viernes, 2 de marzo de 2007

La Regla y el Modelo

Perspectiva aérea del Parque José María Vargas. Benacerraf y Gómez Arquitectura, Caracas (1985).



“El mundo construido es un objeto extraño. Apenas edificado,
parece animarse de una vida independiente, y ejerce sobre los humanos,
reflejo enigmático de todos sus poderes, una fascinación que clama un comentario interminable”.
Françoise Choay 1

I. Policía urbana
De las terminologías urbanísticas que con el paso del siglo veinte y sus aconteceres fueron cayendo en desuso, se encuentra el término policía urbana. Este término estaba muy ligado en su significado a la manera tradicional de hacer ciudad, cuando se quería controlar al máximo la forma urbana en todos sus detalles a través de las ordenanzas. A partir de la entronización de versiones más simplistas de urbanismo, empezó a ser sustituido progresivamente por los términos más generales de legislación, normativa o reglamentación urbana.


Entre policía y legislación, hay más que diferencias etimológicas. La primera implica tanto una política urbana (obviamente atada a una idea de ciudad por la que se ha optado, una forma de ciudad a la que se aspira), como protección y vigilancia para que esta política se aplique y se respete. La segunda, más vaga, nombra al cuerpo de leyes que rigen sobre la ciudad, independientemente de que éstas en su conjunto, al ser aplicadas, terminen por dar como resultado algún tipo de ciudad preconcebida. Significa, simplemente, un conjunto de resoluciones legales, que producen el pot-pourri urbano de nuestra caótica ciudad moderna.

En Caracas era común hasta hace pocas décadas una morfología urbana más controlada, lo que se transparentaba en un mayor uso del primer término. De ello da noticia la vieja Revista Técnica del Ministerio de Obras Públicas en algunos interesantes artículos aparecidos por 1940 sobre Policía Urbana.2 Entonces la ciudad detentaba una auténtica gendarmería que permitía y aseguraba que las formas urbanas particulares establecidas en Caracas se multiplicaran y conservaran, y que no obstante, la ciudad pudiera crecer y densificarse conservando su calidad. Así, cuando velaba por el ancho de las ochavas, por el perfil exacto de los gabaritos, por la continuidad de la línea de cornisa, por el ancho regular de las calles, por la altura específica de los edificios, por la correcta aparición de los patios, y dictaba exigencias para las fachadas (entre cientos de mandatos urbanos más que obligaban a otros tantos elementos urbanos), velaba por el mantenimiento de la ciudad tradicional y conocida, es cierto, pero, sobre todo, apuntaba a que la ciudad nueva se construyese de acuerdo a una forma urbana diseñada, deseada y no incierta. Los ciudadanos podían dormir tranquilos.


II. La Regla y el Modelo
Al oir a Walter Benjamin decir en 1935 en su ensayo “París, capital del siglo diecinueve”, “habitar significa dejar huellas”, uno se imagina que el tipo de huellas al que él se refería eran la marca indeleble de los Campos Elíseos, el surco profundo del Jardín de Luxemburgo, la regular traza delineada del Palais Royal o la rítmica brecha sensible de la rue de Rivoli, por citar sólo algunas.3 Estas huellas humanas sobre la arena fluvial de los marasmos del Sena, llevaron a Benjamin a que calificase a París nada más ni manda menos que de capital de todas las ciudades del siglo diecinueve, el siglo de toda la historia que más ha dramatizado su vida urbana.

Hoy la historia de la ciudad sigue reconociendo a París como paradigma, como la Capital de la Forma Urbana, y a sus espacios como admirables huellas ejemplares del habitar colectivo del hombre. Su claridad y consistencia formal han hecho que la ciudad entera y el conjunto de sus partes formidables se hayan convertido en imperecederos modelos de la forma urbana. Modelos que como toda idea que formalmente apreciamos, son susceptibles de ser reproducidos en una regla que garantice su realización.

Esto nos lleva a la vieja discusión sobre qué está primero, si la ciudad con su dinámica propia, que va generando una forma anárquica que le es característica y a la que hay que reglamentar, o la forma que queremos darle a través de la regla a esa ciudad, para que se convierta en la ciudad que deseamos. La historia de la ciudad es muy clara, sin embargo, y no da lugar a discusión, cuando nos refiere cómo fue que se hicieron los grandes espacios públicos de París, de Viena o de Londres, para sólo nombrar tres de las ciudades de Europa que hace un siglo reglamentaron y “remodelaron” su territorio urbano para hacerse enormemente más funcionales, y más bellas.


III. Bolsas y Valores de Caracas

La regla (o la policía urbana) no es, por lo tanto, una camisa de fuerza. Es el recurso que nos queda para lograr transformar nuestras ciudades. Se debe legislar en la ciudad para elevar la condición urbana desde su anárquico e indolente status quo al de un orden que la optimice desde todo punto de vista. Y es aquí donde subrayamos que no puede haber orden en la ciudad si no existe un modelo previo, un diseño urbano que describa la forma que esa ciudad o ese pedazo de ciudad va a tener, los objetivos (urbanos) a los que aspira, el rol que va a jugar frente al todo restante.

Esta, de manera muy resumida, es justamente la más avanzada política de diseño urbano que se maneja hoy (1993) en el mundo. Desde la celebérrima Battery Park City, donde se le ganó tierra al Hudson River para hacer crecer la ciudad de Nueva York “con sus mismos valores, patrones y formas”, hasta el Parque José María Vargas, donde una Ordenanza de Zonificación Urbana, aprobada significativamente por unanimidad por la comunidad, los partidos políticos y las autoridades competentes, codifica, regula, controla y modela el corazon de Caracas para reconvertirla en ciudad. 

En esta política de diseño urbano el modelo muy claro de ciudad que se establece previamente es el que va a dar origen a la regla, a la ordenanza, y no al revés. Su objetivo, no permitir nunca más, luego de todos los errores y horrores cometidos con el zoning y las vulgares apetencias inmobiliarias del siglo veinte, que los valores de la ciudad queden más nunca a expensas de las bolsas de la ciudad, ni del azar, y que perduren, como las huellas de nuestro digno habitar, para siempre.




NOTAS
1. Françoise Choay. L'allégorie du patrimoine, 1992.

2. "Policía Urbana", Revista Técnica del Ministerio de Obras Públicas, Caracas, 1940.
3. Walter Benjamin. Paris, Capitale du XIXe Siècle. Le Livre des Passages, Les Editions de Cerf, París, 1989. 




Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, lunes 3 de Mayo de 1993.


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