Las recientes discusiones en Caracas (2002) sobre el asunto de la avalancha de malls que se nos viene encima, me recordó una escena de la película Amélie.1 En ella, el pretendiente de la protagonista es interpelado por una amiga. El interrogatorio consistía en que ella dijera cómo terminan una larga lista de refranes (“No hay mal ¿que por bien…?”, “Más vale pájaro en mano ¿que…?”), asegurándole que “todo aquél que conoce bien la refranología no puede ser una mala persona”.
"Los arquitectos refraneros", pensé, "pues tienen aquí un nuevo chance". Manejando tan bien como manejan los refranes de resabios urbanos, han de ser generalmente siempre excelentes personas... más allá del bien y del “mall”. Basta recordar ese refrán tan en boga hoy en día en la discusión urbana y arquitectónica que valida infinitas propuestas de vanguardia: “Si no puedes contra ellos…” No importa cuáles sean los problemas, ni qué significa en la ciudad contemporánea “unírseles” definitivamente.
El mejor ejemplo de esta extensiva práctica es el arquitecto holandés Rem Koolhaas (a quien de ahora en adelante nos referiremos como “Rem”). Rem es, como ustedes saben, el más dilecto de los pretendientes del planeta para todo proyecto en ciernes, para toda situación urbana aún no catalogada, para toda mutación en busca de un arquitecto. Como buen candidato para nuevos proyectos, es un hábil manipulador de refranes, sobre todo si proclaman como en el refrán que hemos citado anteriormente que, ya que no podemos con la suburbia, ya que no podemos con el caos, ya que no podemos con el Urban Sprawl ni con los centros comerciales, entonces, ¡únamonos a ellos!
Así, un nuevo best-seller suyo ha aparecido para propagar la palabra. La palabra de Rem. Producto del gran-espectáculo-mediático-de-masas que viene organizando desde hace un buen tiempo en la Escuela de Arquitectura de Harvard, Ma. -de hecho ya totalmente suya- con el nombre de “Harvard Project on the City”; un ambicioso taller que inicialmente llamábase Proyecto sobre lo que Era una Ciudad, pero cuyo nombre fue cambiado por ser demasiado hiriente.
El reciente proyecto editorial, numerado “2”, se titula Harvard Design School Guide to Shopping y nos ilumina definitivamente sobre qué hacer con la marea de construcciones comerciales y con las embarazosas tipologías que están llegando a las ciudades de vuelta de las suburbias.2 Esos monstruos del campo, que invaden el paisaje urbano del siglo XXI bajo las formas omnívoras de los hipermercados y de los malls de nueva planta. El nuevo ladrillo de Rem, negro esta vez (se ha empeñado en sacar uno por año), trata de "captar y descrifar las actuales mutaciones a fin de desarrollar una nuevo marco conceptual y un vocabulario para fenómenos que ya no pueden ser descritos con las categorías tradicionales de la arquitectura, del paisaje y del planeamiento urbano”. El proyecto actual investiga el impacto del comercio en la ciudad dentro del proceso de globalización. La visión es exactamente la del refrán.
Paul Goldberger, en su prestigiosa columna The Sky Line de la revista The New Yorker del pasado 28 de Marzo de 2002, titulada “Emporios High-Tech”, husmeaba en esta sospechosa crítica-homenaje a los paradigmas del comercio de la era de la tecnología.3 “Koolhaas”, decía sonriendo, “tiene buenos instintos de marketing”. Goldberger pone en duda sus académicas intenciones, denunciando sozlayadamente lo que a todas luces se ve como una pesca global de agujas azules proyectuales en mares exóticos y de venta sofisticada de nuevas mercancías arquitectónicas (citemos una frase reciente de Rem: “Hay que empezar a vender a la arquitectura junto con las carteras”).
Aclara The Sky Line que “a juzgar por la veneración con que los pronunciamientos de Koolhaas son recibidos, uno podría pensar que él dió con la más reciente hallazgo sobre el paisaje popular desde Venturi”. De hecho, Venturi y Scott Brown (autores del célebre manifiesto urbano Aprendiendo de Las Vegas (1972) son entrevistados en este libro por Rem (“Re-aprendiendo de Las Vegas”).4 Allí proclaman, entre otras menudencias, que la arquitectura ha muerto, para ser reemplazada por las iconografías comerciales del tercer milenio. Brindemos.
Aclara The Sky Line que “a juzgar por la veneración con que los pronunciamientos de Koolhaas son recibidos, uno podría pensar que él dió con la más reciente hallazgo sobre el paisaje popular desde Venturi”. De hecho, Venturi y Scott Brown (autores del célebre manifiesto urbano Aprendiendo de Las Vegas (1972) son entrevistados en este libro por Rem (“Re-aprendiendo de Las Vegas”).4 Allí proclaman, entre otras menudencias, que la arquitectura ha muerto, para ser reemplazada por las iconografías comerciales del tercer milenio. Brindemos.
Pero éso es tan de Rem. Lo suyo siempre ha sido escandalizarnos, para que, embelezados, sucumbamos en sus brazos. El caso es que siempre ha basado su celebridad, “no en la belleza de sus composiciones sino en el poder de su retórica, adorando vocear sobre lo pasada que está la ciudad tradicional, y sobre la falta de significado que tiene el espacio público en la era de la tecnología”. El sí que se aprendió bien la lección de Las Vegas de 1972, cuando se decía que aprender del paisaje existente es una forma revolucionaria de ser para un arquitecto.
Hoy, cuando su más reciente arenga nos trata de convencer de que el comercio “con sus formas progresivamente predatorias ha infiltrado, colonizado, e incluso hasta reemplazado, casi todos los aspectos de la vida urbana”, quizás podamos defendernos de ella contemplándola sólo como éso: como una fachada magnífica que pretende echarnos el guante para que le permitamos construir ese edificio infinito con aire acondicionado con el que tanto sueña, o algún Reality Mall tipo la Calle Real de Sabana Grande en el mejor espíritu iconográfico-tecnológico de City Walk, Los Angeles.
Hoy, cuando su más reciente arenga nos trata de convencer de que el comercio “con sus formas progresivamente predatorias ha infiltrado, colonizado, e incluso hasta reemplazado, casi todos los aspectos de la vida urbana”, quizás podamos defendernos de ella contemplándola sólo como éso: como una fachada magnífica que pretende echarnos el guante para que le permitamos construir ese edificio infinito con aire acondicionado con el que tanto sueña, o algún Reality Mall tipo la Calle Real de Sabana Grande en el mejor espíritu iconográfico-tecnológico de City Walk, Los Angeles.
Y, si “para muestra basta…”, veamos algo del apetitoso contenido de esta sublime trampa arquitectónica: ágoras, mercados, bazares, bolsas, arcadas, tiendas por departamentos, galerías, automercados, shopping malls, Wal Marts, outlets, franquicias, aeropuertos, estaciones, museos, hipermercados, supertiendas, strips; los espacios comerciales Disney; las tiendas por departamentos “de arquitecto”, desde la Carson Pirie Scott de Louis Sullivan (Chicago, 1903) hasta el centro comercial del Friedrichstadt Building (Berlín, 1996) de Jean Nouvel, y, finalmente, las plantas comparadas de todos los malls, tal como hiciera en los años 70 Perspecta (la revista de arquitectura de Yale) con las obras maestras de la arquitectura universal.
NOTAS
1. Jean-Pierre Jeunet. Amélie, Canal +, Paris, 2001.
2. Rem Koolhaas, Jeffrey Inaba, Sze Tsung Leong y Judy Chuihua Chung. Harvard Project On the City 2, Taschen, 2001.
3. Paul Goldberger. "High-Tech Emporiums; Prada and Toys R Us have much in common", The Sky Line, The New Yorker, Marzo 28, 2002.
4. Robert Venturi y Denise Scott Brown. Aprendiendo de Las Vegas, 1972.
Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, Lunes 8 de Abril de 2002.
Definitivamente el mol es el opuesto del bien. No es tan acertado la presencia de grandes cuarteles policiales en la ciudad; o descomunales dispositivos de cine o distraccion; templos, tribunales, centros de ingenieria social e inteligencia. El Centro Comercial lo hace. La sintesis del sistema. La clave que da estabilidad al arco. Se satisfacen los sentidos; se mueve la economia-la sociedad; se le da sentido a la vida (la noche, la aventura, el eclipse: la trilogia de Antonioni), de este modo se puede seguir adelante a pesar de vivirse desde una existencialidad disfuncional ..... solo que el Centro Comercial para los americanos tiene un sentido, mientras que para los venezolanos necesariamente tiene otro.....
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