Agencia VIP Banco Unión, La Castellana. Abraham Coriat, 1998 (F. Archivo Fundación de la Memoria Urbana).
Lo conocí de una manera muy peculiar. Me lo señalaron en la facultad diciendo: "Ese es Abraham, está en séptimo semestre", pero (y bajaron sigilosamente la voz, con cierto respeto) "ya es un arquitecto". Yo, que ya cursaba cuarto, no comprendí en absoluto el asunto. ¿Es que uno un día era un simple estudiante de arquitectura para el siguiente vivir, sin previo aviso, la radiante mutación?
Desde entonces, una veneración recóndita empecé a sentir hacia su trabajo, escaso y oculto, pero continuo y seguro; trabajo como de eremita, o mejor, como de elegido, como de ratón de biblioteca (preferiblemente de libros de Louis I.. Kahn), de corazón latiente en un rincón oculto de la ciudad. Si seres como éste diseñan todavía, lejos, perdidos por entre los antros tumefactos de la Avenida Urdaneta, algún consuelo nos queda… Basta un justo para que no se pierda toda la ciudad… por no decir toda la comunidad.
Es por éso que hoy quiero dedicarme a llorar –y me estoy convirtiendo en una plañidera irredimible- por la pérdida de la más inminente víctima que van a cobrarse la ignorancia y el desprecio por la buena arquitectura de Caracas. Hoy ya no se trata de un edificio antiguo, no de un vestigio del pasado remoto y legendario, sino de una obra reciente: la Agencia VIP del Banco Unión en la Avenida Principal de La Castellana (1993-98), de Abraham Coriat, arquitecto, con María Eugenia Sajía y Francisco Silva como colaboradores. Sus propietarios la han vendido como si fuera un árbol más de los existentes en el sitio junto con el terreno, a los dueños de Automercados Plaza. Poco tiempo le queda al que fuera nuestro único remanso arquitectónico en la zona… Y por éso les digo: corran, corran a por sus cámaras.
He visto a mis amigos suspirar ya nada más por el minimalismo de la reja perimetral, que el propio Abraham califica hecha de "nada de nada". Muchos habían incluso soñado con tomar la agencia para usarla como Centro de Arquitectura, tan ajustada les parecía en su proclama tectónica de muros de ladrillo-concreto y de alados aleros de ajustadas proporciones. Toda una generación de nosotros ha gustado de aleros como ésos, pero pocos los hemos logrado tan bien. Pregúntenle a quien quieran. La agencia, estoica en su belleza y en su incomprensión, abandonada a su suerte, cubiertos sus pisos de concreto -que habían sido amorosamente martillados durante todo un año- de las hojas secas de los árboles, es la imagen misma de la mejor arquitectura del país… escasa y exquisita. Hace poco la tuve como primera opción a candidata por Venezuela al Segundo Premio Mies de Arquitectura Latinoamericana, pero por su fecha de conclusión quedaba fuera del lapso establecido. Algunos lo llaman destino… Pero dedíquémonos mejor a contar el proyecto. Quedan poco espacio, tiempo y…
La Quinta Chaguaramo era una casa abandonada que había servido de lugar de temperar, como una especie de estancia. Cuatro parcelas fueron integradas para acogerse a la zonificación R-4, Código PC3, donde si uno mantiene la estructura original de las casas, puede hacer un comercio local. Pero Abraham no se contentó simplemente con mantener lo existente, sino que quiso "hacer su lectura" y rendirle un homenaje a la casa. Así se estableció entre lo nuevo y lo viejo esa conversación inteligente y creativa que distingue a los discursos arquitectónicos contemporáneos de altura y que tánta falta hace que se produzca más en nuestra nueva arquitectura.
La quinta, simple como era, tenía sin embargo un cierto carácter, de volúmenes claros y fragmentos destacados. "Yo leí éso", dice, y para "tratar de mantener su personalidad original, empecé por reconstruir la pérgola pobre de maderas gruesas, ese residuo de pérgola campestre", en la arcada de acceso a la agencia. Obsesionado con la geometría desde los tiempos en que trabajaba con Carlos Gómez de Llarena, Abraham la organiza y reconoce las simetrías existentes, trocando todas las partes, tanto viejas como nuevas, en "piezas" que se componen entre sí y están referidas todas a un gran muro de ladrillo de fondo de cinco metros de alto y ochenta centímetros de espesor al que "todo se ata": el segundo elemento primordial del partido. Aunque la construcción fue de "Re-Fast Track" (proyecto y construcción al mismo tiempo, de un modo más rápido de lo normal), el trabajo logró producir quinientos preciosos planos, donde aparecen registrados todos los pormenores por los que deseemos preguntar, desde los despieces de los marcos de madera, de los vanos, de las fachadas en ladrillo-concreto, de los dinteles, de los goteros metálicos y de los canales de agua de lluvia, hasta toda la arquitectura interior, la señalización, el mobiliario o la iluminación.
Un comentario final merecen el tema de los muros, que ya venía implícito en la Quinta Chaguaramo, y que aquí es desarrollado con una habilidad casi poética. La casa original era toda de ladrillo de carga. "Honrando los muros de carga", los nuevos muros fueron trabajados con cinco bandas de ladrillo de cinco centímetros intercaladas con bandas de concreto que permiten que hagamos una lectura tangible de la superposición de los dos edificios. Los ladrillos antiguos, de esta manera puestos en evidencia, guardan para el lector atento la revelación de las hermosas marcas de sus fabricantes originales… un regalo también Minimal dejado por un arquitecto que con modestia se precia -¡imagínense ustedes!- de "no saber hacer arquitectura liviana".
Agencia VIP Banco Unión, La Castellana. Abraham Coriat, 1998 (F. Archivo Fundación de la Memoria Urbana).
Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL. Caracas, lunes 11 de junio de 2001.
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