Son famosas las batallas libradas en Nueva York por la Comisión para la Preservación de Monumentos (New York City Landmarks Preservation Comission, LPC). En una ciudad donde las decisiones sobre tierra urbana las toma más quien puede desarrollar un lote que quien legisla sobre él, la LPC llegó a tener poder casi como un ayuntamiento. Lograr extraerle un permiso para modificar, demoler o construir en la ciudad es el único paso que todavía (1993) asusta un poco a los promotores, el último escollo que puede hacerlos demorar o hasta fracasar en su empeño.
Cuando un Trump o un Tishman o un Kline deciden acometer un proyecto monumental en Manhattan (al fin y al cabo, es difícil oponerse al desarrollo y a la libre inversión en la ciudad: el fantasma de la bancarrota urbana asusta más que la mala arquitectura), a la LPC siempre le queda la última palabra para defender la calidad ambiental de la ciudad y su herencia histórica. Cuando poco pueden hacer el Alcalde, la Municipal Art Society, el Urban Center, la Architectural League, el New York City Planning Commision, la Urban Development Corporation, los críticos y la opinión pública, el último baluarte son los dictámenes de la LPC.
Esta comisión pone trabas a proyectos de calidad dudosa, veta demoliciones, restringe acciones, inmortaliza edificios, calles o espacios urbanos, vigila nomenclaturas, vela por el decoro, congela fachadas, restaura, dictamina y controla sobre la ciudad, con tánta fuerza como el New York City Building Code. Hace tiempo que traspasó los límites de acción de una simple Junta de Patrimonio para ser la entidad que vigila por la calidad de todo lo urbano, moderno o antiguo. Merece la pena recordarlo hoy (1993), cuando estamos ante la inminente aparición de otra institución que se le podría parecer, el Museo Ambiental de Caracas, en el espíritu de la cual aspiramos sinceramente influir con esta historia.
Cuenta Barbaralee Diamonstein en su libro New York Landmark Buildings que todo partió del amor por unos pocos edificios.1 En los años sesenta, cuando la ciudad estaba quebrada y sufriendo la mayor crisis ambiental de su historia, un pequeño grupo de fanáticos de la arquitectura decidió reunirse para hacer una lista fundamental de los edificios y lugares notables que estaban en mayor peligro de desaparición por el abandono y la incomprensión. Eran los años en Nueva York cuando hablar de cultura urbana era todavía clamar en el desierto...
Con la lista en la mano, emprendieron el largo peregrinaje de las empresas, autoridades, periódicos y personalidades. Blandiendo la incuestionable bandera de la calidad de vida, la lucha empezó cuerpo a cuerpo. La LPC lo primero que logró recuperar fue la conciencia urbana de los neoyorkinos... de donde nace y reside su poder actual. Ocupando el vacío institucional en el área, el LPC pasó de ser la protectora de su grupo original de edificios y lugares para convertirse en una especie de mágica compañía ACME estatal para la urbe, con un mecanismo inapelable para cada problema ambiental, universalmente eficaz, temida e inexorable.
Y tomó la batuta sobre gran parte del mundo construido (esencialmente sobre todo lo que oliera a patrimonio): “Persistencia de la torre del Hotel Carlyle en Madison Avenue”, garantía de LPC; “Segmento preservado de la calle 54”, cortesía de LPC; “Veto contra espantosas adiciones al Museo Whitney”, esfuerzo de LPC; “Preservación de la arquitectura original de Central Park”, donación de LPC; “Contraorden de demolición del edificio de los Police Headquarters”, firmado LPC; “Obligación de uso reglamentario de materiales y estilo arquitectónico al este de la calle 72”, sellado LPC; “Recuperación de las farolas de hierro del puente de Brooklyn”, respaldado por LPC, etc... Grandes logros que comenzaron con una sencilla lista.
En esta misma página le ofrecemos al Museo Ambiental de Caracas una primera versión de esa Lista de Edificios y Lugares Notables... a manera de bienvenida.
NOTAS
1. Barbaralee Diamonstein. New York Landmark Buildings.
Cuando un Trump o un Tishman o un Kline deciden acometer un proyecto monumental en Manhattan (al fin y al cabo, es difícil oponerse al desarrollo y a la libre inversión en la ciudad: el fantasma de la bancarrota urbana asusta más que la mala arquitectura), a la LPC siempre le queda la última palabra para defender la calidad ambiental de la ciudad y su herencia histórica. Cuando poco pueden hacer el Alcalde, la Municipal Art Society, el Urban Center, la Architectural League, el New York City Planning Commision, la Urban Development Corporation, los críticos y la opinión pública, el último baluarte son los dictámenes de la LPC.
Esta comisión pone trabas a proyectos de calidad dudosa, veta demoliciones, restringe acciones, inmortaliza edificios, calles o espacios urbanos, vigila nomenclaturas, vela por el decoro, congela fachadas, restaura, dictamina y controla sobre la ciudad, con tánta fuerza como el New York City Building Code. Hace tiempo que traspasó los límites de acción de una simple Junta de Patrimonio para ser la entidad que vigila por la calidad de todo lo urbano, moderno o antiguo. Merece la pena recordarlo hoy (1993), cuando estamos ante la inminente aparición de otra institución que se le podría parecer, el Museo Ambiental de Caracas, en el espíritu de la cual aspiramos sinceramente influir con esta historia.
Cuenta Barbaralee Diamonstein en su libro New York Landmark Buildings que todo partió del amor por unos pocos edificios.1 En los años sesenta, cuando la ciudad estaba quebrada y sufriendo la mayor crisis ambiental de su historia, un pequeño grupo de fanáticos de la arquitectura decidió reunirse para hacer una lista fundamental de los edificios y lugares notables que estaban en mayor peligro de desaparición por el abandono y la incomprensión. Eran los años en Nueva York cuando hablar de cultura urbana era todavía clamar en el desierto...
Con la lista en la mano, emprendieron el largo peregrinaje de las empresas, autoridades, periódicos y personalidades. Blandiendo la incuestionable bandera de la calidad de vida, la lucha empezó cuerpo a cuerpo. La LPC lo primero que logró recuperar fue la conciencia urbana de los neoyorkinos... de donde nace y reside su poder actual. Ocupando el vacío institucional en el área, el LPC pasó de ser la protectora de su grupo original de edificios y lugares para convertirse en una especie de mágica compañía ACME estatal para la urbe, con un mecanismo inapelable para cada problema ambiental, universalmente eficaz, temida e inexorable.
Y tomó la batuta sobre gran parte del mundo construido (esencialmente sobre todo lo que oliera a patrimonio): “Persistencia de la torre del Hotel Carlyle en Madison Avenue”, garantía de LPC; “Segmento preservado de la calle 54”, cortesía de LPC; “Veto contra espantosas adiciones al Museo Whitney”, esfuerzo de LPC; “Preservación de la arquitectura original de Central Park”, donación de LPC; “Contraorden de demolición del edificio de los Police Headquarters”, firmado LPC; “Obligación de uso reglamentario de materiales y estilo arquitectónico al este de la calle 72”, sellado LPC; “Recuperación de las farolas de hierro del puente de Brooklyn”, respaldado por LPC, etc... Grandes logros que comenzaron con una sencilla lista.
En esta misma página le ofrecemos al Museo Ambiental de Caracas una primera versión de esa Lista de Edificios y Lugares Notables... a manera de bienvenida.
Landmarks Preservation Commision, Nueva York. Sello.
NOTAS
1. Barbaralee Diamonstein. New York Landmark Buildings.
Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, 12 de Diciembre de 1993.
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