lunes, 10 de marzo de 2008

Fuego y artificio

"Era la inmensidad desmenuzándose invisiblemente en fuego...". Plaza de San Pietro in Vaticano.




1. Lluvia de fuego
La locutora de RAIDUE lo anunció con ambiguas palabras: “...y ahora el Papa culmina su discurso esperando que comience la lluvia de fuego”.1 La analogía con la destrucción divina de ciudades bíblicas se hizo inevitable para los telespectadores en el mundo entero, mientras aún duraba la pausa previa a dar inicio a la ceremonia de inauguración de la recién restaurada fachada de San Pedro. ¿Una lluvia infernal, un fuego purificador venido desde el cielo para lavar eternamente de la Fábrica de Dios los cuatrocientos años de pecado, críticas y polémica levantadas por -al decir del profesor Christian Norberg-Schulz- “la obra más criticada de la historia de la arquitectura”?.2

Un terrorífico olor a azufre comenzaba a sentirse en la noche mediática. De frente en la pantalla del televisor, la imagen impávida del exterior del inmenso atrio de Carlo Maderno (1566-1629), con su superficie de seis mil metros cuadrados de travertino, una ciudad vertical pletórica de elementos arquitectónicos, columnas y estatuas, mudos testigos del conjuro que estaba por desatarse sobre ella a una sola orden de la mano del máximo representante de Dios sobre la Tierra.

¡Oh, fascinación ancestral por las malas arquitecturas consumiéndose en el infierno¡ ¡Oh, ansias de Miguel Angel! ¡Oh, lágrimas de Le Corbusier¡ ¡Oh, mirada, que horrorizada se fascina y no puede contenerse ante el espectáculo magnífico de la barbarie en llamas! Como la del sodomita exquisito del cuento de Leopoldo Lugones, que logró dominar el espanto ante la propia muerte inminente, subiendo hasta la terraza de su casa ardiente para dominar la “vasta fusión de los techos”, y ver “todo lo posible”, pues era, a no dudarlo, “un espectáculo singular: !Una lluvia de cobre incandescente¡ !La ciudad en llamas! Valía la pena”
.3 También la gran fiesta de sabor barroco que había organizado la Iglesia para aquella velada tenía un sabor vagamente apocalíptico. La inmensa fachada se “desmenuzaría invisiblemente en fuego”, pero en fuego de mentirijillas, fuego de artificios, para hacerle justicia, aunque fuera en juego, a sus detractores históricos.

2. Barbarie
Miguel Angel había muerto ya. Maderno era el arquitecto más notable de su época. ¿Quién sino él podría continuar la Obra para beneplácito de las necesidades del Nuevo Concilio? El proyecto que ejecutaría, cuya piedra fundacional fuera colocada en 1608, permitiría que el monumento centralizado de Miguel Angel se ampliase, sirviendo as
í finalmente para dar misa. De paso, el edificio podría estirarse para abrazar a la ciudad. Todo ésto el pobre Maderno lo lograría, pero no fue suficiente. Aunque había articulado los sistemas internos de Bramante y de Miguel Angel “sin romperlos”, el resultado salió ampulosamente torpe. 

La fachada, comparada una vez por Henri Matisse a la de una estación de tren, hacía dar alaridos a Bruno Zevi y ayes a Le Corbusier, quien habló de las “manos barbáricas” de Maderno, destructor del efecto imponente del domo original miguelangelesco, al que la fachada ocultó para siempre. Nada de la brillante columnata tetrástila/cum/decástila tipo templo romano, sino un colosal orden corintio sosteniendo un frontón triangular, por entre cuyo intercolumnio, como en un soufflé recién sacado del horno, asoman los mármoles de la nave abovedada.

El tiempo le había ido dando a la fachada un tono gris que enmudecía en algo su vulgaridad repostera. Hoy (1999), luego de quince años de restauración, al remover los ciento veinte mil metros cúbicos de andamios que la velaban, volvió a aflorar el diseño maderniano como el primer día, desnudo en sus intenciones. Semejante a la larga restauración del fresco el
Juicio Final en la Capilla Sixtina, que dejara al descubierto unos arreboles chillones que no convencieron a nadie, hoy el restauro de esta obra pone de nuevo la pregunta: ¿está bien hecho o está mal hecho? El arquitecto Paolo Portoghesi declaró a un diario que las objeciones están más que justificadas, porque “aunque sabemos que el Partenón en Grecia estuvo pintado una vez, no podemos imaginar el furor que habría hoy si decidieran repintarlo”.4

Los nuevos colores de San Pedro son juzgados en todas partes. Para The New York Times, “la restauración permite la reevaluación del valor estético de la fachada”, siempre considerada prosaica; para ARTNews, ahora la fachada “es como Maderno la diseñó”. Los más benévolos aseguran que el arquitecto deseaba hacer uso del color, blanco en la columnata, ocre claro sobre el muro, para arrastrar el plano de éste hacia atrás de la columnata, “enfatizándolas como portantes de la estructura más que como ornamentación superficial”.

3. La gracia del perdón
Esta fue la forma en que, al parecer, Maderno se refirió al diseño de Miguel Angel, el cual pedía una columnata separada. Nunca lo sabremos. En todo caso, el error del ocultamiento del domo no se atenúa con el rojo, el verde, el ocre-oro y el blanco del travertino que ahora refulgen. Aunque se vista de seda, la barbarie...

De las cinco puertas del pórtico de Maderno, la de la extrema derecha está aún clausurada. Es la llamada Puerta Santa, y será abierta el 24 de Diciembre próximo (2000) por el propio Papa al dar comienzo al Año Santo. Este signo, marcadamen
te arquitectónico, está unido a la recuperación por la Iglesia de la antigua tradición que otorgaba “abundantes perdones e indulgencia de los pecados” a cuantos visitaban en la Ciudad Eterna la Basílica de San Pedro, y a la idea de peregrinación. Juan Pablo II y la Iglesia decidieron dar acogida a los peregrinos del Gran Jubileo 2000 y ofrecer una indulgencia “más abundante y más plena”, echando mano de una vieja asistente ceremonial: la persuasiva arquitectura.5 

La bendición papal que recibió la fachada basilical fue mitad oración mitad charla de arquitectura. Bramante, Miguel Angel, San Gallo, Rafael, Maderno y Bernini se dieron de la mano con San Pedro y San Pablo. Una placa de mármol, fijada en la sección sureste de la Reverenda Fabbrica lo atestigua:  
“El Papa Juan Pablo II, deseando honrar al príncipe de los apóstoles, 
restauró a su gloria original la fachada de la Basílica Vaticana Patriarcal...” 

En el tercer milenio adveniente, la indulgencia es plena incluso para los errores arquitectónicos.



Fachada de Carlo Maderno de la Basílica de San Pedro (f. 2005, Simone Urbinati: http://commons.wikimedia.org/wiki/Image:Facciata_di_San_Pietro_(febbraio_2005)_resize.jpg).





NOTAS
1. RAIDUE. Serata per l’inaugurazione della facciata di San Pietro, Jueves 30 de Septiembre de 1999.
2. Christian Norberg-Schulz. Baroque Architecture.
3. Leopoldo Lugones. La lluvia de fuego, La Biblioteca de Babel, Editorial Siruela.
4. "Il lungo restauro del Cenacolo", La Reppublica.
5. Juan Pablo II. Bula de Convocación del Gran Jubileo 2000.
6. Roma. Knopf Guides.
7. Architectour.
8. ARTnewspaper.
9. Kim Williams. Los verdaderos colores de San Pedro.



Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, lunes 18 de Octubre de 1999.




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