Piedra Azul, alzado oeste. Caracas Country Club. Gustavo Wallis de Legórburu, 1941 (f. Archivo Fundación de la Memoria Urbana).
De Fallingwater a Piedra Azul, o viceversa.
“Escojamos bien nuestros ancestros”, recomendaba Wright.
Nosotros agregaríamos “e indaguemos más en ellos”. Luego de la clausura en Nueva York
de la última gran retrospectiva de la obra de Frank Lloyd Wright,
volvemos los ojos sobre esta casa de Gustavo Wallis que Posani & Gasparini encontraron tan parecida a la de la cascada hace ya treinta y cuatro años.
“Escojamos bien nuestros ancestros”, recomendaba Wright.
Nosotros agregaríamos “e indaguemos más en ellos”. Luego de la clausura en Nueva York
de la última gran retrospectiva de la obra de Frank Lloyd Wright,
volvemos los ojos sobre esta casa de Gustavo Wallis que Posani & Gasparini encontraron tan parecida a la de la cascada hace ya treinta y cuatro años.
1. La Casa de un Arquitecto
Hace medio siglo, en 1941, cuando el arquitecto Gustavo Wallis de Legórburu concluía los planos de la casa que había diseñado para sí mismo, estaba dándole inicio a una operación arquitectónica que tendría inesperadas consecuencias. La casa, de dos mil metros cuadrados (los Wallis tuvieron once hijos), se construiría en un terreno muy visible del Caracas Country Club, que es como una península rodeada de calles. La presencia de la casa es perceptible en casi todo su perímetro.
Wallis, consciente de ésto y de la pendiente, había optado por un partido que, partiendo de un corazón central (el vacío de la escalera principal) ofrece el juego casi monumental de sus composiciones geométricas a los cuatro puntos cardinales. Darle la vuelta a la casa desde entonces, es hacer el travelling de las formas abstractas que el arquitecto había prefigurado. Sólo la fachada sur tiene una intención volumétrica más brutal: dos largos volados blancos protuberan poderosamente hacia el lado del jardín que colinda con la Quebrada de Chacaíto.
El diseño manda, la fábrica transpira experticia... como se esperaría de la casa de un arquitecto. La obra es lúdica, y podemos adivinar cuánto disfrutó Wallis construyéndola. Entonces, ¿cuáles son las razones para que esta casa tan creativa, tan sinceramente racional y moderna, por lo demás premiada en el Primer Congreso Americano de Arquitectos, no sea más reconocida? ¿Qué hay en este diseño, que pudiera engendrar polémica?
2. La leyenda negra
En la primavera de 1936, sólo cinco años antes, otro arquitecto concluía también los planos de una residencia privada. Una casa que ss convertiría con el tiempo, sencillamente, en la vivienda unifamiliar más famosa del siglo veinte: la Casa de la Cascada. Frank Lloyd Wright creó “la más extraordinaria de las casas para la más extraordinaria de las circunstancias”, al colgarla en voladizo sobre el lecho del manantial de Bear Run, en Pennsylvania. Para él, esta casa volvió a poner en marcha su carrera, luego de muchos años de fuerte recesión, al acarrearle una inmensa publicidad. En 1938, aún con Fallingwater inconclusa, la revista Architectural Forum le dedicó un número entero a Wright. La casa, inmediatamente, saltó al estrellato.
En Venezuela Wright no ha sido nunca el maestro favorito. Jamás como Le Corbusier. Su influencia es poco comentada, sus adeptos confesos una minoría. Ello demuestra de nuevo la influencia norteamericana entre nosotros: ellos soslayan a Wright (desde 1940, el MoMA no le hacía otra retrospectiva, ¡algo increíble!) prefiriendo antes a cualquier arquitecto europeo; y aquí también soslayamos a Wright. Cuando apareció entre nosotros por primera vez una obra que de alguna manera lucía wrightiana, ella pasa a ser el reflejo irreflexivo de sus clichés, el remedo epidérmico y ecléctico de su lenguaje. Ella es nada más que su copia. Piedra Azul quedó sepultada bajo el abrumador peso de esta acusación durante casi treinta años...
3. De piedra azul
En la cercana urbanización Campo Alegre, subiendo por la calle donde estaba la quinta La Atalaya del arquitecto Manuel Mujica Millán, está otra casa de Gustavo Wallis que se construyó en la década de los treinta. Observémosla con detenimiento. Desnuda, de paredes blancas, columnas cilíndricas, techos planos, marquesinas en voladizo, ventanas sin ornamento: impecable, como demandaba el más depurado Estilo Internacional. Aquí, la ausencia de la piedra azul nos permite tener más clara la vista: la abstracción de la composición reina tranquila en el proyecto. Wright no está por ninguna parte; más está Schindler con sus casas americanas, la abstracción planar del neoplasticismo holandés o Robert Mallet-Stevens con sus armoniosas composiciones cubistas. La casa está muy bien lograda: Wallis dominaba el lenguaje.
En Piedra Azul vuelve a usarlo. La pregunta es: ¿el mismo lenguaje con otro material? Cuenta la historia que por aquél entonces se estaban realizando los gra ndes movimientos de tierra para hacer la urbanización La Castellana. De la tierra salían montones de piedra azul de El Avila, que estaban allí para quien quisiera llevárselos. Wallis tomó dos picapedreros e hizo su propia cantera. Aún hoy cuando hacen reparaciones, se baja a la quebrada para buscar la piedra, que abunda a flor de tierra en todos los tamaños.
No hay dudas de que, como a Wallis, a Wright esta piedra le habría encantado. Quizás también usado en todos los planos verticales de la casa. Y como en Fallingwater, aunque aquí los muros no fueran portantes, la hubiera colocado horizontalmente, para marcar la forma estructural de un supuesto trabajo a compresión. Es cuando vemos la piedra azul subiendo de la tierra, que nos asaltan todas las preguntas: ¿es sólo el tradicional rusticatto?¿Es la romántica sillería de Schindler?¿Es la mano de los artesanos de Wallis?¿Es pura y simple geometría constructivista? ¿Es el prurito sintáctico de un ingeniero civil hecho arquitecto o, efectivamente, ¿forma parte de un sereno homenaje wrightiano?
4. La absolución de la esfinge
Cada vez más las arquitecturas que nos confunden, que antes rechazábamos por impuras; las arquitecturas inclasificables, las resistentes a toda pulcra historiografía, las proscritas por copistas, las rechazadas por estilísticas, los híbridos, los acertijos y las esfinges son las que más nos tienen que decir, son las que más nos interesan. En este fin de siglo la nueva historia de la arquitectura que se está escribiendo ya no se quiere privar de nada.
Puede que cuando en los años cuarenta llovía mucho en Caracas, la Quebrada de Chacaíto fuera un torrente como el de Bear Run, despeñándose atronadoramente valle abajo. Puede que Gustavo Wallis, quien soñaba con prolongar el terreno más allá hasta ella, le hubiese lanzado sus balcones en un simbólico acto de unión.
O puede que no. Puede que el interior de Piedra Azul sea más clásico que orgánico. Puede que, como admirador y amigo de los hermanos Albert y Moritz Kahn (los arquitectos ingenieros de las fábricas Ford, que para Wright eran los más grandes de América), jamás hubiera hecho esos volados sur de Piedra Azul, minúsculos al lado de los de Bear Run... puede que, sin embargo, el parecido sea innegable.
No importa. Piedra Azul nos ha habitado desde entonces sin que nos lo propongamos, aún sin haberla admitido de manera ortodoxa. Sus tramas entrecruzadas nos regocijan, su resultado nos marca. Es Wallis, es Wright. Y éso la hace aún mejor. Lo importante es que ancló a su cuerpo nuestros pensamientos todos estos años, terminando por hacer que nuestras dudas se volvieran nuestra historia.
"Diciembre 16, 1935
Sr. Edgar J. Kauffmann
Tiendas por Departamentos Kauffmann
Pittsbourg, Pennsylvania
Hace medio siglo, en 1941, cuando el arquitecto Gustavo Wallis de Legórburu concluía los planos de la casa que había diseñado para sí mismo, estaba dándole inicio a una operación arquitectónica que tendría inesperadas consecuencias. La casa, de dos mil metros cuadrados (los Wallis tuvieron once hijos), se construiría en un terreno muy visible del Caracas Country Club, que es como una península rodeada de calles. La presencia de la casa es perceptible en casi todo su perímetro.
Wallis, consciente de ésto y de la pendiente, había optado por un partido que, partiendo de un corazón central (el vacío de la escalera principal) ofrece el juego casi monumental de sus composiciones geométricas a los cuatro puntos cardinales. Darle la vuelta a la casa desde entonces, es hacer el travelling de las formas abstractas que el arquitecto había prefigurado. Sólo la fachada sur tiene una intención volumétrica más brutal: dos largos volados blancos protuberan poderosamente hacia el lado del jardín que colinda con la Quebrada de Chacaíto.
El diseño manda, la fábrica transpira experticia... como se esperaría de la casa de un arquitecto. La obra es lúdica, y podemos adivinar cuánto disfrutó Wallis construyéndola. Entonces, ¿cuáles son las razones para que esta casa tan creativa, tan sinceramente racional y moderna, por lo demás premiada en el Primer Congreso Americano de Arquitectos, no sea más reconocida? ¿Qué hay en este diseño, que pudiera engendrar polémica?
2. La leyenda negra
En la primavera de 1936, sólo cinco años antes, otro arquitecto concluía también los planos de una residencia privada. Una casa que ss convertiría con el tiempo, sencillamente, en la vivienda unifamiliar más famosa del siglo veinte: la Casa de la Cascada. Frank Lloyd Wright creó “la más extraordinaria de las casas para la más extraordinaria de las circunstancias”, al colgarla en voladizo sobre el lecho del manantial de Bear Run, en Pennsylvania. Para él, esta casa volvió a poner en marcha su carrera, luego de muchos años de fuerte recesión, al acarrearle una inmensa publicidad. En 1938, aún con Fallingwater inconclusa, la revista Architectural Forum le dedicó un número entero a Wright. La casa, inmediatamente, saltó al estrellato.
En Venezuela Wright no ha sido nunca el maestro favorito. Jamás como Le Corbusier. Su influencia es poco comentada, sus adeptos confesos una minoría. Ello demuestra de nuevo la influencia norteamericana entre nosotros: ellos soslayan a Wright (desde 1940, el MoMA no le hacía otra retrospectiva, ¡algo increíble!) prefiriendo antes a cualquier arquitecto europeo; y aquí también soslayamos a Wright. Cuando apareció entre nosotros por primera vez una obra que de alguna manera lucía wrightiana, ella pasa a ser el reflejo irreflexivo de sus clichés, el remedo epidérmico y ecléctico de su lenguaje. Ella es nada más que su copia. Piedra Azul quedó sepultada bajo el abrumador peso de esta acusación durante casi treinta años...
3. De piedra azul
En la cercana urbanización Campo Alegre, subiendo por la calle donde estaba la quinta La Atalaya del arquitecto Manuel Mujica Millán, está otra casa de Gustavo Wallis que se construyó en la década de los treinta. Observémosla con detenimiento. Desnuda, de paredes blancas, columnas cilíndricas, techos planos, marquesinas en voladizo, ventanas sin ornamento: impecable, como demandaba el más depurado Estilo Internacional. Aquí, la ausencia de la piedra azul nos permite tener más clara la vista: la abstracción de la composición reina tranquila en el proyecto. Wright no está por ninguna parte; más está Schindler con sus casas americanas, la abstracción planar del neoplasticismo holandés o Robert Mallet-Stevens con sus armoniosas composiciones cubistas. La casa está muy bien lograda: Wallis dominaba el lenguaje.
En Piedra Azul vuelve a usarlo. La pregunta es: ¿el mismo lenguaje con otro material? Cuenta la historia que por aquél entonces se estaban realizando los gra ndes movimientos de tierra para hacer la urbanización La Castellana. De la tierra salían montones de piedra azul de El Avila, que estaban allí para quien quisiera llevárselos. Wallis tomó dos picapedreros e hizo su propia cantera. Aún hoy cuando hacen reparaciones, se baja a la quebrada para buscar la piedra, que abunda a flor de tierra en todos los tamaños.
No hay dudas de que, como a Wallis, a Wright esta piedra le habría encantado. Quizás también usado en todos los planos verticales de la casa. Y como en Fallingwater, aunque aquí los muros no fueran portantes, la hubiera colocado horizontalmente, para marcar la forma estructural de un supuesto trabajo a compresión. Es cuando vemos la piedra azul subiendo de la tierra, que nos asaltan todas las preguntas: ¿es sólo el tradicional rusticatto?¿Es la romántica sillería de Schindler?¿Es la mano de los artesanos de Wallis?¿Es pura y simple geometría constructivista? ¿Es el prurito sintáctico de un ingeniero civil hecho arquitecto o, efectivamente, ¿forma parte de un sereno homenaje wrightiano?
4. La absolución de la esfinge
Cada vez más las arquitecturas que nos confunden, que antes rechazábamos por impuras; las arquitecturas inclasificables, las resistentes a toda pulcra historiografía, las proscritas por copistas, las rechazadas por estilísticas, los híbridos, los acertijos y las esfinges son las que más nos tienen que decir, son las que más nos interesan. En este fin de siglo la nueva historia de la arquitectura que se está escribiendo ya no se quiere privar de nada.
Puede que cuando en los años cuarenta llovía mucho en Caracas, la Quebrada de Chacaíto fuera un torrente como el de Bear Run, despeñándose atronadoramente valle abajo. Puede que Gustavo Wallis, quien soñaba con prolongar el terreno más allá hasta ella, le hubiese lanzado sus balcones en un simbólico acto de unión.
O puede que no. Puede que el interior de Piedra Azul sea más clásico que orgánico. Puede que, como admirador y amigo de los hermanos Albert y Moritz Kahn (los arquitectos ingenieros de las fábricas Ford, que para Wright eran los más grandes de América), jamás hubiera hecho esos volados sur de Piedra Azul, minúsculos al lado de los de Bear Run... puede que, sin embargo, el parecido sea innegable.
No importa. Piedra Azul nos ha habitado desde entonces sin que nos lo propongamos, aún sin haberla admitido de manera ortodoxa. Sus tramas entrecruzadas nos regocijan, su resultado nos marca. Es Wallis, es Wright. Y éso la hace aún mejor. Lo importante es que ancló a su cuerpo nuestros pensamientos todos estos años, terminando por hacer que nuestras dudas se volvieran nuestra historia.
"Diciembre 16, 1935
Sr. Edgar J. Kauffmann
Tiendas por Departamentos Kauffmann
Pittsbourg, Pennsylvania
Querido E.J.:
Algunas de las piedras deben ser tan largas como sea posible. Muchas de ellas de más de un metro. Largos distintos son deseables. Así como diferentes alturas, si es que salen así.
Las piedras más suaves (de no más de diez centímetros de espesor) deben reservarse para pavimentar las lozas.
Los muros serán todos de un mínimo de medio metro de grueso por lo que algunas piedras de anclaje con ese ancho son deseables.
Atentamente,
Frank Lloyd Wright".
(Fallingwater. The Wright Letters. Letters to Clients, The Press at California State University, Fresno, 1986, p. 90).
Publicado en: Arquitectura, El Diario de Caracas, Caracas, 1994.
Hola! buenos Días usted sabrá que tipo de aparejo utiliza Wallis para el recubrimiento de esta casa? Vi uno similar en una casa de Wright, sin embargo no sabemos que técnica es. También Similar a uno que utilizo Guinand en las capillas del San Jose de Tarbes de La Florida y El Paraíso.
ResponderBorrarHola! buenos Días usted sabrá que tipo de aparejo utiliza Wallis para el recubrimiento de esta casa? Vi uno similar en una casa de Wright, sin embargo no sabemos que técnica es. También Similar a uno que utilizo Guinand en las capillas del San Jose de Tarbes de La Florida y El Paraíso.
ResponderBorrarHola! buenos Días usted sabrá que tipo de aparejo utiliza Wallis para el recubrimiento de esta casa? Vi uno similar en una casa de Wright, sin embargo no sabemos que técnica es. También Similar a uno que utilizo Guinand en las capillas del San Jose de Tarbes de La Florida y El Paraíso.
ResponderBorrarApreciado Anonimo,
ResponderBorrarBella la palabra "aparejo", Lo que no sabemos es como se le llama a este tipo de colocacion de la piedra azul.
Saludos,
Hannia
FUNDACION DE LA MEMORIA URBANA