martes, 5 de agosto de 2008

Domicilios

La Maison de Balzac, entrada por la rue Berton, por Eugène Atget, 1913 (f. Musée Carnavalet. PMVP, cliché Briant).




“Yo habito en una pequeña calle
que usted sin duda no conoce…”
Honoré de Balzac.1

En el número 47 de la rue Raynouard del barrio de Passy, está la casa de Honoré de Balzac. Adentro, un plano colgado en un pared del salón, el “Nuevo Plan completo de París”, le indica a los visitantes el peregrinaje que el novelista hiciera por la ciudad a través de sus diferentes domicilios: “desde la mansarda de la rue de Lesdiguières, evocada en La piel de zapa y Facino Cane, hasta la última morada de la rue Fortunée, hoy rue Balzac”.2 De todas ellas, pareciera ser la de la rue Raynouard (esa calle que, como escribiera Gérard de Nerval en 1850, “costea los altos de Passy dando sobre la planicie de Grenelle, la Isla de los Cisnes y el Campo de Marte”, la que más se mereció ser escogida como santuario del escritor, y en esto tienen que ver sin duda sus singularidades urbanas y habilidades arquitectónicas, colgada como está de un flanco de la colina que mira a lo lejos sobre todo París.

Como la casa de Víctor Hugo, que se halla inserta en el interior de una esquina de la Place des Vosges, ambos domicilios transpiran la personalidad y el estilo de sus dueños, y los revelan deliciosamente con matices como solo la arquitectura puede hacerlo. En estas casas el inquilino ya nunca cambiará, para fortuna de la ciudad. Aquel apartamento del Marais muestra un mundo interior, diseñado, casi pintado, de cuartos sucesivos arreglados con inteligencia que se potencian por la proximidad del espacio urbano más exquisito de la ciudad; en tanto que esta casa-cabaña situada entre el señorío de Passy y el de Auteuil, es una casa ambigua, de doble cara, con dos fachadas y dos puertas, que nos sorprende por la grácil destreza con la que salva la pronunciada pendiente de casi treinta metros hasta la rue Berton, donde tiene su segunda entrada (usada por Balzac para escapar de sus acreedores). Nerval llegó a bautizarla como “feliz casa inversa”, la cual recordaba diciendo: (al llegar) "…nada de casa frente a uno. Un muro, una puerta verde y un timbre. En el segundo piso bajando reencontramos la logia inicial, mas quedan aún dos pisos. En el último nivel, uno se encuentra en un patio. Dos bustos de tierra cocida indican al fondo la residencia del novelista. Una vez la puerta abierta, un olor delicioso habla del aroma del hombre de gusto, como aquel olor de manzanas verdes del que se habla en el libro de Salomón”.

Allí, como unos intrusos redimidos por el tiempo y la ausencia, vamos en busca de ese espacio que es la clave de todo el entorno: el gabinete de trabajo del escritor. Balzac lo conmemoraba con un símbolo que quedó grabado en otra de sus casas: el emblema de una cabra amarrada a una estaca. El gabinete da al sur, junto al jardín donde él recogía las lilas y las primeras violetas “venidas al sol de París en esta atmósfera de gas carbónico donde las flores y los libros se dan como champiñones”. Al decir de la guía de la Maison de Balzac, decenas de millares de líneas fueron escritas sobre este pequeño escritorio. El gabinete, “tenso de terciopelo rojo” conservado idéntico con sus muebles originales, permiten imaginar al escritor en bata, “anclado” a su pequeña mesa, que fue, como él escribió en 1834, “testigo de mis pensamientos, de mis angustias, de mis miserias, de mis aflicciones, de mis alegrías, de todo!”. 

Balzac disponía de cinco piezas: a la derecha el comedor, situado frente a la entrada, el dormitorio, el salón y el gabinete de trabajo en enfilade; a la izquierda, detrás de la cocina, el dormitorio para los amigos. La “cabaña de Passy” fue el lugar de un trabajo intenso; Balzac corrigió allí el conjunto de La Comedia Humana y escribió algunas de sus más grandes obras maestras: Un negocio tenebroso, Ursule Mirouët, Esplendores y miserias de las cortesanas, La prima Bette, El primo Pons… Llena de sus objetos personales –que cada día más el museo recupera- retratos esculpidos y pintados, mármoles, bronces, medallones, medallas, cartas, yesos… asemeja, como Balzac quería, “exactamente un Louvre”. Hoy, además de este patrimonio crecientemente recuperado, cuenta en la planta baja con una biblioteca, un centro de investigación y de estudios balzacianos y románticos, que multiplican exposiciones y publicaciones y enriquecen cada año sus fondos.

Escribía una vez Javier Marías que las almas insisten “en volver a los sitios que conocieron cuando fueron mortales”. Y si es verdad que vuelven, uno podría temer qué puede ser de una ciudad donde los mejores espíritus son pocas veces conmemorados y por ende menos percibidos, una ciudad donde las casas que éstos habitaron desaparecieron o están cambiadas “y en ellas hay inquilinos que ni siquiera saben de su existencia pasada, ni la conciben”.3 Una urbe sin peregrinajes, ni santuarios.

Mirando desde la puerta el gabinete de Balzac, en cambio, podemos imaginarlo escribiendo “…a las ocho de la mañana, bajo los rayos de un bello sol que entra por la izquierda y que envuelve de un manto rojo el estudio, los cortinajes y los papeles”.4 Y nos preguntamos: ¿dónde están las casas de nuestros escritores más queridos? ¿Qué queda de ellas? ¿Cuáles fueron los domicilios de Teresa de la Parra, de Rómulo Gallegos, de Juan Liscano o de Arturo Uslar Pietri, por nombrar solo unos pocos, donde podamos ir e indagar cómo habitaban, o si esas arquitecturas marcadas guardan alguna clave para nosotros? ¿Están en Caracas las bibliotecas destinadas a emigrar, las colecciones condenadas a esparcirse, los muebles a repartirse, la memorabilia a desintegrarse, las arquitecturas a ser habitadas por “hombres y mujeres que creen que el mundo comenzó con su nacimiento”?

Balzac, en Passy, se vanagloriaba diciendo: “yo habito en una pequeña calle que usted sin duda no conoce…”.5 Recorrer la ciudad, seguir el plano, y llegar lejos hasta finalmente encontrar estos domicilios es un placer inmenso que le queda reservado solo a las ciudades que han sabido entender el secreto de las arquitecturas rondadas por el genio.

Vista del jardín de la Maison de Balzac desde la escalera que lleva a la rue Raynouard. Paris, XVIe arrondisement (f. www.paris.fr, 2007).



NOTAS
1. Maison Balzac. Guide Général, Paris-Musées, Paris, 1991.
2. Maison Balzac. Guide Général, Op. Cit., 1991.
3. Javier Marías. Cuando fuí mortal, Alfaguara, Madrid, 1996, p. 85.
4. 5. Ibid, 1991.



Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, lunes 23 de abril de 2001.




No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Related Posts with Thumbnails