Unidad de Vivienda Cerro Grande, en El Valle, al norte de la Calle Real. Banco Obrero, Arquitecto Guido Bermúdez, 1954.
Hace veinte años (2004), en la publicación monográfica del Instituto de Arquitectura Urbana La Vivienda Multifamiliar, Caracas 1940-1970, me tocó en suerte escribir el texto titulado “Edificio Cerro Grande”, para presentarlo dentro del repertorio de tipos de viviendas multifamiliares caraqueñas correspondiente a la década de los cincuenta. 1
Escribir sobre el Cerro Grande no significó en el ‘83 ningún tipo de sacrificio: el edificio ya me encantaba, desde siempre me atrajo la pureza de sus formas, su inmaculada factura y su blancura brillante contrastando con los cerros de la zona de El Valle. Sin duda, una de las mejores arquitecturas de Caracas. Un edificio elegante, casi una alucinación moderna al borde de la autopista, un superbloque vertical emparentado con tantos otros prístinos bloques de su época, de cuando los prismas eran todavía prismas y la palabra “composición” tenía su significado original contundente y un peso específico en los grandes conjuntos arquitectónicos... Por ese edificio apenas, ya se me alzaba sola una ceja cada vez que veía aparecer el nombre de “Guido Bermúdez” en algún lado, como sinónimo de buena arquitectura.
Estar al día con la vanguardia arquitectónica internacional era lo más natural por allá en los años cincuenta. Entonces la utopía y la vanguardia iban de la mano. Todavía se creía a pies juntillas que podía hacerse la revolución -o prevenirla- sólo con arquitectura y que era políticamente correcto ser rabiosamente “graficulto”. Los arquitectos podían ejercer sin reparos la más exquisita, desaforada o experimental vanguardia arquitectónica sin temores, porque se creía positivamente en que ella sola podía darle salida a la crisis de la vivienda urbana. O al menos, éso era lo que pregonaba Le Corbusier.
En Caracas, cuando arrancan los primeros programas del Plan Nacional de la Vivienda y el Taller de Arquitectura del Banco Obrero (TABO) emplea a los arquitectos jóvenes para hacer las primeras soluciones habitacionales, éstos asumirán casi inmediatamente la tipología corbusiana de la Unidad de Habitación cuando ella misma en Europa aún estaba en campaña. Un pecado de juventud por el que fueron casi tan culpables y al mismo tiempo casi tan arriesgados como él, asumiendo el reto de aplicarle sin reparos la nueva tipología vertical a la tradicional ciudad horizontal. No sabemos si Le Corbusier tuvo noticias o qué opiniones le merecieron estos avanzados venezolanos que tan buenas obras hicieron con sus ideas en Caracas, mientras que casi al mismo tiempo él intentaba llevar adelante las suyas: cuando se afanaba en lograr que se construyeran sus Unités d’Habitation de Nantes-Rezé (1952), Briey-en-Fôret (1957), Meaux (1957), Berlín (1957) y Firminy (1962), ya estaban en Caracas construyéndose a todo meter el Cerro Grande (1954), el Cerro Piloto y toda la avalancha de las Unités caraqueñas: tántas, que habría que decidirse de una vez por todas a tildar de “Marsellesa” esta etapa de la historia de la vivienda multifamiliar en Caracas.2
Bermúdez soñaba con ello. En una entrevista que le hacen en 1995, reconoce que su tesis de grado, titulada “Unidad de Habitación Cerro Verde”, ya estaba basada en un axioma corbusiano, e intenta recordar cómo iba éste: “Yo instalo la vivienda en el corazón del binomio individual/colectivo, y estando asignada la libertad individual por la habitación, organizo todo aquéllo que pueda aportar lo colectivo”. No hace falta aventurar demasiado para imaginarse que del Cerro Verde al Grande no ha debido mediar más que una práctica más experimentada de la profesión. El sueño arquitectónico ha debido ser el mismo. De hecho, comparando las Unidades de Vivienda (como las bautizó el BO) de Villanueva con ésta única de Bermúdez, es el Cerro Grande el que guarda más literales vestigios marsellescos, particularmente en el tratamiento de las fachadas y en la configuración de los volúmenes de servicios en el techo y la planta baja a la manera de “naturalezas muertas” (Banham) 3. Sólo que el repertorio de formas racionalistas de Bermúdez y el de formas puristas de Corbu son abiertamente distintos.
Y la paleta también. Si la Unité d’Habitation de Marsella se construye entre 1947 y 1952, nadie puede decir que el Cerro Grande, construido sólo dos años más tarde, no se le asemeja, que esta semejanza no salta a la vista, y que, siendo tan obvia, no sea intencional. Eso escribíamos en 1983. Pero las semejanzas quizás ahora importen menos que las diferencias.
El Cerro Grande es un edificio mucho menos lúdico que la Unité, es claramente más racional, más parecido a su autor, de cuya casa personal una vez se escribiera que era de una “precisión matemática, casi un tanto fría”.4 Quizás la culpa la tenga su amor por el blanco, ese color tan netamente caraqueño, que todo lo desvanece. Una Unité encalada, aunque su osatura estructural sea de concreto armado “con los últimos adelantos estructurales y estéticos de la arquitectura contemporánea”,5 ya no es tan corbusiana: las bóvedas de concreto flotan, los volados progresivos se volatilizan, la façade brise-soleil se vuelve una delgada celosía. Al obviar el grueso béton brut del modelo original, que todo lo moldea, todo lo esculpe y todo lo texturiza, un valor nuevo nace en el Cerro Grande, y es un valor local: la ligereza de las blancas estructuras de concreto, que tanto amó Ponti en la arquitectura moderna caraqueña y exaltó repetidas veces en la revista DOMUS. Una “invariante” clásica de nuestra modernidad no-villanuévica.6
Rayner Banham, al final de "La Maison de Hommes, la Misère des Villes" escribió galantemente que “en Caracas se produjeron proyectos, como el Cerro Grande y el Cerro Piloto, que mostraron cierta comprensión de algunas partes reales y valiosas de la visión de L-C, grandiosa pero humana a su manera, de la vivienda urbana” 7, y califica a ambas arquitecturas de “hijas auténticas de l’Unité”. Gracias a Banham, me alegro de poder repetir en el 2002 que el dilema entre la originalidad y la imitación en la arquitectura se vuelve relativo con el paso del tiempo. La Unidad de Vivienda Cerro Grande es hoy uno de los mejores monumentos antiguos que la ciudad moderna nos ha legado, y, como su mère marselleise, merece convertirse en objeto de culto y sitio de peregrinación.
Escribir sobre el Cerro Grande no significó en el ‘83 ningún tipo de sacrificio: el edificio ya me encantaba, desde siempre me atrajo la pureza de sus formas, su inmaculada factura y su blancura brillante contrastando con los cerros de la zona de El Valle. Sin duda, una de las mejores arquitecturas de Caracas. Un edificio elegante, casi una alucinación moderna al borde de la autopista, un superbloque vertical emparentado con tantos otros prístinos bloques de su época, de cuando los prismas eran todavía prismas y la palabra “composición” tenía su significado original contundente y un peso específico en los grandes conjuntos arquitectónicos... Por ese edificio apenas, ya se me alzaba sola una ceja cada vez que veía aparecer el nombre de “Guido Bermúdez” en algún lado, como sinónimo de buena arquitectura.
Estar al día con la vanguardia arquitectónica internacional era lo más natural por allá en los años cincuenta. Entonces la utopía y la vanguardia iban de la mano. Todavía se creía a pies juntillas que podía hacerse la revolución -o prevenirla- sólo con arquitectura y que era políticamente correcto ser rabiosamente “graficulto”. Los arquitectos podían ejercer sin reparos la más exquisita, desaforada o experimental vanguardia arquitectónica sin temores, porque se creía positivamente en que ella sola podía darle salida a la crisis de la vivienda urbana. O al menos, éso era lo que pregonaba Le Corbusier.
En Caracas, cuando arrancan los primeros programas del Plan Nacional de la Vivienda y el Taller de Arquitectura del Banco Obrero (TABO) emplea a los arquitectos jóvenes para hacer las primeras soluciones habitacionales, éstos asumirán casi inmediatamente la tipología corbusiana de la Unidad de Habitación cuando ella misma en Europa aún estaba en campaña. Un pecado de juventud por el que fueron casi tan culpables y al mismo tiempo casi tan arriesgados como él, asumiendo el reto de aplicarle sin reparos la nueva tipología vertical a la tradicional ciudad horizontal. No sabemos si Le Corbusier tuvo noticias o qué opiniones le merecieron estos avanzados venezolanos que tan buenas obras hicieron con sus ideas en Caracas, mientras que casi al mismo tiempo él intentaba llevar adelante las suyas: cuando se afanaba en lograr que se construyeran sus Unités d’Habitation de Nantes-Rezé (1952), Briey-en-Fôret (1957), Meaux (1957), Berlín (1957) y Firminy (1962), ya estaban en Caracas construyéndose a todo meter el Cerro Grande (1954), el Cerro Piloto y toda la avalancha de las Unités caraqueñas: tántas, que habría que decidirse de una vez por todas a tildar de “Marsellesa” esta etapa de la historia de la vivienda multifamiliar en Caracas.2
Bermúdez soñaba con ello. En una entrevista que le hacen en 1995, reconoce que su tesis de grado, titulada “Unidad de Habitación Cerro Verde”, ya estaba basada en un axioma corbusiano, e intenta recordar cómo iba éste: “Yo instalo la vivienda en el corazón del binomio individual/colectivo, y estando asignada la libertad individual por la habitación, organizo todo aquéllo que pueda aportar lo colectivo”. No hace falta aventurar demasiado para imaginarse que del Cerro Verde al Grande no ha debido mediar más que una práctica más experimentada de la profesión. El sueño arquitectónico ha debido ser el mismo. De hecho, comparando las Unidades de Vivienda (como las bautizó el BO) de Villanueva con ésta única de Bermúdez, es el Cerro Grande el que guarda más literales vestigios marsellescos, particularmente en el tratamiento de las fachadas y en la configuración de los volúmenes de servicios en el techo y la planta baja a la manera de “naturalezas muertas” (Banham) 3. Sólo que el repertorio de formas racionalistas de Bermúdez y el de formas puristas de Corbu son abiertamente distintos.
Y la paleta también. Si la Unité d’Habitation de Marsella se construye entre 1947 y 1952, nadie puede decir que el Cerro Grande, construido sólo dos años más tarde, no se le asemeja, que esta semejanza no salta a la vista, y que, siendo tan obvia, no sea intencional. Eso escribíamos en 1983. Pero las semejanzas quizás ahora importen menos que las diferencias.
El Cerro Grande es un edificio mucho menos lúdico que la Unité, es claramente más racional, más parecido a su autor, de cuya casa personal una vez se escribiera que era de una “precisión matemática, casi un tanto fría”.4 Quizás la culpa la tenga su amor por el blanco, ese color tan netamente caraqueño, que todo lo desvanece. Una Unité encalada, aunque su osatura estructural sea de concreto armado “con los últimos adelantos estructurales y estéticos de la arquitectura contemporánea”,5 ya no es tan corbusiana: las bóvedas de concreto flotan, los volados progresivos se volatilizan, la façade brise-soleil se vuelve una delgada celosía. Al obviar el grueso béton brut del modelo original, que todo lo moldea, todo lo esculpe y todo lo texturiza, un valor nuevo nace en el Cerro Grande, y es un valor local: la ligereza de las blancas estructuras de concreto, que tanto amó Ponti en la arquitectura moderna caraqueña y exaltó repetidas veces en la revista DOMUS. Una “invariante” clásica de nuestra modernidad no-villanuévica.6
Rayner Banham, al final de "La Maison de Hommes, la Misère des Villes" escribió galantemente que “en Caracas se produjeron proyectos, como el Cerro Grande y el Cerro Piloto, que mostraron cierta comprensión de algunas partes reales y valiosas de la visión de L-C, grandiosa pero humana a su manera, de la vivienda urbana” 7, y califica a ambas arquitecturas de “hijas auténticas de l’Unité”. Gracias a Banham, me alegro de poder repetir en el 2002 que el dilema entre la originalidad y la imitación en la arquitectura se vuelve relativo con el paso del tiempo. La Unidad de Vivienda Cerro Grande es hoy uno de los mejores monumentos antiguos que la ciudad moderna nos ha legado, y, como su mère marselleise, merece convertirse en objeto de culto y sitio de peregrinación.
Unidad de Vivienda Cerro Grande, planta tipo.
NOTAS:
1. Hannia Gómez. "Edificio Cerro Grande", en: La Vivienda Multifamiliar, Caracas 1940-1970, Instituto de Arquitectura Urbana, Caracas, 1983, pp. 50-51.
2. Le Corbusier. StudioPaperback, Les Editions d’Architecture, Paris, 1972, pp. 188-199.
3. Este concepto genial lo acuñó Rayner Banham en su espléndido artículo "Fórmulas de vivienda colectiva: la maison des hommes y la misère des villes", A&V, 10, 1987, pp. 24-35.
4. Jaime Tello. Revista Su casa.
5. "Immeuble “Cerro Grande” à Caracas", L’Architecture d’Aujourd’Hui, pp. 30-31.
6. Carlos Raúl Villanueva también hizo arquitecturas blancas y livianas, pero fue más asiduo del look del béton brut. No tanto así Carbonell & Sanabria, Vegas & Galia o Vegas, Ferris & Dupuy, quienes produjeron en lo general arquitecturas de expresiones estructurales muy ligeras.
7. R. Banham. Op. Cit., p. 35.
Publicado en: "Guido Bermúdez", Dada, Caracas.