Delta del río Okavango, Botswana (f. www.britannica.com/eb/art-75694/The-Okavango-River-delta-in-northern-Botswana-is-a-vast).
Yo quisiera escribir hoy sobre Ken Yeang, un arquitecto que se me ha vuelto incómodo enigma, y sobre el último de los revivals que andan rondando por ahí, el de la arquitectura neumática. Me gustaría hablar del llamado “Momento inflable” ("The Inflatable Moment") , título de la exposición que cerró hace un mes en la pseudo-apacible Architectural League de Nueva York, emparentando a cierta arquitectura malasia reciente con las protestas construidas de los utopistas del ‘68, especialmente del grupo Archigram… Me gustaría poder preguntarme cómo se relaciona todo ésto con el alucinante proyecto flotante en el Delta africano de la neoyorkina Lindy Roy, ocupando como una brida fresca las páginas centrales de la críptica revista teórica Assemblage, en su último número 36.1 La Roy y Yeang se han convertido (aparte de en mis pequeños héroes) en los abanderados chic del gusto ambientalista, versión poética: ella, flotando neumáticamente en un spa alado y ténsil flanqueado de protecciones contra caimanes, rítmicamente semihundido y lavado en el fango embellecedor de un pantano mineral perenne cuyas aguas se evaporan y vuelven a lloverle encima, siguiendo una rutina antediluviana para holísticas Marcellas Borghese del ecoturismo global, río Okavango abajo; él, proponiendo al consorcio de la Expo 2005 (cuyo lema es “Redescubriendo la sabiduría de la naturaleza”) a realizarse en Seto City, Japón, un proyecto para una torre única de ciento cincuenta pisos, de nuevo la más alta del mundo, un cilindro acribillado y activado por los vientos, una expo puntual que deje inmaculados los bosques a ras del suelo y lleve a los visitantes a conocer un nunca visto delirio ambientalista en vertical que subirá infinito entre pantallas solares y parafernalias mediáticas, perdiéndose nubes arriba… Pero no puedo. Automats y Suitaloons, burbujas y fragmentos estructurales neumáticos inflados o tensados, canales de agua botswanos entre corredores de papiros, monorrieles espirales de tendido dual, cables, volátiles turbinas de fibra de vidrio, marquesinas repotenciadas: no puedo… Aún no me he deshecho (en odas) a las dos recientes vedettes del verano que culminó el pasado jueves 23 (1998), el celestial Stade de France, de Macary, Zublema, Regembat y Constantini, única euroarena bendecida en cielo y tierra por dos santidades a la vez, Saint-Denis y Saint-Laurent y, por supuesto, el magistral Pabellón Portugués y su monumental cubierta-hamaca suspendida de concreto, de Alvaro Siza y Ove Arup & Partners en la Feria Mundial de Lisboa, dejando necesariamente fuera a los restantes “manierismos sizianos” (como los llamara David Cohn de Architectural Record) de la Expo ’98, y a la brillante Estación Intermodal de Transporte de Santiago Calatrava, de mástiles de acero y columnas arborescentes, a mi modo de ver, lo mejor del encuentro… 2 Mas, imposible. No logro estirarlo. Estoy por excluir los acontecimientos más importantes de esta rentrée, caracterizada por dos operaciones estrictamente opuestas, pero paralelas: la apertura del Museo Judío de Daniel Libeskind en Berlín, y la del Museo Kiasma de Arte Contemporáneo de Steven Holl en Helsinki. Pierdo el chance de comparar cómo, mientras un edificio al construirse agota hasta el infinito su único y arbitrario grafismo original, llegando a convertirse en prácticamente nada, el otro edificio llega a asemejarse tánto, tánto a sus acuarelas iniciales, hechas por su autor sobre una pequeña libreta, que inventa una atmósfera de un espacio ex-pictórico, as y envés de una dramática “pared de hielo” en zinc, efecto que de seguro ha tomado de sorpresa hasta al mismísimo Holl… Pero aún más dolor me causa cuando me recuerdo de un recorte pendiente de The New York Times del domingo 9 de Agosto, y dejar de reseñar la inauguración este mes en Cincinatti del Centro de Artes Contemporáneas de Zaha Hadid; un “rompecabezas”, “composición multiperspéctica en el espacio”, diría Herbert Muschamp; un “parque urbano” para ella; una “reinterpretación de las grandiosas escalinatas del museo tradicional” para él… 3 Pero no… La idea de la “alfombra urbana” desde la acera, el “cuaderno de apuntes” ( y hablando de cuadernos de apuntes, la Hadid le ganó este concurso a Tshumi y a Libeskind con uno de doce hojas)… la “inmensa escalera en zig-zag”, el edificio “que se demuele y se construye perennemente”… y todo el presente acto neumático de la arquitectura, son difíciles de alojar en un espacio de naturaleza in-flable, antípoda de la burbuja… Su piel nunca se estira lo suficiente para escribir de todo lo que yo quisiera.
"The Inflatable Moment", The Architectural League, NYC, 1998 (f. www.archleague.org/index-dynamic.php?show=297).
NOTAS
1. Assemblage, 36.
2. David Cohn. Architectural Record.
3. Herbert Muschamp. The New York Times, New York City, Domingo 9 de Agosto, 1998.
4. Marc Dessauce, editor. The Inflatable Moment: Pneumatics and Protest in ´68, Princeton Architectural Press, 1999.
Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, lunes 3 de Octubre de 1998; arqa.com:
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