lunes, 28 de abril de 2008

Absolutismos

El château de Chantilly en 1680 (f. Liven Cruyl (vers 1640-1720) – © https://franceetmerveilles.wordpress.com)




"El espacio es el poder".
 Louis XIV.

El 16 de Septiembre pasado (2000) se cumplieron trescientos años de la muerte de André Le Nôtre (1613-1700), jardinero y arquitecto paisajista a la orden de Louis XIV. La temporada musical clásica parisina abrió en su honor ese día con un concierto en la Iglesia de Saint-Roch de la rue Saint Honoré, en el que una soprano cantaría un repertorio de Lully frente a la tumba del maestro. Le Nôtre, quien había comenzado su carrera heredando de su padre el oficio de jardinero de Las Tullerías, había expresado su deseo de ser enterrado cerca de su primera casa, donde había crecido viendo a Pierre Le Nôtre atender los parterres en la vieja tradición jardinera francesa.  

También allí, en el Palacio de Las Tullerías, aprendería, tras un acto de rebeldía familiar, las artes de la perspectiva y de la arquitectura en los talleres de los pintores y los arquitectos que María de Médicis sostenía en los semisótanos de la llamada “Galería del agua” de palacio, junto al Sena. De ese crisol nacería su arte personal de “pintar con las flores y construir con los árboles”: el Jardín Clásico Francés, parte pintura renacentista, obsesionada con la perspectiva, parte arquitectura del Gran Siglo, calculada y grandiosa, parte urbanismo, en total control del paisaje, y parte jardinería, profunda conocedora del suelo, del clima y de las especies de Francia.

En todas las vitrinas de la ciudad un libro era anunciado con éxito: Retrato de un hombre feliz:
André Le Nôtre 1613-1700, de Erik Orsénna, de la Academia Francesa.1 El título fue sacado de una frase famosa del propio Louis XIV, registrada por el Duque de Saint-Simon en la corte: “Es usted un hombre feliz, Le Nôtre", le dijo sonriendo una vez el monarca frente a todos. El Rey Sol “..apreciaba particularmente a Le Nôtre, el cual al cabo de los años se había convertido en su amigo personal”. Y efectivamente, no se conoce otro caso semejante en la historia de la arquitectura y el urbanismo en el que un diseñador hubiera tenido jamás tan total carta blanca para plasmar sus ideas sobre el paisaje como ocurrió con Le Nôtre en Versalles y luego, por emulación cortesana, también en el llamado “archipiélago”de sus jardines por toda L’Ille de France: Trianon, Marly, Fontainebleu, Saint Cloud, Saint-Germain, Chantilly…
 
En tales pensamientos estábamos mientras el gigantesco globo aerostático anclado con una guaya a un lado del Gran Canal de Chantilly, iba subiendo le
ntamente hasta estabilizar su altura lo suficiente como para poder flotar estable y permitirnos arriesgar un vistazo por la borda, mecida por la brisa. Desde el aire, contemplamos la vasta foresta de Chantilly envolviendo por el sur el castillo del Gran Condé, horadada de las graciosas alamedas, rotondas y avenidas que le hiciera el Príncipe de los Jardineros, en tanto que al norte divisamos el gran parque con sus juegos de perspectivas cruzadas, y el valle de la Nonnette en la pradera de Quinquempoix, zurcado de los pequeños ríos que fueron canalizados para dar agua al Gran Canal… 

Era inevitable que a esas alturas ya nosotros también empezásemos a sentir la misma sensación creciente de inefable poderío, la misma embriaguez de la que seguramente disfrutaron el Gran Condé y su jardinero al sobrevolar de la misma guisa Chantilly. En Chantilly la intervención parecía no sólo ser total, sino que parecía no tener límites: llegaba hasta donde alcanzaba la vista… Era el dominio absoluto del lugar. Y así, nosotros deseamos ser, también, absolutistas. 

¿Absolutistas? Sí: porque quisiéramos volver a tener el dominio absoluto sobre nuestros territorios y no tener que compartirlo tánto con quienes no conocen nuestro arte; absolutistas, porque quisiéramos volver a detentar el control to
tal del espacio y sentirnos por ello amados de los príncipes; absolutistas, porque quisiéramos el dominio de sus voluntades para que hagan de una buena vez nuestros sueños urbanos realidad. 

Quisiéramos ser como Le Nôtre, absolutamente creativos y talentosos, pero también tan pletóricos de esa bonhomía suya que convencía de ser el “más humilde y más obediente servidor”, mientras que en realidad era el más elevado y poderoso señor del reino. Quisiéramos de nuevo, como en el Gran Siglo francés, todo el poder para la arquitectura, esta vez en Caracas y no tener que luchar tánto para hacerle recordar a la sociedad, como dijera hace poco Manuel Vicent en su columna de El País, que “…los antiguos aplicaban a cada espacio un dios protector: a los ingenieros se les llamaba pontífices y los arquitectos tenían un caracter sagrado”.2  

En el siglo diecisiete, la famosa frase acuñada por Louis XIV, “el espacio es el poder”, nos permite entender que él, al menos, no se engañaba: sabía muy quién le daba el poder a quién. Es comprensible que Le Nôtre se retirara de su oficio justo cuando empezó a ver que el rey, envalentonado por años de colaboración codo a codo, quizo empezar a hacer también él de jardinero.

Chantilly fue el jardín favorito de Le Nôtre… aún más que Versailles. Su única pequeña traición secreta a Louis XIV. Lo sabemos por una carta que al final de su vida le escribe al Embajador de Inglaterra (carta cuyo original estaba expuesto en el Museo Condé de Chantilly en la exposición “André Le Nôtre y los jardines de Chantilly”, clausurada el 9 de Octubre de 2000), donde éste le decía: “acuérdese Usted de todo lo que ha visto de los jardines de Francia, Versailles, Fontainebleu, Vaux-le-Vicomte, las Tullerías, y sobre todo Chantilly”.3 

Flotando sobre sus vastas extensiones favoritas, que él mismo plantara, canalizara, irrigara, transformara y modelara, celebramos que el ICOMOS haya decidido organizar un Coloquio Internacional sobre Le Nôtre para desenmarañar los asuntos que aún quedan desconocidos de su arte (Le Nôtre nunca escribió sus memorias, ni un tratado, ni tampoco dejó notas). El Contralor de los Edificios del Rey, ennoblecido con el título de Caballero de la Orden de San Miguel para los escritores y los artistas, todo lo que hizo lo dejó escrito con majestad en el paisaje... por la gracia divina.


Portrait d´un homme heureux. André Le Nôtre (1613-1700). Erik Orsénna. Ed. Fayard, 2000 (f. www.erik-orsenna.com/erik_orsenna_livres.php).




NOTAS
1. Erik Orsénna. Portrait d´un homme heureux. André Le Nôtre (1613-1700), Ed. Fayard, 2000.
2. Manuel Vicent. El País.
3. Catálogo de la exposición "André Le Nôtre y los jardines de Chantilly", Museo Condé, Chantilly, 2000.




Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, lunes 23 de Octubre de de 2000.

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