La Torre Pirelli tras el choque de una avioneta suiza Rockwell Commander 112 de un solo motor, el 18 de abril del 2002 (f. swissinfo.ch).
1. Con la faz abofeteada
La Radio Popolare de Milán había decidido ayudar a la hija del arquitecto en hacer pública su protesta frente a lo que lucía como una amenaza cierta: los actuales inquilinos de la Torre Pirelli (1959), obra del maestro de la arquitectura moderna Gio Ponti, recientemente dañada tras el choque espectacular por la avioneta de un suicida, estaban pensando en hacer una “reinterpretación” de la fachada al ir a emprender rápidamente las costosas reparaciones (la torre fue prácticamente atravesada de lado a lado). Tan grave desprecio de los sublimes proyectos de Nervi y del Studio Ponti, Fornaroli & Roselli estaba suscitando en toda la ciudad una acre polémica. ¿Cómo era posible que hoy en Milán, la capital italiana del diseño, pudiera siquiera considerarse la posibilidad de una reconstrucción libertina-no respetuosa del edificio? ¿Será el espíritu de los tiempos?
La Radio Popolare, emisora tradicionalmente luchadora y denunciante de toda injusticia sabía que aquéllo solo podía explicarse por la poca cultura de los jefes de las oficinas oficiales que ocupan la Pirelli (algo así como la gobernación local), a quienes el exquisito diseño original de Ponti, imagen de toda la ciudad, les importa un bledo: les basta con que la torre siga dominando la plaza. Para muestra de ésto, estaba su amenaza reciente de imprimir sobre los vidrios de toda la fachada sobre la Piazza del Duca d’Aosta su logo gigantesco… una abominable práctica publicitaria que solo abunda en países donde el respeto por la cultura arquitectónica no existe. Valga como ejemplo local el ignominioso trato que le están dando a la Torre Polar en Plaza Venezuela sus inquilinos, dueños y anunciantes, con el vulgar aviso gigante (donde, en este momento (2002), “Sí Hay” abuso contra la ciudad), que mancha y borra la noble presencia arquitectónica de este favorito ícono moderno de la ciudad, como si fuera una bofetada propinada en su mismísima cara. La Pirelli se salvó por poco de ésa; la Polar, lamentablemente, no.
2. Como era
Pero aunque en Caracas vivimos en medio de una barbarie urbana, pudo nuestra ciudad acudir en ayuda de Milán. Librado el “Pirellone” por el clamor popular de la afrenta de la despreciable valla en su fachada, corría todavía un nuevo riesgo: el de verla reconstruida libertinamente con un detallado distinto, el de verla ocupada internamente con otros diseños de tabiques y plafones distantes de los originales esquemas de espacialidades internas. Estos diseños ya no emplearían los finos detalles originales pontianos.
La Radio Popolare, emisora tradicionalmente luchadora y denunciante de toda injusticia sabía que aquéllo solo podía explicarse por la poca cultura de los jefes de las oficinas oficiales que ocupan la Pirelli (algo así como la gobernación local), a quienes el exquisito diseño original de Ponti, imagen de toda la ciudad, les importa un bledo: les basta con que la torre siga dominando la plaza. Para muestra de ésto, estaba su amenaza reciente de imprimir sobre los vidrios de toda la fachada sobre la Piazza del Duca d’Aosta su logo gigantesco… una abominable práctica publicitaria que solo abunda en países donde el respeto por la cultura arquitectónica no existe. Valga como ejemplo local el ignominioso trato que le están dando a la Torre Polar en Plaza Venezuela sus inquilinos, dueños y anunciantes, con el vulgar aviso gigante (donde, en este momento (2002), “Sí Hay” abuso contra la ciudad), que mancha y borra la noble presencia arquitectónica de este favorito ícono moderno de la ciudad, como si fuera una bofetada propinada en su mismísima cara. La Pirelli se salvó por poco de ésa; la Polar, lamentablemente, no.
2. Como era
Pero aunque en Caracas vivimos en medio de una barbarie urbana, pudo nuestra ciudad acudir en ayuda de Milán. Librado el “Pirellone” por el clamor popular de la afrenta de la despreciable valla en su fachada, corría todavía un nuevo riesgo: el de verla reconstruida libertinamente con un detallado distinto, el de verla ocupada internamente con otros diseños de tabiques y plafones distantes de los originales esquemas de espacialidades internas. Estos diseños ya no emplearían los finos detalles originales pontianos.
Aunque todos los planos de la torre están guardados en la Universidad degli Studi di Parma en el Archivo Ponti, y aunque sendos juegos de copias se guardan en los depósitos del edificio, nadie garantizaba que serían seguidos al pie de la letra. Es entonces cuando Radio Popolare, en su emisión en vivo del pasado Jueves 25 de Abril de 2002, a las ocho de la noche, decide entrevistar a la hija del arquitecto. “Puede decirle a nuestros oyentes, ¿Qué opinión guarda usted al respecto?”
Letizia Ponti no vaciló. Había estado estudiando por días su respuesta. Y se había paseado por algunas notables reconstrucciones: la del Pabellón alemán de Mies van de Rohe en Barcelona, que no fue destruido, sino desmantelado en 1929; la polémica sobre el sustituto potencial de las siniestradas Torres Gemelas; los muchos casos de reconstrucciones en Europa tras la Segunda Guerra Mundial, Berlín, Varsovia; la obra póstuma de Wright. De todos éstos, finalmente seleccionó un caso extremo para ejemplificar lo que hay que hacer con la obra maestra de su padre: la historia de las dos reconstrucciones de las fachadas de la Torre Europa de Caracas tras sus dos siniestros, reconstrucciones hechas exactamente según sus planos, y que honran a nuestra ciudad al punto de poder ser citadas como ejemplo.
Y así lo dijo al periodista: “La Torre Pirelli debe ser reconstruida como era, al igual que lo fue la Torre Europa de los arquitectos Benacerraf, Fuentes & Gómez en Caracas. Sus planos deben ser vueltos a usar, y su arquitectura reconstruida exactamente en toda la belleza de sus detalles”. Es decir, queridos oyentes, si en Caracas lo han logrado, si en esa lejana ciudad, abatida por la anarquía, la desmemoria y el irrespeto, lo han logrado, queridos milaneses, entonces con más razón debemos de hacerlo nosotros aquí... Cabe recordar que Letizia Ponti conoce bien Caracas desde los años cincuenta, cuando vivió junto a sus padres el maravilloso episodio de la Villa Planchart. Un puente arquitectónico y humano se tendió entre ambas ciudades desde entonces, del cual este testimonio radial es una nueva prueba.
3. Planimetrías como garantía
Aseguran quienes han dado la lucha en el resguardo de la memoria urbana de las ciudades de Venezuela, que luego de las derrotas sucesivas o del desconsuelo, lo único que deja una esperanza es el testimonio que podamos hacer de las arquitecturas y de los fragmentos urbanos amenazados. Levantar, fotografiar, dibujar, describir, relatar.
El más grave problema, por ejemplo, que enfrenta el triunfo del reciente amparo para proteger los conjuntos urbanos patrimoniales y las arquitecturas de la Avenida Lecuna, es la falta de registro de lo que antes había. La magnífica Torre Pirelli puede ser reconstruida, porque sobran los elementos para hacerlo; no hay nada más hermoso que ver el archivo de planos originales en canson de la Torre Europa guardados en su archivo. Pero, ¿qué hacer con El Conde, qué hacer con las arquitecturas anónimas de La Lecuna y de San Agustín del Norte? ¿Dónde están los cuadros de Canaletto o las fotos de Atget que nos permitirían reconstruir o siquiera reinterpretar lo que tan injustamente nos han arrebatado?
Esta historia de dos torres que mutuamente se ayudan a través del océano, es un llamado a la reflexión, y a la necesidad de que los organismos competentes y las universidades se aboquen, con urgencia, a registrar, registar, registrar nuestras frágiles realidades urbanas, calle por calle, edificio por edificio de caraqueña arquitectura... en torres de planos.
Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, lunes 5 de Mayo de 2002.
Y así lo dijo al periodista: “La Torre Pirelli debe ser reconstruida como era, al igual que lo fue la Torre Europa de los arquitectos Benacerraf, Fuentes & Gómez en Caracas. Sus planos deben ser vueltos a usar, y su arquitectura reconstruida exactamente en toda la belleza de sus detalles”. Es decir, queridos oyentes, si en Caracas lo han logrado, si en esa lejana ciudad, abatida por la anarquía, la desmemoria y el irrespeto, lo han logrado, queridos milaneses, entonces con más razón debemos de hacerlo nosotros aquí... Cabe recordar que Letizia Ponti conoce bien Caracas desde los años cincuenta, cuando vivió junto a sus padres el maravilloso episodio de la Villa Planchart. Un puente arquitectónico y humano se tendió entre ambas ciudades desde entonces, del cual este testimonio radial es una nueva prueba.
3. Planimetrías como garantía
Aseguran quienes han dado la lucha en el resguardo de la memoria urbana de las ciudades de Venezuela, que luego de las derrotas sucesivas o del desconsuelo, lo único que deja una esperanza es el testimonio que podamos hacer de las arquitecturas y de los fragmentos urbanos amenazados. Levantar, fotografiar, dibujar, describir, relatar.
El más grave problema, por ejemplo, que enfrenta el triunfo del reciente amparo para proteger los conjuntos urbanos patrimoniales y las arquitecturas de la Avenida Lecuna, es la falta de registro de lo que antes había. La magnífica Torre Pirelli puede ser reconstruida, porque sobran los elementos para hacerlo; no hay nada más hermoso que ver el archivo de planos originales en canson de la Torre Europa guardados en su archivo. Pero, ¿qué hacer con El Conde, qué hacer con las arquitecturas anónimas de La Lecuna y de San Agustín del Norte? ¿Dónde están los cuadros de Canaletto o las fotos de Atget que nos permitirían reconstruir o siquiera reinterpretar lo que tan injustamente nos han arrebatado?
Esta historia de dos torres que mutuamente se ayudan a través del océano, es un llamado a la reflexión, y a la necesidad de que los organismos competentes y las universidades se aboquen, con urgencia, a registrar, registar, registrar nuestras frágiles realidades urbanas, calle por calle, edificio por edificio de caraqueña arquitectura... en torres de planos.
Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, lunes 5 de Mayo de 2002.