In memoriam
Colin Rowe.
Colin Rowe.
Al abrir el libro Ciudad Collage, una fotografía en blanco y negro ocupa sin palabras toda la primera página.1 Una rotunda circunferencia de luz flota nítida en la parte superior del tenebroso ámbito negro que se va desangrando por los cuatro bordes del libro. La negrura parace abarcarlo todo, hasta copar completo el universo. Todo el mundo parece estar sumido en tinieblas. Nada parece ya distinguirse con claridad. Mas, aguardad: en un recodo del sombrío espacio, un fragmento de una bóveda de piedra circular se revela gracias al rayo de luz que mana del óculo en lo alto: vibrando en los matices del claroscuro aparecen las formas de cuatro cofres del techo del Panteón romano, Urbi et Orbi súbitamente parlantes desde sus bajorrelieves geómétricos, la sabiduría eterna de la antigüedad clásica libre en el espacio gracias a la mirada lanzada por este único y moderno ojo vigilante.
Ese implacable óculo del Panteón fue lo que fuera en vida, para la arquitectura moderna, el magistral profesor inglés de arquitectura Colin Rowe, quien acaba de morir hace una semana (1999) a los setenta y nueve años de edad en Washington D.C. Su legado, breve, pero a la vez inconmensurable, constituido por un centenar de ensayos brillantes e inexpugnables y un libro que es casi un códice, reselló la línea de continuidad que se había roto a principios del siglo entre las vanguardias de la arquitectura moderna y la antigüedad clásica y rebautizó nada menos que la idea de utopía en la modernidad.
Se dice rápido, pero quien recuerde cómo eran las cosas luego de 1950, cuando Rowe comenzara a darse a conocer con sus ensayos, aquel mundo de duras arquitecturas brutalistas floreciendo, de ciudades como laboratorios totalitarios suplantando centros históricos y vanguardias estridentes y pretenciosas llenando las páginas de las revistas, entenderá cuánto ha cambiado hoy (1999) el panorama gracias a su mirada esclarecedora, y sabrá encontrar en él (tal como lo proclamara en 1966 el crítico de arquitectura Reyner Banham y luego lo ratificara Tom Wolfe en From Bauhaus to Our House, la verdadera Eminencia Gris de la disidencia y de la contrarrevolución modernas.
Ese implacable óculo del Panteón fue lo que fuera en vida, para la arquitectura moderna, el magistral profesor inglés de arquitectura Colin Rowe, quien acaba de morir hace una semana (1999) a los setenta y nueve años de edad en Washington D.C. Su legado, breve, pero a la vez inconmensurable, constituido por un centenar de ensayos brillantes e inexpugnables y un libro que es casi un códice, reselló la línea de continuidad que se había roto a principios del siglo entre las vanguardias de la arquitectura moderna y la antigüedad clásica y rebautizó nada menos que la idea de utopía en la modernidad.
Se dice rápido, pero quien recuerde cómo eran las cosas luego de 1950, cuando Rowe comenzara a darse a conocer con sus ensayos, aquel mundo de duras arquitecturas brutalistas floreciendo, de ciudades como laboratorios totalitarios suplantando centros históricos y vanguardias estridentes y pretenciosas llenando las páginas de las revistas, entenderá cuánto ha cambiado hoy (1999) el panorama gracias a su mirada esclarecedora, y sabrá encontrar en él (tal como lo proclamara en 1966 el crítico de arquitectura Reyner Banham y luego lo ratificara Tom Wolfe en From Bauhaus to Our House, la verdadera Eminencia Gris de la disidencia y de la contrarrevolución modernas.
Profesor de estatus legendario, incomparable crítico de arquitectura y diseño urbano sofisticado, agudo e implacable, “refinadamente arcaizante”, como lo recordara Fernández-Galiano, a la vez que arrobador al punto de ser comparado a un guru por sus influencias sobre una auténtica legión de febriles discípulos y colegas que lo veneraron tánto que crearon una red de distribución subversiva de fotocopiado de sus artículos que, circulando de mano en mano clandestinamente, logró ganar la batalla a ambos lados del Atlántico, Rowe revirtió con sus afilados argumentos y suspicaces disertaciones nada menos que los caminos por los que transitaban la arquitectura y la ciudad dedel siglo XX. “La tardanza no me descorazona”, solía decir, comentando su falta reconocimiento del mundo “oficial” de la arquitectura y su situación de auto-exilio de Londres, ciudad a la que nunca soportó y donde nunca fue del todo soportado. Sus contradimostrazione de las posturas arquitectónicas del día las libraría humildemente desde un remoto escritorio en Ithaca, Nueva York, desde un lejano taller de Diseño Urbano de la Universidad de Cornell, o desde cualquier remoto lugar de Italia, por donde se mantuvo desde muy joven perennemente de viaje, siempre en su silla de ruedas.
Ignasi de Solá-Morales escribió que “la gran calidad de sus ensayos se atribuye a que casi nunca los escribió por encargo y jamás colaboró regularmente en revistas de arquitectura, haciéndolo sólo cuando la fuerza espontánea de las ideas le obligaba a ello”. Esa postura warburgiana suya, en la que importaba más la potencia de las ideas que la auto-promoción personal, no pudo contener la propagación de sus ideas.
En 1976 MIT Press publica una primera colección de sus escritos: The Mathematics of the Ideal Villa and Other Essays (su primer ensayo célebre, de 1947) que trazaba las similaridades conceptuales entre las villas Malcontenta y Garches, y reveló su impresionante poder de observación. Rowe “sólo salvaba de los maestros de la vanguardia aquellos aspectos puramente lingüísticos o compositivos que los emparentaban con la gran tradición clásica”. En esa recopilación también aparece el importante ensayo “Transparencia: literal y fenomenal”, que escribió con Robert Slutszky. En 1981 publica junto con Fred Koetter Ciudad Collage, sencillamente el texto urbano más revolucionario de la historia de este siglo que termina. Allí rechaza las ideas de “planificación total” y de “diseño total”, introduciendo el concepto del collage como un recurso para “permitirnos aceptar la utopía en fragmentos”. La ciudad ya no se centra en el culto al objeto aislado.
Habiendo recibido su educación arquitectónica en la Universidad de Liverpool durante los años 1938-1942, es de esta conexión que derivó su gran amistad con el desaparecido James Stirling. Durante los años 1942-1944 hace el servicio militar que terminó, en sus palabras “de manera muy efectiva, en la ocasión de mi octavo salto en paracaídas: con una columna fracturada”. Este terrible accidente catapulta su vida: “una columna fracturada convirtió el reclinarse sobre una mesa de dibujo en lo opuesto a algo fácil. Así fue que me convertí en un arquitecto manqué; el resultado fue mi trabajo por dos años como, el único estudiante de Rudolf Wittkower en la preparación de la tesis “Los dibujos teóricos de Inigo Jones”. Su brillante destino arranca con la lectura asombrosa de esta tesis en el Warburg Institute.
El mismo desconoce cómo fue a parar a América, pero de inmediato se siente en su casa. Las revistas americanas Perspecta y Oppositions acogen su cosecha. El mayor acto de amor de sus admiradores americanos resulta en la publicación que hace MIT Press de sus artículos dispersos, As I was saying (Como iba diciendo). Esa recopilación, titulada con las palabras de Miguel de Unamuno al recuperar su cátedra universitaria tras el exilio forzoso, nos devolvieron completo a Rowe y a lo que fue la historia brillante de su vida.
Colin Rowe nunca vino a Caracas, pero queda en los archivos del Instituto de Arquitectura Urbana la carta entusiasta que este más genial raconteur de la arquitectura de este siglo nos devolviera aceptando gustoso nuestra invitación para venir un día de 1980, a saborerar nuestro genius loci de un solo coup d'oeil, con su maniera italiana y su incomparable terribilità.
NOTAS:
1. Colin Rowe y Fred Koetler. Collage City, Cambridge, 1981.
Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, lunes 29 de Noviembre de 1999.
Collage City, Colin Rowe y Fred Koetler, 1981.
NOTAS:
1. Colin Rowe y Fred Koetler. Collage City, Cambridge, 1981.
Lo que mas me encanto de ciudad collage... fue el hecho en que Colin Rowe.. recluta objetos de la estructura histórico-lineal y los induce a salir de su contexto.. haciéndolos convivir de manera simultanea.. generando una inevitable transformación urbana.
ResponderBorrarY asombroso ocurre cuando Rowe describe una cita de Picasso donde hace referencia a la cualidad doble de la obra "cabeza de toro" y genera el simil con la ciudad...
Generando como conclusion... que la ciudad transformada se mantienen imágenes precedentes ya que estas forman parte de ella... como el manillar y el sillín forman parte de la metamorfosis de la cabeza de toro de picazzo...
Buen libro ! me sirvio mucho en la carrera y en mi postgrado...
Arq RBN
nostromus@gmail.com