"We are such stuff as dreams are made of."
William Shakespeare. The Tempest.
William Shakespeare. The Tempest.
A los sueños en arquitectura se les llama proyectos o edificios. Aún si no fueran edificables o siquiera traducibles al papel, no por ello dejan de tener un lugar en el mundo de lo construido. Muchos edificios reales han sido el mejor monumento a un sueño, y un sueño es el mejor lugar para ciertos edificios que si llegaran a construirse en la realidad podrían perderlo todo...
La "Historia No Construida de la Arquitectura y el Urbanismo" es tan importante, que una vez hacía preguntarse al crítico Michel Ragon en Retrospective de la Prospective Architecturale, si ella no es en verdad la única historia real que deberíamos conocer y manejar... 1 Una historia que estaría hecha sólo "de fe infinita en el progreso, de utopías personales y sociales, de sueños imperecederos y de aspiraciones".2 La relatora del panorama de un mundo que pudo haber sido, pero que, por una razón u otra, no fue.
Los sueños que conforman esa historia que no ha sido, sin embargo, llevan inscrita la promesa segura de su potencial constructivo. No hay sueño que termine hasta que se hace realidad, así como "no existen edificios no construibles, sólo edificios aún no construidos".3 Esta promesa reclama la existencia de una Tierra Prometida: una arcadia en vigilia instalada en el territorio real de nuestras ciudades; lotes infinitos que dupliquen en la realidad urbana el espacio mental que ocupan nuestros sueños. Los terrenos donde ellos podrán erigirse algún día. Si no contamos con esa Tierra Prometida, ¿qué será de ellos? ¿Podrán las construcciones reales subsistir sin las construcciones ilusorias?
Los sueños son vulnerables. Son volátiles. Antes de tocar tierra firme, son la forma de arte más frágil. Aunque un edificio ya exista solamente al ser pensado, se separa inexorablemente de algunas de sus cualidades más intangibles cuando es contado y luego cuando es representado para ser construido. "En el papel", escribía Robert Harbison, "las ideas preservan ambigüedades que luego a veces es difícil incorporar a una estructura”.4 El efecto es algo parecido a éso que sentimos cuando leemos un libro y luego nos desilusiona la película, o cuando leemos un plano y al final nos desengaña la obra...
El peligro que encierra la realización va más allá de la fuga de lo intangible en lo soñado. Las grandes obras no construidas pueden quedar inconclusas durante su construcción, o pueden con el tiempo desconocerse a sí mismas. Importantes obras literarias, como los Cuentos de Canterbury, por ejemplo, quedaron incompletas "porque a su autor le faltó tiempo y voluntad para terminarlas.”5 Los mismos hechos arquitectónicos, aún construidos con piedra, por más sólidos que parezcan, siendo "ficcionales hasta cierto grado", tienen significados perecederos, confusos y locales que pueden desvanecerse o cambiar. 6
Durante el crucial proceso constructivo de todo sueño, éste se encuentra indefenso frente a los procaces avatares del mundo real. Basta hacer una lectura de la lista cuasi infinita de razones por las que los proyectos no se construyen, tomada del libro Unbuilt America:
“No se construyó...
debido a la muerte del arquitecto;
por muerte del cliente;
por falta de fondos;
por resistencia de los residentes locales.
Debido a un cambio de variables;
porque fue interrumpido por la guerra;
porque era un proyecto demasiado hipotético;
porque fue cancelado.
Porque era un estudio teórico;
porque excedió los recursos disponibles;
al ser un prototipo;
al ser abandonado por la crisis financiera
porque era demasiado extravagante;
por ser ciencia ficción.
Por ser una entrada perdedora del concurso;
por ser una mera proposición;
o porque quedó pendiente;
o pasó por ser una serie alegórica de pinturas;
porque sus promotores fueron incapaces de levantar el capital de la inversión;
porque la propiedad fue vendida antes de que el edificio se ejecutase;
por ser simplemente un estudio para el futuro desarrollo de la ciudad;
por tratarse tan sólo de una pintura.
Por ser demasiado aventurero para el cliente;
porque el grupo de directores se asustaron de lo inusual del espacio;
porque ganó el concurso pero fue rechazado después; por ser sólo un estudio de probabilidades.
Por la patente;
o porque no había planos que seguir;
o porque lo dibujó un estudiante;
o por ser demasiado costoso..." 7
Pese a tan claros peligros, los pensamientos utópicos siempre terminan rindiéndose ante el clamor interno por lo más preciado para un sueño: una imagen. Una imagen que, si bien los hace susceptibles de desaparecer en tan peligroso proceso, también les puede hacer "alcanzar la infinitud de un solo salto".8 Lo inasible cuando se transcribe se vuelve una utopía proclamable, una proposición susceptible de ser defendida y llevada adelante, una idea capaz de ser contada y, por ende, de hacerse inmortal. Esa imagen parlante y predicante funciona como una narrativa oculta en todo plano, dibujo, aguada, perspectiva, maqueta y croquis de toda gran visión arquitectónica y urbana.
La imagen narrante une a lo literario con lo visual como "un paseo paso a paso, como una jornada a través de un jardín."9 No en balde el paisajismo es el arte más proclive a engendrar y a experimentar utopías, el laboratorio tradicional de las ideas para la ciudad y para la arquitectura misma... Los más incansables fabricantes de infinitudes, como Boullée, Filarete, Leonardo, Schinkel o Piranesi, tomaron el riesgo de la narración, y vencieron.10 En el papel nos legaron el cuento ilustrado de sus proyectos visionarios e ideales. Ellos, unidos a los proyectos irrealizables de autores inéditos y desconocidos que permanecen arrumados en “la parte de atrás de las oficinas de arquitectura, en las profundidades de los paisajes pintados, en los depósitos de los museos, en los anales de las oficinas de patentes y en las páginas de las revistas" construyeron el enorme edificio de la utopía, trémulo de riesgos.11
Los sueños narrados en el papel comúnmente sufren un largo peregrinaje en busca de ese alguien que tenga las llaves de la famosa Tierra Prometida. Rollos, cartapacios, carpetas, sobres, planeras, gavetas y libros repletos de planos y de planes que, pese al absurdo, pese a la insensatez, pese a la locura, hay de alguna manera que contarle a alguien. Tanto la historia construida de la arquitectura como la no construida comparten el mismo acarreo monumental y trabajoso de proyectos por los confines del mundo, porque el cargamento de los sueños, el transporte de las maravillas, es un problema funcional clásico del soñador. Es la epopeya aparatosa del músico que viaja con sus partituras a cuestas, del escritor que se moviliza con los bultos de sus libros y cuartillas, del pintor cargando con sus lienzos y caballetes... y del arquitecto transportando a campo traviesa sus construcciones ilusorias. Ninguno de ellos se detendrá hasta que logre rendir su proyecto. Acto fundamental que actualmente pasa desapercibido, sin pena ni gloria.
Hoy (1996) nadie, o casi nadie se entera cuando un proyecto es presentado a las autoridades o a los grandes clientes. Sin embargo, no siempre fue así. La tradición beauxartiana, sobre todo, reconocía su importancia, elaborando toda una poética alrededor de la escena crucial de la entrega del proyecto. Proyectos rendidos, projets rendus llamaba a los edificios entregados. Algo muy hermoso se esconde en esta vieja usanza de rendu. La presentación de un sueño, en sus dos asepciones, significaba rendición, sometimiento, entrega, develamiento, capitulación, por un lado, y fatiga, cansancio, postración por el otro. Primero, la idea galante del que hace un obsequio, y segundo, el fin de la batalla creativa. Quien rinde un edificio, es un enamorado que se entrega, y un guerrero vencido. Dos valores clásicos perdidos por los arquitectos contemporáneos, al igual que el aprecio por el fasto del carruaje y la sabiduría del tránsito.
Mas este tipo de “magia” era la que hacía posible hasta hace muy poco el delirio colectivo con los sueños arquitectónicos. Un hechizo basado en el talento y en la creatividad, pero también en la impetuosidad, en el vigor, en el arrojo y en las artes caballerescas que caracterizaban a los arquitectos de antaño. Un arte que lograba el enamoramiento de los monarcas, la rendición de las cortes, la postración de los pueblos, la apertura de los caminos, la liberación de las fronteras, la bendición de los papas... Un oficio olvidado.
Este olvido más la nefasta pérdida de la capacidad de proponer del arquitecto han logrado hacer prevalecer la creencia de que para la arquitectura y el urbanismo ya más "nada es posible". Vivimos un arduo fin de siglo en que nadie sabe o quiere soñar y las proposiciones cada vez dejan más de lado su cariz de maravillosas, al estar "moldeadas (como ocurrió, en los difíciles años tempranos del Stalinismo en Rusia) por la convicción avasallante de que nunca podrán ser construidas.”12 Sólo que mientras los proyectos rusos no construidos lejos de disminuirse, se hacían cada vez más orgullosamente oníricos y utópicos (como las fantásticas proposiciones de Melnikhov, Chernikov, Tatlin o Ludovsky), aquí nuestros edificios sólo nos presentan, como decía Colin Rowe, “la presencia de su ausencia”.13
La conquista de la Tierra Prometida no podrá hacerse si no se rescatan para la arquitectura la tradición y la seducción, la fe y el delirio. El arte urbano deberá volver a ser universalmente celebrado y los arquitectos deberán recuperar su rol como los grandes soñadores de la sociedad. Pero rindámonos a la evidencia: ello no será posible si los sueños de que estamos hechos no se transforman de nuevo en proyectos rendidos, en el buen sentido de la palabra.
"Parque Carlos Guinand", La Carlota, Caracas. Proyecto de Fruto Vivas, 1989.
1. Michel Ragon. Retrospective de la Prospective Architecturale.
2. Sky Stone. Unbuilt America, George Collins, Introducción, Mac Graw Hill.
3. Robert Harbison. The Built, the Unbuilt and the Unbuildable: in pursuit of Architectural Meaning, The MIT Press, 1992.
4. 5. 6. Harbison, R. Op. Cit., 1992.
7. Sky Stone. Op. Cit.
8. 9. R. Harbison. Ibid., 1992.
10. Josef Ponten. La arquitectura que no fue construida, Berlín, 1925.
11. Sky Stone. Ibid.
12. Juan Antonio Ramírez. Construcciones ilusorias (Arquitecturas descritas, arquitecturas pintadas), Madrid, Alianza Editorial, S.A., 1983, pp. 249-250.
13. Colin Rowe. "Arquitectura conceptual", NET Magazine, 1975.
Publicado en: Catálogo de la exposición "Atmósferas Urbanas", Espacios Unión, Caracas, 16 de Junio al 1 de Septiembre, 1996.
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