Comedor de la casa de Phillippe Daverio en Milán (f. Gianni Basso - info@vegamg.it / marie claire.it maison).
Cuando las ciudades de Praga y Dresden están inundadas y no se sabe a ciencia cierta qué se perdió de ellas para siempre; cuando es imposible pasearse por la plaza principal de la ciudad más amada que uno tiene en el mundo sin el riesgo de ser apedreado o amenazado de muerte; cuando ya hemos corroborado que es imposible hacer crítica de arquitectura en Caracas sin peligro de ser demandados por difamación, no nos queda otro recurso, no hay otra escapatoria que apelar al verano. Al verano largo, mórbido e indolente. Al verano sensual que todavía se nos promete y sobrevive en la ilusión mediática del cable del televisor.
Turn it on, queridos lectores sobrevivientes. Ocurre que en la RAI aún subsiste la importancia del programa cultural. Y la única apuesta vigente en esa televisora hoy –producto de un proyecto que data ya (2002) de diecinueve programas consecutivos- es “Passepartout: Notturno dalla Maremma”, la versión estival del espacio semanal original del crítico de arte, galerista alsaciano-milanés y especialista en arte italiano del siglo XX (futurismo, metafísica, novecento, escuela romana) Philippe Daverio.
"Passepartout”, como su nombre lo indica, es un sobrevuelo por todo aquéllo que alude a un tema artístico apetitoso, sobre todo si ha vuelto a ser puesto en boga por alguna sublime exposición en los mejores museos del mundo. Es, en realidad, un recorrido, un Kavalier Tour de la mano de un curador excelso, de un presentador sin precedentes, de un entertainer –para usar el término más en boga en el país nacional-, de un escritor que escribe a la vez que nos lee el texto inmenso y variopinto del mundo conocido, muy consciente de que es un mundo “construido”, uniendo con maestría los discursos estéticos que más valoramos: el de la ciudad, el de la arquitectura, el de los escenarios históricos memorables, el del lienzo, el del paisaje, y, sobre todo, el de la amena e irremplazable forma más superior del arte: la conversación.
“Passepartout”, es en esencia, una sobremesa. Es de noche, los comensales ya han comido. Los encontramos ahítos de risotto, de pastaciutta, de viandas exquisitas que no nos atrevemos a imaginar siquiera –a riesgo de ser arrebatados de la razón brutalmente por una verde envidia-. Ellos están, incluso, bebidos. Y los espirituosos licores les transan el camino para que se dejen de ñoñerías y remilgos y nos suelten mediáticamente sus opiniones más verdaderas. Somos sus voyeurs confesos.
Sobre la mesa exquisitamente puesta, el mantel es una voluptuosa alfombra persa de color rojo. Desde allí empiezan galopar -con nosotros a cuestas- la utopía de la Nápoles borbónica o de Nápoles como epicentro del gusto; la relación de la Villa Borghese con el coleccionismo; lo ocurrido al norte del Renacimiento; las visicitudes suscitadas en el castillo de un Papa rey; el arte y la muerte en Venecia (a propósito de la actual Bienal de arte) o la revisión crítica de dos siglos de Design.
Camarógrafos y mesoneros invisibles se visten de negro como en el mejor teatro negro de la anegada Praga: nadie los percibe, pero filman y sirven la mesa, captando alucinantes close-ups de las personalidades invitadas. Las mujeres lucen sus mejores joyas. Fuera no quedan ni Fashion TV, ni MTV, ni Corazón-corazón, ni el Telegiornale: “Passepartout” es televisión, es moda, es chismografía, es literatura, y, sobre todo, es arquitectura palpable -y palpada- de primera mano, para disfrute de los televidentes, pero presentada junto con una historia suculenta que la rinde irresistible hasta el más indiferente de los corazones…
Pero, ¿qué hace Daverio para que la Turín tradicional se lea como la raíz del cine, para develar la desconocida Bari del año mil, o para leernos, una vez más, y maravillosa, contemporáneamente, a Praga? ¿Qué hace este pequeño, robusto, incomparablemente vivaz y sagaz galerista y editor, armado de su pajarita y de su traje de lino o bien de una negra capa napoleónica, dueño de una casa editorial en Milán y de una librería, autor de una cincuentena de títulos diversos como el Catálogo razonado de la obra de Giorgio de Chirico entre 1924 y 1929, para dejarnos semana a semana con la boca abierta? ¿Qué inventa para que más allá de la magia de la televisión, nos sintamos igualmente irrigados de grappa, embebidos de postres, de uvas y de café, y entremos en silencio en la insuperable conversación que suscita con sus tres notables contertulios convocados, en su villa dalla Maremma, especie de cuadro toscano de Magritte, y nos elevemos a su mismo sublime estado de gracia semietílica y status divino de meditación postcondumio?
De Pierre Restany a Gaetano Pesce a Lina Wertmuller a nosotros, sus invitados tropicales, todos estamos bien comidos y bebidos para disertar sobre “el Nuevo Clásico” o sobre el Museo Poldi Pezzoli, sobre libros o sobre el dioscuro. Una lap top trae sobre la mesa las imágenes de los cortos documentales que ellos y nosotros vemos juntos y al únisono. De la mano de Daverio subimos escaleras de caracol, entramos en las estancias, accionamos mecanismos ilusionistas precursores de la guillotina francesa; una puerta se abre y aparece el salón ecléctico más delirante de la Nápoles barroca, un postigo se empuja y se abre el Mediterráneo: es la vista que tenía Napoleón soibre la bahía de su exilio en la Isla de Elba. El carmesí Palacinese de la costa amalfitana no guarda ningún secreto a nuestro recorrido peatonal por su arquitectura: la cámara nos acompaña, y hemos estado ahí, esta noche, este nocturno, en vigilia.
Columnista de Panorama, Liberal y Vogue, Philippe Daverio es un historiador del arte. Pero ahora finalmente ha descubierto a su público más acertado. Nunca la arquitectura o la ciudad fueron mostradas con tánta gracia ni tánto humor; nunca despertaron el interés de la gente común tánto a la par que el gozo. Uno puede decir: es la cultura arquitectónica que ha permeado en Italia en todos los aspectos de la vida. No importa la razón. “Passepartout” es un sublime consuelo y regalo de la RAI.
Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, lunes 18 de Agosto de 2002.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario