Twin Phenomena: Preservation and Modern Architecture in Latin America, Columbia Fitch Colloquium, GSAPP, New York City, 2009.
"Conservar el paisaje y sus objetos naturales e históricos y la vida salvaje en ellos
y preveer el goce de los mismos de tal manera que
puedan permanecer intactos para el disfrute de las generaciones futuras”.
Frederick Law Olmsted, Jr. National Park Service Organic Act, 1916.
1. Twin Phenomena
Caracas tiene una magnífica herencia moderna. Su arquitectura, sus parques, sus conjuntos monumentales, sus íconos, sus espacios públicos, sus obras de arte, son parte innegable de la historia de la arquitectura y el urbanismo del siglo XX. Sin embargo, esto hoy en día es un engorro para muchos. La brillante capital de la inmensa fe en el futuro que a comienzos del siglo XX empleaba los dineros ingresados por la renta petrolera para invitar a participar en la construcción de su fábrica urbana a los mejores artistas y especialistas del mundo, la ciudad cosmopolita que a mediados del siglo vivía la epopeya de sus años dorados, la ciudad pujante que llegó a ser considerada como una de las capitales de la arquitectura moderna, hoy ya no sabe qué hacer con las joyas arquitectónicas y urbanas que esos años le dejaron, las cuales se le agolpan entre sus manos, incómodamente, con todo el peso de sus calidades y de sus valores. El peso de la responsabilidad.
Dentro de este contexto de confusión, el desarrollo urbano de Caracas prosigue, avasallante. Avanza, pero salpicado, eso sí, de recurrentes escándalos patrimoniales que inundan casi todos los días las páginas de los periódicos. Entre los casos más sonados y polémicos de los últimos cinco años han destacado en particular dos que afectan directamente la herencia moderna de los "paisajes culturales diseñados".1 En el contexto caraqueño, los bienes patrimoniales más frágiles son los de la arquitectura del paisaje. Un proyecto de diseño urbano, un paisajismo o un parque tienden a ser vistos como arquitecturas "blandas" o como "terrenos" vacíos listos para ser reutilizados, susceptibles de ser revertidos de su condición, o de ser intervenidos con libertad.
Caracas atesora dos de las más importantes y grandes obras del paisajismo moderno internacional: la urbanización Caracas Country Club (Olmsted Associates, 1928-1941) y el Parque del Este (Roberto Burle Marx, 1959-1964). Construidos sobre los campos agrícolas de varias haciendas de la época colonial y separados por unas cuantas cuadras de distancia, ambas obras son un testimonio de la condición singular de una ciudad tradicional que apostaba a transformarse a través del mejor arte moderno del momento, aspirando a reflejar el estado del arte del diseño urbano, de la arquitectura y del paisajismo. Ambos proyectos fueron concluidos a cabalidad en su momento, funcionando y siendo preservados intactos durante décadas. Solo ahora, cuando hemos dejado atrás el siglo XX y estas obras ya han cumplido más de medio siglo de vida, se ha pasado del necesario tema de su conservación al dramático problema de la lucha por la salvaguarda de su integridad y de su existencia misma.
En la nueva geografía de la Gran Caracas, cuando la ciudad en su expansión ya ha terminado de poblar el sureste del valle, incluyendo ahora todas las colinas restantes y los valles menores, la condición suburbana y la ubicación relativa de ambos patrimonios modernos situados al este de la ciudad cambió por completo. Pasaron de ser periferia a ser centro. Donde antes no había prácticamente nada, sino haciendas y campos agrícolas, café y caña de azúcar, ahora se encuentra el nuevo corazón de la ciudad; donde antes los límites eran las quebradas y los bosques de galería que bajan de la montaña del Avila, ahora los rodea profusamente la densa vida urbana. La ciudad los ha circundado.
Siguiendo la saga de Frederick Law Olmsted, Sr. en el Central Park de Nueva York, quien hiciera un parque a la escala de una ciudad que aún no existía, el Caracas Country Club y el Parque del Este desde el principio de su construcción recrearon algo de esa historia. El Central Park fue pensado para estar a la altura de una Nueva York que crecería hasta contenerlo y usarlo por completo: "la premisa de su diseño se basó en un amplio y profundo estudio de la ciudad y de sus patrones de crecimiento. Al contemplar la historia de Nueva York (…) se reconoció que la ciudad habría de expandirse dramáticamente alrededor del parque".2 De la misma manera, los modernos paisajismos caraqueños cuando se construyeron tenían una escala desmesurada en relación a la ciudad que los recibía, pero con el paso del tiempo también ellos fueron alcanzados, y hoy son el remanso verde y el solaz de las inmensas densidades de la Caracas contemporánea. Creemos firmemente que tanto Frederick Law Olmsted, Jr. como Roberto Burle Marx, igual que una vez Olmsted en Nueva York, sabían perfectamente que esto sería así, intuyendo lo que ocurriría en el futuro con sus verdes santuarios. Y actuaron en consecuencia, con sabiduría y con grandeza.
Y fue una suerte que así lo hicieran. Si hoy se echa un vistazo a Caracas desde el aire, se percibe inmediatamente su presencia en medio de la fábrica urbana… así como la pobreza en espacios verdes abiertos y de espacios públicos en general en el resto de la metrópolis. La ciudad no tiene suficientes y ninguno en los barrios (que conforman la mitad de la ciudad). Con tres millones y medio de habitantes en el valle y cinco millones y medio para la Gran Caracas (cifras oficiales para 2007) esto significa menos de un metro cuadrado de área verde abierta por habitante (cuando el promedio mundial es al menos diez metros cuadrados por persona).
Esta cifra, sin embargo, está en gran parte compensada por la declaratoria desde 1958 de la monumental montaña del Avila que se extiende entre el valle y la costa, como parque nacional. La superficie del Parque Nacional El Avila, de 210.509 acres, conserva su espectacular naturaleza prácticamente virgen, abierta a los visitantes. Es muy usada, aunque podría serlo más. Si se acondicionaran sus bordes urbanos en ambas faldas, aumentaría sustancialmente el porcentaje de uso por los ciudadanos y esta dramática cifra disminuiría. Ninguna ciudad del mundo tiene un parque tan bello, tan grande, tan virgen y tan inmediato como Caracas. Igualmente ocurrirá si Caracas logra hacer realidad su aspiración de convertir las cien hectáreas del también céntrico antiguo aeropuerto La Carlota en un nuevo parque verde, reduciendo el sobrecargado impacto actual sobre el Parque del Este y la presión sobre el Caracas Country Club.
Tanto el Caracas Country Club como el Parque del Este fueron declarados separadamente por el Estado venezolano como Bienes de Interés Cultural de la Nación (el Caracas Country Club en 2005 y el Parque del Este en 1998).3 No obstante, como hemos visto, por ser amplios territorios verdes abiertos con un reducido porcentaje de superficie construida y sobre todo por tratarse de patrimonios modernos poco comprendidos, en la última década ambos han sido objeto de una desvalorización despiadada, recibiendo fuertes ataques a su integridad física. Actualmente, a pesar de sus declaratorias, ambos se encuentran amenazados.
"Plano preliminar del Caracas Country Club", Olmsted Brothers (f. Catalogo de la exposicion "Our Architecs en Caracas", Docomomo Venezuela, 2017 - Archivo Caracas Country Club, 1928).
2. Caracas Country Club
Veamos primero el caso, el del Caracas Country Club. De todas las urbanizaciones de Caracas, de Venezuela, e incluso de América Latina, el Caracas Country Club atesora una de las más extraordinarias historias, una historia por lo demás muy poco conocida. Esta urbanización, lejos de ser igual a otras en el valle de Caracas, es un proyecto “clasificado” de la firma de arquitectura paisajista Olmsted Associates, de Boston, Massachusetts, continuadora de la obra de Frederick Law Olmsted, Sr., padre de la arquitectura del paisaje y defensor de la belleza natural de América. Es la única obra de esta firma en Venezuela.4
Esta circunstancia, de por sí, convierte a esta urbanización en una bella rareza urbana: un tesoro de la historia del urbanismo y del paisajismo que a la vez es el más logrado homenaje al paisaje natural del valle de Caracas, el cual afortunadamente gracias a este proyecto aún allí se conserva, prácticamente intacto. El Caracas Country Club es el unico lugar en la ciudad donde hoy puede verse como era el paisaje natural del valle antes de la ciudad.
Durante mucho tiempo se creía que el diseño de Olmsted Associates se limitaba a los campos de golf. Esto era un fantástico malentendido. La transformación de las antiguas haciendas de Blandín, Lecuna, El Samán y La Granja en la década de los veinte fue un trabajo –el No. 7947- de la oficina de arquitectura paisajista más importante para la época en América, convirtió el encargo simple de un club de golf residencial en un sensible proyecto de diseño urbano y paisajístico que sin duda puede contarse entre los urbanismos americanos más notables del siglo XX.
Frederick Law Olmsted, Sr. (1822-1903) es el nombre más conocido en arquitectura paisajista y planeamiento de los Estados Unidos de América. Desde 1883 hasta la mitad del siglo XX, de su oficina y escuela del diseño del paisaje instalada en su casa en Brookline, en las afueras de Boston, salieron parques urbanos y estatales, campus escolares y universitarios, terrenos institucionales, zoológicos, arboretums, propiedades privadas y comunidades suburbanas paisajísticas, como el Caracas Country Club. La trascendencia que fue adquiriendo su obra le llevó a formar especialmente a su hijo Frederick Law Olmsted, Jr. (1870-1957) y a su sobrino, John Charles Olmsted (1852-1920), para que continuaran su lucha dentro del mismo espíritu de preservación del paisaje americano en su más genuina belleza. A la muerte de su padre, Frederick Law, Jr. y John Charles se convirtieron en socios principales de la firma, cambiándole el nombre por el de Olmsted Brothers. Entre 1895 y 1920, la firma se expandió rápidamente.
Olmsted mantuvo siempre, como su padre, un compromiso con la conservación. Le preocupaba sobre todo “proteger la belleza, la dignidad y la nobleza de los paisajes de los parques nacionales, y prevenir el excesivo mercantilismo en ellos”. En 1916 contribuyó a darle forma a la legislación que creó el Servicio Nacional de Parques en los Estados Unidos. Una frase suya, que definió el espíritu de la Ley en 1916, dice ya mucho de lo que luego haría en el Caracas Country Club: “Es importante conservar los escenarios y los objetos naturales e históricos y la vida silvestre existente para proveer su aprovechamiento de tal manera que puedan permanecer intactas para el disfrute de las generaciones futuras”.
Pero su vida como paisajista se imbricó cada vez más en la del planificador. Es cuando formula el concepto de la “Planificación Global”, suerte de mezcla afortunada de la saga paisajista y preservacionista de los Olmsted, con el ornamentalismo cívico del City Beautiful Movement, unida a la necesidad de dar soluciones al crecimiento de la ciudad moderna americana. Entre 1905 y 1915 aplicó los principios de la planificación global a suburbios, “creando planes maestros para Roland Park, un suburbio de Baltimore; para Forrest Hills Gardens, una comunidad jardín modelo en las afueras de Nueva York; y para la ciudad industrial de Torrance, California”.5 Todos estos planes suburbanos –especialmente Forrest Hills y la urbanización Riverside, en Nueva Jersey-, ya anunciaban en sus ideas lo que sería el “Job No. 7947”.
Para 1920, cuando muere John Charles, Olmsted Brothers era la más grande oficina de arquitectura paisajista del mundo entero. Entretanto, en Caracas, en 1918, en una zona del oeste de la ciudad hoy conocida como Vista Alegre, se creaba el Caracas Golf Club. Este se mantuvo hasta el 14 de diciembre de 1922, año en que adoptó el nombre de Caracas Country Club. Con deseos de conseguir ampliar los campos de golf y tener una sede mejor, hacia 1926 varios de sus miembros -los señores Vaamonde, Phelps, Hauck, Brandt, Machado y Arismendi-, fundaron el Sindicato Blandin, asociación que tomó su nombre de la Hacienda Blandín, ingenio situado al este del valle en la zona de Chacao, adonde se mudaría el club. Esta hacienda era famosa tanto por haber introducido en 1786 el cultivo de café en el valle de Caracas, como por sus majestuosos árboles y por su bella casa de hacienda al borde de un arroyo. A la casa se llegaba subiendo por una larga avenida principal que seguía "a lo largo de la acequia por la cual corría el arroyo que regaba la plantación de café, y que por ella se abría paso hacia el río Guaire". Parte de su arquitectura original está integrada a la actual Casa Club.6
El Sindicato Blandín toma la pionera decisión de hacer en los terrenos de la hacienda (a los que pronto habrían de sumarse los de las otras cuatro haciendas contiguas) una nueva y singular experiencia urbana, la primera en su tipo en el país. Así, convocan a la firma de Olmsted, a la que contrata para hacer el diseño urbano y el paisajismo de la nueva urbanización. Cuando Olmsted Associates acepta la comisión del Sindicato Blandín a fines de los 1920s, venía de asesorar el plan regional para el área de Nueva York y de hacer el gran Parque urbano de Fort Tryon, al norte de Manhattan sobre el río Hudson, y se encontraba diseñando en paralelo las que se consideran “las dos comunidades suburbanas más notables de los años veinte en los Estados Unidos: Palos Verdes Estates en California y el Mountain Lake Club en Lake Wales, Florida”.7
Los campos de golf del Caracas Country Club serian diseñados por el arquitecto americano especialista en campos de golf C.H. Banks en colaboración con la firma Olmsted. Un concurso internacional de arquitectura fue convocado también para el diseño del edificio que albergaría al club, ampliando la casa colonial. Este fue ganado en 1929 por el arquitecto californiano Clifford Charles Wendehack (Wendehack Job No. 447), quien sería asistido por el arquitecto venezolano Carlos Guinand Sandoz, a quien reencontraremos más adelante en el caso del Parque del Este.8
Es revelador releer entrelíneas la base de la filosofía que le daría vida al proyecto de Caracas. Olmsted resumía su pensamiento sobre arquitectura paisajista en los siguientes términos: “Trabajando con paisajes reales existentes, me guía la inducción impresa en mí por mi distinguido padre: cuando uno se hace responsable de tales paisajes, su primer deber es proteger y perpetuar lo que de bello y de inspirador existe inherente en ellos gracias a la naturaleza y a circunstancias fuera de nuestro alcance, y así, humildemente subordinar a tal propósito cualquier impulso de ejercer sobre éstos las propias habilidades como diseñador”.9
Olmsted, preocupado por el futuro de "las heredades irreemplazables e invalorables del pasado”, preservaría en Caracas gran parte de las condiciones del lugar original ocupado por las haciendas. Así, mantuvo la topografía natural de las faldas del Avila, privilegiando las amplias vistas hacia las colinas del sur y hacia la montaña en el diseño de los campos de golf. La forma irregular de las parcelas que rompen con el tejido urbano tradicional y el diseño de las calles serpenteando “alrededor de las grandes extensiones de grama bajo masas de árboles”, fueron hechas curvearse ex profeso por indicación expresa de su oficina para conservar intactos los magníficos ejemplares centenarios de “grandes Bucares, Mijaos y Chaguaramos que crecían en estos terrenos” y que aún vemos aflorar entre las copas del Caracas Country Club, según refiere el historiador de arquitectura Leszek Zawisza.10 La Avenida Principal de Blandín -el camino de la hacienda-, plantada una vez de Chaguaramos en el más pleclaro estilo agrario caraqueño, fue otro elemento respetado por la firma de Olmsted y asumido al pie de la letra en el diseño… Algo muy poco común en la planificación moderna, acostumbrada a arrasar con todo. Pero la persistencia de la memoria no se limitó solamente a los elementos vegetales: también el Puente sobre la Quebrada Chacaíto y el sitio de la casa de Blandín, ambos allí desde comienzos del siglo XVIII, fueron reafirmados en su ubicación tradicional.
De esta manera vemos cómo también en Caracas las soluciones de los Olmsted crecieron del “genio del lugar”. Su respeto y su devoción por el lugar original hacen que hoy el Caracas Country Club no sea tan sólo un santuario ecológico y ambiental: es también un santuario de la memoria del paisaje. Por ello en Blandín el genio caraqueño todavía hoy allí se siente reinar.
El que fuera el primer proyecto residencial de arquitectura paisajista en Venezuela es preservado como la gran obra urbanística y paisajista que es en el país de origen de sus diseñadores. El Caracas Country Club se conserva intacto en papel, todos sus 79 planos y dibujos fechados hasta 1930, más un álbum con 112 fotos históricas del año 1928, en los Archivos Olmsted del Frederick Law Olmsted National Historic Site, en Brookline. Adicionalmente, la correspondencia cliente-arquitecto (tres carpetas hasta 1941 del Job No. 7947) son atesoradas en la colección Olmsted Papers, Olmsted Associates Records, Serie B, de la División de Manuscritos de la Biblioteca del Congreso, en Washington, DC. Allí se guardan catalogados los planos, las fotos y los dibujos completos de todo el complejo diseño urbano del Caracas Country Club, con las luminarias, los esquemas de plantaciones y los detalles que lo atestiguan pariente de las otras urbanizaciones de Olmsted, Forrest Hills y Riverside, y lo convierten en un tesoro de la historia de Caracas y un baluarte de la arquitectura del paisaje en el mundo. Sin embargo, a pesar de toda la importancia de su legado urbano y paisajístico, el tema de su preservación regresa recurrentemente como polémica.
En el año 2000 sobrevino la primera emergencia. "Debido a las fuerzas y apetencias del mercado inmobiliario y a intereses bastardos", la urbanización se vio en severo peligro de desaparecer. Caracas perdería un valor crucial para la calidad de su vida urbana, para su paisaje y para su historia. En consecuencia, la Fundación de la Memoria Urbana a la máxima autoridad del patrimonio de Venezuela, el Instituto del Patrimonio Cultural (IPC) la protección del sitio urbano y ambiental y del conjunto arquitectónico del Caracas Country Club "como un hito en la historia de la ciudad y de la arquitectura y el urbanismo venezolanos y de toda América".
El alegato presentado para preservar el "análogo 'Central Park' caraqueño" se centraba en la triple condición del Caracas Country Club de enclave arquitectónico, distrito histórico y remanso ambiental de toda la ciudad, sosteniendo que este territorio tiene un valor ambiental único en el valle de Caracas por "su estratégica ubicación central, su gran escala, y el hecho de que es el único punto donde el Parque Nacional El Avila desciende prácticamente hasta el río Guaire, permitiendo el paso de la fauna desde y hacia la montaña".11 La urbanización es no sólo un pulmón para la ciudad, sino un santuario de las aves y un remanso verde que permite aliviar el caos existente, contribuyendo a la calidad estética, visual y climática de la ciudad.
Solo con una declaratoria se podría preservar "su condición de parque, sin cambiar su densidad, su trazado y su diseño urbano originales y los campos de golf insertos en éste, su ambiente natural y su paisaje y su flora y fauna, las secciones de sus calles, su mobiliario urbano, sus vistas, sus ambientes urbanos y los jardines de las casas -que juntos conforman un área incluso mayor de área verde que los mismos campos de golf - y, asimismo, el conjunto de las obras de arquitectura de la urbanización, parte inseparable de su diseño urbano, entre las cuales se hallan las de muchos de los arquitectos más notables de la historia de la arquitectura venezolana e internacional".12 El año 2005, dentro de un vasto proyecto nacional denominado el I Censo Nacional de Patrimonio, el IPC declaró al Caracas Country Club como Bien de Interés Cultural de la Nación.
A fines de 2007, sin embargo, la amenaza regresó, esta vez bajo la forma de los deseos populistas de un alcalde que puso de nuevo en el tapete el tema del uso de los campos de golf, planteando proceder a su inmediata expropiación para construir en ellos vivienda de interés social. Luego de mucho ruido por los medios, este alcalde se enteró finalmente de la existencia de la declaratoria, y desistió de sus intenciones. Sin embargo, las presiones del poder económico de aquellos inversionistas que no aman ni comprenden la ciudad y la saga de destrucción irresponsable siguen allí, buscando cambiar la zonificación, y las casas patrimoniales y sus jardines por rentables torres de apartamentos… ahora quizás solapadamente bajo el argumento de su reconversión en parque público.
Lo que sí es cierto es que este patrimonio moderno de primera línea reclama por un análisis hecho a la altura de su historia, por una poética propia de su preservación que permita preservarlo en todos sus valores, mas no "arqueológicamente", sino sincerando la posibilidad de reconectar la ciudad a través de ella sin destruirla, reordenando los bordes aumentando la densidad (dándole la importancia que tienen a las vistas sobre este bello paisaje cultural diseñado de los 1920s) y dirimiendo el camino justo para el disfrute colectivo de sus áreas verdes. La belleza del urbanismo del Country, tan estéticamente olmstediana y, a la vez, tan profundamente caraqueña, no es ni podrá ser nunca una belleza estridente. Es, como todas las soluciones de los Olmsted, una belleza reposada, crecida de la tierra de forma natural. Y así debería ser preservada “…de tal manera que pueda permanecer intacto para el disfrute de las generaciones futuras”.
Parque del Este, Caracas (f. Archivo Fundacion de la Memoria Urbana, 1967).
3. Parque del Este
El segundo caso de un paisaje cultural diseñado en peligro hoy en Caracas es el del Parque del Este. Situado un poco más al este, en los terrenos de la Hacienda San José-La Ciénaga (llamada así por sus anegadizos terrenos, situados junto a una quebrada) entre 1956 y 1961 este es el parque público de más intenso uso en Caracas, con tres millones y medio de visitantes al año, y un área de 77 hectáreas. El Parque del Este fue diseñado por el arquitecto paisajista y artista brasileño Roberto Burle Marx (1909-1994), y de acuerdo a la profesora Anita Berrizbeitia "es considerado, junto con el Parque do Flamengo en Río (1957-1964), la obra pública más importante de Burle Marx".13
La historia de este parque es legendaria. El amante de la naturaleza y figura de la arquitectura caraqueña, Carlos Guinand Sandoz, fue el promotor original de la idea del parque. A mediados de los años 1950s en estos terrenos el gobierno nacional había decidido construir un parque ferial, llamado la Exposición Internacional de Caracas, cuyo proyecto estaba a cargo del arquitecto Alejandro Pietri. Guinand Sandoz, quien era el asesor paisajista de dicho proyecto, luego del colapso de la dictadura se dedicó a promover con entusiasmo en su lugar su sueño de un gran parque. El nuevo presidente, Rómulo Betancourt, "convencido ante la propuesta de Guinand, decretó la construcción. A tal efecto fue organizada una comisión de trabajo con Guinand al frente, cuyos integrantes fueron Gustavo Wallis, William Phelps, Armando Planchart, Eduardo Mendoza, el botánico Leandro Aristeguieta, el ofidiólogo Luis Rivas, los ingenieros administradores Cardier y Orozco y los horticultores Carlos Wendlinger, Luis Longchamps y Dante Bianchi. Esta comisión es quien contrata los servicios del afamado artista paisajista brasilero Roberto Burle Marx, quien asume las exigencias del proyecto con la colaboración de John Stoddart, Fernando Tábora, Julio Pessolani y Mauricio Monte, equipo que, desde 1956, estaba ya trabajando en el país en el desarrollo del paisajismo del Club Puerto Azul" en la costa caraqueña.14
La decisión de contratar a Burle Marx ratifica de nuevo la voluntad moderna de la ciudad, y da fe del ambiente artístico que se respiraba en los años 1950s, luego de la construcción de la magnífica Ciudad Universitaria de Caracas (hoy Patrimonio Cultural de la Humanidad), obra del arquitecto Carlos Raúl Villanueva. Burle Marx, muy apreciado por su obra artística, era sobre todo conocido entre los caraqueños por haber diseñado en Brasil "jardines y paisajes públicos que significaron una síntesis sin precedentes de la sensibilidad estética moderna, de las tradiciones culturales brasileras, y un uso evocativo e inventivo de las plantas tropicales. Su obra ofreció una visión de los jardines y de los paisajes públicos que fueron indiscutiblemente únicos para los trópicos americanos, y un aproximación ecológica a la práctica de la arquitectura paisajista”.15 Y eso era lo que se buscaba para el moderno parque de Caracas.
El botánico Leandro Aristeguieta recordaba como para los 185 acres del terreno, una vez puesto a trabajar, Burle Marx definió “ambientes ecológicos y jardines, incorporando el mayor número posible de especies ornamentales nativas que sirvieran como expresión cultural”. Para cumplir con las exigencias de su propuesta, la Comisión del Parque del Este habría de realizar numerosas exploraciones botánicas en distintos ambientes naturales del país con el objeto de recolectar especies.16
El diseño fue de gran belleza y comprensión de la intensa vegetación original del terreno, de acuerdo a "un principio de diseño libre, de bucólico paisaje en el cual se incorporan y resaltan especies ornamentales nativas ubicadas luego de un proceso de adaptación o trasplantadas de distantes regiones".17 Comprendió primordialmente de tres espacios: "un paisaje abierto, fluido, de campos de grama con una topografía sutil y gentilmente ondulante y dispersos árboles de sombra, popularmente usado para picnics y juegos. Un paisaje forestal, espacialmente denso con caminos sinuosos, usado especialmente para caminar y para la contemplación tranquila, y una secuencia de jardines pavimentados, íntimos, apatiados, que refieren al pasado colonial de la cultura venezolana y que exponen plantas, murales de cerámica, y surtidores. En cada uno de estos espacios los visitantes son confrontados con la rica variedad y exuberancia de la flora tropical”.18 Esta nueva estética y este nuevo paisaje, de más está decir que se volvieron emblemáticos.
Desde el año en que se comenzó el Parque del Este, se dio inicio también en Venezuela a la silenciosa transformación del arte del paisaje. Transformación que luego por su inmensa difusión, por su continuidad en el tiempo y por su cotidianidad, hoy parece algo de lo más usual, y nadie se detiene demasiado a pensar en ella. No obstante, cada vez que se vuelve sobre los textos que relatan la historia de este parque, nos encontramos con los hechos fundacionales del paisajismo venezolano. Una era nueva radicalmente distinta se iniciaba -como también lo estaba haciendo en el resto del mundo-, gracias a la obra innovadora del maestro Burle Marx. En los nuevos viveros construidos en el territorio de la antigua Hacienda San José-La Ciénaga, además de las especies autóctonas de la flora nacional, las palmeras, las orquídeas, las aráceas, los Philondendron, los Anthurium, se incubarían los artistas futuros del nuevo arte del paisaje local y de la nueva jardinería tropical. 19
Los trabajos del Parque del Este continuaron su curso ininterrumpido hasta 1964, y, luego de décadas de intenso uso por la población capitalina, en 1998 el Instituto del Patrimonio Cultural declaró al Parque del Este como Bien de Interés Cultural de la Nación 20. Esta declaratoria comprendía la protección de todos sus ambientes, desde "los jardines ecológicos, xerófito, higrófilo y de bosque tropical húmedo; los patios formales con jardineras y fuentes de agua; la colección de la fauna; escuela de jardinería y viveros; planetario; Museo del Transporte, el lago para remar" hasta la de un objeto ajeno al diseño original instalado lamentablemente en contra de la voluntad de Burle Marx en el lago en los 1970s, una réplica de la nave Santa María de Cristóbal Colón.21
El uso del parque se ha intensificado muchísimo, llegando prácticamente hasta casi colapsar. Eso ha minado las fronteras de su protección. Las alteraciones al proyecto original se multiplican, la flora superficial casi se ha perdido en su totalidad y, al distanciarse su epopeya en el tiempo, cada vez pareciera que es más susceptible de mayores irrespetos y transgresiones. Tal es el caso de todas las construcciones ilegales que pululan hoy en día dentro de esta obra de arte, kioskos, construcciones, barandas, siendo la mayor y más grave de todas la conocida como Proyecto Leander, en construcción desde mediados de 2008 en el Lago 9.
Cabria preguntarse cómo es posible que una situación así haya sido permitida en esta obra tan fundamental en la historia de la arquitectura paisajista moderna. Todo comenzó, evidentemente, con el error de la construcción de la nao Santa María en el Lago 9, y los errores se pagan caro. En los años 1970s, cuando se instaló la nao, según refiere Leandro Aristeguieta, el maestro Burle Marx manifestó repetidamente su disgusto por ese hecho, al que calificaba de una “barbaridad” que arruinaba el diseño y la coherencia del Parque del Este. Claro, entonces era la década oscura de las ciudades –no solo en Caracas-, cuando la memoria urbana era golpeada y obviada por completo (circa 1970 en Caracas no se había entendido aún la importancia de la conservación del patrimonio moderno).
El abandono galopante del parque llevó, entre otras las cosas, a que este barco se pudriera, volviéndose inutilizable. Sin ser removido, era diariamente un espectáculo lamentable. Es en ese contexto es que es posible que en 2006 un grupo de personas seguidoras de la gesta del prócer de la Independencia de Venezuela, el generalísimo Francisco de Miranda, y en medio del contexto político de la revolución bolivariana (que, como es bien sabido, es detractora de todos los imperios, entre ellos, el español), convencen al presidente de la República de sustituir la nave de Colón por una réplica del Leander, "el barco de la libertad". Con éste Miranda había llegado a las costas de Venezuela para liberarla, y de esta manera, también, según este grupo, se saldaría una "deuda con la historia" en el Parque del Este.
El asunto no habría pasado a mayores si efectivamente un barco hubiera sido sustituido por otro de iguales características. La declaratoria de 1998 incluía la protección de este elemento en el Lago 9, y eso nadie lo puede deshacer. Una embarcación flotando en el agua siempre puede ser removida, y es una intervención reversible. El problema es que con los inmensos presupuestos que maneja el actual gobierno de Venezuela, la tentación fue demasiado grande, y de un simple barco se pasó a un ambicioso edificio que afecta un tercio del lago y todo el paisaje cultural diseñado del parque. Un escándalo.
La comunidad no hizo nada en contra del proyecto hasta el momento mismo de inicio de las obras, justamente porque la ciudad entera creía que la intervención se limitaba a cambiar un barco por otro. Pero cuando a mediados de 2008 se levanta una enorme reja bloqueando una quinta parte de la superficie del parque, los usuarios se quedaron atónitos y entendieron la realidad gigantesca del proyecto. Fue entonces cuando comenzó la protesta ciudadana que da origen al Comité para la Defensa y el Rescate del Parque del Este.
Por las limitaciones de la condición patrimonial del parque, el Proyecto Leander se concibe como un museo subterráneo bajo el Lago 9 unido a una inmensa construcción superficial de diez pisos de altura que simula el nuevo barco, un verdadero "edificio" hecho en estructura metálica y revestido de madera y que se presenta como de última tecnología. En esa parte del Lago 9 que tiene debajo el museo ya no se podrá remar más. Lo cierto es que, una vez abierta la nueva atracción cultural, el parque temático amenaza con convertir todo el parque en su servidumbre.
Los pretendidos subterfugios "patrimoniales", sin embargo, fueron suficientes para que fuera autorizada la construcción del Proyecto Leander por el mismo Instituto del Patrimonio Cultural que hiciera su declaratoria en 1998. Ni más está decir que una inmensa polémica se desató. Hasta ahora, las acciones legales contra la autorización al Proyecto Leander se han perdido en los tribunales, pero el Comité para la Defensa y el Rescate del Parque del Este continua en su lucha.
Cabe agregar que Francisco de Miranda, en su prolífica y ejemplar vida, fue uno de los grandes defensores del patrimonio de su tiempo, siendo considerado como “ideólogo de la conservación de los bienes culturales”. Durante sus años en Francia fue el interlocutor de excepción de Antoine Quatremère de Quincy, el gran filósofo de la conservación y célebre autor del Dictionnaire Historique d´Architecture, en las célebres Cartas a Miranda (1796).22 Algo que pocos saben… empezando por los abanderados del Proyecto Leander. ¿Qué pensaría si el general Miranda hoy si se enterara de que se quiere “honrar su memoria”, haciéndole un museo que desfigura un bien cultural declarado que califica como candidato a Patrimonio de la Humanidad, forzando a contranatura su genuino proyecto, y sentando el consiguiente precedente nefasto para las generaciones futuras? ¿Qué pensaría frente al antimonumento, que dedicándose a su gesta iluminadora condena sus espacios al foso oscuro de un lago, porque los promotores y los que lo diseñaron se sienten tan culpables de lo que están haciendo que se han visto obligados a enterrarlo, a desaparecerlo de la vista debajo del agua, a ocultar la evidencia de su crimen patrimonial?
El asunto también se complica si se analiza la naturaleza arquitectónica del “homenaje” que se pretende construir y su instalación forzada dentro del ámbito de un paisaje burlemarxiano, un patrimonio moderno protegido, que no es solo patrimonio de Caracas y de Venezuela, sino de toda América y del mundo. Y ahí viene a relucir otra verdad: el que las historias no se sustituyen, y el que la historia de la Caracas moderna es también motivo de orgullo y de responsabilidad para los venezolanos.
A nadie se le ocurriría en el mundo desfigurar una obra de Burle Marx de semejante importancia, desvirtuando su condición original de museo ambiental y botánico único en su especie para hacer un parque temático. Ni tampoco confinar la gesta mirandina a un sótano, en las vecindades de la furia impredecible de las aguas subterráneas circundantes (La Ciénaga). Tampoco se justifica el ir contra la comunidad arquitectónica nacional y contra los usuarios, tan orgullosos de su parque y tan preocupados por su abandono y deterioro actuales, y violentar el paisaje sui generis del sitio, convirtiendo toda la obra -que nadie se explica porqué no podría ser motivo de un mayor y mejor expuesto museo al aire libre-, un perverso hueco, que lo único que tiene seguro en su futuro son filtraciones lloviendo sobre los documentos y deshumidificadores repartidos a granel entre el concreto para evitar que se enmohezcan las colecciones.
Hoy la defensa del Parque del Este, joya de la arquitectura paisajista, la obra más importante de Burle Marx, el Jardinero de América, continúa. El Proyecto Leander más temprano que tarde solo será recordado como una pesadilla pasajera que amenazó por breve lapso con sembrar de ruidosos y antiestéticos chillers y obstrusivas cercas las inmediaciones del magnífico Lago 9, espejo irrenunciable del Avila.23
La lucha por la conservación responsable y la preservación justa del Caracas Country Club y del Parque del Este, patrimonios modernos de los cuales Caracas es custodia ante el mundo, es ahora una causa colectiva.
Hannia Gómez. Twin Phenomena: Preservation and Modern Architecture in Latin America, Columbia Fitch Colloquium, GSAPP, New York City, 2009.
NOTAS
1. Elías D. Mujica. "Cultural Landscapes and the Challenges of Conservation in Latina America and the Caribbean", Latin America/Caribbean. Cross-regional Dialogue for Landscape Conservation, World Heritage Papers 7, Cultural Landscapes: The Challenges of Conservation, World Heritage 2002, Shared Legacy, Common Responsability, Associated Workshops, Ferrara, Italy, 11-12 November, 2002.
2. "Their design premise was unique and based upon a broad and thorough study of the City and its patterns of growth. They looked at New York 's history (…) and they recognized that the city would expand dramatically around the park…".2 Morrison H. Heckscher. Creating Central Park, The Metropolitan Museum of Art, Yale University Press, New York City, 2008, p. 27
3. El Caracas Country Club, su Casa Club y la Urbanización Valle Arriba forman parte del I Censo Nacional del Patrimonio Cultural 2004-2005 realizado por el Instituto del Patrimonio Cultural, y declarados Bienes de Interés Cultural de la Nación en la Gaceta Oficial de la República Bolivariana de Venezuela, Nº 38.234. Caracas, 22 de julio, 2005.
4. Hannia Gómez. "Olmsted en Blandín", Papel literario, El Nacional, Caracas, 2006.
5. E.D. Whiting & W.L. Phillips. "Frederick Law Olmstead - 1870-1957: Appreciation of the man and his achievements", Landscape Architecture, April, 1958, pp.145-157.
6. Coronel William Duane (1822‑23). Viaje a la Gran Colombia, Filadelfia, 1826.
7. http: www.nps.gov/
8. José Luis Colmenares. Carlos Guinand Sandoz, Colección Documentos para la Historia de la Arquitectura Venezolana Contemporánea, Claderca, Caracas, 1989, pp. 80‑82.
9. http: www.nps.gov/
10. Leszek Zawisza. Inventario del Patrimonio Arquitectónico Venezolano, Código MI-L.4-1-M, Ficha No. 1/11, Centro de Investigaciones Históricas y Estéticas, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, UCV, Caracas, 1988.
11. Intervención de Saskia Chapellín. "Sobre el futuro urbano de la Urbanización Caracas Country Club y sus áreas de influencias ", Mesa de discusión, Maestría y Taller de Diseño de Tejidos de Extensión, XII curso de Postgrado en Diseño Urbano, Instituto de Urbanismo, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Universidad Central de Venezuela, Cámara Inmobiliaria de Caracas, Caracas, Martes 27 de Octubre, 2003.
12. Comunicación de la Fundación de la Memoria Urbana al Instituto del Patrimonio Cultural. Caracas, 30 de Octubre, 2003. Archivo Fundación de la Memoria Urbana.
13. Anita Berrizbeitia. Roberto Burle Marx in Caracas: Parque del Este, 1956-1961, Penn Studies in Landscape Architecture, University of Pennsylvania Press, December, 2004.
14. J.L. Colmenares, J. L. Op.Cit., pp. 214-219.
15. Mariano Goldberg. “Parque del Este”, Guía de edificaciones contemporáneas de Venezuela, Caracas, Parte 1, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Caracas, 1982, pp. 164-165.
16. Leandro Aristeguieta. “Parque del Este, sus plantas y sus ambientes”, revista Integral, 4, 1974.
17. M. Goldberg. Op.Cit., pp. 164-165.
18. A. Berrizbeitia. Op. Cit.
19. H. Gómez. "Juegos florales", Papel literario, El Nacional, Caracas, sábado 4 de Octubre, 2008.
20. "El Parque del Este constituye el máximo ejemplo con que cuenta el país de diseño paisajista, a escala urbana. Roberto Burle Marx, logró una ambientación de altísima calidad, conjuntamente con una infraestructura física articulada alrededor de las necesidades funcionales concebidas para la recreación de un vasto ámbito popular. En su diseño se incorporaron, según la metodología de su autor, especies representativas de la flora tropical, logrando así una ambientación botánica excepcional. El Parque del Este ha adquirido, por las razones anteriores, la calificación de importante hito cultural para la ciudad de Caracas", Gaceta Nº 36.490, Caracas, 7 de Julio, 1998.
21. M. Goldberg. Op. Cit., pp. 164-165.
22. Allí se refleja la importancia que tenían para nuestro prócer el patrimonio, la defensa del lugar original de los bienes culturales y la preservación de su legitimidad en el tiempo. Antoine Quatremère de Quincy. Cartas a Miranda. Sobre el desplazamiento de los monumentos de arte de Italia, Instituto del Patrimonio Cultural, Caracas, 1998.
23. H. Gómez. "El antimonumento", Opinión, El Nacional, Caracas, Martes 23 de Septiembre, 2008.
Presentado en: Twin Phenomena. Preservation and Modern Architecture in Latin America, Columbia Fitch Colloquium, GSAPP, New York City, 2009.