viernes, 2 de marzo de 2007

L´Ennui




“…bastaba mirar cualquier objeto mucho rato,
para que se volviera interesante”.
Eugenio D’Ors. 1

I. Desde la chaise-longue
Inerte sobre un antiguo sillón de reposo frente a la Plaza Bolívar desértica y caldeada del apartado pueblo de Obispos, sombreada por las frondas de los samanes y de las palmeras, una mujer se abanicaba lentamente. Sus pensamientos iban y venían entre la próxima celebración en la capital de un nuevo capítulo de los Seminarios de Arquitectura Latinoamericana y las impresiones que le llegaban desde la plaza. Estas divagaciones no hacían sino hundirla aún más en el ensimismamiento enorme que durante toda la tarde había mantenido en la contemplación de ese paraje casi solitario.

“¡Oh, no: otro SAL!”, pensó para sus adentros. Un súbito sentimiento de incomodidad le hizo tornar el cuerpo hacia otra postura. Crujió el mimbre debajo suyo, interrumpiendo el silencio. Al cambiar de posición, podía contemplar un nuevo ángulo estático del pueblo. El calor producido por el esfuerzo aumentó su deliciosa somnolencia…

II. “Se dice pronto una pared blanca”
San Nicolás de Miras de Obispos es otra legendaria cuadrícula venezolana, construida en las frescas riberas de un río, esta vez sobre una llanura del piedemonte. Barrida por las guerras, ya no importan cuántas ni cuáles, incendiada, devastada, tiene la peculiaridad de que no conserva ningún edificio de más de veinte años, con la única y pasmosa excepción de la colosal iglesia colonial que encalla pesadamente como una magna nave al este de la plaza.2

Parece una metáfora del país arquitectónico. Una cohorte de casuchas se dan de la mano alrededor del vacío central del pueblo, haciendo parecer cuanto más solemne, más solitaria y más heroica la presencia erguida de la iglesia-buque. Nadie sabe porqué nunca volvió a construirse en el pueblo noble arquitectura semejante…

Absorta en esa visión asombrosa, la mujer siguió largo rato. Intentó dibujarla, pero se le escaparon sus proporciones. Al tiempo, la dulzura de la tarde y el abandono de la arquitectura contempladas laxamente desde la chaise-longue, le trajeron de nuevo la memoria del inminente coloquio. “Debería irme a Caracas”, suspiró. “No es justo que porque no me entusiasme el enfoque de los SAL sobre la arquitectura latinoamericana prefiera descortésmente quedarme aquí admirando esta iglesia… Mmm, pero cómo puede sacársele punta a estas paredes blancas. Qué colosales los contrafuertes laterales de la nave cuando le dan vuelta a las esquinas. Los quisieron hacer tan ricos volumétricamente, que su peso con los siglos ha hundido el cuerpo entero en la acera del frente. ¡Polvorienta iglesia de Obispos! Rica y pobre a la vez. Tan pobre es que, adentro, las velas las ponen en el suelo, y los bancos para los feligreses alcanzan sólo hasta la mitad. Como único mantenimiento, una viejita le pasa la escoba todos los días. ¡Doble austeridad de nuestra arquitectura!”

III. “Proscribo, que la única medida para su salvación, sea el tedio”
“Si los SAL, en vez de ocupar tanto trabajo en dilucidar los problemas de la herencia y de la identidad, siempre tan atosigados por la demografía, por la economía y por la política, perennemente afanados en develar los intríngulis de la modernidad vernácula, eternamente disecando las influencias de Le Corbusier hasta la saciedad, perdieran un poco su tiempo experto en este ejemplo de la arquitectura latinoamericana, minúsculo, perdido, abandonado, poético y prácticamente virgen, o en los miles que como él llenan todo el continente, ¿Qué mejor regionalismo crítico? ¿Qué mejor vanguardia?”

Y continuaba: “Gris, gris, gris es la imagen que emerge de la Arquitectura Latinoamericana presentada desde siempre en los SAL, y, no sólo la de ahí, sino la que se presenta por doquier. Una arquitectura que aunque magnífica, aburre; unas ciudades que, aunque gloriosas, fastidian; unos problemas que, aunque estimulantes, auyentan; unas personalidades que, aunque creativas, se anulan las unas a las otras”. La mujer, cambiando de pluma, reinició otro estudio de la portada-camapanario. “Me temo que habría que prescribirles como antídoto 'ni un movimiento, ni un pensamiento más', y que se detuviesen un poco aquí en Obispos”.

IV. El Colón de las Américas del Tedio
“¿Porqué tiene que aburrir Latinoamérica? ¿Porqué los libros que la presentan son tan feos, tan desanimados, porqué los congresos tan contaminados y cargados de complejos, porqué el intercambio está tan minado por el deber, y no puede ser luminoso, enamorado, libre, en todo sentido? ¿Porqué la falta de orgullo? No, sin duda, porque nuestros intelectuales de la arquitectura no estén capacitados y up to date. Si no, revísese por favor del año 88 el memorable número "América Sur", cuando la revista española Arquitectura & Vivienda los convocó a todos para hacer un especial de América Latina.3 Entonces aparecieron éstos, nuestros mismos señores de los discursos grises en el SAL, vestidos de luces, en brillantes tuxedos à la Versace, esgrimiendo un black tie impecable, pirotécnico y plenario, para desfilar en la plataforma internacional como se debe. Recuerdo los nombres de algunos de los artículos: "Laberintos intemporales"; "Formas flotantes, espacios fluidos"; "Paradojas de la utopía"; "Entre el espacio y el tiempo"; "Manzanas con frontón"; "La colina de las vistas" (título, además, formulado primero en inglés: A Hill with A View); "El bloque oblícuo"; "Superficies con carácter"; "Fragmentos de una ciudad en altura"; "Combinaciones de cuadrados." ¿Arquitectura de la Provence? ¿De Los Angeles? ¿De Madrid? ¡Qué América Latina tan distinta! ¡Qué crítica tan feliz y colorida, pero tan interesante y severa a la vez! Y Fernández-Galiano, triunfante, ¡como un Colón de las nuevas Américas del Tedio!

La mujer sobre la chaise-longue se enderezó. Dudó de su escepticismo, Había resuelto, finalmente, irse al SAL. “Como Eugenio D’Ors decía”, recordó, 'la gracia está en la limitación de las posibilidades y en la penuria'. Quizás nuestra gracia esté verdaderamente en nuestras limitaciones. Mejor me voy a hablarles sobre Obispos…”



La Iglesia de Obispos.




NOTAS
1. Eugenio D’Ors. Oceanografía del Tedio (1916), Jardín Botánico I, Cuadernos marginales. Tusquets Editores S.A. Barcelona, 1981.
2. Graziano Gasparini. Templos Coloniales de Venezuela, Obispos, Edo. Barinas, Ernesto Armitano, Editor, Caracas, 1976, pp. 211-213.
3. América Sur, Monografías de Arquitectura &amp, Vivienda, 13, Madrid, 1988.


Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, lunes 26 de Abril de 1993.


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