"La invención del dibujo". Karl Friedrich Schinkel, 1830.
1. La imagen de una sombra
Luego de aparecer “Ortografía (I)”, un cartesiano lector nos alertó sobre los aciagos peligros que corren los artículos por entregas. Pero la evocación de la palabra “ortografía” como “alzado” vuelve hoy sobre la olvidada transgresión entre los límites de las artes para celebrar, justamente, las afinidades narrativas entre la literatura y la arquitectura.
Sobre la cúpula central del restaurante Art Déco La Coupole -por ella así llamado- en Montparnasse, varios reflectores proyectan la silueta de una escultura espantosa que tan sólo se redime por el efecto de su sombra invertida. En el opalescente plafond giran lentamente las figuras anamórficamente recompuestas de los dos bailarines enlazados, dibujándose y desdibujándose en círculo. Su perenne baile es tejido, texto, diseño y arquitectura tenue y grácil. Una elusiva “coupole” que pareciera haberse inspirado en el napolitano Vincenzo Bruno, quien en 1603 en el libro Teatro degl'Inventori di tutte le cose, dijo acerca del arte del dibujo: ”L'arte dello disegnare fu inventata delle ombre” (el arte del dibujo fue inventado de las sombras).1
Sobre la cúpula central del restaurante Art Déco La Coupole -por ella así llamado- en Montparnasse, varios reflectores proyectan la silueta de una escultura espantosa que tan sólo se redime por el efecto de su sombra invertida. En el opalescente plafond giran lentamente las figuras anamórficamente recompuestas de los dos bailarines enlazados, dibujándose y desdibujándose en círculo. Su perenne baile es tejido, texto, diseño y arquitectura tenue y grácil. Una elusiva “coupole” que pareciera haberse inspirado en el napolitano Vincenzo Bruno, quien en 1603 en el libro Teatro degl'Inventori di tutte le cose, dijo acerca del arte del dibujo: ”L'arte dello disegnare fu inventata delle ombre” (el arte del dibujo fue inventado de las sombras).1
Más no solamente el dibujo nace de las sombras. Plinio recogió una leyenda que aboga por un origen común de todas las artes en la forma de un cuento: la hija de un ceramista corintio, para distraer su tristeza, circunscribe sobre una roca del bosque el perfil de la sombra de su amante que está por irse a la guerra. Ella no sabe que su instrumento de lucha contra la melancolía se convertirá en una revolucionaria invención, ni sospecha las maravillas que van a derivarse de la figura de las sombras. Karl Friedrich Schinkel -no un pintor, sino un arquitecto- pintará más tarde el más célebre cuadro que ilustra esta leyenda.
Según afirma Werner Oechslin, el legendario editor de la revista alemana de arquitectura Daidalos, “la imagen de una sombra, la forma de un dibujo de línea, como una abstracción del modelo en proyección, además de ser el fundamento de la pintura, lo será de todo el arte”.2 El dibujo se volverá principio, fuerte y fundamento universal.
2 . “Speculazione divina”
En los años veinte, années folles de La Coupole, una guirnalda humana usualmente adornaba la portada de la Gazette des Sept Arts.3 Los dioses, héroes y musas que eran las artes se tomaban gozosamente de las manos en una rueda. En esos años, al filo del siglo, todavía las artes danzaban juntas y los límites entre ellas eran deliciosamente borrosos. Aún la arquitectura no había dejado su condición de Regina virtus para erigirse en la hetaira furiosa que abjura de la ciudad. La doncella todavía sabía trazar sobre la piedra el perfil agraciado de su memoria.
Todo este Parnaso danzante era también un olimpo de inventores y de fábulas. Análoga a la leyenda del origen del dibujo, otra explica la invención de la geometría, y una tercera la de la escritura. Vitruvio relata la invención de la geometría en la introducción a su Sexto Libro: un filósofo griego llamado Aristipp naufragó un día de la oscuridad de los tiempos en las costas de Rodas. La marea lo arroja a la playa. Al principio sin orientación, al caminar encuentra dibujos geométricos en la arena. Y Aristipp exclama: “Bene speremus, hominum enim vestigia video” ("Confianza, amigos míos; tened esperanza pues veo trazos de hombres").
No pueden las bestias expresarse geométricamente. Aristipp no está perdido. Si el dibujante era una heroína sobre la que recae la inspiración divina (y por ende el dibujo la actividad intelectual privilegiada entre todas), la geometría es ahora musa y aún más, se le invocará como a una diosa. Los sabios del renacimiento así lo proclaman. “Ordinar incertis / Art renovata metris” ("el orden es incierto si no lo renueva el arte geométrico"), decía Carlo Cesare Osio, mientras Daniele Barbaro dirá: “el lenguaje es el signo del intelecto y la escritura es el signo del lenguaje, pero los diseños geométricos son los signos de las ideas humanas”. La línea de la sombra, condensada y abstraída de la observación natural por el dibujo, es controlada matemática y científicamente por la geometría.
3 . El dedo de Dios
No sólo la arquitectura reposa sobre las dos piedras angulares del dibujo y la geometría. La escritura también, como lo certifica la épica sumeria. La invención de la escritura en el poema “Emmerkar y el señor de Aratta”, un cuento de dos ciudades, es realmente una leyenda muy arquitectónica: una vez Emmerkar, señor de Uruk-Kulaba, mandó un emisario al señor de Aratta solicitando madera, oro, plata, lápiz lázuli y piedras preciosas para reconstruir el palacio de la diosa Innana. Ida tras vuelta, el mensajero llevó palabra por palabra los pedidos, tratos y discusiones entre los dos señores, hasta que un día las instrucciones de Emmerkar fueron demasiado difíciles para que el emisario las memorizase. El señor de Kulaba se apresuró a inventar la escritura, trazando su mensaje sobre una tabla de arcilla.
La babilonica leyenda no es nada explícita, salvo en la descripción del medio donde quedó el mensaje. Como luego el divino legado de Moisés, el texto quedó “escrito por el dedo de Dios” sobre unas “tablas” de la ley. Habiendo la escritura, según hoy se sabe, emergido de la contabilidad, y por ende de una colección de fichas de arcilla cocida que simbolizaban numéricamente los bienes, estamos ante la primera colección diseñada de “objetos geométricos” de la historia que se representan sobre la “fachada” de algo.
Dios se antojó de enigmáticos objetos que exploraron todas las formas geométricas, círculos, óvalos y triángulos que luego se imprimían contra las paredes de arcilla. Como una serpiente que se muerde la cola, los gestos y las palabras de esta más antigua forma de escritura, puestos juntos parecen una misteriosa ciudad, un ABC de la arquitectura que pudiera ser descrita con las palabras de L'Esprit Nouveau: “Aquí, todo son esferas y cilindros”,4 o de Vers une Architecture: “Hay formas simples que emanan sensaciones constantes”.5 Ortografías y alzados cuneiformes, writings on the walls, volúmenes perfectos bajo la luz, escritura, umbral de la historia que, como escribiera Denise Schmadnt-Besserat en “Cómo apareció la escritura”: “nos ayuda a atrapar las ideas cuando emergen, y, en el tiempo, a sortear y escrutinizar, revisar, añadir, sustraer y rectificarlas para llegar a un rigor de lógica y a una profundidad de pensamiento que serían imposibles de otra manera”.
Luego de tanta arenga ortográfica, este recorrido por la historia no tiene sino un fin: intentar devolvernos la posibilidad de volver a escribir correctamente la ciudad. Al fin y al cabo, como dijo hace un siglo Víctor Hugo: “la fachada de una casa pertenece igualmente a aquéllos que la poseen como a aquéllos que la contemplan”.6
Según afirma Werner Oechslin, el legendario editor de la revista alemana de arquitectura Daidalos, “la imagen de una sombra, la forma de un dibujo de línea, como una abstracción del modelo en proyección, además de ser el fundamento de la pintura, lo será de todo el arte”.2 El dibujo se volverá principio, fuerte y fundamento universal.
2 . “Speculazione divina”
En los años veinte, années folles de La Coupole, una guirnalda humana usualmente adornaba la portada de la Gazette des Sept Arts.3 Los dioses, héroes y musas que eran las artes se tomaban gozosamente de las manos en una rueda. En esos años, al filo del siglo, todavía las artes danzaban juntas y los límites entre ellas eran deliciosamente borrosos. Aún la arquitectura no había dejado su condición de Regina virtus para erigirse en la hetaira furiosa que abjura de la ciudad. La doncella todavía sabía trazar sobre la piedra el perfil agraciado de su memoria.
Todo este Parnaso danzante era también un olimpo de inventores y de fábulas. Análoga a la leyenda del origen del dibujo, otra explica la invención de la geometría, y una tercera la de la escritura. Vitruvio relata la invención de la geometría en la introducción a su Sexto Libro: un filósofo griego llamado Aristipp naufragó un día de la oscuridad de los tiempos en las costas de Rodas. La marea lo arroja a la playa. Al principio sin orientación, al caminar encuentra dibujos geométricos en la arena. Y Aristipp exclama: “Bene speremus, hominum enim vestigia video” ("Confianza, amigos míos; tened esperanza pues veo trazos de hombres").
No pueden las bestias expresarse geométricamente. Aristipp no está perdido. Si el dibujante era una heroína sobre la que recae la inspiración divina (y por ende el dibujo la actividad intelectual privilegiada entre todas), la geometría es ahora musa y aún más, se le invocará como a una diosa. Los sabios del renacimiento así lo proclaman. “Ordinar incertis / Art renovata metris” ("el orden es incierto si no lo renueva el arte geométrico"), decía Carlo Cesare Osio, mientras Daniele Barbaro dirá: “el lenguaje es el signo del intelecto y la escritura es el signo del lenguaje, pero los diseños geométricos son los signos de las ideas humanas”. La línea de la sombra, condensada y abstraída de la observación natural por el dibujo, es controlada matemática y científicamente por la geometría.
3 . El dedo de Dios
No sólo la arquitectura reposa sobre las dos piedras angulares del dibujo y la geometría. La escritura también, como lo certifica la épica sumeria. La invención de la escritura en el poema “Emmerkar y el señor de Aratta”, un cuento de dos ciudades, es realmente una leyenda muy arquitectónica: una vez Emmerkar, señor de Uruk-Kulaba, mandó un emisario al señor de Aratta solicitando madera, oro, plata, lápiz lázuli y piedras preciosas para reconstruir el palacio de la diosa Innana. Ida tras vuelta, el mensajero llevó palabra por palabra los pedidos, tratos y discusiones entre los dos señores, hasta que un día las instrucciones de Emmerkar fueron demasiado difíciles para que el emisario las memorizase. El señor de Kulaba se apresuró a inventar la escritura, trazando su mensaje sobre una tabla de arcilla.
La babilonica leyenda no es nada explícita, salvo en la descripción del medio donde quedó el mensaje. Como luego el divino legado de Moisés, el texto quedó “escrito por el dedo de Dios” sobre unas “tablas” de la ley. Habiendo la escritura, según hoy se sabe, emergido de la contabilidad, y por ende de una colección de fichas de arcilla cocida que simbolizaban numéricamente los bienes, estamos ante la primera colección diseñada de “objetos geométricos” de la historia que se representan sobre la “fachada” de algo.
Dios se antojó de enigmáticos objetos que exploraron todas las formas geométricas, círculos, óvalos y triángulos que luego se imprimían contra las paredes de arcilla. Como una serpiente que se muerde la cola, los gestos y las palabras de esta más antigua forma de escritura, puestos juntos parecen una misteriosa ciudad, un ABC de la arquitectura que pudiera ser descrita con las palabras de L'Esprit Nouveau: “Aquí, todo son esferas y cilindros”,4 o de Vers une Architecture: “Hay formas simples que emanan sensaciones constantes”.5 Ortografías y alzados cuneiformes, writings on the walls, volúmenes perfectos bajo la luz, escritura, umbral de la historia que, como escribiera Denise Schmadnt-Besserat en “Cómo apareció la escritura”: “nos ayuda a atrapar las ideas cuando emergen, y, en el tiempo, a sortear y escrutinizar, revisar, añadir, sustraer y rectificarlas para llegar a un rigor de lógica y a una profundidad de pensamiento que serían imposibles de otra manera”.
Luego de tanta arenga ortográfica, este recorrido por la historia no tiene sino un fin: intentar devolvernos la posibilidad de volver a escribir correctamente la ciudad. Al fin y al cabo, como dijo hace un siglo Víctor Hugo: “la fachada de una casa pertenece igualmente a aquéllos que la poseen como a aquéllos que la contemplan”.6
NOTAS
1. Vincenzo Bruno. Teatro degl'Inventori di tutte le cose, 1603.
2. Werner Oechslin. Daidalos.
3. Gazette des Sept Arts.
4. Le Corbusier. L'Esprit Nouveau.
5. Le Corbusier. Vers une Architecture.
6. Víctor Hugo. Notre Dame de Paris.
Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, 4 de Agosto de 1997.
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