martes, 2 de abril de 2019

Patio


Azulejos de Sevilla revisten las caras de la fuente en el Caracas Country Club"  (f. Kodachrome de Luis Marden, 1949. The National Geographic Magazine).



"Para llorar penas, qué lindo retiro!,
lo menos tres ecos tiene aquí un suspiro".
Ramón María del Valle-Inclán.


Al hermoso verso de Valle-Inclán nosotros nos atreveríamos a agregarle un cuarto eco. Porque por lo menos cuatro ecos tienen los suspiros en los patios de planta rectangular, uno por cada fachada, como es el caso del patio de la Casa Club del Caracas Country Club, asentado sobre lo que fuera una vez el patio colonial de la Casa de Blandin..

En una serie de fotos de 1930 del arquitecto Carlos Guinand Sandoz, aparece el recién inaugurado patio en su estado original, con sus elementos compositivos esenciales. Allí encontramos al asoleado claustro neohispano, rodeado de tejares y corredores en sombra. La luz y la penumbra son indiscutiblemente sus principales elementos.

Inmediatamente después apreciamos las cuatro fachadas con cinco columnas cuadradas cada una, pero de distinto intercolumnio: la oriental y la occidental de vanos más cortos, cerrados por un muro bajo; las del norte y el sur con arcos de medio punto que una vez enmarcaban por el norte -cual generosa serliana- la vista transparente sobre la quebrada de Chacaito.

Luego, dirigiendo la mirada al centro, apreciamos el pavimento regular de baldosas de ladrillo, con sus brocales cuadrados para cuatro jardineras a ras del piso (que en las fotos del maestro Guinand parecían estar sembradas de Granados). Esa uniformidad del pavimento fue dispuesta así, ex profeso, como una roja y tersa alfombra silente, que se suma a la de los vastos espacios del resto de la casa para que resalte, en el corazón del patio, solitaria y policroma, la clave de todo el proyecto de la Casa Club: la evocación andaluza, la fuente con la forma de la estrella de Abderramán I, el primer califa  de al-Ándalus.

Forma mitológica, forma simbólica, forma califal, la estrella de ocho puntas (llamada estrella mudéjar, tartésica o de Salomón), resulta de "superponer dos cuadrados concéntricos, uno de los cuales ha sido girado a 45 grados".1 Al parecer, es una representación del Paraíso, el cual, según el Corán, estaba rodeado de ocho montañas. Esta estrella fue usada como elemento decorativo por todo el Mediterráneo, pero mayormente en la península ibérica, y sobre todo la encontramos en La Alhambra. Interpretada como un sol con ocho rayos, es el símbolo originario de Andalucía. De esta manera, el luminoso patio de la Casa Club con su fuente recuerda los ancestrales lugares dedicados a hacer ofrendas al sol.

Para más énfasis neomudéjar y estelaridad de esta historia, la fuente central (originalmente de un surtidor simple, y a la que en los años cuarenta se le instala encima una herrería con polea para simular un pozo), redunda en su origen ornamental con el revestimiento cerámico de antiguos, valiosos e irreemplazables azulejos sevillanos figurativos pre-1930 que la recubren, formando un volumen multicolor, al que se dirigen con deleite como rayos inversos, todas las miradas.

Este patio es la clave de toda la cultivada reflexión arquitectónica en torno a lo neohispano, lo neocolonial y lo neomudéjar que es la Casa Club. Hoy quisiéramos dejar escapar un suspiro por el respeto, la conservación y la preservación de su diseño y sus materiales originales…  esperando que alcance a tener eco.




NOTAS

1. Wikipedia: "Estrella de Salomón": https://es.wikipedia.org/wiki/Estrella_de_Salom%C3%B3n



Publicado en: Pluscuamperfecto, Entresocios, Caracas, Agosto, 2015.

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