domingo, 4 de marzo de 2007

La casa de Aldo

Casa de la Hacienda de Caraballeda, Caracas.
 



1. E la nave va
En 1979, el Instituto de Arquitectura Urbana trajo a Caracas, junto con una exposición de sus dibujos, al influyente arquitecto italiano Aldo Rossi. El profesor Rossi, quien venia de la aventura de revolucionar al mundo de la arquitectura y del urbanismo con su libro La Arquitectura de la Ciudad (uno de los más importantes del siglo veinte), fue llevado a cenar por el instituto al terminar su seminario a la casa de hacienda del Club Caraballeda. 

La tarde le dió la bienvenida a Rossi, iluminando la casa de la manera más hermosa. Y he aquí que éste, habiendo atravesado el largo patio central, y habiendo recorrido el corredor frente al mar (cuya insólita columnata apilastrada habría hecho las delicias de Alberti y de Venturi si fuera posible ponerlos juntos), hizo una confesión memorable: “Esta casa y mi casa, cuando la pueda construir, serán exactamente iguales”.

Los asistentes quedaron sorprendidos. Aunque sabían que la casa le gustaría (por éso lo habían llevado allí), nunca se imaginaron cuánto. Era verdad: no hay nada mas rossiano en Venezuela que esa casa, y, al mismo tiempo, nada que tenga menos que ver en el mundo con Rossi. Feliz, Aldo Rossi seguidamente rogó a los presentes que le enviasen los planos a Italia, si éso era posible…

Aún no ha sido posible. Pero todo estos años nos quedamos pensando sobre su flechazo con esta casa, (impecablemente mantenida, escasamente publicada), y sobre lo que tiene que ver con nuestra arquitectura, con nuestra ciudad, y con ese lugar sobre el Caribe.

2. Arquitectura en el Caribe
Gracias a la geografía de Venezuela, éste es en verdad, como dice el slogan, “el país en el Caribe”. La arquitectura venezolana también podría ser una arquitectura del Caribe: por los cientos de kilómetros de fachada al mar; por la omnipresencia del paisaje costero; por la cercanía de las tradiciones arquitectónicas de La Habana, de las Antillas, de Cartagena, y del uso del Gingerbread, los trellis, la romanilla, las celosías, los aleros y los porches. Cosas que le pertenecen también a nuestra arquitectura sin problema alguno. Porque son cosas del Caribe. Pero, aún más allá, nuestra arquitectura es una arquitectura en el Caribe y no del Caribe. Y esta pequeña sutileza de las preposiciones podemos explicarla.

3. Seaside/Seasick
Para que este país en el Caribe pudiera hacerse país tuvo que hacer cosas de tierra firme, y entre todas ellas, la más importante: poblarla. Una empresa formidable. Nuestra arquitectura tradicional sabe mucho de conquista, fundación y colonización. Está teñida de problemas continentales, está imbuida de saberes urbanos. Es tan vieja como sus ciudades y, de tanto coexistir, terminó por parecérseles: navega con ellas a todas partes.

En las soluciones de la mayoría de los edificios que se erigieron en nuestras costas hasta principios de este siglo, un rezago de ciudad sosegó las corrientes traídas por el mar. El mareo de la arquitectura, nacido del bamboleo de las ideas en los galeones durante su larga travesía desde España y de colonia en colonia, aquí se combatió con tipos urbanos sutilmente transformados. Nada más aleccionador que presenciar cómo el patio, el muro y el corredor de la ciudad tradicional resisten el embate de las olas.

4. El galeón análogo
De toda esta arquitectura, la casa de la Hacienda de Caraballeda, es la más rotunda. Quien la alcance a vislumbrar entre la vegetación, consentirá en afirmar que parece o bien la proa de un barco o la popa de un pueblo, encallado en los altos de la urbanización Caribe.

No siempre fue una casa. Comenzó siendo el edificio de trabajo de la hacienda, y se asegura que es por ello que su arquitectura es como la de ninguna otra casa de hacienda en la costa... casi un edificio público. Unica, canónica, elegante, austera, tropical... no está, sin embargo, hecha más que con los elementos tradicionales de nuestra arquitectura urbana: un patio, dos corredores, un porche, un muro y un anillo de cuartos bajo dos aguas. Descrita así, parece poca cosa...

Y éso es cierto, porque es una casa que no fue diseñada para inventar nada nuevo, sino para recordar. Y la casa recuerda, a su manera, y de esta manera, a su pesar, inventa. E inventa que es Caracas, que es un galeón, que es Andalucía, que es un palacio mozárabe, que es una casa romana, que es un templo sobre el mediterráneo, que es un teatro, que es un claustro, que es una travesía por el Caribe, que es una villa toscana, que es una obra de Serlio... y que es una casa ideal para Aldo Rossi.

La casa navega, sin necesidad de la parafernalia y la gabarra, mejor que el Teatro del Mundo. Está bien en el Caribe, pero estaría bien en cualquier otro sitio. Porque, como toda buena arquitectura, es maravillosamente análoga.




Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, 17 de Octubre de 1993.

 

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