Gaudí: ¿sagrado u obsceno?
Gaudí fue modernista tanto como Hector Guimard en Francia o Hendrick Petrus Berlage en Holanda. Su exótica, extasiada y delirante arquitectura está igualmente enraizada en el liberador racionalismo estructural que preconizara Viollet-le-Duc desde sus Entretiens, basado en las “maneras verdaderas” del Gótico.1 Esa revolución necesaria, sumada a un momento histórico de fuerte nacionalismo cultural, hizo florecer el genio gaudiano; mas lo que lo hizo sublime fue su sed de alcanzar los placeres trascendentes a través de la arquitectura... No olvidemos que Gaudí significa gozo en catalán.
Cuando apenas cumplió treinta y un años le confiaron las obras de la Sagrada Familia, aunque su carrera mística ya estaba planteada en sus obras civiles. Mientras sus colegas atiborraban de ornamento sus edificios, haciendo caso omiso al horror vacuii victoriano, Gaudí manejaba un gusto enciclopédico de repertorios simbólicos, desde los del eclecticismo clásico de su formación, pasando por los de la heráldica medieval y los de la simbología religiosa, hasta los de la realidad natural. Era simbolista como los demás, pero sabio y solemne, lo que lo separará críticamente de la bella liviandad del restante movimiento laico.
Un moralismo y un misticismo totalmente góticos se irán adueñando de su alma. Adquirirá todas las connotaciones sagradas de lo que significa ser un “constructor de catedrales”, para terminar convirtiéndose en oficiante y ermitaño de su propia obra. La Sagrada Familia, ideada por otros, se troca en su “catequesis parlante”.
De dandy y agnóstico pasa a tener la imagen que todos confunden con la del simple beato. Mas la metamorfosis fue a la inversa: Gaudí había crecido por la arquitectura en la fuerza y la pasión del misticismo. De tánto depurar el proyecto de la catedral (se conocen tres proyectos de nave con secciones distintas) esta se hace ideal, pasión, “obra imposible”, siempre proclive de ser perfeccionada.2
Que Gaudí sea beatificado a un siglo de su epopeya, en realidad no agrega nada a su figura arquitectónica, pero hincha de orgullo las arcas de la Iglesia. La beatificación reconoce la sabiduría sagrada de su santo oficio: reconforta saber que diseñando también se puede llegar al cielo. Ensimismado completamente en su obra; de espíritu medievalista, introvertido y ocultista; libre y trabajando a plenitud; anciano, pobre, barbudo y feliz, Gaudí proyectaba un halo de santidad. Cuando por ese mismo estado de sublime distracción murió arrollado como un José Gregorio Hernández de la arquitectura, unas monjitas, que se ocuparon de cerrar su despacho en la iglesia, dieron fe del manoseado evangelio que le encontraron sobre la mesa de dibujo: el Diccionario de Arquitectura Medieval de Eugène Viollet-le-Duc.3
La Sagrada Familia (f. www.media.mit.edu/physics/projects/IP/bldg/bi/familia.jpg).
NOTAS
1. Eugène Viollet-le-Duc. Entretiens.
2. Constructor de catedrales.
3. E. Viollet-Le-Duc. Diccionario de Arquitectura Medieval.
Publicado en: EL NACIONAL, Caracas, domingo 6 de Septiembre de 1998; arqa.com:
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