1.
Academia Militar de La Planicie, Caracas. Alejandro Chataing, 1906 (f. @micaracasantigua, 2016).
"Si no voy a ser yo mismo,
quién lo será?"
Alfred Hitchcock.1
1. La
parábola del templo
Luego de dos décadas durante las cuales nuestras ciudades han sido flageladas infatigablemente para intentar sustituirles su #MemoriaUrbana por otra, sufriendo el reiterado cambio de sus nomenclaturas, el reemplazo forzado de sus iconologías, la sustitución irreverente del significado de sus monumentos, el violento derribo y desaparición de sus estatuas y obras de arte urbano y toda suerte de atentados contra el patrimonio material e inmaterial, nos encontramos frente a una nueva vuelta de la historia. Ante a un posible cambio de gobierno, a los ciudadanos cabe hacernos la pregunta: una vez recuperadas la democracia en nuestras ciudades, actuaremos nosotros igual? Le pondremos fuego a todo? O, por el contrario, haremos respetar la Ley de Defensa y Protección del Patrimonio Cultural, y reconstruiremos el orden y el respeto en la ciudad?
Muy profundamente, a juzgar por los horrores que hemos tenido que presenciar -y enfrentar- en estos anos, había calado en el inconsciente colectivo de nuestra sociedad aquella oscura práctica histórica por la cual se hacen desaparecer las maneras de pensar y las ideologías derribando sus momentos en la fábrica urbana. Más de una vez dijimos públicamente, en defensa propia, que todos los periodos de la historia, antes que sustituir sus expresiones una a una en la ciudad por las del momento histórico de turno, debían coexistir democrática -y espacialmente- en ella. Hacer espacios nuevos (de calidad, claro está), y construir ciudad. Y pasar todas por los mismos filtros de calidad artística y urbanística. El horror de ver al Monumento a Colon en el Golfo triste derribado y sustituido sobre su histórico pedestal por la estatua apresurada de un cacique saltimbanqui, es, salvando las distancias, muchísimo más triste que ver los templos coloniales construidos con las piedras de los templos mesoamericanos, porque se supone que esos errores del pasado debían haber sido largamente superados.
Hoy, luego de la debacle de estos anos, es importante que para cada atropello cometido y cada acción que emprendamos para remediarlo y para reconstruir nuestras ciudades deberá apegarse a la ley, así como al buen juicio para valorar que obras tienen valores y cuáles carecen completamente de ellos. La ira, justificada, contra el abuso -la lista es larga: nuestro desaparecido Colón del Parque El Calvario, la implantación de adefesios, empezando por el Mausofeo tras el Panteón Nacional, los cambios de usos para convertir en antros del horror muchas de las arquitecturas patrimoniales, empezando por El Helicoide-, violando todas las declaratorias de patrimonio existentes, hace que muchos se la pasen por estos días haciendo listas de obras candidatas a alimentar la pira donde un fuego divino las purgue. Pero calma.
2. Espacios
de la memoria y de la des-memoria
Nosotros, desde la Fundación de la Memoria Urbana, queremos hacer un llamado a la cordura. Los edificios no tienen la culpa de las cosas que les hacen: ni de los nuevos usos impuestos, como en la antigua Academia Militar la Planicie de Alejandro Chataing (1906) o El Helicoide de Jorge Romero Gutiérrez (1959), ni de los desastres que los destruyen, como en el Panteón Nacional de Manuel Mujica Millán (1930), todos patrimonios declarados. Para solo nombrar los casos más importantes en la capital.
Algunas barbaridades, ciertamente, deberán ser desmontadas por completo, porque merecen ser olvidadas por mediocres, simplemente. Otras cambiadas de uso para convertirse en espacios de la memoria, donde justamente nunca más olvidemos lo que pasó.
En la historia futura de nuestra ciudad, ojalá se abra ahora un capitulo de reconstrucción civilizada e incluyente, donde restauremos nuestras obras de arte y donde nunca más haya lugar para la barbarie y la imposición en el espacio urbano. La ciudad es un palimpsesto de las mejores obras que cada civilización produce.
Esas, deben perdurar a toda costa para que cada ciudad pueda ser cada vez más, ella misma.
Nosotros, desde la Fundación de la Memoria Urbana, queremos hacer un llamado a la cordura. Los edificios no tienen la culpa de las cosas que les hacen: ni de los nuevos usos impuestos, como en la antigua Academia Militar la Planicie de Alejandro Chataing (1906) o El Helicoide de Jorge Romero Gutiérrez (1959), ni de los desastres que los destruyen, como en el Panteón Nacional de Manuel Mujica Millán (1930), todos patrimonios declarados. Para solo nombrar los casos más importantes en la capital.
Algunas barbaridades, ciertamente, deberán ser desmontadas por completo, porque merecen ser olvidadas por mediocres, simplemente. Otras cambiadas de uso para convertirse en espacios de la memoria, donde justamente nunca más olvidemos lo que pasó.
En la historia futura de nuestra ciudad, ojalá se abra ahora un capitulo de reconstrucción civilizada e incluyente, donde restauremos nuestras obras de arte y donde nunca más haya lugar para la barbarie y la imposición en el espacio urbano. La ciudad es un palimpsesto de las mejores obras que cada civilización produce.
Esas, deben perdurar a toda costa para que cada ciudad pueda ser cada vez más, ella misma.
2. Maqueta de El Helicoide, Roca Tarpeya,
Caracas. Jorge Romero Gutiérrez, 1959 (f. 1950 - Archivo FMU)
NOTAS:
1. Sidney Gottlieb (editor). "If I won't be myself, who
will?", Alfred Hitchcok, Interviews (Conversations With Filmmakers
Series), University Press of Mississippi, 2003.
Publicado en: Opinión, @ELNACIONALWeb, Caracas, Enero de 2018: https://www.elnacional.com/opinion/columnista/arquitectura-calma-cordura_268442/
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