deber de una vanguardia o de una retaguardia no es el de avanzar o retroceder, sino el de maniobrar”. Y la maniobra de turno es la virtualidad. Con la computadora de nuevo “experimentar se ha vuelto inevitable”, como quería en los años sesenta el grupo radical Archigram.

Estamos viendo un renacimiento de aquel futurismo exacerbado, de aquella incontenible necesidad de expresión, madre de la mitología formal de la arquitectura. La célebre frase de Archigram, “el mundo es o una villa o un cojín”, se emparenta en su fetichismo con la contemporánea “el mundo está en un estado de continua transformación”. La glamorosa jerga hecha con palabras como neumático, cartoons,
automats o suitaloons nos retraen hoy, sin remedio, a la autocadiana jerigonza del snap, grid, layer, zoom o attach... Episodios de una misma saga.

El frenesí es global por un nuevo arte, lenguaje, tiempo y espacio. Algo muy de los años sesenta. Individuos de reconocida sed de vanguardia, como Peter Eisenman, se regodean con la posibilidad que les dan las actuales tecnologías de esgrimir innovaciones como la de ampliar un estadio de fútbol a partir de algo tan críptico como “iteraciones de la bifurcación y operaciones Booleanas”. Recientemente Eisenman abogaba por las nuevas “zonas turbias”, nombre aplicable a prácticamente todo en esta era post utópica de fronteras borradas entre lo real y lo virtual, transarquitecturas, hiperciudades, mundialización y métodos de modelación no-euclidianos.

Son las “arquitecturas de lo aún no visto” (Brian Mas
sumi): ¿recuerdan ustedes una vanguardia más feroz y radical? Veamos los casos de dos oficinas de arquitectura, una aparentemente en París y otra en Rotterdam, (a)rchimedia y Oosterhuiassociates... Porque, para empezar, ya ningún arquitecto proviene de ningún sitio en especial. Los “vaqueros del teclado” no son los clásicos “ciudadanos del mundo” de antaño: al estar todos los vecindarios del globo conectados en Internet y no existir más un centro verdadero, la suburbia se ha vuelto mundial y éstos deambulan por las ciudades y sus espacios en lo que ellos llaman “flujos despacializados”, apropiándose de todo y diseñando en todas partes por igual, sin mediar el tiempo ni el espacio. La descontextualización es un subproducto lamentable.

Para (a)rchimedia la inteligencia colectiva permite que lo global se vuelva local (Glob/Loc), lo compuesto pueda descomponerse (Comp/Decomp), lo s
uave se vuelva duro (Soft/Hard), lo analógico se haga digital (An/Dig) y viceversa. Sus proyectos, visitados desde cualquier monitor, se construyen en los espacios nuevos de lugares sin memoria: son cabañas post primitivas decentralizadas, delocalizadas, derrealizadas en el ámbito urbano del no-lugar de la ciudad digital. Una especie de discurso difuso para tomar entre martini y martini en un Web Bar. Por su parte, los arquitectos de Oosterhuiassociates son más concretos, y por tanto más temibles. Ellos afirman que “en las décadas próximas, los edificios evolucionarán genéticamente y se transformarán de estructuras platónicas mudas, en receptivos volúmenes doblados, absorbiendo, digiriendo y generando flujos de información y energía”. Mediante la fusión de la inteligencia con los materiales de construcción, la realidad virtual se mezclará con la realidad física.

Los controles de navegación de Auto CAD, FormZ o Archi CAD con todas sus funciones, han hecho que se desarrolle una nueva manera de diseñar análoga a la nueva manera de escribir que promovió el procesador de palabras. Ahora hay arquitectu
ras de ordenador como hay novelas de ordenador, y son similarmente infladas y ubicuas. Su principal gusto está en el doblado, en el abigarramiento, en el forzado de las formas, características típicas del barroco (ahora llamado “fold” Neo Barroco); también en las permutaciones, las repeticiones, los facsímiles, las torsiones y las deformaciones variables.

Tantas formas sin control hicieron repuntar a la Topología, la ciencia de las transformaciones continuas. Somos topólogos y ciegos como unos topos, mientras que los filósofos y psicólogos de la percepción se apuntan como los nuevos gurús de la arquitectura del próximo siglo. Allí están Gilles Deleuze y su Empirismo Superior; o Paul Virilio, presidente de L'Ecole Spéciale d'Architecture de París, y -no faltaba más-, el más “De” de todos, Jacques Derrida, para ayudar a los cuerpos arquitectónicos (como se les está llamando a las arquitecturas) a dar el “salto cuántico” hacia un más alto nivel de energía. La arquitectura posterior al giro topológico es dinámicamente deformacional y, sobre todo (¡horr
or!), post humana. Ni habitantes ni ciudadanos: sólo usuarios.

Mas tras tanta maniobra napoleónica subyace la desconfianza. La vanguardia de silicón ha resultado una buena piel de cordero para muchos lobos. Tras su pantalla iluminada amenaza el vacío. En el prado global de los castillos aéreos también pueden saltar las clásicas liebres de la mediocridad y el engaño, sólo que ahora es más complicado darse cuenta.








Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, 26 de Octubre de 1998.



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