"Tykhé, diosa salvadora,
haz prosperar la fuerza de la ciudad".
Píndaro, 12 Str1.
haz prosperar la fuerza de la ciudad".
Píndaro, 12 Str1.
Hacía tiempo que la estaba buscando. Me decía: “Es imposible que Caracas no tenga una. Puede que esté representada en una pintura, a lo mejor en la decoración de un cielorraso. O quizás en un friso a punto de borrarse, o en una miniatura perdida... Pero de que debe existir, estoy segura”. Y seguía buscándola por entre los rincones de la ciudad, deseando que apareciera.
Me ilusionaba encontrar a Tykhé, la Diosa de la Ciudad, no porque su hallazgo le fuera a traer ipsofacto la buena fortuna a Caracas… sino porque hallarla en estos momentos significaba una prueba contundente de que nuestra vilipendiada urbe tiene una cultura mucho más rica, más densa y más profunda de lo que nadie sospecha.
La había avistado hace años en la oficina de arquitectura de Jesús Tenreiro. La suya era una diosa incompleta, la fotografía de una cabeza coronada esculpida en mármol, de una ciudad desconocida. Tykhé, además de ser la deidad griega de la polis, lo es también de la fortuna, y está vigente desde la Edad de Bronce. Se le representa siempre así, coronada con una muralla de fortificaciones erizada de almenas y de torres, porque ella a su vez representa a la ciudad que protege. Lo que quiere decir que hay miles de Tykhés, una para cada ciudad. Y así, la Tykhé de Micenas, la Tykhé de Constantinopla, la de Petra, la de Antioquia… Está en monedas, frisos, esculturas, por todo el Mediterráneo, principalmente en el Egeo, generalmente a las puertas de la ciudad. Venecia, por ejemplo, tiene la suya erguida a la entrada del Canal Grande, en la Punta de la Aduana. Es la estatua de Bernardo Falcone que todos conocemos como La Fortuna.
En la mitología griega su nombre significa "suerte", de ahí el equivalente romano. Como deidad titular urbana gobierna sobre la prosperidad. En literatura, aparece como una de las Oceánidas, la grácil compañera de juegos de Artemisa, de Atenea y de Perséfone. Pero también fue conocida como Automatia, la “auto-animada”, o Agatha, la caritativa y la gentil. Siendo la personificación de lo fortuito, de lo impredecible y de lo imprevisto, era la diosa de las felices coincidencias, con altar propio tanto en Argos como en la antigua Olimpia.
Tykhé. Vaya. ¿Dónde estaría, por fortuna, aquí en Caracas? ¿Sería la cultura de esta ciudad lo suficientemente sofisticada como para haberla producido alguna vez?. Y si fue así, ¿dónde estaba, para que nos devolviera la fe?. ¿Dónde, tras años de búsqueda?. Y recordaba el Orfico Himno 72 que le fuera dedicado para invocarla… “Acércate, reina Tykhé, con mente propicia y rica abundancia, a la oración que te rindo: plácida y gentil, poderosamente nombrada, Artemisa imperial, nacida de Zeus, afamada...!” .
Pasó mucho tiempo. Hasta que un día, en un inesperado paraje del Centro Histórico, de Caracas reinando serenamente desde una ventana de 1904 de la Avenida Urdaneta, en uno de los momentos más oscuros que jamás haya vivido esta ciudad, hizo su epifanía, con una rosa al pecho, la “maravillosa a la vista” (Homero 2.5-415), la “protectora de la ciudad” (Píndaro), la fortuna de Caracas.
El artífice de esta operación de amor ciudadano y refinada cultura arquitectónica hace exactamente un siglo fue el “gran constructor del régimen” de Cipriano Castro, el ingeniero arquitecto Alejandro Chataing. Le habían encargado hacer una fachada a una casa del siglo dieciocho que debía ser convertida en Academia Nacional de Bellas Artes (hoy -2004- Escuela Superior de Música José Angel Lamas y Monumento Histórico Nacional). La nueva fachada sería neoclásica, y la temática ornamental no podía ser otra que la alegoría a las artes a cuya enseñanza el nuevo edificio estaría dedicado.
Así, nuestra Tykhé se nos presenta bajo la forma de un protome (busto), erigido en medio de otros dos que personifican respectivamente a la Música y a la Pintura. La diosa de la ciudad se lleva el sitial de honor. Las tres esculturas se encuentran en la planta alta del edificio, una en cada una de las ventanas de las Tribunas de la Sala de Conciertos, desde donde le sonríen a los transeúntes. Fueron encargadas al escultor catalán Angel Cabré y Magriñá (Barcelona, 1863-Caracas, 1940), padre del pintor Manuel Cabré, quien ocupara durante varios años la Cátedra de Escultura en la misma Academia, fuera maestro de Francisco Narváez y de Alejandro Colina, y es el autor de las dos estupendas máscaras (La Comedia y La Tragedia, 1905) que coronan el Teatro Nacional, también de Chataing.
La diosa de la ciudad hizo, pues, su aparición sonriéndonos. Su corona se adereza con imponente arquitectura. Al centro, una torre de cuatro cuerpos (¿la vieja torre de la Catedral antes del terremoto de 1812? ) es flanqueada por dos torres menores cilíndricas. Atrás, una cúpula completa el exquisito tocado.
Aunque el fenómeno de las deidades urbanas sea mediterráneo, ¡qué bien se siente imaginar que la capital de Venezuela pudiera descansar tranquila tras la protección de tan simbólicas murallas! Y qué bien suenan, y cuán actuales y cuán reconfortantes en el Caribe, entre Veroes y Santa Capilla, los olímpicos versos: “…tu mano gobierna sobre la tierra las marchas de las guerras salvajes y las asambleas de los sabios consejeros. Tykhé, diosa salvadora, haz prosperar la fuerza de la ciudad" (Píndaro, 12 Str1).
Fachada de la Academia de Bellas Artes (f. Vladimir Sersa, Así es Caracas).
Publicado en: Papel Literario, EL NACIONAL, Caracas, 2004.
Estimada Señora, soy un caraqueño y me agrada leer su Blog, con usted se aprende a querer lo que tenemos.
ResponderBorrarPor desgracia, esta es una de las edificaciones más abandonadas de la ciudad. En general, lo que otrora era una de las Avenidas mejor catalogadas de América -hablo de la Av. Urdaneta- es hoy un escenario de ruina, suciedad, desidia y radicalismo político.
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