miércoles, 18 de abril de 2007

La Pastora in maschera


(f. "La Pastora", Juan Silva. Archivo Fundación de la Memoria Urbana).



Imágenes de la ciudad de la comedia. 
Máscara significa “persona disfrazada”, 
pero también puede entenderse como “burlarse de alguien” 
y hasta como “amuleto” o “embrujo”. 
Su capacidad de metamorfosis fantástica 
es uno de los artificios urbanos más antiguos y genuinos que se conocen.

El espectáculo gratuito de la calle lo heredamos de los romanos. El juego teatral en que este consistía entonces ya eran indispensables las máscaras... tanto para los hombres como para los edificios. Vitruvio fue uno de los primeros en dar fe de ello. En sus Diez Libros de la Arquitectura dejó por sentado cómo la vida en la ciudad no solo transcurre, sino que “se escenifica”.1 Eran necesarias para ello tres tipos de escenas: la trágica, la cómica, y la satírica. Todas,
con la historia del urbanismo, derivaron en auténticas visiones de ciudad.

De una manera simplista, la trágica devendrá la ciudad monumental, la cómica la ciudad popular y la satírica la anti-ciudad (el campo en la ciudad). Mientras que en la ciudad monumental de la tragedia nos acostumbramos a encontrar objetos adecuados para reyes, en la ciudad popular de la comedia la escena siempre la encontraremos hecha de miles de casitas con balcones y filas de ventanas. Sebastiano Serlio luego representó este teatro de la vida diaria en sus Siete Libros de la Arquitectura, publicado en Venecia en 1537, en la forma de calles dibujadas en perspectiva frontal.2 Allí pintó la escena cómica de una calle residencial, informal, vulgar, con arcadas y tiendas a nivel de la calle, apartamentos arriba y una torre de iglesia completando la vista... y resulta ser muy parecida a La Pastora.

El carnaval, con su parodia de ritual civil y religioso, donde por un tiempo todo se consiente, todo se permite, donde es posible el colarse de incógnito bajo el disfraz y la máscara, tuvo siempre el atractivo de abolir momentáneamente las diferencias sociales... incluso en la arquitectura. Las bellezas enmascaradas que son los edificios igualmente concurren al artificio de la ciudad para ocultar sus pobrezas o para disfrazar sus riquezas. Basta que se organice el baile en sus espacios públicos, basta que se establezca bien el carnaval, para que el embrujo de sus pieles empiece a activarse.

El drama de la vida popular actuado en las calles de la ciudad de la comedia, no podía sino conducir a la mayor de las carnestolendas, a las más polifacética de las masc
aradas. Literalmente, a una mascarada de las caras y de las fachadas. Las máscaras de la arquitectura popular son el discurso urbano y el principal recurso metafórico de sus habitantes. Símbolos de la realeza y de la riqueza, arabescos y ornamentos de yeso, de hierro forjado, de cemento, que se usan para disfrazarse de lo que no se es, de lo que se podría ser, o de lo que no se será nunca, intentando burlar a los demás.

Las máscaras, reproduciéndose a sí mismas una y otra vez, oponiéndose o complementándose, han terminado por convertirse en la principal forma urbana de la cotidiana ciudad de la comedia. Una forma que, sin embargo, describe y ya no oculta la vida de los seres que transcurre tras de ellas. Así, vale para el carnaval de Caracas lo que escribió una vez Paul Morand  sobre el carnaval de Venecia: “después de los cuadros vivos, quedan las naturalezas muertas”.3 


La Pastora (f. Archivo Fundación de la Memoria Urbana).




NOTAS:
1. Vitruvio. Los Diez Libros de la Arquitectura.
2. Sebastiano Serlio. Siete Libros de la Arquitectura, Venecia, 1537.
3. Paul Morand. Venecias.


Publicado en: Arquitectura, El Diario de Caracas, Caracas, 1995.



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