Hotel Four Seasons, Caracas, 1997.
Pasé otra vez por la Plaza Altamira. En un instintivo gesto de defensa, desarrollado para poder enfrentar agresiones y pesares cuando recorro la ciudad, me aparté con repulsión, como la estatua de Bernini frente a la borrominesca Sant'Agnese en Piazza Navona. Con una mano conducía, y con la otra intentaba ocultar de mis ojos el objeto de mi horror.
En la esquina noreste con la Avenida Francisco de Miranda, la más visible de todas, en ese inmejorable terreno sobre uno de los más preclaros espacios urbanos de toda la urbe, se alza la masa del más novel engendro del averno desde la aparición del Adefesio de la Casanova (el tristemente famoso Hotel Meliá Caracas).
Es el nuevo Adefesio de Chacao. Este arrancó minando de innobles estacionamientos sus primeros pisos, acabando así con los niveles más públicos sobre la acera (fruto de una maligna ordenanza que hay que erradicar, donde los promotores se ahorran la construcción de sótanos a costa del envilecimiento ambiental de la calle). Luego la fachada fue despachada con una simplista sección-tipo, la misma trátese de carros como de huéspedes. La amorfa masa de concreto fue creciendo, densa y torpe, llenando hasta el último rincón del terreno, desbordando aturdidamente el metraje de construcción permitido. Luego, pisos y más pisos de fachadas ciegas subieron hasta unas alturas inverosímiles, desprovistas de toda relación con la escala y respeto por la proporción urbana de la plaza enfrente o de la avenida adyacente. Una actitud egoísta y hegemónica que debería estar prohibida en la ciudad.
Fue entonces cuando la cornisa del Adefesio se encabritó. No contento con hacernos sufrir su pobre arquitectura groseramente comercial y brutalista (no por “Brit”, sino por bruta), con haber enanizado a los edificios circundantes (de elegante estilo Rocheano en su mayoría de los cuarenta y los cincuenta) y ridiculizado al obelisco de Manuel Mujica Millán -introduciendo unas volumetrías marcianas que lo desconocen-, el objeto de mi horror empezó a encorvarse en todas direcciones, como guiado por una mano diabólica, “demboníaca.” En contorsiones arbitrarias y torpes, rompió la armonía del entorno y banalizó la esquina, erigiéndose como el más cabreado remate de que se tenga noticia en los anales de la anarquía constructiva caraqueña desde que Arquitectónica intentara introducir el suyo en el nefasto edificio “Castellanía”, un poco más al oeste, avenida abajo, severamente criticado en esta misma columna, hace pocos meses (ver “Más vicios de Miami”, Arquitectura, El Nacional 1/4/96).
Hay que patear un edificio cuando se lo merece. La ciudad resiente en carne viva el abuso, la falta de respeto, porque si en algún lugar de Caracas todavía (1997) es posible entender de qué se habla cuando se dice “arquitectura urbana” es en la Plaza Altamira. La plaza “Is Almost Alright”, sus valores aún son evidentes y aleccionadores, y lo que hay que hacer es protegerla. Esta no es la urbe caótica que conocemos: la ciudadanía aquí entiende qué quiere decir “romper con las líneas de las fachadas circundantes”, “desoír el lenguaje arquitectónico”, “desconocer las líneas de fuerza del espacio” y en definitiva “irrespetar el contexto”. Aquí los caraqueños pueden comparar, frente a la nobleza arquitectónica del edificio Altamira o del edificio Mónaco, lo que significa Malo, Nocivo y Feo en arquitectura. Y, además, lo que implica tener que sufrir éso a diario.
Desgraciadamente, el Adefesio avanza impune. Cuando todavía Chacao no se ha recuperado de la demolición de la quinta “La Atalaya” de Manuel Mujica Millán en Campo Alegre para sustituirla por una mediocre construcción intitulada cínicamente “El Manantial”, la arquitectura galáctica vuelve a hacer de las suyas, ahora queriendo arruinar un hermoso espacio urbano... Mas corren tiempos en que las demoliciones penales y moralizantes todavía podrían volver a tener vigencia.
Esperamos sinceramente que reinen la Ley y el Orden, y que se le pueda practicar su dote de dinamita a cada encabritado e ilegal volumen. Desde el Municipio Chacao, como lección para todo el país urbano, este triste episodio en dos actos podría tener como moraleja un racional “ojo por ojo”, o mejor aún: polvo por polvo.
Pasé otra vez por la Plaza Altamira. En un instintivo gesto de defensa, desarrollado para poder enfrentar agresiones y pesares cuando recorro la ciudad, me aparté con repulsión, como la estatua de Bernini frente a la borrominesca Sant'Agnese en Piazza Navona. Con una mano conducía, y con la otra intentaba ocultar de mis ojos el objeto de mi horror.
En la esquina noreste con la Avenida Francisco de Miranda, la más visible de todas, en ese inmejorable terreno sobre uno de los más preclaros espacios urbanos de toda la urbe, se alza la masa del más novel engendro del averno desde la aparición del Adefesio de la Casanova (el tristemente famoso Hotel Meliá Caracas).
Es el nuevo Adefesio de Chacao. Este arrancó minando de innobles estacionamientos sus primeros pisos, acabando así con los niveles más públicos sobre la acera (fruto de una maligna ordenanza que hay que erradicar, donde los promotores se ahorran la construcción de sótanos a costa del envilecimiento ambiental de la calle). Luego la fachada fue despachada con una simplista sección-tipo, la misma trátese de carros como de huéspedes. La amorfa masa de concreto fue creciendo, densa y torpe, llenando hasta el último rincón del terreno, desbordando aturdidamente el metraje de construcción permitido. Luego, pisos y más pisos de fachadas ciegas subieron hasta unas alturas inverosímiles, desprovistas de toda relación con la escala y respeto por la proporción urbana de la plaza enfrente o de la avenida adyacente. Una actitud egoísta y hegemónica que debería estar prohibida en la ciudad.
Fue entonces cuando la cornisa del Adefesio se encabritó. No contento con hacernos sufrir su pobre arquitectura groseramente comercial y brutalista (no por “Brit”, sino por bruta), con haber enanizado a los edificios circundantes (de elegante estilo Rocheano en su mayoría de los cuarenta y los cincuenta) y ridiculizado al obelisco de Manuel Mujica Millán -introduciendo unas volumetrías marcianas que lo desconocen-, el objeto de mi horror empezó a encorvarse en todas direcciones, como guiado por una mano diabólica, “demboníaca.” En contorsiones arbitrarias y torpes, rompió la armonía del entorno y banalizó la esquina, erigiéndose como el más cabreado remate de que se tenga noticia en los anales de la anarquía constructiva caraqueña desde que Arquitectónica intentara introducir el suyo en el nefasto edificio “Castellanía”, un poco más al oeste, avenida abajo, severamente criticado en esta misma columna, hace pocos meses (ver “Más vicios de Miami”, Arquitectura, El Nacional 1/4/96).
Hay que patear un edificio cuando se lo merece. La ciudad resiente en carne viva el abuso, la falta de respeto, porque si en algún lugar de Caracas todavía (1997) es posible entender de qué se habla cuando se dice “arquitectura urbana” es en la Plaza Altamira. La plaza “Is Almost Alright”, sus valores aún son evidentes y aleccionadores, y lo que hay que hacer es protegerla. Esta no es la urbe caótica que conocemos: la ciudadanía aquí entiende qué quiere decir “romper con las líneas de las fachadas circundantes”, “desoír el lenguaje arquitectónico”, “desconocer las líneas de fuerza del espacio” y en definitiva “irrespetar el contexto”. Aquí los caraqueños pueden comparar, frente a la nobleza arquitectónica del edificio Altamira o del edificio Mónaco, lo que significa Malo, Nocivo y Feo en arquitectura. Y, además, lo que implica tener que sufrir éso a diario.
Desgraciadamente, el Adefesio avanza impune. Cuando todavía Chacao no se ha recuperado de la demolición de la quinta “La Atalaya” de Manuel Mujica Millán en Campo Alegre para sustituirla por una mediocre construcción intitulada cínicamente “El Manantial”, la arquitectura galáctica vuelve a hacer de las suyas, ahora queriendo arruinar un hermoso espacio urbano... Mas corren tiempos en que las demoliciones penales y moralizantes todavía podrían volver a tener vigencia.
Esperamos sinceramente que reinen la Ley y el Orden, y que se le pueda practicar su dote de dinamita a cada encabritado e ilegal volumen. Desde el Municipio Chacao, como lección para todo el país urbano, este triste episodio en dos actos podría tener como moraleja un racional “ojo por ojo”, o mejor aún: polvo por polvo.
Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, 3 de Marzo de 1997.
"Maestra" Hannia
ResponderBorrarEstoy muy contento de poder leer tus artículos desde tan lejos de esta ciudad a la que pareciera que tan pocos le tenemos cariño.
En referencia al artículo en el que hablas del Four Seasons en la plaza Altamira (o como quiera que se llame hoy, ya que tengo varios años fuera del país y la última vez que pisé la ciudad ya habían varias edificaciones, parques avenidas, etc., con nombres diferentes) y que supongo que ya has escrito hace varios (bastentes) años, me gustaría añadir que, lo mas triste es encontrarte a gran cantidad de ciudadanos "de a pié" amigos, no tan amigos, conocidos y no conocidos, "bloggeros" y negagos del internet, que opinan que este edificio no es solo hermoso, sino uno de los "mejores" de la ciudad.
Este irrespeto por la cultura urbana y arquitectónica me hace siempre cuestionarme aspectos profesionales, de la educación que nos dan en las escuelas (primarias, secundarias y universitarias) y del poco respeto que le tienen (tenemos) a los colegas en el país... (esto te lo explicaría con un ejemplo: en cualquier valla de obra de cualquier construcción de cuanto edificio público construye la "revolución" siempre se hace referencia a el ingeniero residente, el inspector, el monto, el excelentísimo alcalde, al cabeza de la revolución,a las empresas que ponen los grifos, los cables y demás cosas y cuidado si no hacen un listado de los obreros que colaboradon en la construcción... pero nunca, NUNCA, el de nuestros colegas, responsables del bebé... ¿es por vergüenza, por que no importamos o porque tenemos la certeza qeu del plano al terreno no habrá rastro de semejanza? Esto no sucede en el país donde vivo ahora, donde los arquitectos son profesionales de primera...)
QUE DEBEMOS HACER???