1. Calistenia
La crítica no se me ocurrió a mí. Fue la sagaz observación de un grupo de jóvenes arquitectos norteamericanos, quienes recorriendo Caracas hace pocas semanas (2001) no paraban de decir "Oh: LOOK! ¡Miren esos balcones! ¡Parece que tomaran esteroides!".
Ibamos por Caracas haciendo el Sightseeing Tour de las arquitecturas recientes, tal y como ellos querían y yo me esforzaba en lograr. Algo difícil en una ciudad inmersa en una crisis que ha durado por demasiado tiempo y donde lo que más escasea es justamente el tipo de arquitectura suntuaria de alta factura que ellos estaban buscando. Cosas como nuevas sedes de bancos, torres de oficinas de sofisticados detalles, casas y edificios multifamiliares de tendencia, locales comerciales y restaurantes fashion, la clase de goodies más apetecibles a ser degustados por sus graficultos paladares.
De “ojo mediático” habría que designar al del arquitecto informado de hoy, calibrando intermitentemente cada pequeña inflexión de los estilos y recodificando cada nuevo encabritamiento de los vicios de la forma a su paso por la ciudad. Y allí estaban los frescos juicios de estos jóvenes pares de ojos que yo conducía visualmente por entre la fábrica caraqueña: divertidos ante las formas inyectadas de colágeno, hinchadas de polímeros, duras y built-up de las musculaturas broncíneas de nuestra arquitectura reciente. Mediante una calistenia sostenida, en los entretelones de los nuevos gimnasios de la forma, la arquitectura moderna caraqueña le ha sacado el cuerpo a la ligereza, la esbeltez y al garbo de antaño.
2. Working out
Pero volvamos a aquellos balcones. El nuevo gusto popular al parecer apunta hacia el ideal de una arquitectura anti-tectónica tipo Charles Atlas, desde cuyas pesadas fachadas cayendo a plomo hasta el suelo (revestidas hasta el último rincón, de acuerdo a la mediatizada versión local del lujo, en ladrillo, en granito o en aluminio porcelanizado) brotan abruptamente toscas protuberancias musculares, sin articulación ni detalle alguno que las matice, terrazas como quien dobla bruscamente un codo, volumetrías como quien flexiona una rodilla de golpe. El papeado cuerpo arquitectónico resultante luce sin sesos, su mole cabeza de chorlito se eriza de formas baratas en una demostración hercúlea de simplezas, mientras que los subyugados clientes exclaman delirantes "¡Bravo! !Bravo!".
El cliché de la musculatura y el karma de la pesadez sorprenden en su reiteración por toda la ciudad. Los biceps de concreto, en sus múltiples versiones y formas, tríceps curvilíneos, sartorius alongados, trapecios tensados, están dirigidos a anular nuestra búsqueda de la calidad arquitectónica en una operación asquerosa que la intenta suplantar con efectismos formales de la peor ralea. Es el último grito del oropel arquitectónico haciéndose pasar por diseño, y vendiéndose pomposamente como tal desde las vallas. Una “arquitectura” que apela a nuestros más bajos instintos…
Los edificios se diseñan como en un juego elemental de bloques de madera para niños: bastan tres ideas mediocres. Curva, arco, brazos; o bien, ángulo, puente, bloque; o "L", doble altura, plaza... Y ya. Listo. Hecho el banal proyecto, el edficio pasa al “gimnasio” digital, para que a base de una dieta de hormonas se hinche bastante y pueda llegar a llenar el terreno completo… y las expectativas también. En el gym computarizado, experto en blow-ups, les sacan a los débiles y enclenques diseños afuera el gato, les bombean impúdicamente el teres mayor, les hacen voluminosamente ostentar sus bobadas para que parezca que muestran la espalda perfecta, y, bombeando, van llenando las calles de las brutalistas arquitecturas de la brutalidad, alardeando del gran trapecio del ducto de basura, del glúteo máximo de la torre de ascensores, de los abdominales inferiores de los piani nobili vueltos estacionamientos, del bíceps femoral de sus expresionistas garitas de vigilancia, mientras que en sus fachadas todos los balcones continúan pumping up, todas las cornisas siguen stretching out, al ritmo de un mercado inmobiliario hecho de dealers, compradores y vendedores todos fanáticos del spinning.
Las tres pobres ideas originales llenan así, de un salto, el espacio de la parcela, haciéndose pasar por arquitectura, aunque en alas y brazos y en cuerpos principales se les vean las marcas de las agujas hipordérmicas donde les fueron inyectados todo tipo de aminoácidos, hipercalóricos, hiperproteínicos, y hasta yohimbinas si fuera necesario para que le echaran pierna al asunto y lograsen los músculos definidores y las expectativas de fuerza e imagen que el cliente quería. Presto: arquitectura.
3. Muralla no... Mireya
Lejos están los tiempos en que para cada parte de un edificio había una teoría, una idea y una solución constructiva. Ibamos por la calle estudiando el catálogo de ideas con el que completábamos nuestra educación como arquitectos. Salíamos a la ciudad armados de lápices y de libretas y nos copiábamos unos a otros, como el mejor homenaje mutuo que nos podíamos hacer. Nadie nos engañaba.
Hoy, las moles torpes y pesadas de mucha construcción que se autoproclama arquitectura le tiene partido el entendimiento a la gente. Los deseduca. El sutil arte de la arquitectura, difícil, rico e intelectualmente estimulante está siendo suplantado por un ejército de “Mireyas” que se inyectan esteroides para aparentar lo que nunca serán en verdad.
Hoy, las moles torpes y pesadas de mucha construcción que se autoproclama arquitectura le tiene partido el entendimiento a la gente. Los deseduca. El sutil arte de la arquitectura, difícil, rico e intelectualmente estimulante está siendo suplantado por un ejército de “Mireyas” que se inyectan esteroides para aparentar lo que nunca serán en verdad.
Arquitectura con esteroides, Caracas.
Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, lunes 9 de Septiembre de 2001.
Estimada: Felcitaciones por tan buen documental sobre la Villa Planchart!!
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