¿El Hotel Tamanaco no es, acaso, un hito arquitectónico de Las Mercedes? (Postal. Archivo de la Fundación de la Memoria Urbana).
Hay quien dice que a los restaurantes se les puede catar de entrada probando la calidad de la mantequilla, el agua y el pan. El pan puede estar frío, el agua puede ser del grifo y la mantequilla saber a crema de afeitar. Entonces habría que renunciar a seguir. Pero si en cambio uno estira la mano y ya la panera cuando viene está caliente, el agua es mineral de fuente conocida y la mantequilla sabe a crema Chantilly, la comida lo más probable es que prosiga bien.
Tan buenos resultados da el método, que me atreví a enunciar uno propio: “A las Legislaciones Urbanas se les puede cantar de entrada probando la calidad del trato a la arquitectura y al espacio urbano”. Uno debe estar muy atento a: 1. Ver si éstos son mencionados; 2. Apreciar en qué cantidad, y 3. Con qué calidad. Si la ordenanza en cuestión cumple con estos tres requisitos, se puede abrir la boca tranquilo y tragarse el cuento completo.
Hace pocos días, en ocasión de la presentación pública de la Nueva Ordenanza de Las Mercedes, decidí probar. Fiel a la regla infalible, fui primero que nada a buscar el apartado “Arquitectura” entre las páginas prolijas en porcentajes. De hecho, allí estaba, prácticamente al comienzo del gordo legajo, bajo “Consideraciones arquitectónicas”. Constaba de algo así como cinco escuetas líneas, donde se nombraban ampulosamente los dos “Hitos arquitectónicos” de Las Mercedes: el edificio La Hacienda del ¡arquitecto Tomás J. Sanabria! (es de Diego Carbonell), y la bomba de Las Mercedes con su columna de ¡Cruz Diez! (es de Alejandro Otero). Me entró un ataque de risa: de dos, dos. Sendos y significativos traspiés, sin contar que por ninguna parte aparecían los demás edificios notables. Nada del Hotel Tamanaco, “el” hito mercedeño por excelencia, ni de la arquitectura vasca, la verdadera responsable del “sabor rosa” del barrio.
Habiendo la regla fallado aplicándola a la arquitectura, y ya llena de recelo, me fuí a indagar qué pretende hacer el gobierno local con los espacios urbanos. En la Nueva Ordenanza (aún no aprobada), este pedazo de ciudad es considerado básicamente un Gran Nodo Vial que Hay que Resolver a Como Dé Lugar. Tales urgencias, unidas a un insólito método de diseño urbano que yo desconocía (el “Cut & Paste”, sin duda producto de la era Cibernética), redundó en una ley de énfasis automotor que no es sino el duplicado actualizado de la Ley anterior. Su único sueño: satisfacer las presiones económicas de los propietarios con terrenos en la zona. Al espacio urbano se le purga del plan como a una plaga. La ordenanza repite lo que decía su antecesora, prácticamente sin pensar. Se diseña a posteriori, y no adelantándose a la forma de la ciudad. No hay aquí visiones de conjunto, no hay nexos urbanos con la ciudad alrededor, no hay sistemas de espacios públicos, no hay, en fin, un proyecto cualitativo urbano para Las Mercedes que use realmente sus oportunidades y potenciales.
Son los espacios urbanos los que faltan por “ordenar” en esta ordenanza. Lo que sí abundan son los subterfugios para conseguir más puestos de estacionamiento aún a costa de la calidad espacial de la calle (permisos para estacionamientos elevados que destruyen los pisos más nobles y públicos de los edificios, aún a pesar de que ya existen estacionamientos subterráneos que han demostrado su factibilidad y conveniencia, como el de la calle La Trinidad) y hasta de toda Caracas (la absurda propuesta de techar el río Guaire con carros y tarantines). Todo se reduce a metros cuadrados y “nodos viales” (éstos últimos despachados con rampas que cortan la trama urbana o con chatarras de elevados que nadie sabe por qué se empeñan en reciclar obstinadamente); todo queda en cuánto más podremos construir, dónde podremos integrar ahora más parcelas, dónde más podremos estacionar, y se nos quiere hacer tragar a cambio el gran gesto “proteccionista” de limitar a siete pisos la altura máxima de los edificios. La vieja propuesta para Las Mercedes, de usar los centros de las manzanas, por ejemplo, es como si no hubiera existido nunca.
Esa mañana en Paseo Las Mercedes, con los sentimientos heridos, las pasiones a rienda suelta y el corazón en un puño, vi en un segundo cómo este barrio desaparecerá de la faz de la Tierra. Sin ningún incentivo que propicie su conservación, la noble arquitectura del lugar que aún queda será barrida en un santiamén. La “Zona Rosa” se volverá “Zona Neo-Miami”. Sin una colectividad arquitectónica que reclame contra las acciones absurdas que se quieren emprender, los dineros públicos irán a parar a obras que sólo empeorarán la calidad urbana. Sin embargo, todavía estamos a tiempo para repudiar y luchar por la no aprobación de esta infame ordenanza. La batalla aún la podemos dar.
Entretanto, a mí no me queda más camino que tratar de purificar mi alma de éso que la tiene envenenada desde aquel día. Escribir para deshacerme de la pesadilla: dar la voz de alerta por esta columna del riesgo que están corriendo la arquitectura y la ciudad en Las Mercedes mientras intento disfrutar de la emoción estética.
Los griegos decían que haciendo catarsis uno puede deshacerse de las pasiones. Yo lo dudo.
Hay quien dice que a los restaurantes se les puede catar de entrada probando la calidad de la mantequilla, el agua y el pan. El pan puede estar frío, el agua puede ser del grifo y la mantequilla saber a crema de afeitar. Entonces habría que renunciar a seguir. Pero si en cambio uno estira la mano y ya la panera cuando viene está caliente, el agua es mineral de fuente conocida y la mantequilla sabe a crema Chantilly, la comida lo más probable es que prosiga bien.
Tan buenos resultados da el método, que me atreví a enunciar uno propio: “A las Legislaciones Urbanas se les puede cantar de entrada probando la calidad del trato a la arquitectura y al espacio urbano”. Uno debe estar muy atento a: 1. Ver si éstos son mencionados; 2. Apreciar en qué cantidad, y 3. Con qué calidad. Si la ordenanza en cuestión cumple con estos tres requisitos, se puede abrir la boca tranquilo y tragarse el cuento completo.
Hace pocos días, en ocasión de la presentación pública de la Nueva Ordenanza de Las Mercedes, decidí probar. Fiel a la regla infalible, fui primero que nada a buscar el apartado “Arquitectura” entre las páginas prolijas en porcentajes. De hecho, allí estaba, prácticamente al comienzo del gordo legajo, bajo “Consideraciones arquitectónicas”. Constaba de algo así como cinco escuetas líneas, donde se nombraban ampulosamente los dos “Hitos arquitectónicos” de Las Mercedes: el edificio La Hacienda del ¡arquitecto Tomás J. Sanabria! (es de Diego Carbonell), y la bomba de Las Mercedes con su columna de ¡Cruz Diez! (es de Alejandro Otero). Me entró un ataque de risa: de dos, dos. Sendos y significativos traspiés, sin contar que por ninguna parte aparecían los demás edificios notables. Nada del Hotel Tamanaco, “el” hito mercedeño por excelencia, ni de la arquitectura vasca, la verdadera responsable del “sabor rosa” del barrio.
Habiendo la regla fallado aplicándola a la arquitectura, y ya llena de recelo, me fuí a indagar qué pretende hacer el gobierno local con los espacios urbanos. En la Nueva Ordenanza (aún no aprobada), este pedazo de ciudad es considerado básicamente un Gran Nodo Vial que Hay que Resolver a Como Dé Lugar. Tales urgencias, unidas a un insólito método de diseño urbano que yo desconocía (el “Cut & Paste”, sin duda producto de la era Cibernética), redundó en una ley de énfasis automotor que no es sino el duplicado actualizado de la Ley anterior. Su único sueño: satisfacer las presiones económicas de los propietarios con terrenos en la zona.
Son los espacios urbanos los que faltan por “ordenar” en esta ordenanza. Lo que sí abundan son los subterfugios para conseguir más puestos de estacionamiento aún a costa de la calidad espacial de la calle (permisos para estacionamientos elevados que destruyen los pisos más nobles y públicos de los edificios, aún a pesar de que ya existen estacionamientos subterráneos que han demostrado su factibilidad y conveniencia, como el de la calle La Trinidad) y hasta de toda Caracas (la absurda propuesta de techar el río Guaire con carros y tarantines).
Esa mañana en Paseo Las Mercedes, con los sentimientos heridos, las pasiones a rienda suelta y el corazón en un puño, vi en un segundo cómo este barrio desaparecerá de la faz de la Tierra. Sin ningún incentivo que propicie su conservación, la noble arquitectura del lugar que aún queda será barrida en un santiamén. La “Zona Rosa” se volverá “Zona Neo-Miami”. Sin una colectividad arquitectónica que reclame contra las acciones absurdas que se quieren emprender, los dineros públicos irán a parar a obras que sólo empeorarán la calidad urbana. Sin embargo, todavía estamos a tiempo para repudiar y luchar por la no aprobación de esta infame ordenanza. La batalla aún la podemos dar.
Entretanto, a mí no me queda más camino que tratar de purificar mi alma de éso que la tiene envenenada desde aquel día. Escribir para deshacerme de la pesadilla: dar la voz de alerta por esta columna del riesgo que están corriendo la arquitectura y la ciudad en Las Mercedes mientras intento disfrutar de la emoción estética.
Los griegos decían que haciendo catarsis uno puede deshacerse de las pasiones. Yo lo dudo.
Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, lunes 23 de Febrero de 1998; arqa.com: http://1999.arqa.com/columnas/hanniag3.htm
No hay comentarios.:
Publicar un comentario