miércoles, 22 de agosto de 2007

Eiffel Poscriptum

Puente sobre el rio Guarico, El Sombrero (f. Archivo Fundacion de la Memoria Urbana, 1930).




En 1995, se publicó en El Diario de Caracas el artículo "Eiffel sobre el Cuyuní." Este explicaba la leyenda que atribuye el viejo puente de hierro colgante en la carretera hacia la Gran Sabana a Gustave Eiffel. La historia de un guía de la zona, de “un barco de carga encallando una vez en el delta con un puente prefabricado, que aunque destinado a otra parte, vino finalmente a armarse donde menos se esperaba”, había sido suficiente para desatar una incontenible pesquisa.

La apetecible presencia de Eiffel en la región propiciaba forzar la realidad histórica (fuese la que fuese) y fabular entre lo posible y lo real. Habría que despertar el interés de los lectores, aguijonear su curiosidad. Tarde o temprano tendría que aparecer en algún rincón del país un testimonio que revelara la postrimera y única verdad, la cual, se esperaba, haría palidecer todas las demás.

Se anunció que “ninguna leyenda debería, por inverosímil que parezca, ser desatendida por nuestra imaginación”. Se anunció que se aplaudirían las labores de todo aquel que, como una vez Faulkner, guía turístico en Nueva Orleans, inventara tan bien las anécdotas sobre los históricos edificios, que terminaran formando parte de la historia. Ya la leyenda original había hecho rondar el fantasma de Eiffel por Guayana, lo cual de por sí era mucho.

Los lectores eran aconsejados de ir hacia El Callao, de hacer un alto al pasar el puente y revisar las viejas piezas prefabricadas de hierro hasta dar con el sello de la empresa de Eiffel. Las palabras que debían buscar eran

SOCIETE DE CONSTRUCTION LEVALLOIS-PERRET, o bien
GUSTAVE EIFFEL ET CIE.

A continuación, seguían las cuatro versiones (o cinco, si se suma la proporcionada por la imaginación del guía), atando los cabos sueltos en los libros de historia de la Ingeniería y de la arquitectura nacional y francesa y las biografías sobre el autor de la torre.

La primera comenzaba refiriendo el cuento de Lelièvre, el hombre más confiable de Eiffel, quien al establecerse en el Perú logró entusiasmar a su jefe de emprender la gran empresa de puentes, muelles e iglesias prefabricados para Latinoamérica. Allí se veía a la sociedad metalúrgica-constructora de Eiffel, fabricando y enviando cientos de estructuras de hierro a través del océano y de los ríos suramericanos, cada una despiezada en sus diferentes miembros de hierro fundido, con un manual de instrucciones para el ensamblaje y un costal de millares de pernos. Eiffel, acostumbrado a los negocios ultramarinos, confiaba con quitarle el monopolio a los ingleses, y ahora contaba con el bueno de Lelièvre para hacer puentes... incluso sobre el Cuyuní, si era necesario.

La segunda historia tenía su base en la históricamente cierta pasión que Eiffel sentía por la innovación y por el riesgo. Cada proyecto suyo era una proeza técnica de sofisticado dramatismo formal. Esto lo lleva a querer desarrollar puentes colgantes para exportar a las colonias, abandonando sus tradicionales puentes de vigas en treillis. La historia prosigue refiriendo cómo se obsesiona Eiffel con el pequeño puente de madera del Parque de Buttes-Chaumont, en París. Este detenta como quizás ningún otro el tipo de belleza al que siempre aspiró: la que proviene de la simplicidad de una estructura que se autodeclara. Muy pronto, Sudamérica se llena de puentes colgantes prefabricados que respiran la misma ligereza casi aérea del puente del Parque de Buttes-Chaumont.

En la tercera versión se seguía otra leyenda nacional que dice que los ingenieros venezolanos del siglo fueron geniales y magníficamente ilustrados, sólo que sus obras de arte se diluyeron entre las dificultades del medio y el paso del tiempo. Así, resultaría imposible pensar que el puente sobre el Cuyuní hubiera sido importado del extranjero. Esta saga de ingenieros eiffelianos proyectaron gran cantidad de obras que ahora están olvidadas, pero que no por ello son menos venerables. El seductor puente no podía ser sino una parte de esa meta o proto-arquitectura que fue la ingeniería de puentes y caminos... salido del proyecto de un ingeniero venezolano.

La cuarta y última versión hablaba de una fraudulenta empresa que vendía puentes ingleses con la firma de Eiffel. Eiffel había tenido problemas al final de su vida en Levallois-Perret. Al renunciar a su compañía, ésta cambiará su nombre de Gustave Eiffel y Cía. a Sociedad de Construcción Levallois-Perret, para vivir los años siguientes de la explotación de las patentes del Sistema Eiffel y de los ingresos de colonias francesas como la Guyana. Con el tiempo, el nombre Eiffel se convertiría en su mayor capital, por lo que al adquirir otros sistemas rentables, como el de los puentes colgantes, van a venderlos con su firma, engañando con ello a toda la inocente clientela colonial.

Publicada la página, sobrevino un silencio prolongado que duró varios días. Luego hubo dos únicas llamadas telefónicas, cada una trayendo consigo una versión que, realidad o ficción, son el mejor epílogo para la leyenda.

5. Quinta
"La llamada sonó en medio de la noche. 'El puente es de Eiffel', dijo sin preámbulos una voz desconocida. El hombre decía estar sentado frente a la pantalla de su computador, y en ella tenía los planos del proyecto del puente. Decía que podía apreciar con detalle sobre todo, los montantes verticales... el problemas de los esfuerzos, la tensión en los cables... había incluso fotografías que le habían llegado por el Internet a su email, desde Francia.

¿Cómo era posible que los franceses supiesen de la existencia del pequeño puente sobre el Cuyuní, y tuviesen archivada la documentación gráfica completa en una central electrónica de información de monumentos históricos... cuando aquí todo no salía del terreno de lo legendario? “Y no sólo éso”, respondió pomposamente la voz. “La embajada de Francia incluso ya ha reclamado oficialmente el puente a Venezuela, porque debe regresar, como toda obra de arte de todo maestro francés, a la nación francesa. Tengo noticias de que incluso, ya lo están desmantelando en este momento para llevárselo, como pasó una vez con el Puente del Guanábano, que actualmente se encuentra restaurado e impecable, luego de años tirado en el Guaire, funcionando como la atracción máxima en un parque del Canadá.”
Puentes robados a la patria, puentes desmantelados bajo nuestras propias narices, ante la indiferencia nacional. Parecía un aciaga segunda parte de la película aquella de El Robo de la Torre Eiffel. Pero, ¿cómo se habían enterado en Francia?

“Unos ingenieros de una compañía alemana que están construyendo el nuevo puente sobre el mismo río, se acercaron hace pocos meses con curiosidad profesional hasta el puente colgante en desuso, porque les quedaba cerca al suyo. Ellos dieron con la placa, y pasaron la información... y como aquí nadie lo quiere, ni se han interesado por restaurarlo...”
Entonces,
¡era verdad! Había que hacer algo, volar al Estado Bolívar, convocar una rueda de prensa, alertar al Canciller, al Presidente. Pero, primero, se necesitaba una prueba: tener una imagen del puente y de la placa reveladora. La voz explicó: “Lo siento, no puedo imprimir ni enviarle por fax la documentación, reconocerían en la oficina de Francia que he sido yo quien pasó la información, sería desastroso para mi reputación internacional, perdería crédito y confianza. Es como con la fuga de obras de arte, los Picasso, los Matisse, escapando entre los países. Esta es una obra de arte de Eiffel, entienda usted, es lo mismo, ellos la quieren, nosotros la tenemos... Todo debe ser confidencial.”
Entonces, ¿qué quería este hombre a cambio? ¿Para qué había llamado? “Soy restaurador de obras de hierro, y si el puente se queda en Venezuela, me necesitarán. Si se va, en cambio... Unámonos para no permitir la fuga de esta pieza monumental”. La conversación terminó. Nunca tuve una foto del puente, ni supe más del hombre.”

6. Sexta
“Mañana vamos a Santa Rosalía. ¿Quieres venir?”, dijo una voz familiar en el teléfono. “Pronto tumbarán la casa, y sacaremos el baúl con las cartas del ingeniero.” El baúl era propiedad del primer dueño de la antigua casa, Rafael Ruiz Bello. “Seguro que allí están las que le escribió Eiffel”. Una leyenda familiar contaba que el querido bisabuelo, ingeniero oriundo de la Parroquia Santa Rosalía, egresado de la Universidad Central, hombre ilustre y prolífico que llenó de sus obras el país, se carteaba nada más y nada menos que con el ingeniero de la torre por allá a finales del siglo XIX.

“¿Vendrás?” Tendría que darle una oportunidad a esta última historia. Fuí. Me dió dolor ver la casa en ruinas, lista para su demolición. Pero esta vez me interesaban más lo que podían esconder las gavetas, los anaqueles y las vitrinas llenas de polvo, que lo que ya era imposible salvar. Caminando bordeando el patio lleno de malezas, tropezamos con dos cajas llenas de libros. Los levantamos. Entre ellos destacaban unos grandes cartapacios enlazados: era el Traité d'Architecture de Monsieur Léonce Reynaud, editado por Vve.-Ch. Dunod et Bicq Editeur, en la Librairie des Corps des Ponts-et-Chaussés des Mines et des Telegraphes, 49, Quai des Grands Agustins, 49 París, 1.894. Allí estaban completas sus tres Parties: la de "Etudes sur l'esthétique, l'histoire et les conditions actuels des Edifices", la de los "Procédés et Matérieux de Construction" y la del "Aide-Memoire des Ingenieurs, des Architectes", etc. Abrimos esta última.

La vista de las láminas blancas, increiblemente inmaculadas a pesar del tiempo, empezaron a aparecer en sus gloriosas líneas negras: la planta del porche de la Iglesia d'Italie y el del Panteón de Roma; el Plan del Parque de Versailles, el del Palacio del Louvre y de las Tullerías y el de la Iglesia de San Marco en Venecia. Al final, luego de las Termas de Caracalla, el Teatro de la Opera de París y el alzado principal de Santa Sofía Constantinopla, venían los puentes: el Viejo Puente de Saint Michel en París, y las Elevations, Coupes et Détails del Puente de la Trinidad en Florencia, del Puente de L'Alma en París, del Puente de Augusto en Rimini y del Puente Sant'Angelo en Roma... Era como una señal. A la derecha estaba el baúl de madera. Pero como todo buen baúl, las llaves se habían perdido. Habría que esperar.

Días más tarde, la misma voz familiar me llamaba para decirme que habían logrado abrir el cofre, pero que las cartas en cuestión no aparecieron. Quedaba sin embargo, la esperanza de una inmensa vitrina llena de planos y papeles que aún estaba en la casa de Santa Rosalía. Registrarla sería laborioso, pero se haría pronto. "Paciencia". Pregunté si no había nada más de interés en el cofre. “Si”, respondió mi querido Watson: “Una relación escrita de su puño y letra de la contabilidad de unas obras que construyó. Pero no sé si te interesa: se trata del Puente de El Sombrero”.
La pesquisa había llegado asombrosamente a su fin. Los extremos se tocaban.Volvía a su punto de partida de hace año y medio, cuando Martín Vegas me aseguró que el Puente sobre el Cuyuní no era otro que el que estaba antes en El Sombrero. La leyenda, y la historia, esperan por la próxima apertura de una vitrina centenaria atascada en el corazón de Santa Rosalía.






Publicado en: Arquitectura, Revista Estilo, Caracas, 1997.



5 comentarios:

  1. Soy hijo del Ingeniero Civil Herman Stelling Plaza (Paco) y nieto del Ingeniero y Arquitecto, Herman Stelling Smith, Premio Nacional de Arquitectura, otorgado por el Instituto Nacional de Bellas Artes, en fecha 8 de Agosto de 1903.Tengo entendido por historias y anécdotas familiares que el Puente sobre El Cuyuní, es el mismo Puente de El Sombrero y oí en varias oportunidades, que fue mi abuelo quien lo transportó e instaló en El Dorado, cuando fungía como director Nacional de Obras del Ministerio de Obras Públicas alla por los años cuarenta.
    Alfredo Stelling Cróquer
    astelling@gmail.com

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  2. Apreciado Alfredo Stelling Cróquer,
    Gracias por su comentario y por dejarnos su email. Esta es una bella historia. Un dia, quisiéramos organizar una conversación con usted y con la Fundación de la Memoria Urbana. Volveremos a escribirle!
    Saludos,
    Hannia
    FUNDACION DE LA MEMORIA URBANA

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  3. Hola: Soy hija del ingeniero civil José Medina Orsoni, constructor del puente Angostura sobre el Orinoco... Soy también profesora universitaria en Cumaná y dicto cátedra de historia de la ingeniería en venezuela.. mucho aprecio su información sobre el puente sobre el cuyuni.. tuve la oportunidad de verlo este año (2012) y lamento su descuido. Le dejo mi correo (moremc@gmail.com) si llega a tener mayor información sobre el mismo que me ayude a ilustrar a mis alumnos sobre esta magnifica obra.
    Me encanto su articulo!!!

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  4. Hola: Soy hija del ingeniero civil José Medina Orsoni, constructor del puente Angostura sobre el Orinoco... Soy también profesora universitaria en Cumaná y dicto cátedra de historia de la ingeniería en venezuela.. mucho aprecio su información sobre el puente sobre el cuyuni.. tuve la oportunidad de verlo este año (2012) y lamento su descuido. Le dejo mi correo (moremc@gmail.com) si llega a tener mayor información sobre el mismo que me ayude a ilustrar a mis alumnos sobre esta magnifica obra.
    Me encanto su articulo!!!

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    1. Apreciada Mema,
      Gracias por su comentario y sus bellas palabras, que solo hemos leido hoy. Desde que hicimos estos textos nunca mas seguimos investigando sobre el puente. Que bueno seria que se hiciera una investigacion historica seria y se publicara un libro sobre el tema, para que se acabaran las especulaciones!
      Saludos,
      Hannia Gomez
      FUNDACION DE LA MEMORIA URBANA

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