viernes, 26 de marzo de 2010

Entre el bien y el "mall"

La calle nunca podrá ser reemplazada.




                             
Las recientes discusiones en Caracas (2002) sobre el asunto de la avalancha de malls que se nos viene encima, me recordó una escena de la película Amélie.1 En ella, el pretendiente de la protagonista es interpelado por una amiga. El interrogatorio consistía en que ella dijera cómo terminan una larga lista de refranes (“No hay mal ¿que por bien…?”, “Más vale pájaro en mano ¿que…?”), asegurándole que “todo aquél que conoce bien la refranología no puede ser una mala persona”.

"Los arquitectos refraneros", pensé, "pues tienen aquí un nuevo chance". Manejando tan bien como manejan los refranes de resabios urbanos, han de ser generalmente siempre excelentes personas... más allá del bien y del “mall”. Basta recordar ese refrán tan en boga hoy en día en la discusión urbana y arquitectónica que valida infinitas propuestas de vanguardia: “Si no puedes contra ellos…” No importa cuáles sean los problemas, ni qué significa en la ciudad contemporánea “unírseles” definitivamente.

El mejor ejemplo de esta extensiva práctica es el arquitecto holandés Rem Koolhaas (a quien de ahora en adelante nos referiremos como “Rem”). Rem es, como ustedes saben, el más dilecto de los pretendientes del planeta para todo proyecto en ciernes, para toda situación urbana aún no catalogada, para toda mutación en busca de un arquitecto. Como buen candidato para nuevos proyectos, es un hábil manipulador de refranes, sobre todo si proclaman como en el refrán que hemos citado anteriormente que, ya que no podemos con la suburbia, ya que no podemos con el caos, ya que no podemos con el Urban Sprawl ni con los centros comerciales, entonces, ¡únamonos a ellos!

Así, un nuevo best-seller suyo ha aparecido para propagar la palabra. La palabra de Rem. Producto del gran-espectáculo-mediático-de-masas que viene organizando desde hace un buen tiempo en la Escuela de Arquitectura de Harvard, Ma. -de hecho ya totalmente suya- con el nombre de “Harvard Project on the City”; un ambicioso taller que inicialmente llamábase Proyecto sobre lo que Era una Ciudad, pero cuyo nombre fue cambiado por ser demasiado hiriente.

El reciente proyecto editorial, numerado “2”, se titula Harvard Design School Guide to Shopping y nos ilumina definitivamente sobre qué hacer con la marea de construcciones comerciales y con las embarazosas tipologías que están llegando a las ciudades de vuelta de las suburbias.2 Esos monstruos del campo, que invaden el paisaje urbano del siglo XXI bajo las formas omnívoras de los hipermercados y de los malls de nueva planta. El nuevo ladrillo de Rem, negro esta vez (se ha empeñado en sacar uno por año), trata de "captar y descrifar las actuales mutaciones a fin de desarrollar una nuevo marco conceptual y un vocabulario para fenómenos que ya no pueden ser descritos con las categorías tradicionales de la arquitectura, del paisaje y del planeamiento urbano”. El proyecto actual investiga el impacto del comercio en la ciudad dentro del proceso de globalización. La visión es exactamente la del refrán.

Paul Goldberger, en su prestigiosa columna The Sky Line de la revista The New Yorker del pasado 28 de Marzo de 2002, titulada “Emporios High-Tech”, husmeaba en esta sospechosa crítica-homenaje a los paradigmas del comercio de la era de la tecnología.3 “Koolhaas”, decía sonriendo, “tiene buenos instintos de marketing”. Goldberger pone en duda sus académicas intenciones, denunciando sozlayadamente lo que a todas luces se ve como una pesca global de agujas azules proyectuales en mares exóticos y de venta sofisticada de nuevas mercancías arquitectónicas (citemos una frase reciente de Rem: “Hay que empezar a vender a la arquitectura junto con las carteras”).

Aclara The Sky Line que “a juzgar por la veneración con que los pronunciamientos de Koolhaas son recibidos, uno podría pensar que él dió con la más reciente hallazgo sobre el paisaje popular desde Venturi”. De hecho, Venturi y Scott Brown (autores del célebre manifiesto urbano Aprendiendo de Las Vegas (1972) son entrevistados en este libro por Rem (“Re-aprendiendo de Las Vegas”).4 Allí proclaman, entre otras menudencias, que la arquitectura ha muerto, para ser reemplazada por las iconografías comerciales del tercer milenio. Brindemos.

Pero éso es tan de Rem. Lo suyo siempre ha sido escandalizarnos, para que, embelezados, sucumbamos en sus brazos. El caso es que siempre ha basado su celebridad, “no en la belleza de sus composiciones sino en el poder de su retórica, adorando vocear sobre lo pasada que está la ciudad tradicional, y sobre la falta de significado que tiene el espacio público en la era de la tecnología”. El sí que se aprendió bien la lección de Las Vegas de 1972, cuando se decía que aprender del paisaje existente es una forma revolucionaria de ser para un arquitecto.

Hoy, cuando su más reciente arenga nos trata de convencer de que el comercio “con sus formas progresivamente predatorias ha infiltrado, colonizado, e incluso hasta reemplazado, casi todos los aspectos de la vida urbana”, quizás podamos defendernos de ella contemplándola sólo como éso: como una fachada magnífica que pretende echarnos el guante para que le permitamos construir ese edificio infinito con aire acondicionado con el que tanto sueña, o algún Reality Mall tipo la Calle Real de Sabana Grande en el mejor espíritu iconográfico-tecnológico de City Walk, Los Angeles.

Y, si “para muestra basta…”, veamos algo del apetitoso contenido de esta sublime trampa arquitectónica: ágoras, mercados, bazares, bolsas, arcadas, tiendas por departamentos, galerías, automercados, shopping malls, Wal Marts, outlets, franquicias, aeropuertos, estaciones, museos, hipermercados, supertiendas, strips; los espacios comerciales Disney; las tiendas por departamentos “de arquitecto”, desde la Carson Pirie Scott de Louis Sullivan (Chicago, 1903) hasta el centro comercial del Friedrichstadt Building (Berlín, 1996) de Jean Nouvel, y, finalmente, las plantas comparadas de todos los malls, tal como hiciera en los años 70 Perspecta (la revista de arquitectura de Yale) con las obras maestras de la arquitectura universal.


Harvard Design School Guide to Shopping (2002).







NOTAS
1. Jean-Pierre Jeunet. Amélie, Canal +, Paris, 2001.
2. Rem Koolhaas, Jeffrey Inaba, Sze Tsung Leong y Judy Chuihua Chung. Harvard Project On the City 2, Taschen, 2001.
3. Paul Goldberger. "High-Tech Emporiums; Prada and Toys R Us have much in common", The Sky Line, The New Yorker, Marzo 28, 2002.
4. Robert Venturi y Denise Scott Brown. Aprendiendo de Las Vegas, 1972.





Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, Lunes 8 de Abril de 2002. 





sábado, 20 de marzo de 2010

La Calle Real Strikes Back

Renovación urbana en la Calle 42, Nueva York (1990).




1. Broadway
Hay calles que se asemejan. En especial si han cumplido una misma función. Tal es el caso de Broadway y la Calle Real de Sabana Grande. Una era el camino diagonal que partía de New Amsterdam en Manhattan hacia el norte para comunicarla con tierra adentro; la segunda, de la misma guisa, salía del centro para abrirse camino al este entre los hatos y las haciendas, rumbo también al hinterland. Calle de Naciente la llamaron en sus comienzos. Un bello nombre.

Por antigua (dicen que el camino ya lo habían trillado los Toromaymas y los Mariches para visitarse) esta Calle Ancha iba a su aire y geometría zurcando el valle, más o menos paralela al río… Si de la misma suerte que en Nueva York la retícula del casco central se hubiera extendido infinita hacia el este como originalmente se pretendía por todo el valle, la Broadway caraqueña la hubiera cortado azarosa, dejando a su paso en la trama neoyorkinas triangulaciones urbanas tipo Times Square y aristas tipo el Flatiron Building… Mas no fue así, aunque obliga a al Eje Mayor de Caracas a amainar su paso para acusar la presencia rural de una "sabana grande". En este combarse un poco, la calle le rinde tributo sin que nos demos cuenta a sus olvidadas capas urbanas trazadas por carretas, dantas y diligencias.

Por ser sede inmemorial del tránsito y del viaje, ambas calles en su inexacto discurrir lineal, han guardado y detentan exacta vocación de puerto, vaudeville y estación. Por allí transcurrimos como viajeros, a la búsqueda de nuevas experiencias, con cierto vértigo por la aventura inminente, y como marchantes, intercambiando mercancías. Ambas broad ways son así en sus respectivas ciudades sedes urbanas del espectáculo y del comercio.

2. Radio City
La vocación de un lugar marca un destino que lo somete a innumerables renacimientos. La Calle Real de Sabana Grande, de haber estado tan vigente una vez (todo caraqueño tiene una historia en Sabana Grande), no ha dejado -a pesar del deterioro- de ser sentida como el centro comercial, intelectual y de entretenimiento de la ciudad.

Si la decadencia y la caída forman parte del mismo arco urbano, ya estamos remontando de nuevo la cuesta del redescubrimiento. Con la reciente decisión del Cabildo Metropolitano de traspasar este principal recinto urbano a manos de la Alcaldía Metropolitana, estamos a la puerta de su recuperación. Súmesele a ésto que toda el área circundante presiona con sus nuevos centros comerciales y actividades de diversión, con sus tiendas y franquicias y restaurantes temáticos -que hasta ayer soñaban cualquier mall suburbano- pero que ahora aspiran estar cerca de nuestra primera calle porque, digan lo que digan, ésta los sigue atrayendo.

Sabana Grande fue la madre del Centro Comercial Chacaíto, es la madre del Centro Comercial El Recreo y también lo será de los desarrollos comerciales de la Zona Rental Norte. Genius loci, territorio imantado, radioactivo, Radio City.

3. De 42nd. Street a la Calle Real: ¿Un proyecto para Disney Co.?
Con sus buhoneros y su anarquía, su falta de vigilancia y su abandono, sus palacios del cine y tiendas legendarias que a pesar de todo no cierran, la Calle Real se asemeja también a la neoyorkina Calle 42. Tiene su mismo tipo de “Pre-GAP allure”, su misma vocación noctámbula… y hasta su mismo deterioro reciente y perspectivas de cambio total gracias a un Plan Urbano a Corto Plazo.

Hasta hace muy poco (1978) en 42nd. Street había el doble de crímenes callejeros que en cualquier otro lugar de Nueva York. En 1984, el director de la Comisión de Planeamiento de la Ciudad aseguraba que esta era “la calle donde la ciudad perdió el control". Llena de tiendas porno y de mercancías baratas, era un desastre. Mas, como dijo el Chairman de Disney Co. Michael Eisner, “un desastre muy romántico”, y con mucho potencial.

Ese año, la ciudad presentó el “42nd Street Development Project”, cuya tarea era "reclamarle" el área al crimen y a la degradación. Pero lo más interesante de este programa de renovación urbana fue su polémico leimotiv: construir un mall en la ciudad con la ciudad misma. Aunque fue duramente criticado cuando se desarrolló (aún hoy -2002- se siguen inaugurando proyectos), lo que vino después en el mundo, es decir, la sanguijuela en la yugular de las urbes en que se han convertido las grandes superficies, enguyendo la actividad urbana varios kilómetros a la redonda, permite que hoy volvamos a ver con nuevos ojos esta posibilidad que tan disparatada nos parecía entonces, planteada por Robert A.M. Stern.

Es Stern, miembro del board de Disney, quien le cuenta a Eisner sobre el derruido teatro de New Amsterdam y de las calidades urbanas y arquitectónicas de la calle. Para echar el cuento corto, el involucramiento definitivo de Disney y su voto de confianza a la ciudad se convirtió en el turning point de toda el área, alentando a otros inversionistas. Una nueva corporación local, la “New 42nd Street Inc.”, veló por la restauración de los teatros, la incorporación de nuevas atracciones, como vastas salas de cine multiplex, y enarboló la memoria urbana del lugar como el emblema del proyecto. Este buscó recrear el ambiente y los usos de su momento más fulgurante (que en Sabana Grande serían los 50’s y los 60’s). La ciudad se vió en la extraña circunstancia de tener que planear algo que estaba supuesto a lucir como no-planificado.

Y hasta ahora parecen haber tenido éxito, a pesar de los temores de de que la cuadra podría haberse convertido en un Disney World de 270 metros de largo. Pero en en uno que llueve y se moja, donde no hay control climático, donde todo respira. Una calle muy real y no City Walk en Universal City. Los croquis de 42nd. Street muestran una versión repotenciada de sí; viejas y nuevas arquitecturas yuxtapuestas, mezcladas con vallas luminosas que intensifican la memoria colectiva del lugar en los códigos de diseño urbano.

Finalmente,en 1992 los líderes comerciales del área garantizaron que el vecindario se volviera limpio, seguro y acogedor, colocando sus propios trabajadores de limpieza y de seguridad en la calle, y mejorando la iluminación de las aceras. Por cierto, ¿sabían que Disney Co. Latinoamérica tiene su sede actual en Sabana Grande?

4. Living Well is the Best Revenge

Todos queremos que nuestra Calle Real de Sabana Grande se revitalice lo más rápido posible. Nada de mercados de buhoneros. Cuando la calle reviva, habrá trabajo formal para todos: en los cines, en los estacionamientos, en las tiendas, en los cafés, en los hoteles, en los restaurantes, en las boutiques, en las joyerías. Para ganarle a la ofensiva suburbana y a la marginalizante en contra de la ciudad, hemos de contraatacar con la ciudad misma. Como diría Ada Louise Huxtable: “hay que re-inventar Sabana Grande”.
 


Imágenes del 42nd Street Development Project. 




 
Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, lunes 25 de Marzo de 2002.


sábado, 13 de marzo de 2010

Fuera de la ley

 Jean Nouvel. Torre Aguas de Barcelona. Barcelona (1999). 




  
Nadie que se llame Chantal podría actuar de otra manera. Ese nombre marca a cualquiera… más si se trata de la curadora jefe del gran arquitecto francés contemporáneo Jean Nouvel, Chantal Béret. En su nombre ya estaba comprendido, ya se anunciaba, todo lo que sería la exposición que organizase en el Centro Georges Pompidou. Chantal.
 
Lo dijo Michel Volkovitch en su libro Verbolario (para el uso de escritores y lectores): “en una página de Du côté de chez Swann, titulada 'Encanto de los nombres', Proust analiza el efecto que producían sobre él ciertos nombres de ciudades: Parma, Vitré, Coutances, Questembert, Pontorson… diciendo: 'el nombre Parma me parece compacto, liso, malva y suave, con su sílaba pesada, donde no circula ningún aire… en cambio, Vitré, cuyo acento agudo lamía de madera negra el vitral antiguo'”.1 Esto también podría ocurrir con los curadores de arquitectura. Sigue Volkovitch: “uno podría igualmente estudiar los nombres propios inventados, aquellos a los que los autores encargan expresar, resumir, todo el carácter de un personaje o de un lugar ficticio. ¿Porqué Vautrin, Goriot, Bovary, Homays, Swann, Verduryn?” O también, ¿porqué Chantal?

Digamos que era lo más apropiado. Se trataba de hacer un show donde se respirase el más puro espíritu de los tiempos. Seducir absoultamente a todos. A tout le monde. Si la gran exposición retrospectiva de Jean Nouvel debía simular la visión personal de su arquitectura, debería “petrificar” el momento cultural. Capturar las ondas, ser el sismógrafo sensible a todas las mutaciones. Debería absorber dicho espíritu de los tiempos, especialmente de lo no-arquitectónico: “los estallidos de lo real, las emociones fugitivas de las luces de los aeropuertos, de las autopistas, de los carros, de las líneas eléctricas, de las suburbias, de las vallas, de las imágenes, de lo trivial, del estado actual de las cosas, de las tecnologías de punta, de los fotones, de los fractales, de Wenders y Goddard, Blade Runner, James Turrell, Anish Kapoor, Jenny Holzer, Richard Serra, Foucault, Deleuze…” y de la moda, claro está.2

Si Nouvel, para Chantal, era también Prouvé, Mies van der Rohe y sobre todo Archigram, entonces ella, Chantal, para el Pompidou, devendría Chanel/Lagerfeld, Saint-Laurent, Wallpaper y hasta el Buddha Bar, todo aderezado por el espectacular patronazgo digital de Samsung. La exposición de arquitectura “Jean Nouvel” se comprendería como el “set” Jean Nouvel, la “novela” Jean Nouvel, el “recital” Jean Nouvel, el “desfile” Jean Nouvel, y Chantal, vestida de negro, inspiraría la puesta en escena en un catwalk. Sólo le faltaron los DJ’s… si es que decidimos no tomar como música de “ambiance” el cliquear parpadeante de los video beams unidos a la voz electrónica de Nouvel desde las pantallas planas: “Les propongo una sucesión de inmersiones en micromundos como ecos de nuestro mundo, y a cada uno sus propias resonancias”. 

Chantal se dió la vuelta, e hizo un mohín displicente ante el directorio del museo. Para exponer a Nouvel, para poder mostrar su arquitectura crítica, su memoria activa, su hiperespecificidad, su darwinismo arquitectónico, su singularidad, su poética, su “estética del milagro”, había decidido estar, como él, “fuera de la ley”. Su proyecto de exposición, al igual que la Torre Aguas de Barcelona (el ícono central del show), que, muy a la Foucault, “no es una torre”, tampoco sería una exposición.

La imagen bajo todas sus formas contituiría su dispositivo esencial, y para develar la clave de todos los placeres, de todos los misterios de la seducción arquitectónica nouveliana haría “una historia discontinua, una especie de novela sin palabras, una pluralidad de aproximaciones para dirigir la mirada, entre la distracción y la demostración, la reflexión y la fascinación, y dar cabida a una percepción flotante del espacio arquitectónico”. Haría una caja de imágenes mágicas. Con ésto, su curaduría se zambulle en la corriente más actual de la museografía arquitectónica, a saber, la de los arquitectos-escenógrafos. Prueba de ello es el proyecto para la nueva Cité de l’Architecture et du Patrimoine en el Trocadero, a ser inaugurada en el 2003.

Chantal, con una elegante arrogancia tipo Sonia Rikyel, había levantado la voz, que resonó en los ámbitos de vidrio y acero: “Esta exposición no es ni exhaustiva, ni objetiva, ni retrospectiva, ni didáctica, ni científica. No se dirige a los iniciados: ¡No esperen ni planos, ni maquetas que arriesguen ser fuentes de incomprensión por su escala, la naturaleza de la luz o de los materiales; nada de información sobre aquéllo que es la génesis del proyecto, sobre la arquitectura como trabajo, como no sea archivada en la memoria de un ordenador!” 

Oh, pero claro, Chantal: ¡Nouvel es lo imaginario asistido por el ordenador! Y así, a través de cinco secuencias temáticas contenidas en densas cajas negras, containers hundidos en la oscuridad donde no se ve sino la luz de aquéllo que es mostrado, “desfilan” por la pasarela de Chantal un “jardín extraordinario” (la Embajada de Francia en Alemania), el “paradigma artificio-naturaleza” (el Museo Temporal Guggenheim de Arte), la “infiltración” (la sede social de la Sociedad Richemont, Ginebra), el “misterio del origen” (el Museo de la Evolución humana, Burgos), el “traza(do) del futuro” (el Centro Cultural de Santiago de Compostela), y así sucesivamente, hasta alcanzar la susodicha torre que no es una torre, Aguas de Barcelona (AcBar).

Solamente al concluir, Chantal
Béret le permitió una excepción a la vulgar realidad, y la luz vuelve en la sala llamada de la “Agencia”, inspirada en el tema del taller, donde archivos, ficheros, y bancos de datos aguardan en unas treintena de computadoras para que los descreídos podamos urgar con el mouse en la memoria de más de doscientos proyectos y veinte años de espléndida carrera arquitectónica. 


La exposición en el Centro Georges Pompidou.







NOTAS
1. Michel Volkovitch.Verbolario (para el uso de escritores y lectores).
2. "Jean Nouvel", Centre Georges-Pompidou, Paris, 2002.




Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, lunes 21 de enero de 2002. 


 
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