1. Retrato de John Ruskin (f. LIFE Photo Archive).
"Cuando
construimos,
debemos pensar que construimos para siempre".
John Ruskin. La Lámpara de la Memoria (1849).1
1. Helicoidales
Hace dos semanas asistí a una bella charla de arquitectura. La dictó Ricardo
Daza, arquitecto colombiano, durante una fugaz visita a Caracas. Era un resumen
de El Viaje de Oriente (2009), su
tesis doctoral, dedicada a revisitar el Kavalier Tour
que emprendiera Le Corbusier en su juventud, viaje en el cual le fue revelada
su vocación de arquitecto.
En una larga y placentera lectura que ojalá hubiera durado por siempre, Daza
fue brindándonos capitulo a capitulo el recuento del iniciático tour de quien luego se convertiría en
uno de los maestros de la arquitectura moderna: "Praga, Gótica o
Barroca"; "El Danubio, diez perlas a lo largo del río"; “Una
desviación en el camino tras la pintura del Greco”; “Aventuras y desventuras en
ruta hacia Turquía”; "Atenas: Una oración en la Acrópolis”… me resultaría muy difícil resumir aquí todas las
maravillas develadas esa tarde de la vida de Corbu. Pero hubo un momento en
que, súbitamente, se detuvo el tiempo: fue cuando Daza proyectó la imagen de
los ojos de John Ruskin, el gran teórico ingles de la conservación de monumentos
(1819-1900).
La visión de los azules y profundos ojos de Ruskin
me llegaron hasta el alma, me alcanzaron, como escribiera Ernest Renan,
"hasta el fondo del ser". A quien no conmovería hasta los tuétanos este
retrato, proveniente de los archivos históricos de LIFE magazine? Esta es la clara mirada que nos sedujo al encanto de
las ruinas y que nos vigila desde fines del siglo XIX para que permanezcamos atentos
para salvaguardar su autenticidad histórica.
Y es que para Ruskin, la ruina era "el legado más precioso" que nos
llega de la arquitectura de épocas pasadas y a la que no debemos propiciarle ni
decaimiento, ni alteración ni destrucción.
A la ruina de un monumento "debemos gozarla".
Su preservación es un deber fundamental para ir en contra de las "reconstrucciones
groseras, burdas y totalmente irrespetuosas del valor histórico y de la
personalidad de un edificio". Así, decía: "Velad con vigilancia
sobre un antiguo edificio; guardadle como mejor podáis y por todos los medios
de todo motivo de descalabro. No os preocupéis de la fealdad del recurso de que
os valgáis; más vale una muleta que la pérdida de un miembro. Y haced todo esto
con ternura, con respeto y una vigilancia incesante y todavía más de una
generación nacerá y desaparecerá a la sombra de sus muros. Su última hora
sonará finalmente; pero que suene abierta y francamente y que ninguna
intervención deshonrosa y falsa venga a privarla de los honores fúnebres del
recuerdo".
Retornado a la charla de aquella tarde, contaba Daza que el futuro Le
Corbusier había preparado su viaje con antelación, y muchos libros formaron el
marco de su distendido periplo. Así, aprendimos que las palabras de Las
Siete Lámparas de la Arquitectura (1849), resonaron en 1914 en los
pensamientos del joven viajero Charles-Edouard Jeanneret por los Balcanes, por los
Cárpatos, por Rumania y por Bulgaria. En
Bucarest, Constantinopla y Estambul. Sobre el monte Athos y en Delfos,
en Nápoles y en Pompeya; en Roma, Tivoli, Florencia y Pisa. "La Lámpara de
la Memoria" lo acompañó en su visita por todas las antigüedades del
cercano Oriente, incitándole a cada paso a ver las ruinas y los monumentos de
la antigüedad en mítica contemplación, suscitándole emociones trascendentales.
Luego, en su arquitectura, no dejaría nunca de recrearlos en infinitos avatares
modernos.
2. Pancho Quilici, Fragmentos de una memoria, XII (2009).
2. Oración en el Acrópolis
Nosotros aquí, mientras tanto, continuamos con la
fascinación por las ruinas, pero ahora de la modernidad. Con el cambio del
siglo, una creciente conciencia por la preservación histórica ha incluido a los
monumentos modernos en general. Hay también los extremos, como el caso del nuevo
rizoma que se ha desviado -pero proviene- de la posición literaria, moralista y
romántica del Ruskin del siglo XIX, como lo es el gusto global reciente por el Ruinporn, o pornografía de la ruina.
Todo esto viene a colación por la inauguración de la exposición "Helicoides posibles: Visiones fantásticas",
con la curaduría de Celeste Olalquiaga y la asistencia de un amplio equipo de
colaboradores y artistas en
el Centro Cultural Chacao. Esta es una exposición (por entregas) que hace,
efectivamente, memoria urbana, esta vez de una obra monumental de la
modernidad, El Helicoide (Jorge Romero Gutiérrez, Caracas, c. 1955). Esta muestra, junto a la
recientemente inaugurada "Panorámica Arte Emergente en Venezuela
2000-2012", curada a su vez por Félix Suazo en la Sala TAC del Trasnocho Cultural,
continua con la interesante saga reciente de exposiciones dedicadas a la ciudad
y a la arquitectura en la capital.
Para solo adelantar una reflexión de todas las
posibles sobre los helicoides actuales y sobre los que vendrán, recuerdo otro
de los libros que acompañaron al veinteañero Le Corbusier en su viaje,
mencionados por Daza: La Oración enel Acrópolis, de Ernest Renan (1883). Desde aquella otra rocosa cima
al poeta "el mundo entero le pareció bárbaro"; en aquel edificio encontró a
sus ideales "cristalizados en mármol pentélico", y ello le hizo proferir:
"Ojalá el efecto de este milagro durara eternamente…!" Un buen
breviario para nuestras futuras disquisiciones, reflexiones
y circunloquios helicoidales.
NOTAS
1. "When we build / let us think that we build for ever". John Ruskin, Capitulo
VI: "The Lamp of Memory", Las Siete
Lámparas de la Arquitectura, 1849.
2. J. Ruskin. Op.Cit., 1849.
3. "La vérité des dieux était en proportion avec la
réalité solide des temples qu'on leur a élevé". Ernest Renan. Capitulo II, "Souvenirs
d'enfance et de jeunesse", Prière sur l'Acropole, Édouard Pelletin Éditeur, Paris (1883): http://gallica.bnf.fr/ark:/12148/bpt6k1033189
Publicado en: Opinion, @ElNacionalWeb, 6 de Octubre de 2014: http://www.el-nacional.com/hannia_gomez/Desentierrame_0_491950939.html
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