domingo, 7 de junio de 2009

Mitologias de la ciudad


"Casa Colonial. Caracas, Venezuela" (Postal. Archivo Fundacion de la Memoria Urbana).



“La literatura sirve para devolvernos un pedazo olvidado
o ignorado del mundo en que vivimos".
María Fernanda Palacios.1

Las grandes lagunas de la conciencia urbana suelen comúnmente taparse de manera disuasoria. Automáticamente le achacamos toda amnesia a la escasa historiografía arquitectónica producida por nuestros autores el siglo pasado sobre la historia urbana de Caracas y todas las ciudades de Venezuela: todo quedó por sentado en los pocos textos fundamentales; todo lo demás son grandes misterios o grandes mitos solares. 

Todo está por verse (o nunca estará por verse), todo está disperso, todo era escaso (o convinimos en creer que es escaso). Los planos se perdieron, las fotos se borraron, los textos no existen. A nadie se le ocurre atreverse, por lo menos, a fabular. Para muestra de ello quizás el ejemplo de la ciudad colonial sea el más paradigmático y patético de dicho automatismo. Hace muchísimo tiempo que la comunidad arquitectónica nacional dio por sentado que había que abandonar toda búsqueda de los vestigios arquitectónicos y urbanos coloniales, ya que "la ciudad moderna barrió con todo" y, aparentemente, nada quedó. Caracas es la ciudad de América con menor cantidad de fábrica colonial, que le vamos a hacer, asunto terminado. Somos modernos. Evviva.
  
Todo intento es vano. Para que remover los escombros de una realidad oscura si su sombra nos basta, si con ella nos contentamos bien pronto. Del siglo diecisiete, del siglo dieciocho "no tenemos nada", y por ende poco pesa en nosotros. Como esos parcializados historiadores de la urbanística mundial, que obvian (2002) el capitulo de la ciudad latinoamericana por ser "otra simple retícula colonial más", dejándola de lado en libros y enciclopedias del saber urbanístico, dos mil ciudades producto de las Leyes de Indias en América birladas de un plumazo por virtud de un albur, eso parecemos... La herida la dejó abierta Carlos Raúl Villanueva en su libro Caracas en tres tiempos.2 Allí, el álbum de fotografías tomadas por el mismo de las más hermosas casas coloniales de la ciudad ya anunciaba tanto la desaparición inminente de esas mismas casas como el inicio del tácito mea culpa (que nos alcanza a todos) por la destrucción que traería consigo el impulso renovador que sobrevino tras la construcción de El Silencio. 

El vértigo de la suplantación nos ha succionado en su vorágine desde entonces. Las cosas en la ciudad no se quedan intactas con nosotros lo suficiente como para que nos apropiemos psicológicamente de ellas. Hay un vacío, sin embargo, que no podremos por mucho tiempo seguir dejando sin atender. No es posible que en la historia urbana de Caracas hayan silencios de cien años, o que carezcamos, por ejemplo, de un plano que narre la evolución de las haciendas en el valle, o de otro que intente dibujar las arquitecturas domésticas del centro histórico antes del siglo veinte.

Afortunadamente, esta ciudad es infinita, y otros indómitos espíritus levantan sus voces para darnos renovados ánimos. Espíritus que no se contentan ni con las verdades a medias, ni con las historias contadas hace tiempo. Su heroica resistencia al status quo de lo que se tiene como cierto abre de nuevo la lectura de la ciudad desde ángulos inesperados de sí misma. Por ejemplo, están los apetitosos anuncios que nuestro admirado Carlos F. Duarte hace al respecto, cuando nos dice: “detrás de los muros de las aberrantes construcciones, en el fondo de los patios, debajo de los escombros, tras las fachadas prostituidas del centro histórico y de sus áreas aledañas, se encuentran esperando por ser descubiertos insospechados vestigios de nuestra ciudad colonial”. Pilas, patios, cisternas, tumbas, fragmentos, huellas de toda índole. Confundidas con lo contemporáneo, enmarañadas en la obscena realidad… O, adicionalmente, cuando vemos que empieza a levantarse por doquier la sospecha de la existencia de toda una ciudad colonial virtual descrita en las actas testamentarias de las archivos históricos de Caracas, esperando por a ser levantada por algún infógrafo cartógrafo que podamos generosamente proveerle. Casas y haciendas descritas en manuscritos por pintores y escultores o arquitectos, planos minuciosos doblados en sobres hechos por abogados del Rey o de la república… un caudal de información dormido en arcas promisorias.

Así, nuestros renovados ánimos se han coronado gloriosamente este sábado pasado, con el bautizo  en la Librería Estudios de esta ciudad del asombroso libro de la profesora María Fernanda Palacios, Ifigenia, Mitología de la Doncella criolla, su esperado trabajo de veinte años. Entre las inagotables maravillas de esta obra que lo dejan a uno paralizado de admiración -valga decir, en absoluto estado de shock-, ésta comprende un magistral primer capítulo, titulado “Mitología de la casa”, que habrá que hacerles leer a todos los estudiantes de arquitectura de ahora en adelante, por decir lo menos.3 Es, sin duda, es el texto más sensible e inteligente aparecido sobre el tema de la casa criolla desde que Graziano Gasparini publicara en 1962 La casa colonial venezolana… hace ya cuarenta años. (2002).

Magníficamente escrito, mejor documentado, divinamente pensado y argumentado, este libro es, sobre todo, una especie de epifanía anunciada: algo que la ciudad esperaba ya hace mucho tiempo. ¿Hay que aclarar que son las amorosas, eruditas, apasionadas lecturas como ésta las que ahora justamente más le hacen falta a Caracas?… Aunque hay que estar claros: es muy difícil que ninguno de nosotros pueda llegar siquiera a rozar el discurrir de la profesora Palacios, acucioso, creativo e incansable, por las líneas y entrelíneas de la novela Ifigenia de Teresa de la Parra.

Por ello, ¡quién pudiera atreverse a pedirle que lo siguiera haciendo pero esta vez en el gran libro que es esta ciudad para poder lograr develarnos todas sus otras mitologías, todas sus corrientes sumergidas! Y, si como nos dice: “la literatura sirve para devolvernos un pedazo olvidado o ignorado del mundo en que vivimos o de la historia en que estamos ensartados”, los arquitectos debemos estarle agradecidos por habernos devuelto la casa criolla en todas sus estancias e instancias, y por habernos demostrado con sublime tino cómo habita en sus profundidades “el corazón salvaje de la ciudad”.4

Portada del libro Ifigenia, Mitologia del Doncella Criolla.
 




NOTAS
1. Maria Fernanda Palacios. Ifigenia. Mitología de la Doncella Criolla, Ediciones Angria, Caracas, 2001.
2. Carlos Raúl Villanueva. Caracas en tres tiempos, Caracas.
3.4. M.F. Palacios. Op. Cit., 2001.




Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, lunes 25 de febrero de 2002.






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