El
Angel del Paraíso, "restaurado" (f. Hannia Gómez, agosto, 2014).
"A estas horas
hasta el color de los labios se desvanece".
Luis Buñuel. El ángel exterminador.1
1. The Gilded Age
Son legendarias las polémicas despertadas en esta ciudad por ciertos restauradores
del patrimonio urbano que han hecho de los cambios de color en los monumentos
históricos su más notoria divisa. Gracias a ellos hemos visto mutar a la blanca Caracas en
la Caracas de los colores populares, especialmente del más célebre: el
"amarillo alcaldía" (Pantone 124C), seguido muy de cerca por su metálica
versión para estatuaria, el dorado.2
La palabra "cala" ha sido la primera herramienta de las
transformaciones. Ella es usada con éxito para acabar con la discusión cada vez
que aparece un ciudadano memorioso o experto en la materia que recuerda unas
tonalidades distintas para este o aquel edificio u obra de arte, generalmente
más suaves, más neutras, o sencillamente el color del material original. "La
cala estratigráfica dio amarillo", alega el lego. "Oh, en serio?",
suspira, derrotado, el memorioso. Y el asunto se da por terminado.
El impulso restaurador en la ciudad, por supuesto, no tiene nada de malo. Al
contrario: estos nuevos ángeles patrimoniales han ido exterminando años de
abandono del patrimonio en la fábrica urbana. El problema es que ese mismo
poderoso impulso, esa misma potestad cuasi divina con que exterminan el polvo,
la herrumbre, las grietas, el óxido y la humedad, ha terminado por exterminar también algunas veces sus propios escrúpulos,
materia sumamente importante en una profesión cuyos resultados, por públicos, afectan
a toda la colectividad, y por lo cual está tan necesitada de rigor histórico y apertura
a la discusión.
El hecho es que le hemos ido siguiendo la pista a uno de estos angélicos
personajes, quien avistamos por vez primera en 2010 en el Calvario luego de que
le aplicase una abundante dosis de color cobre a la estatuas y relieves del
Arco de la Federación (Emilio Gariboldi, 1895), que quedaron, desde entonces, jaspeadamente
bronceados. Viendo el resultado, no nos quedaron dudas de que acabar con la "monotonía"
cromática del histórico arco le fue algo absolutamente irresistible; en su
labor, aún tuvo tiempo para demorarse en pintar de tricolor el relieve del
escudo nacional, abriendo así una nueva era para la estatuaria en la ciudad: la
del libro infantil para colorear donde se le da rienda suelta a la imaginación.
Esta nueva era tiene su más completo logro en un hasta hace poco abandonado
monumento de la Plaza Madariaga, en El Paraíso: el Monumento a la Victoria (circa 1910). Allí creemos ver de nuevo
la mano de nuestro patrimonial ángel, exterminando la herrumbre, el polvo, el
hollín, exterminando todo… hasta la pátina del bronce. La estatua tiene de
nuevo su brazo en su sitio (restituyéndole el que le cortara la rama de un árbol
y que un piadoso vecino guardara por años), pero ahora sus ropajes lucen un
dorado rosé que se recorta delicadamente
contra el rutilante oro de su cuerpo. Solo falta pintarle los celestiales ojos
de azul, y alguno que otro carmín en las mejillas… y habrá quien diga que hasta
le gusta! Pero, es eso lo importante?
Observando con qué libertad se ha sustituido la heráldica trompeta de
bellas líneas que la estatua empuñaba en su mano izquierda por una especie de objeto
que asemeja un destapador de cañerías, cómo se han olvidado de rehacer la
corona de laurel de bronce que alzaba con la otra mano y de reconstruir el pedestal
neoclásico sobre el que se levantaba el monumento, no cabe sino preguntarse: primero:
hasta dónde podemos permitir que llegue la licencia de un restaurador? Y segundo:
dónde está la cala?
"Avenida del Paraiso", circa 1910 (Postal, colección de
Joyería La Perla, N. 57. Archivo Fundación de la Memoria Urbana).
2. El Angel del Paraíso
Hagamos memoria urbana. El "Monumento a la Victoria", o Ángel del
Paraíso, fue erigido para las fiestas del Centenario en 1910 en la Plaza 19 de
Abril (hoy Plaza Madariaga), junto a la Avenida del Paraíso (hoy Avenida Páez).3
Justamente en la puerta oriental de la urbanización.
Es imposible no identificarlo sino como el Arcángel Gabriel, el ancestral guardián de las
puertas del Paraíso, quien también fuera el ángel de la Anunciación (de allí la
trompeta en su mano derecha). Además, por ser la trompeta el instrumento de los
cánticos de la victoria y llevar una corona, a este tipo de monumentos se les
llama "triunfo".
Todo esto nos habla que el barrio El Paraíso de fines del siglo diecinueve era
un verdadero Jardín del Edén, como una ciudad prometida, una nueva Jerusalén. Y
revela a unos ciudadanos que por su cultura urbana tenían entonces mucho de arcángeles,
palabra que viene de Arc Angel, que
etimológicamente esta compuesta por arco,
"el que dirige" y angel, "el
mensajero". Dulces heraldos e ilustrados arquitectos, los caraqueños de El
Paraíso erigieron este monumento para dirigirnos un mensaje. Salve, parece que le dijera el ángel a
la ciudad. "Llena eres de gracia".4 En vez de anunciar la caída de
Babilonia, resguarda vigilante un portal de alabastro.
Al este de su Edén, el Ángel del Paraíso sigue allí, un siglo después, como
escribiera John Milton en El paraíso
perdido, "contento con la esperanza / de encontrar a quien guiar en su
vuelo errante / hasta el Paraíso".5
NOTAS
1. Luis Buñuel. El ángel exterminador, 1962.
2. Hannia Gómez. "Cal", http://hanniagomez.blogspot.com/2009/02/2009-cal.html
3. Plano de la Ingeniería Municipal del Distrito
Federal, 1930. Archivo Fundacion de la Memoria Urbana.
4. "Salve
, llena de gracia, el Señor está contigo..." En: Lucas 1, 26-38
5.
John Milton. Paradise Lost. A Poem in Twelve Books, Libro
Tres, Londres, 1674.
Publicado en: La fábrica, @ELNACIONALweb, Caracas, 25 de Agosto, 2014.