Propuesta ganadora para el Jardín Japonés de Caracas, en el Parque del Este, Caracas, 2002 (Mariuska Urbina. Facultad de Arquitectura, Universidad Central de Venezuela).
Volviendo la vista sobre los parques y jardines de esta ciudad, uno se encuentra con que desde hace mucho tiempo hemos abandonado la aspiración a diseñar el paisaje vegetal que acompaña la fábrica urbana. Es como si la profesión del arquitecto paisajista hubiese dejado de existir, o si a los paisajistas los hubieran dejado encerrados en su mínima expresión dentro de los jardines privados de las casas, las residencias y los clubes.
Nadie quiere pemitirles que se agarren el territorio para ellos, en el mejor espíritu y poderío del maestro Le Nôtre. Hemos dejado de soñar con el potencial de la vegetación en esta ciudad; es más: estamos llenos de clichés y de complejos en todo aquello que toca el tema de cómo y con qué plantarla… Y no hablemos de la amnesia para con lo que ya habíamos logrado y fue durante mucho tiempo motivo de orgullo caraqueño. Nadie se recuerda cómo fueron plantadas las avenidas y los parques desde los confines del siglo pasado y en especial en los cuarenta y cincuenta, y se miran con desprecio los árboles magníficos con nombres de avenidas, los Samanes, los Jabillos, los Mangos, que derivan de esas plantaciones originales y visionarias, como si estorbaran, como si su esplendor actual fuera un delito en lugar de un logro, en una tierra como ésta, que no sabe producir especies vegetales mediocres o que pasen desapercibidas: solamente maravillas de la naturaleza. Entretanto, los parques que teníamos permanecen, sí, pero como eriales polvorientos, que progresivamente van despoblándose de su vegetación inicial.
Otras ciudades, en cambio, manejan contemporáneamente con mucha más elegancia la idea del patronazgo del arte urbano del paisaje, y vemos cómo van haciendo de tanto en tanto el opening de nuevos espacios públicos, parques y jardines de firma que llevan a la vez el orondo nombre de su mentor de turno. Es más, está de moda. Los paisajistas, a su vez, han subido al escalafón de artistas del territorio urbano. Como en las iglesias del Renacimiento, aparece ahora en esta calle el pond de la señora tal, tras aquel edificio surge el cortile del barón cual, o junto a el río se abre el “jardín contemporáneo” de la la fundación equis. Sus ambientes de buen gusto se ofrecen con todo el arte del paisaje como un regalo clave a las ciudades. En la nuestra, en cambio, la etapa –dramática por cierto- de los “cariños” y los “pedregales” ya debería haber sido superada. Esas obras, que fueron cruciales en su momento y sentaron mucha conciencia, a fuerza de no haber evolucionado naturalmente hacia algo mejor, han mediatizado nuestra idea de con cuánta mayor delicadeza, técnica y cultura del paisaje deberían ser realizados los nuevos recintos verdes y debe ser enfrentado en general el tema.
Por ello, me complace en celebrar los progresos del proyecto para el Jardín Japonés de Caracas, auspiciado por la Asociación Venezolana de Ex-Becarios en Japón (AVEXJA) e Inparques, que arrancó en 1996 y que recientemente el jueves 17 de los corrientes (Octubre 2002) ya cuenta con un diseño para ser construido antes de dos años en el sector oriental del Parque del Este, a saber, al norte del estacionamiento, frente al Museo del Transporte.
Gracias a la colaboración de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela se hizo un concurso entre estudiantes de sexto semestre, comandados por el desaparecido profesor Carlos Ruiz (Universidad de Chiba, Japón), la profesora Noain Ginzo y el profesor Alberto Manrique. Siguiendo inteligentemente los temas de diseño propios del Parque del Este, ideado por el arquitecto paisajista Roberto Burle Marx y su equipo de especialistas locales, de geometrizar el parque en “patios” cartesianos encerrados por muros discontinuos en la periferia norte, el nuevo jardín se inserta con el mismo espíritu en la periferia este, reemplazando el actual sembradío de lechugas y flores con un nuevo refugio para la meditación y la calma en la ciudad, un Jardín Japonés contemporáneo de marcado trazado arquitectónico y de fuertes reminiscencias de la arquitectura de Tadao Ando.
La hectárea y media del terreno tiene algunos árboles que serán trasplantados para acompañar al diseño de la ganadora, Mariuska Urbina, quien no puede creerse la suerte inmensa de que un proyecto académico pueda, como en un sueño, volverse realidad, y aún más con la ayuda técnica, académica y financiera que prometen las generosas Embajada del Japón y comunidad empresarial japonesa en Caracas. Así, los nuevos Patios Orientales del Parque del Este nos reservarán, muy pronto, la celebración de la presencia norteña del Avila en un primer patio monumental con un gran espejo de agua anclado al centro mediante un edificio docente semi-hundido, separado por muros discontínuos de concreto en obra limpia, vegetación y taludes sembrados de los otros dos “patios”. El segundo es un denso bosque con tres masas de árboles y tres pabellones de té en madera, y el tercero es una sucesión de tres recintos con jardines contemplativos de arena y piedra. Las vistas enmarcadas y controladas, la importancia otorgada a los contrastes y la arquitectura integrada a la vegetación son los tres fuertes de la propuesta. Aunque nos gusten mucho los Cerezos, las Azaleas, y los Maple trees, tenemos el clima en contra, y toda la vegetación será tropical local, por lo que el jardín sólo será japonés en espíritu, por su diseño y sus conceptos.
En unos días en que el santuario máximo de los jardines mundiales, Vaux-le-Vicomte, se celebra a sí mismo en el castillo con la gran exposición antológica sobre el paisaje titulada “André Le Nôtre, los jardines de la inteligencia”, es un placer encontrar que hemos aquí también entrado en la era de los jardines inteligentes, de los cuales esperamos, con este pionero ejemplo, se empiece a sembrar toda la ciudad de Caracas.
Nadie quiere pemitirles que se agarren el territorio para ellos, en el mejor espíritu y poderío del maestro Le Nôtre. Hemos dejado de soñar con el potencial de la vegetación en esta ciudad; es más: estamos llenos de clichés y de complejos en todo aquello que toca el tema de cómo y con qué plantarla… Y no hablemos de la amnesia para con lo que ya habíamos logrado y fue durante mucho tiempo motivo de orgullo caraqueño. Nadie se recuerda cómo fueron plantadas las avenidas y los parques desde los confines del siglo pasado y en especial en los cuarenta y cincuenta, y se miran con desprecio los árboles magníficos con nombres de avenidas, los Samanes, los Jabillos, los Mangos, que derivan de esas plantaciones originales y visionarias, como si estorbaran, como si su esplendor actual fuera un delito en lugar de un logro, en una tierra como ésta, que no sabe producir especies vegetales mediocres o que pasen desapercibidas: solamente maravillas de la naturaleza. Entretanto, los parques que teníamos permanecen, sí, pero como eriales polvorientos, que progresivamente van despoblándose de su vegetación inicial.
Otras ciudades, en cambio, manejan contemporáneamente con mucha más elegancia la idea del patronazgo del arte urbano del paisaje, y vemos cómo van haciendo de tanto en tanto el opening de nuevos espacios públicos, parques y jardines de firma que llevan a la vez el orondo nombre de su mentor de turno. Es más, está de moda. Los paisajistas, a su vez, han subido al escalafón de artistas del territorio urbano. Como en las iglesias del Renacimiento, aparece ahora en esta calle el pond de la señora tal, tras aquel edificio surge el cortile del barón cual, o junto a el río se abre el “jardín contemporáneo” de la la fundación equis. Sus ambientes de buen gusto se ofrecen con todo el arte del paisaje como un regalo clave a las ciudades. En la nuestra, en cambio, la etapa –dramática por cierto- de los “cariños” y los “pedregales” ya debería haber sido superada. Esas obras, que fueron cruciales en su momento y sentaron mucha conciencia, a fuerza de no haber evolucionado naturalmente hacia algo mejor, han mediatizado nuestra idea de con cuánta mayor delicadeza, técnica y cultura del paisaje deberían ser realizados los nuevos recintos verdes y debe ser enfrentado en general el tema.
Por ello, me complace en celebrar los progresos del proyecto para el Jardín Japonés de Caracas, auspiciado por la Asociación Venezolana de Ex-Becarios en Japón (AVEXJA) e Inparques, que arrancó en 1996 y que recientemente el jueves 17 de los corrientes (Octubre 2002) ya cuenta con un diseño para ser construido antes de dos años en el sector oriental del Parque del Este, a saber, al norte del estacionamiento, frente al Museo del Transporte.
Gracias a la colaboración de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela se hizo un concurso entre estudiantes de sexto semestre, comandados por el desaparecido profesor Carlos Ruiz (Universidad de Chiba, Japón), la profesora Noain Ginzo y el profesor Alberto Manrique. Siguiendo inteligentemente los temas de diseño propios del Parque del Este, ideado por el arquitecto paisajista Roberto Burle Marx y su equipo de especialistas locales, de geometrizar el parque en “patios” cartesianos encerrados por muros discontinuos en la periferia norte, el nuevo jardín se inserta con el mismo espíritu en la periferia este, reemplazando el actual sembradío de lechugas y flores con un nuevo refugio para la meditación y la calma en la ciudad, un Jardín Japonés contemporáneo de marcado trazado arquitectónico y de fuertes reminiscencias de la arquitectura de Tadao Ando.
La hectárea y media del terreno tiene algunos árboles que serán trasplantados para acompañar al diseño de la ganadora, Mariuska Urbina, quien no puede creerse la suerte inmensa de que un proyecto académico pueda, como en un sueño, volverse realidad, y aún más con la ayuda técnica, académica y financiera que prometen las generosas Embajada del Japón y comunidad empresarial japonesa en Caracas. Así, los nuevos Patios Orientales del Parque del Este nos reservarán, muy pronto, la celebración de la presencia norteña del Avila en un primer patio monumental con un gran espejo de agua anclado al centro mediante un edificio docente semi-hundido, separado por muros discontínuos de concreto en obra limpia, vegetación y taludes sembrados de los otros dos “patios”. El segundo es un denso bosque con tres masas de árboles y tres pabellones de té en madera, y el tercero es una sucesión de tres recintos con jardines contemplativos de arena y piedra. Las vistas enmarcadas y controladas, la importancia otorgada a los contrastes y la arquitectura integrada a la vegetación son los tres fuertes de la propuesta. Aunque nos gusten mucho los Cerezos, las Azaleas, y los Maple trees, tenemos el clima en contra, y toda la vegetación será tropical local, por lo que el jardín sólo será japonés en espíritu, por su diseño y sus conceptos.
En unos días en que el santuario máximo de los jardines mundiales, Vaux-le-Vicomte, se celebra a sí mismo en el castillo con la gran exposición antológica sobre el paisaje titulada “André Le Nôtre, los jardines de la inteligencia”, es un placer encontrar que hemos aquí también entrado en la era de los jardines inteligentes, de los cuales esperamos, con este pionero ejemplo, se empiece a sembrar toda la ciudad de Caracas.