1. El edificio Pigalle y su icónica valla tipográfica, en los 1950s (f. Postal. Archivo Fundación de la Memoria
Urbana).
"Nada de lo que hubo se
borra jamás del todo (…)
pero hay imágenes que se quedan
grabadas, aunque duren un destello".
Javier Marías. 1
1.
Fracaso del duelo
Penosa
es la cuenta que la historia de la arquitectura oficial hace de los edificios y
los lugares que han desaparecido en esta ciudad. Nadie sabe si es porque a
nadie dolió nunca en verdad que desaparecieran o porque nadie se ha tomado aún
el trabajo de registrar de un todo las desapariciones para que la pérdida
alcance así la dimensión que debería tener en nuestra cultura urbana. Lo cierto
es que la lista oficial de los decesos célebres, de tan trillada, ya no hace
mella a nadie, quedando las lavadas imágenes del Hotel Majestic y del Colegio
Chaves, de Puente de Hierro y de la rotonda del Teatro Municipal, tristes y
aisladas como unos episodios apagados por su singularidad, inocuos por su misma
intrascendencia como catástrofes.
2.
Pueblos y ciudades fantasmas
Caracas
es la ciudad de Latinoamérica que menos trazas conserva de su pasado
pre-moderno. Nada queda en ella de sus asentamientos preocolombinos, nada o
prácticamente nada de su fábrica colonial. En el centro de la ciudad lo que
único que permanece legible es el vestigio borroso de su retícula colonial,
cada día más desdibujado, salpicado penosamente por los fragmentos de los
fragmentos de las ruinas de sus edificios, los cementerios, las capillas, las fuentes,
las iglesias, los conventos, los patios y las casas, junto a, éso sí, el
recordatorio perenne del mea culpa monumental que dejó grabado Carlos
Raúl Villanueva en los portales y en los temas de la re-urbanización de El
Silencio, mea culpa que hiciera luego de haber sido él mismo testigo de
primer orden de la ola de demoliciones que, en aras del progreso, barrió con
prácticamente toda la arquitectura colonial del centro de la ciudad a partir de
los años cuarenta.
Hoy,
las mejores fotos que tenemos del Colegio Chaves son, justamente, las del
Villanueva memorioso, quien exhumó algunos de sus temas en El Silencio en una
operación nostálgica que ha sido muy tergiversada en la historia arquitectónica
venezolana, cuando los portales de El Silencio, en realidad, son las lápidas
conmemorativas de la arquitectura colonial caraqueña.
3.
La ola y el laberinto
El
desprecio por lo viejo, o mejor, la pasión desbocada, irreflexiva por lo nuevo,
se llevó con su voraz ímpetu a gran parte la Caracas tradicional, hoy prácticamente
perdida. Pero el problema no es la ola en sí misma. El problema es que la
expansión del entusiasmo por la modernización no se detuvo al ya tener una
ciudad nueva, sino que se quedó entre nosotros como modus operandi,
afectando toda intervención emprendida en la ciudad hasta nuestros días. El
hecho de que nadie se detenga nunca a pensar demasiado en lo ireemplazable de
ciertos sitios y en lo único de muchas manifestaciones arquitectónicas
producidas solamente aquí en esta ciudad, expresiones que conllevan escritas en
sí mismas formas más amables de vida urbana, se ha vuelto una deplorable
costumbre, inconsciente y automática.
La
fábrica colonial y federal, por ejemplo, queda hoy solo escrita en las actas
testamentarias que reposan en archivos no arquitectónicos, y su reconstrucción
virtual aún no ha sido ni siquiera planteada… Entretanto, las planotecas de
Caracas son las principales ruinas de la ciudad, laberintos de torres de moho y
polvo entre las cuales es fácil perderse, perder rápidamente la paciencia, y
perder doblemente a la ciudad, porque por ese agujero negro se ha fugado y se
sigue fugando toda la memoria gráfica de la historia de su arquitectura, su
ingeniería y su urbanismo.
Como consecuencia, Caracas sigue perdiendo día a día también su patrimonio
moderno: vimos como cayó Campo Alegre, como cayó el edificio Galipán, cómo
cayeron el Cine y el edificio La Castellana, y cómo van desfigurándose
impunemente ante nuestro ojos las principales
floraciones culturales arquitectónicas de nuestra mejor ciudad moderna. Caracas
y la mayoría de las ciudades de Venezuela se están mutando en una versión
mediocre de Las Vegas, se están erosionando hacia un infinito strip de
pacotilla.
2. #SalvemoslaVallaSavoy (f. Hannia Gómez, 2019).
4.
Habla la memoria
La
memoria puede evocar, cerrando los ojos y exprimiendo las historias de nuestras
vidas transcurridas en esta ciudad. Y junto a los recuerdos, flotan las
imágenes en el inconsciente. La memoria excava los sitios abandonados y levanta
las capas arqueológicas del olvido, signa la importancia real que tuvo lo que
ya no está, para dársela a lo que aún queda, para reclamar por el estudio y el
respeto, para dar con las pistas, para apuntar hacia lo que vale todavía. La
memoria habla de nosotros… pero hay que hacerla hablar.
La
Caracas perdida está llena de lecciones que han ser recreadas de nuevo,
fábricas de estructuras fastuosas, torres de garbo legendario, plazas de gracia
funcional, casas de arquitectura soberbia, paseos y recorridos gratos e
imperturbables, lugares de encuentro, enclaves memorables, técnicas y
conocimientos, costumbres y habilidades… y vallas icónicas, como la Valla Savoy
sobre el patrimonial edificio Pigalle (1950s), en Colinas de Bello Monte,
ultima demolición y perdida inminente y angustiosa en una ciudad que cada día
se sume más en la oscuridad.2
El saber
olvidado de esta ciudad ha de ser recuperado desde el fondo de sus propias
arcas, profundas y desconocidas. Solo así podremos aspirar a reconstruir la
ciudad, restablecerla y reinventarla para lograr una calidad de vida en el
mejor espíritu de la modernidad urbana contemporánea.
NOTAS:
1.
Javier Marías. Tu rostro mañana, Alfaguara,
Madrid, 2007.
Publicado en: Opinión, @ELNACIONALWeb, Caracas, Abril 2 de 2018:
ttps://www.elnacional.com/opinion/columnista/caracas-perdida_277258/
ttps://www.elnacional.com/opinion/columnista/caracas-perdida_277258/
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