Mañana (30 de mayo de 2000) es el centenario de Carlos Raúl Villanueva, o, como preferimos llamarlo muchos, su cumpleaños. Es grato constatar el afecto que la comunidad arquitectónica venezolana mantiene vivo para con su mayor maestro y observar cómo no han faltado preparativos para la celebración a pesar de la adversidad.
Durante todo este año se suceden los actos conmemorativos sobre la obra y la figura de Villanueva. Todos se suceden sin aspavientos, pero con sentimiento. El revuelo es discreto, pero generalizado, y el entusiasmo ha llegado a trascender hasta la colectividad... De todo, lo que más alegría da es ver cómo poco a poco se van llenando, ¡finalmente!, los vacíos en torno a su legado, esas lagunas tan viejas y vergonzosas que nos ostigaron por años, y que ahora parece que se van evaporando con el afianzamiento de la preocupación por la restauración física de su obra, el reconocimiento internacional de su status, la lucha por la conservación de su patrimonio. Muchos trabajan para llenar esos vacíos del semiolvido, y es gratificante sentir que el orgullo por Villanueva renace con nuevas formas, sin las fatigas del pasado.
Durante todo este año se suceden los actos conmemorativos sobre la obra y la figura de Villanueva. Todos se suceden sin aspavientos, pero con sentimiento. El revuelo es discreto, pero generalizado, y el entusiasmo ha llegado a trascender hasta la colectividad... De todo, lo que más alegría da es ver cómo poco a poco se van llenando, ¡finalmente!, los vacíos en torno a su legado, esas lagunas tan viejas y vergonzosas que nos ostigaron por años, y que ahora parece que se van evaporando con el afianzamiento de la preocupación por la restauración física de su obra, el reconocimiento internacional de su status, la lucha por la conservación de su patrimonio. Muchos trabajan para llenar esos vacíos del semiolvido, y es gratificante sentir que el orgullo por Villanueva renace con nuevas formas, sin las fatigas del pasado.
Pero hay algo aún mejor. No obstante este ambiente de tan afanosa recuperación, flota en el aire una extraña atmósfera muy interesante de reseñar. Esta atmósfera cobija a todos por igual como una especie de embriagante niebla tenue y envolvente que se está convirtiendo quizás en la más importante consecuencia de los esfuerzos de este centenario... ronda por las aulas, invade los pasillos de la escuela y las salas de los museos, envuelve las páginas de los periódicos y de las revistas, y va de boca en boca, flotando como un murmullo inaudible: es la conciencia creciente de lo inconmesurablemente desconocido que aún resulta Villanueva.
Villanueva, el Gran Desconocido. Esto piensan los entendidos, quienes tras haberle dado la vuelta en sus manos a las recién hechas maquetas de éste o aquél edificio, encuentran sorprendidos insospechados efectos espaciales; esto es lo que anida en los ojos estupefactos de los operadores, cuando alimentan los ordenadores con datos de la arquitectura de Villanueva y su tarea les empieza a parecer compleja e inagotable; ello es lo que está en el ánimo de los investigadores, quienes siguen tropezándose a cada paso con nuevas obras del arquitecto y con floraciones inesperadas de la inconfundible rúbrica CRV entre los anales de los depósitos de planos y en los registros de obras de viejos ministerios y compañías de construcción del siglo pasado; es la conciencia que domina el Mouse de los arquitectos dibujantes de auto CAD que digitalizan las líneas de los proyectos y se abisman de unas composiciones que nunca habían conocido tan profundamente, com ahora; esta la conciencia que perturba la mirada inquisidora de los críticos que reencuentran sus viejos planos aquí o allá y se lamentan de no haber visto antes, de no haber dicho antes, de no haber descubierto antes...
De no haber vislumbrado antes Las Ciudades Invisibles de Villanueva: las de las intrigantes liasons de las arquitecturas con las artes; las de las tramas sembradas indeleblemente entre las líneas cruzadas de sus apuntes; las curatoriales posibles; las que navegan geográficamente entre las ciudades de la realidad y las de la ficción. Las irreverentes, las mestizas, las bizarras, las oscuras, desterradas todas del discurso por los puristas; las de autor, que han sido construidas íntimamente en lo profundo del alma de sus allegados; las Benjamineanas, que se esbozan en los portales de cada pasaje de sus cuadernos; las fugitivas, que aún no han aparecido de tan perdidas que están entre los archivos.
Las inéditas, que ningún editor acucioso se atreve todavía a explorar. Las no-fotogénicas; las intraducibles; las robadas, que permanecen ocultas y despedazadas en las arcas de cientos de ruines Fantomas; las biográficas, a la espera de quien quiera escribirlas; las borradas por el paso del tiempo, cuyas formas arquitectónicas y urbanas se encuentran viscosamente desdibujadas, ruinas fantasmagóricas sepultadas tras varios capas arqueológicas de hongos, arrumadas en la oscuridad de un archivador metálico; las francesas, las españolas y las italianas, todas esperando tras el paravent, el abanico y la máscara; las irresistibles, que son las que habitan en la tradición oral del pueblo; las dibujadas, las incomprensibles, las incomprendidas y, por supuesto, la Ciudad de las Torres: la no construida.
Una vez las tuvimos la suerte de tenerlas todas juntas concentradas en un mismo recinto de arte contemporáneo... pero de éso hace ya varios años, y la memoria es fugitiva. Por ello es que su niebla inquietante nos ronda... y aunque hoy sigamos adorando las magníficas fotos de Paolo Gasparini, Las Ciudades Invisibles Villanueva, de haber estado tánto tiempo atrapadas allí, quieren ya escaparse de su archiclásica mirada para caminar libre por los infinitos passages de sus imaginarios anunciados.
Villanueva, el Gran Desconocido. Esto piensan los entendidos, quienes tras haberle dado la vuelta en sus manos a las recién hechas maquetas de éste o aquél edificio, encuentran sorprendidos insospechados efectos espaciales; esto es lo que anida en los ojos estupefactos de los operadores, cuando alimentan los ordenadores con datos de la arquitectura de Villanueva y su tarea les empieza a parecer compleja e inagotable; ello es lo que está en el ánimo de los investigadores, quienes siguen tropezándose a cada paso con nuevas obras del arquitecto y con floraciones inesperadas de la inconfundible rúbrica CRV entre los anales de los depósitos de planos y en los registros de obras de viejos ministerios y compañías de construcción del siglo pasado; es la conciencia que domina el Mouse de los arquitectos dibujantes de auto CAD que digitalizan las líneas de los proyectos y se abisman de unas composiciones que nunca habían conocido tan profundamente, com ahora; esta la conciencia que perturba la mirada inquisidora de los críticos que reencuentran sus viejos planos aquí o allá y se lamentan de no haber visto antes, de no haber dicho antes, de no haber descubierto antes...
De no haber vislumbrado antes Las Ciudades Invisibles de Villanueva: las de las intrigantes liasons de las arquitecturas con las artes; las de las tramas sembradas indeleblemente entre las líneas cruzadas de sus apuntes; las curatoriales posibles; las que navegan geográficamente entre las ciudades de la realidad y las de la ficción. Las irreverentes, las mestizas, las bizarras, las oscuras, desterradas todas del discurso por los puristas; las de autor, que han sido construidas íntimamente en lo profundo del alma de sus allegados; las Benjamineanas, que se esbozan en los portales de cada pasaje de sus cuadernos; las fugitivas, que aún no han aparecido de tan perdidas que están entre los archivos.
Las inéditas, que ningún editor acucioso se atreve todavía a explorar. Las no-fotogénicas; las intraducibles; las robadas, que permanecen ocultas y despedazadas en las arcas de cientos de ruines Fantomas; las biográficas, a la espera de quien quiera escribirlas; las borradas por el paso del tiempo, cuyas formas arquitectónicas y urbanas se encuentran viscosamente desdibujadas, ruinas fantasmagóricas sepultadas tras varios capas arqueológicas de hongos, arrumadas en la oscuridad de un archivador metálico; las francesas, las españolas y las italianas, todas esperando tras el paravent, el abanico y la máscara; las irresistibles, que son las que habitan en la tradición oral del pueblo; las dibujadas, las incomprensibles, las incomprendidas y, por supuesto, la Ciudad de las Torres: la no construida.
Una vez las tuvimos la suerte de tenerlas todas juntas concentradas en un mismo recinto de arte contemporáneo... pero de éso hace ya varios años, y la memoria es fugitiva. Por ello es que su niebla inquietante nos ronda... y aunque hoy sigamos adorando las magníficas fotos de Paolo Gasparini, Las Ciudades Invisibles Villanueva, de haber estado tánto tiempo atrapadas allí, quieren ya escaparse de su archiclásica mirada para caminar libre por los infinitos passages de sus imaginarios anunciados.
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