domingo, 2 de septiembre de 2007

Obituario científico: Aldo Rossi (1931-1997)

Aldo Rossi.


I . Crash 
Cuando los periódicos del planeta difundían obsesivamente desde todos los ángulos posibles el choque en el que perdiera la vida la Princesa Diana, y se podía apreciar con detalle hasta el último rasguño en el Mercedes Benz fatídico, los arquitectos de todas partes del globo confundían con tristeza estas imágenes trágicas con un muchísimo menos publicitado accidente de no menos fatales resultados ocurrido por esos mismos días (el 4/09) en una autostrada italiana al norte de Milán, contra un anónimo muro.

Poca cobertura tuvo la muerte del arquitecto milanés Aldo Rossi, quien tampoco tenía que morir injustamente a sus sesenta y seis años. Algo injusto, en verdad, para con el responsable de que se salvaran de la debacle moderna los centros históricos de todas las ciudades del mundo, especialmente las europeas, en la segunda mitad del siglo veinte. Hoy parece ser que sólo se lamenta la desaparición de las estrellas que rinden beneficio a los medios publicitarios... y, es cierto: ya Rossi tenía un tiempo de haber salido del circuito del Star System de la arquitectura.

2. Rossi vs. Rossi
No obstante, hacía sólo siete años que había recibido los honores supremos del Premio Pritzker de la arquitectura, y alcanzan a la decena los nuevos edificios suyos en varios continentes, como el Museo del Mar en Vigo, prácticamente listo, o el muy reciente proyecto de un edificio para la Scholastic Publishing, a erigirse el año próximo en Manhattan. Tras su trágica muerte quedan en vilo las oficinas de Nueva York, La Haya, Tokio y Milán, con más de cien edificios de todas las escalas: el Teatro del Mundo de la Bienal de Venecia de 1980; el Museo de Arte Moderno de Maastricht; el hotel-palacio Il Palazzo de Fukuoka en Japón (1987); el complejo residencial de Berlín en 1985; la remodelación del Teatro Carlo Felice de Génova (1983); el Centro de Arte Contemporáneo de Limoges; las oficinas de Disney en Celebration, Orlando; el espacio público de Segrate que ha quedado ya para siempre como su homenaje personal a las plazas de De Chirico. En 1991, el Centro Pompidou de París le dedicó una exposición monográfica: el saldo de una carrera exitosa.


¿Por qué entonces la caída reciente de su popularidad? Pareciera realmente inexplicable. Pero es allí donde comienza la paradoja biográfica de Aldo Rossi. Polémico autor, incansable editor, fascinante dibujante y carismático maestro, es imposible decir con certeza cuál de todas estas facetas de su obra y de su vida fue la más influyente. Bien la de sus escritos, bien la de sus edificios “herméticos”, o más bien la de sus dibujos, desde los biográficos hasta los proyectuales. Cada quien tiene y recordará su propio Rossi...


Justamente su multiplicidad intensa permitió que su influencia beneficiosa repercutiera rotundamente en el alma de sus contemporáneos. El problema de la morfología urbana se convirtió en el centro de la discusión arquitectónica. Unos, seducidos por la lírica melancólica de sus dibujos; otros, atrapados por el influjo de las imágenes misteriosas de sus edificios, extraños “seres” metafísicos, entre poesía surrealista y cruel trampa visual; los más, transformados para siempre luego de la lectura de la racionalidad irrestricta de todo su pensamiento urbano. Todos, rossianos y tendenciosos, calladamente desearon trazar alguna plaza, sembrar alguna arcada, erigir alguna torre en sus proyectos, de otra manera urbanamente insensibles. Ello y no otra cosa fue lo que hizo que se cambiara colectivamente el curso de la historia de la arquitectura del siglo veinte. Porque Aldo Rossi, como declara César Portela, “nos enseñó a ver de nuevo la ciudad”.


Toda esa generación de arquitectos que tenía en los sesenta como libro de cabecera La arquitectura de la ciudad (1966), y abrazó con fervor sus teorías sobre la ciudad histórica entendida como la expresión más completa de la arquitectura, y toda esa legión de estudiantes que tenía como objeto de culto en los setenta los proyectos que conocía a través de las revistas, quisieron comprobar en la práctica qué sería de esa arquitectura metafísica cuando se construyera.1 Y fue entonces cuando el desencanto vino a mellar el aura paradigmática de esas dos décadas de rossianismo febril. Los edificios eran parcos, duros y fríos. La arquitectura metafísica no “construía” bien.


La obra arquitectónica de Aldo Rossi, aunque suene paradójico, veló la influencia una vez arrolladora de su arquitectura. Y los desastrosos efectos de esta caída en desgracia de la arquitectura de la ciudad hoy se notan por doquier.

3. El naturalista
The New York Times refirió una significativa anécdota de la vida de Rossi. Poco después de haber ganado la comisión para diseñar el Cementerio de Módena, Rossi sufrió un accidente automovilístico que luego él mismo reconoció como crucial en su carrera de arquitecto obsesionado por la combinación de las partes separadas: “Vi la estructura del cuerpo como una serie de fracturas a ser reensambladas”, había escrito más tarde en su Autobiografía científica (1979).2  La aventura de la reconstrucción de la ciudad, supremo cuerpo humano, continuaba. Demasiado triste es encontrar que hoy en día la nefasta moda del “deconstruccionismo” haya violentado sus ideas. Los fragmentos rossianos y las fracturas que él quería reensamblar, ahora son cruelmente descuartizados y lanzados al vacío de un mundo amnésico y suburbano.


En el artículo de Rafael Moneo “La pasión contagiosa por la ciudad”, lo vemos como un naturalista, explorador del campo natural de la arquitectura, la ciudad: “Y si la arquitectura estaba en la ciudad, era preciso explorar cómo se había construido y cuáles eran los principios que habían guiado su desarrollo”.3 Con la pasión de un Linneo, Rossi quiso conocer cómo se habían formado las ciudades, su sabiduría anónima y sus tipos históricos, explorándolas, coleccionándolas, disecándolas, clasificándolas para devolverlas listas para convertirse “en nueva clave para hacer arquitectura”.


Hoy, tras su desaparición, puede Caracas vanagloriarse de haber sido la única ciudad latinoamericana que visitó Aldo Rossi. En su memoria, quedaron los fragmentos de nuestras flora y fauna urbanas. Aquí también quedó su casa (ver: "La casa de Aldo",
http://hanniagomez.blogspot.com/2007/03/1993-22-la-casa-de-aldo.html).



Quartiere Gallaratese, cerca de Milán. Aldo Rossi, 1969.






NOTAS
1. Aldo Rossi. La arquitectura de la ciudad, 1966.
2. A. Rossi. Autobiografía científica, 1979.
3. Rafael Moneo. La pasión contagiosa por la ciudad.

 

Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, 15 de Septiembre de 1997.

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