domingo, 17 de enero de 2010

El cielo es el límite

El Empire State Building entre las nubes (f. Charlotte Price, 1950). 


 


“…altos brotes de hierro, esbeltos, fuertes, ligeros,
subiendo espléndidos hacia los claros cielos”.
Walt Whitman. Mannahatta.1
 
La ciudad de Nueva York pasado mañana (11/09/2002) conmemora la peor tragedia arquitectónica que haya conocido la humanidad y el primer aniversario de la destrucción del que fuera quizás su ícono menos reconocido. Las Torres Gemelas del World Trade Center durante estos meses demostraron ser mucho más importantes en la lectura de la ciudad de lo que hubiéramos querido reconocer jamás. El skyline de Manhattan -todos lo hemos podido comprobar-, nunca volverá a ser el mismo.

La memoria urbana de las torres se ha convertido ahora en un verdadero reto para la enigmática naturaleza humana, la neoyorkina en especial. La fuerza de su ausencia es punzante y persecutoria, pero mientras la ciudad se ha ido penosamente recuperando del dolor de la tragedia, aún no se ha atrevido a volver a ser ella misma: la Nueva York de antes del accidente, la Nueva York orgullosa, la Nueva York puntera, para decidir qué hacer, qué poner en su lugar, qué construir en Ground Zero  (Zona Cero).

Porque, seamos sinceros: nadie se cree que los neoyorkinos realmente hablan en serio cuando dicen que van a sustituir a la pareja de rascacielos con un simple memorial de césped salpicado de obras de arte o con un conjunto ridículo de rechonchos edificios haciendo ruedo. No es posible. No en la ciudad que se promocionaba a sí misma en 1932, ¡hace casi un siglo!, en un libro titulado Nueva York: La Ciudad Maravilla, haciendo alarde de sus rascacielos diciendo: “Nueva York –¡sinónimo de lo grande, lo grandioso, lo impresionante, lo milagroso!”. No en la ciudad que se batió a duelo con Chicago por décadas para tener el edificio más alto del mundo, lucha que le hiciera a Frank Lloyd Wright proponer erigir en 1956 frente al Lago Michigan nada menos que un edificio de una milla de alto (el “Mile-High Building”); no en la ciudad donde los edificios hacían competencia por unos pocos pies de altura para llevarse el premio de ser solo por unas pocas semanas el más alto (como en la historia del Chrysler Building versus su vecino de 40 Wall Street, cuando su aguja fue mantenida escondida en su pináculo hasta que se terminó la otra construcción, y entonces fue colocada en su sitio, con lo que ganó por unos buenos metros); no en la ciudad que le perdió el miedo a los rascacielos la mañana de un domingo de 1945 cuando el Empire State Building quedó impávido tras el choque contra su fachada de una avioneta perdida.

Lo que hace falta es un poco más de tiempo que cure las profundas heridas. Y, entretanto, averiguar porqué diablos Nueva York se dejó quitar la supremacía en la osadía arquitectónica. Si revisamos nosotros mismos dónde quedó el hilo de la historia, la carrera por la altura terminó cuando la Torre Sears, de Skidmore, Owens & Merrill, de 110 pisos y la más alta del mundo para ese entonces, fue terminada en 1974, dos años antes de que Minoru Yamasaki y Emery Roth & Sons concluyeran por su parte las Torres Gemelas. Chicago había terminado por ganar. El golpe fue mortal... pero pasó desapercibido. A partir de entonces el asunto no pareció importarle ya demasiado a nadie… hasta ahora. Habiéndose superado los problemas técnicos por la altura y disipados los tabúes por la congestión en las ciudades, los rascacielos empezaron gradualmente a “pasar de moda”. O mejor dicho, lo que en realidad hicieron fue mudarse a Asia.

Cuando en 1981 el crítico de arquitectura Paul Goldberger culmina su libro The Skyscraper, concluye diciendo: “la de hoy es una época mucho más como la Barroca –una época de auto-indulgencia. La inocencia ya no existe hoy en día”.2 La historia de los rascacielos la cierra coincidiendo con el momento de su decadencia neoyorkina. Lo que vendría de allí en adelante serían edificios cada vez más auto-ensimismados en su estética, como de hecho ocurrió. Goldberger no se equivocó. La cosa en los ochenta se volvió un problema formal y toda la epopeya Howard-Roarkiana del reto por conquistar los espacios aéreos, o de William van Alen en el Chrysler Building con el romanticismo urbano del Jazz Age, o de William F. Lamb en el Empire State Building con la poética de la construcción en el aire, pasó a un problema de marketing de la imagen de las mediocres nuevas torres en la ciudad que empezaban a construirse.

La arquitectura neoyorkina se “reblandeció”. Se abandonó sin miramientos toda la tradición de una nación de constructores, la idea de la “espléndida Babilonia”, la gran aventura americana y la loca carrera de un siglo que construyó las estructuras arquitectónicas más osadas de la tierra, por las ironías y los juegos baratos de modas pasajeras. Las florituras posmodernas de los ochenta y los batires de alas pseudo-vanguardistas de los noventa sustituyeron la pasión teatral, el romanticismo y la irracionalidad crónica de una ciudad que siempre se vió a sí misma mitológicamente como el Jardín de los Edificios que son a la vez Maravillas Naturales.

Sin embargo, y como bien dijera Thomas A.P. Van Leeuwen en La Corriente del Pensamiento hacia el Cielo; la Metafísica del Rascacielos Americano, así como “basta perseguir la historia para que nos encontremos de frente con el mito, basta tener fe en el mito para que escribamos la historia”.3 No pasará mucho tiempo sin que la ciudad de Nueva York pierda el miedo y retome la senda de su propia sueño. Ese sueño de

“…altos brotes de hierro, esbeltos, fuertes, ligeros,
subiendo espléndidos hacia los claros cielos”

al que le cantaba Walt Whitman en “Mannahatta”. Para prueba de ello, basta un botón: en la Bienal de Arquitectura de Venecia 2002, que inauguró este sábado pasado en los Giardini dell’Castello, el Pabellón Americano abre con una exposición de propuestas para la Zona Cero que desconoce así, flagrantemente, los resultados recientes del referéndum popular que desdeña un nuevo rascacielos.

Su esperanzador título es: “NEXT”. 



Los rascacielos de Wall Street vistos desde Trinity Church, con el Equitable y e lBankers Trust Building, en Diciembre de1916.

 



NOTAS
1. Paul Goldberger. The Skyscraper: The Drive for Height, Alfred A. Knopf, Nueca York, 1981, p. 77.
2. Thomas A.P. Van Leeuwen. The Skyward Trend of Thought: the Metaphysics of the American Skyscraper, The MIT Press, Cambridge, MA., 1988.
3."...high growths of iron, slender, strong, light, splendidly uprising toward clear skies..." Walt Whitman. "Mannahatta", 1860.




Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, lunes 9 de Septiembre de 2002.



4 comentarios:

  1. entiendo que este artículo fue escrito hace años pero me queda la duda si sigues pensando igual...
    Sería Dubai ,actualmente, (con el Burj Khalifa y otras obras impresionantes y milagrosas) la ciudad maravilla??? la veo mas bien como la ciudad exceso, el mayor simbolo actual de desperdicio de recursos...Ademas de estar construida por los esclavos inmigrantes que viven en la miseria...
    En defensa de NYC; se espera que para el 10mo aniversario de los ataques, el museo( de Gehry) y el memorial, diseñado por Ron Arad esten terminados. Entre el conjunto de edificios haciendo ruedo estan obras de las oficinas de Calatrava, Rogers y Foster.. Por otro lado quizás la parte más pobre del proyecto es el rascacielos de David Childs: gigante, banal y de poco uso para la zona.
    Yéndose un poco mas lejos del ground zero se ven proyectos como el parque High Line, las oficinas nuevas del NYT por R. Piano, el new museum por SANAA, el edificio para cooper union por Morphosis, entre cientos de proyectos sólidos y que bien hacen que NY se mantenga como la ciudad maravilla,,,,!

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  3. Hola, y gracias por el comentario.
    Aunque este artículo fue publicado en 2002... sigo pensando igual. Cada ciudad tiene un sino, una mitología, una saga que se construye con el tiempo. Ni qué decir NYC.
    Otherwise, todo es ground zero-
    Por otra parte, es muy curioso que el día de la inauguración del Burj Khalifa, el mayor elogio proviniera -en Twitter- del crítico de arquitectura del Chicago Tribune, Blair Kamin ("The tallest building ever--brought to you by Chicago"; Burj Dubai's lead architect, Adrian Smith, personifies city's... http://bit.ly/4NtjWE). Allí no habían críticas sino aires triunfales y fuegos artificiales (tipeados). Para Kamin, Chicago volvía a triunfar sobre Nueva Tork, esta vez en Dubai.
    The old battle lingers on?

    Saludos

    P.S. : Le aconsejo leer también: "Frank Lloyd Wright influenced the Burj Khalifa? Here's what the tower's designers say: That's a tall tale" : http://bit.ly/4WzCoK

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  4. Hannia, gracias por la respuesta..
    El rascacielos puede ser esencial en la arquitectura y cultura de NY (y CHicago), pero la competencia? creo que ya no tiene sentido... Igualmente pienso que un edificio con más de 20 pisos sólo tiene lugar en ciudades superpobladas y con poco terreno para construir disponible. Nunca en Dubai
    Se puede transformar una ciudad y hacer que esta sea reconocida por su nueva arquitectura sin depender en rascacielos (o excesos)?
    Barcelona post-olimpica.

    Saludos,

    en una correción de mi comentario anterior, el ganador de la propuesta para el memorial del WTC es Michael (y no Ron) Arad.

    ps. para un excelente recuento del concurso y la reconstrucción de ground zero ver Up from Zero, tambien de P. Goldberger

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