Hubo una época en los años sesenta en que hizo su aparición en Europa una singular serie de guías de ciudades italianas. Ideadas por el Profesor Alfonso de Franciscis, a la sazón Superintendente de Antigüedades de Italia, y editadas en Roma por Visione Edizione para "la divulgación y el exacto conocimiento de las zonas arqueológicas", estos pequeños álbumes de fantástica factura mostraban el verdadero aspecto que pudieron tener algunos mundos desaparecidos… De ese tiempo a esta parte, por suerte, cayeron en mis manos dos: la Guía de Pompeya, Herculano y la Villa Jovis de Capri, y Roma como fue y como es.1,2.
Ambos ejemplares presentan el mismo sistema de reconstrucciones por superposición. Dicho mecanismo permite ver cómo eran los monumentos entonces al mismo tiempo que como son, mediante la superposición de una página de acetato transparente impresa con el dibujo de la reconstrucción fidedigna del lugar (reconstrucción dilucidada, claro está, por el profesor de Franciscis) a su fotografía contemporánea. Acompañadas de un plano general de la ciudad, las guías desencadenaban así un itinerario intermitente por las imágenes del “antes” y del “después” de los lugares urbanos claves, sorprendiendo a cada vuelta de página al turista o al aficionado, quien a cada paso sentía como casi no podía darle crédito a sus ojos...
En la explanada donde antes quedaban cuatro piedras en el suelo y tres en pie, aparece ahora el pavimento magnífico y las dos alas de una columnata de dos pisos que enmarcaban el Templo de Apolo de la Plaza del Foro de Pompeya; en la punta de la isla tiberina, creada de arrojar al río tantos fragmentos de edifivcios del Campo Marzio, en lugar de tres árboles sobre un césped inmaculado se materializaba la forma pétrea de un navío que blande las aguas y sobre el cual navega el Templo de Esculapio; en el solar desnudo donde campea solitaria la estatuilla del Fauno danzante al “Ave” sobre los mosaicos, se alzan, pasando la hoja, el atrio toscano, el impluvio, el triclinio y el peristilo de columnas dóricas de la Casa del Fauno, la casa más bella y espaciosa de Pompeya.
Ave. Cuarenta lugares, a lo sumo, para recorrer una ciudad. Y cuarenta reconstrucciones acuciosísimas con sus textos. El profesor de Franciscis tuvo cuidado en seleccionar lo más significativo de Roma, de Pompeya y de Herculano para dar una imagen precisa de sus más doradas épocas imperiales y perpetuarlas para siempre. Al verlas aparecer tan idóneamente, ya no hay quien no sueñe con la reconstrucción física, real, de aquellas casas, anfiteatros, palestras, teatros, villas, termas, foros y basílicas... De alguna manera, la ciudad gráficamente reconstruida empieza también a existir.
Es muy difícil decidir cuál es la época dorada de una ciudad. Pero alguna vez hay que hacerlo si es que queremos llegarla a idealizar. La Roma ideal puede que sea para muchos la Roma Imperial, pero también puede que sea la de sus muchos episodios brillantes, incluso contemporáneos, no todas las veces fundamentados en monumentos geniales sino también en situaciones urbanas geniales. Y lo mismo puede decirse de Caracas.
La Caracas ideal puede ser la desaparecida Caracas colonial, pero también puede que sea la de sus muchos capítulos dorados desperdigados por su ecléctica fábrica urbana, lo mismo que en Roma. Aunque sea polémico idealizar la ciudad o sólo podamos calificar de ideal a unos pocos fragmentos de ella, ello se está haciendo cada vez más necesario. Es crucial sentir que la ciudad en alguna de sus partes ya ha llegado finalmente a puerto, que en algún rincón ya ha logrado lo que buscaba, que ya nos ha quedado bien al menos en algún sitio… Y no necesita Caracas para ello de una erupción del Vesubio que cristalice su forma urbana o de una época incontestable del pasado -como el Imperio romano- que recorte claramente su figura en el tiempo. Basta que nos maraville un poco con sus cosas a quienes la habitamos.
Reconocer y empezar a idealizar las partes más logradas de esta ciudad debilitaría la debacle en que vivimos; calmaría la incertidumbre del perpetuo movimiento, del cambio perenne, la insatisfacción y el desarraigo que tánto nos abaten. Me pregunto qué pasaría si tomásemos, por ejemplo, las hermosas postales de antaño que publicó Guillermo José Schael en su libro Caracas, la ciudad que no vuelve y las usásemos como imágenes transparentes no del “antes”, sino del “después”, como “reconstrucciones” en una guía como las del profesor de Franciscis… 3 Los puentes del centro histórico reconstruidos, los monumentos reedificados o restituidos, los espacios públicos replantados y reorganizados con el orden civil de épocas de mayor decoro y conciencia urbana… Poniendo debajo la foto actual, el efecto mágico de la guía caraqueña se lograría.
En la guía de Pompeya y Herculano, el profesor de Franciscis se salió a propósito del camino al final, yendo a parar a la isla de Capri, donde reconstruye magistralmente la imperial Villa Jovis. La reconstrucción de esta onírica villa (la mejor de las doce que en la isla tenía el emperador Tiberio), erigida mirando hacia Nápoles desde Punta Campanella, es la más espectacular de todas.
Observando la foto de 1963, no es posible diferenciar Punta Campanella de Villa Jovis: ambas eran para la época una sola topografía, mezcla agreste de monte, peñascos y fragmentos. Mas nuestro tozudo profesor, con su exploración sistemática, rescata la perdida morada en su pose seductora sobre el promontorio en todos sus detalles, piscinas, atrios, vestíbulos, rampas, hemiciclos, torres y miradores.
Villa Jovis puede volver a existir. Basta que alguien fervientemente lo desee.
Ambos ejemplares presentan el mismo sistema de reconstrucciones por superposición. Dicho mecanismo permite ver cómo eran los monumentos entonces al mismo tiempo que como son, mediante la superposición de una página de acetato transparente impresa con el dibujo de la reconstrucción fidedigna del lugar (reconstrucción dilucidada, claro está, por el profesor de Franciscis) a su fotografía contemporánea. Acompañadas de un plano general de la ciudad, las guías desencadenaban así un itinerario intermitente por las imágenes del “antes” y del “después” de los lugares urbanos claves, sorprendiendo a cada vuelta de página al turista o al aficionado, quien a cada paso sentía como casi no podía darle crédito a sus ojos...
En la explanada donde antes quedaban cuatro piedras en el suelo y tres en pie, aparece ahora el pavimento magnífico y las dos alas de una columnata de dos pisos que enmarcaban el Templo de Apolo de la Plaza del Foro de Pompeya; en la punta de la isla tiberina, creada de arrojar al río tantos fragmentos de edifivcios del Campo Marzio, en lugar de tres árboles sobre un césped inmaculado se materializaba la forma pétrea de un navío que blande las aguas y sobre el cual navega el Templo de Esculapio; en el solar desnudo donde campea solitaria la estatuilla del Fauno danzante al “Ave” sobre los mosaicos, se alzan, pasando la hoja, el atrio toscano, el impluvio, el triclinio y el peristilo de columnas dóricas de la Casa del Fauno, la casa más bella y espaciosa de Pompeya.
Ave. Cuarenta lugares, a lo sumo, para recorrer una ciudad. Y cuarenta reconstrucciones acuciosísimas con sus textos. El profesor de Franciscis tuvo cuidado en seleccionar lo más significativo de Roma, de Pompeya y de Herculano para dar una imagen precisa de sus más doradas épocas imperiales y perpetuarlas para siempre. Al verlas aparecer tan idóneamente, ya no hay quien no sueñe con la reconstrucción física, real, de aquellas casas, anfiteatros, palestras, teatros, villas, termas, foros y basílicas... De alguna manera, la ciudad gráficamente reconstruida empieza también a existir.
Es muy difícil decidir cuál es la época dorada de una ciudad. Pero alguna vez hay que hacerlo si es que queremos llegarla a idealizar. La Roma ideal puede que sea para muchos la Roma Imperial, pero también puede que sea la de sus muchos episodios brillantes, incluso contemporáneos, no todas las veces fundamentados en monumentos geniales sino también en situaciones urbanas geniales. Y lo mismo puede decirse de Caracas.
La Caracas ideal puede ser la desaparecida Caracas colonial, pero también puede que sea la de sus muchos capítulos dorados desperdigados por su ecléctica fábrica urbana, lo mismo que en Roma. Aunque sea polémico idealizar la ciudad o sólo podamos calificar de ideal a unos pocos fragmentos de ella, ello se está haciendo cada vez más necesario. Es crucial sentir que la ciudad en alguna de sus partes ya ha llegado finalmente a puerto, que en algún rincón ya ha logrado lo que buscaba, que ya nos ha quedado bien al menos en algún sitio… Y no necesita Caracas para ello de una erupción del Vesubio que cristalice su forma urbana o de una época incontestable del pasado -como el Imperio romano- que recorte claramente su figura en el tiempo. Basta que nos maraville un poco con sus cosas a quienes la habitamos.
Reconocer y empezar a idealizar las partes más logradas de esta ciudad debilitaría la debacle en que vivimos; calmaría la incertidumbre del perpetuo movimiento, del cambio perenne, la insatisfacción y el desarraigo que tánto nos abaten. Me pregunto qué pasaría si tomásemos, por ejemplo, las hermosas postales de antaño que publicó Guillermo José Schael en su libro Caracas, la ciudad que no vuelve y las usásemos como imágenes transparentes no del “antes”, sino del “después”, como “reconstrucciones” en una guía como las del profesor de Franciscis… 3 Los puentes del centro histórico reconstruidos, los monumentos reedificados o restituidos, los espacios públicos replantados y reorganizados con el orden civil de épocas de mayor decoro y conciencia urbana… Poniendo debajo la foto actual, el efecto mágico de la guía caraqueña se lograría.
En la guía de Pompeya y Herculano, el profesor de Franciscis se salió a propósito del camino al final, yendo a parar a la isla de Capri, donde reconstruye magistralmente la imperial Villa Jovis. La reconstrucción de esta onírica villa (la mejor de las doce que en la isla tenía el emperador Tiberio), erigida mirando hacia Nápoles desde Punta Campanella, es la más espectacular de todas.
Observando la foto de 1963, no es posible diferenciar Punta Campanella de Villa Jovis: ambas eran para la época una sola topografía, mezcla agreste de monte, peñascos y fragmentos. Mas nuestro tozudo profesor, con su exploración sistemática, rescata la perdida morada en su pose seductora sobre el promontorio en todos sus detalles, piscinas, atrios, vestíbulos, rampas, hemiciclos, torres y miradores.
Villa Jovis puede volver a existir. Basta que alguien fervientemente lo desee.
Villa Jovis (después). Punta Campanella, Capri.
NOTAS
1. Alfonso De Franciscis. Guía de Pompeya, Herculano y la Villa Jovis de Capri, Visione Edizione, Roma, 1963.
2. A. De Franciscis. Roma como fue y como es, Visione Edizione, Roma, 1963.
3. Guillermo José Schael. Caracas, la ciudad que no vuelve, Gráficas Armitano, Caracas, 1974.
Publicado en: Arquitectura, EL NACIONAL, Caracas, lunes 17 de Diciembre de 2001.NOTAS
1. Alfonso De Franciscis. Guía de Pompeya, Herculano y la Villa Jovis de Capri, Visione Edizione, Roma, 1963.
2. A. De Franciscis. Roma como fue y como es, Visione Edizione, Roma, 1963.
3. Guillermo José Schael. Caracas, la ciudad que no vuelve, Gráficas Armitano, Caracas, 1974.
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