lunes, 3 de septiembre de 2007

Revisionismos en el ocaso

Pabellón de los Paises Nórdicos, Venecia. Sverre Fehn, 1962.




El agotamiento y la saturación informática que aqueja lastimosamente desde hace tiempo a la cultura arquitectónica global, mantiene a los salones, universidades y editoriales (cuando no arrojados a las más nihilista y autodestructiva de las posturas, que no obstante quiere reconocerse a sí misma como la vanguardia) respirando un desesperado y rebuscado aire revisionista. Revisionismo moderno, se entiende.

La tendencia es capturada al vuelo por los sagaces editores de Harvard Architectural Review, cuyo último número, dedicado a volver a mirar los edific
ios modernos que el siglo dejó de lado quizás demasiado pronto, como aquéllos de Kenzo Tange o los de Oscar Niemeyer, por ejemplo, atrapa, como un trompo en la uña, la ola mundial.1 Una onda descrita desde la maravillosamente árida exposición "El arte del ingeniero", que el Centro Pompidou inauguró este verano (1997) no se sabe si para justificar la inmoralidad cabalgante que significa mantener a diario la delirante carrocería de su propio edificio, hasta el sorprendente luto colectivo que desencadenó la reciente muerte del arquitecto Paul Rudolph, hasta hace poco considerado anatema del buen gusto y cuyos dibujos y prototipos son visitados, o mejor dicho, venerados por un concurrido público que desfila día a día por el Urban Center de Nueva York.

El desenterramiento por doquier de personalidades oscuras que puedan a Dios rogando -ésa es la esperanza- arrojar nuevas luces sobre la aventura ar
quitectónica del siglo, continúa como fuente última de novedad. Cada vez, los nombres suenan más subterráneos, como los de profetas largamente prometidos, como los de seres sacados de la lista anónima de una guía telefónica para darle vida a algún personaje de una novela: Vladimir Choukhov, Anatole de Baudot, Margarete Schütte/Lihotzky, Mart Stam. La condición de todo redescubrimiento es que el arquitecto sea históricamente incomprendido, remoto, vagamente ligado a las primeras vanguardias de la modernidad, y cuya vida no haya cristalizada en el estrellato. 

Otra fórmula en boga es la revisión contemporánea de una etapa proscrita de un personaje célebre, algo como si dijéramos el Villanueva Beaux-Arts. Así, vemos cómo el Instituto Holandés de Arquitectura “descubre” a Michel De Klerk, maestro de obra y dibujante, “segundón” a la sombra de Berlage, pero que ahora interesa por lo que tenga que decir sobre “esa otra cara de la modernidad”, que por hundir sus raíces en el Art Nouveau, en el Expresionismo y en las diversas tendencias orgánicas podría quizás recrear el discurso ya agotado de la Escuela de Amsterdam. O la muestra, también en el Pompidou, sobre el arquitecto japonés Kisho Kurokawa presentando, no como podría esperarse, sus últimos proyectos, sino su etapa Metabolista de entre 1965-70, esa rabiosa época plástica de las cápsulas y los helicoides y de los diseños para la Expo de Osaka del ´70 de la que -al menos yo- tanto abjuré. Hoy, la utopía parece prometérsenos en los planos olvidados de los artesanos-poetas y en el recorrido nostálgico por los grandes deslices de las figuras estelares del siglo.

Mientras, los arquitectos de la era del Realwelt dond
e Gucci ha resucitado, se debaten pendularmente entre dos corrientes que se reducen banalmente a: (a) la reinvención de la caja y (b) la destrucción de la caja. Caja primordial de la arquitectura del ocaso que ya ha sido demasiado rota, fragmentada, abatida, forrada, rotada, despellejada, descompuesta, simulada y descuartizada. Mas todo el mundo sabe que ya nadie más pasará a la historia con los Box Blues. Porque ¿cuántos Mies y cuántos Livios Vacchini caben en un siglo? Un inmenso cansancio agobia y ronda el planeta arquitectónico, ese planetaurbe.com fatigado de copiar hasta la saciedad las maneras de sus ídolos máximos, gélidos, crípticos y traslúcidos, como los suizos Herzog & De Meuron, o de bailar al son Techno de pastores maquiavélicos y transgresores como el holandés Rem Koolhaas. En las librerías, copias infinitas de catálogos de una igualmente infinita lista de arquitectos desconocidos de todas partes, cuyas arquitecturas todas parecen iguales, llenan los estantes. Sus letras, ilegibles, parecen una metáfora de su falta de contenido. Nada asombra en el maremágnum del facsímil…

No es de extrañar entonces la convocatoria simultánea por nuevos y blandos antihéroes que se dejen matar por nosotros en el vacío sideral. Bruce Willis que combatan un mundo, como dijera un editorial reciente de L’Architecture d’Aujourd’hui, “donde una suerte de perversión de lo sublime favorece el terror, sin dioses y sin presencia”.2
Paladines eternos, eso sí, que venzan las modas perecederas que hacen inexorablemente caducar un puente de Calatrava o un museo de Tadao Ando en el abrir y cerrar de una estación.

Sverre Fehn, el nuevo depositario de los máximos galardones de la arquitectura de este año, el Pritzker y el Heinrich Tessenow, representa muy bien este nuevo tipo de poeta nunca reconocido cuya obra había pasado sin pena ni gloria. Entre las trémulas viguetas de concreto por las que se cuelan los troncos de los árboles del pabellón de los Países Nórdicos en los Giardini di Castello, pareciera flotar también el aliento débil de nuestras almas.

Hostigados, desplazados, virtualmente enloquecidos y alienados de todo territorio, los arquitectos del ocaso del siglo se aferran como a una tabla de salvación de unas pocas vigas de concreto que dejan pasar en un simple gesto de una aún
más simple poesía, la luz veneciana. Pero, ¿qué más les queda, si la intelligentsia internacional, convocada en el concurso para la ampliación del MoMA, dió muestras de su soberbia estupidez, plagando de croquis insulsos las salas del Departamento de Arquitectura y Diseño del museo, solo para concluir por unanimidad que lo único que se les ocurre es destruir el noble Hotel Dorset y despreciar para siempre el contexto?

La única alternativa, por ahora, parece ser esta melancólica contemplación del propio ombligo… mientras cae el sol.

Pabellón de los Países Nórdicos (f. http://architourist.pbwiki.com/).




NOTAS
1. "Volver a mirar", Harvard Architectural Review, 1997.
2. L’Architecture d’Aujourd’hui, 1997.



Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, lunes 5 de Octubre de 1997.

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