viernes, 18 de abril de 2008

El genoma urbano

Los descubridores de la estructura del ADN, James Watson y Francis Crick, examinan su modelo de una molécula de ADN (f. A. Barrington Brown/Photo Researchers, Inc.: http://usinfo.state.gov/journals/ites/1005/ijes/ramde.htm).




“El Código no tiene sentido si no es traducido”.
Jacques Monod. El azar y la necesidad. 1

La gran masa ignota de la fábrica urbana espera suspendida en el cosmos. Torcida en doble curvatura, va siguiendo un alucinante paraboloide helicoidal que blande su haz de infinitos vectores en todas direcciones en el espacio. La red es enmarañada, prolija y de compleja sintaxis; un artefacto vivo de información muy rica que encierra en su secuencia todo el secreto de la vida urbana.

El primer paso para su desentrañamiento es identificar todas las regiones proteínicamente codificadoras que conviven en ella, lo cual dará una buena idea de cuántos genes existen en La Fábrica. La mayoría de los genetistas urbanos piensa que el número está entre treinta y cinco y ciento cincuenta mil elementos arquitectónicos que transmiten formas, colores y materiales, que codifican hechos, escogencias y tensiones, que revelan tendencias, intereses y contradicciones. Ya quedarán para luego los estudios detallados de la estructura de estos genes individuales, incluyendo sus elementos reguladores y la averiguación exacta de sus funciones. Al proyecto que lo intenta averiguar se le ha dado el nombre de Proyecto del Genoma Urbano (UGP). Una tarea inmensa le espera, pero por algún lado hay que empezar. Hay quien ya (como la Fundación de la Memoria Urbana) le plantea un primer deadline para el venidero año 2002.

Lo que sabemos de las arquitecturas y los lugares de Caracas hasta este momento es tan poco, que no puede siquiera llegar a considerarse como borrador para el UGP. La historia está demasiada llena de lagunas de Draft Data, donde la información flota imprecisa e inconexa. Nadie entiende mucho cómo interaccionan las moléculas, sólo se sospecha cómo son sus procesos morfogenéticos y se lanzan hipótesis sobre la actuación de sus mecanismos cibernéticos moleculares. La tarea es tan colosal como los beneficios que reportará el cumplirla. Las estructuras en el espacio urbano constituyen un desafío perenne a la ciencia para interpretar su mensaje y traducir su código. Lo que está en juego es nada menos que averiguar la identidad cultural arquitectónica y urbana de nuestra ciudad.

Pero ya lo decía Jacques Monod, profesor del Collège de France, director del Servicio de Bioquímica Celular del Instituto Pasteur y Premio Nóbel 1965 de Fisiología y Medicina, en su libro El azar y la necesidad (1971): “el Código no tiene sentido si no es traducido”.1 ¿De qué valen todas nuestras preciosas arquitecturas pendientes de sus conexiones urbanas si en cualquier momento el azar puede pulverizarlas? ¿De qué vale que el alfabeto de esta ciudad esté escrito en ingeniosas frases, fragmentos y sentencias de complicada química, si nadie conoce sus letras, mucho menos su secuencia, ni por ende, sus significados? ¿De qué vale que la naturaleza artificial de esta ciudad haya sido pródiga en maravillas en tantas ocasiones, si hemos de perderlas irremisiblemente cualquier día? Si, como también decía Monod, “la evolución en la biosfera es un proceso necesariamente irreversible que define una dirección en el tiempo”, ha llegado sin duda el momento de hacer un corte vertical en ese proceso para que nos quede (al menos) el registro del bioma urbano completo, con todas las especies arquitectónicas y urbanas que lo pueblan hoy, a principios del tercer milenio.

El borrador de la secuencia ya está en una primera etapa de organización de la database universal. La información es a menudo inaccesible (archivos secretos, arcas cerradas, bancos de datos privados y de imposible o difícil acceso para los investigadores, no se diga para los ciudadanos comunes), pero ya lo han entendido todos los genetistas urbanos del valle: ningún equipo por sí solo puede anotar el genoma urbano completo. La unión, pues, deberá hacer la fuerza. Por lo pronto, un rudimentario pero confiable "Genbank" ya se ha creado en la dirección de Internet fundamemoria.blogspot.com/, para empezar a recibir la información desde todas las bases de datos de la ciudad. Se necesitará de la más amplia colaboración por Internet jamás intentada en Caracas, pero los científicos saben que el borrador del genoma es también como éste: una secuencia en movimiento susceptible de ser mapeada.

El nuevo mapa cibernético del territorio urbano rondará por los campos de una cultura aún no codificada, donde itineran inocentes los lenguajes espontáneos de la arquitectura caraqueña. Es el mapa de los edificios ordinarios, de los caminos subterráneos del gusto arquitectónico y de sus elementos, de los arquitectos muy poco conocidos y a menudo olvidados, de las sottovoce y de las voces anónimas. 


Las obras maestras de lo cotidiano serán colocadas en el genoma urbano con el mismo peso específico de las obras maestras ya codificadas por la ciencia, sean enzimas, galactosidasas o proteínas, dando sus pistas para la reconstrucción de la fábrica de Caracas sin las contradicciones de la sobresimplicación o de la dogmatización de la historia. El UGP está pronto a hacer la nueva lectura del carácter original de la ciudad, cuyos episodios y tendencias completos re-emergerán gracias a la arquitectura de lo cotidiano. Sólo así la secuencia de los aminoácidos puede estar completa.
 

La ciudad, eterna memoria viviente de la historia, campo metabólico habitado por máquinas químicas dotadas de un proyecto común, nos ha provisto de todo lo químicamente necesario para que desentrañemos sus cristales. Sólo así su “azar captado, conservado, reproducción por la maquinaria de la invariancia podrá ser convertido en orden, regla y necesidad”.




NOTAS:
1.  Jacques Monod. El azar y la necesidad, 1971.




Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, lunes 7 de Agosto de 2000.



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