lunes, 8 de abril de 2019

Miramarologías: una conversación


Vista aérea del Hotel Miramar, sin sus dos torres principales (f. Recflying, 2016).




"Oh tiempos desvanecidos! Oh esplendores eclipsados!
Oh soles descendidos detras del horizonte!"
Victor Hugo. Pasado.1

Con Manuel Eduardo González

"Todo arranca en la playa, en la costa pedregosa con su porosa banda de Uveros. Luego, como en un oleaje de formas sucesivas que se replican mutuamente, nace el largo malecón, con su muro/banco continuo y sus escalinatas escondidas (no lo hay similar en Trouville, ni en Coney Island, ni en San Sebastián. Ni en Hougsgate, ni siquiera en el mismo Deauville, tan a menudo comparado con Macuto). Acto seguido, la planche, la promenade, el imprescindible lungomare para el desfile elegante, y junto a éste la frondosa Avenida La Playa, discurriendo -como corresponde- sous les palmiers. El ritmado muro norte, limitando el predio del jardín cultivado y las escalinatas con sus amplios toldos de lona, son la antesala perfecta a un piano nobile tropical dotado de una soberbia colección de aperturas que hacen en su conjunto el más hermoso belvedere del mar Caribe: nuestro lido favorito, la apoteosis del balneario: el Hotel Miramar".2


Manuel Eduardo González: En artículos que he leído sobre el Hotel Miramar siempre se hace referencia a la importancia que tuvo esta construcción para los caraqueños, favoreciendo las visitas a la ciudad balneario. Esto me motiva a preguntarte: ¿Qué significa para una ciudad como lo era Macuto a finales de los años 20, la construcción de un hotel con las características arquitectónicas del Miramar?

Hannia Gómez: Si nos ponemos a comparar al Hotel Miramar con las demás obras de la costa caraqueña para el momento de la inauguración del hotel (1928), nos damos cuenta de que ninguna construcción contemporánea tenía la presencia con la que esta arquitectura se implantó en la ciudad balneario. Aunque existe el antecedente monumental de la muralla del puerto de La Guaira, echada abajo en 1883, o el de sus fortificaciones en la montaña y también el de la magnifica casa de la Hacienda Caraballeda, son todas mas antiguas. Ninguna obra civil de su mismo tiempo es como el Palacio Miramar. Ninguna alcanza su escala y despliegue palaciegos, directamente relacionados a los de los otros grandes hoteles de su época y rango en el mundo.

Y es que sin duda, la idea del Hotel Miramar no emana solamente de la memoria urbana local, sino de universos arquitectónicos mucho más distantes. Empezando porque brota de los sueños del general Juan Vicente Gómez, quien le encargó casi simultáneamente dos grandes hoteles a los mejores arquitectos venezolanos de su época, a uno que culminaba su carrera Alejando Chataing (Hotel Miramar, 1928) y a otro que la comenzaba, Carlos Raúl Villanueva (Hotel Jardín, Maracay, 1930).3

La aparición del Hotel Miramar marca además el inicio de una segunda era de oro para Macuto, que viene a suceder a la que viviera a fines del siglo XIX en época de Guzmán Blanco. Aquélla, parisina, fin de siècle, guzmancista; ésta, mediterránea, premoderna y gomecista. Ambas, por supuesto, caribeñas, balnearias y marítimas.


Proyecto de hotel para el balneario de Macuto (1928), Manuel Eduardo Gonzalez, 2015. Acrílico y grafito sobre lienzo.



MEG: La planta arquitectónica del hotel tiene una forma muy peculiar. Si la observamos de forma cenital nos damos cuenta que se diferencia mucho del resto de las construcciones que su alrededor la acompañan. ¿Nos puedes aportar datos sobre
este tipo de planta? ¿Aportaba sus características beneficios para la contemplación del paisaje? 

HG: La planta del hotel es del tipo cruz griega con un crucero alojando un patio circular. La cruz griega, o crux immissa, es una forma arquitectónica muy antigua, de origen persa. Y, si: su doble simetría es perfecta para servir a los fines de un belvedere: para un castillo/fuerte asentado en la cima de una montaña, oteando al enemigo en el horizonte, o para una villa que necesite vigilar sus campos cultivados, como la Villa Rotonda de Palladio.

Pero la planta del Hotel Miramar es mas que eso. Es deliciosamente impura, y compleja, un palimpsesto de formas, porque a la cruz se le yuxtaponen un circulo, un octágono, un cuadrado y un rectángulo. Así, a pesar de su simetría aparente, el interior del patio central circular abierto que tiene por techo la bóveda celeste (para delicias del general Gómez), no es igual por todas partes. Al norte de éste se encuentra un atrio con cuatro columnas que anuncia la presencia -a través de otro vestíbulo intermedio- de los salones del comedor.

A esta falsa simetría también le hacen eco arriba, en el vasto techo, las cinco torres -cuatro menores y una central-, dispuestas en el lado norte para contemplar el panorama costero, y acusar la presencia del mar. Mientras que una balaustrada continua le va dando la vuelta a las cubiertas que afloran en la terraza para quien quisiera apostarse en ella, y dirigir en cambio la mirada hacia la montaña.

MEG: Octavio Paz se refería a la arquitectura como “el testigo insobornable de la historia, porque no se puede hablar de un gran edificio sin reconocer en él el testigo de una época, su cultura, su sociedad, sus intenciones”. Comúnmente el Hotel Miramar es comparado, gracias a sus características de avanzada, con hoteles de alta categoría similares de la época. ¿Se puede pensar esta construcción como parte del inicio del desarrollo moderno en Venezuela?

HG: Claro que si. De hecho, su arquitectura ecléctica ya no exhibe un eclecticismo conformado por estilos neoclásicos, sino por lenguajes de principios del siglo veinte: es un edificio en parte Art Nouveau (los capiteles neoegipcios en forma de flor de loto), en parte Art Déco, con algo de racionalismo enredado entre los dos.

La modernidad se anunció tanto con nuevas formas como con nuevas funciones. Este hotel no es lo que se llamaría una obra moderna (como lo fue la quinta Las Guaycas, por ejemplo, de 1932, considerada la primera obra de arquitectura moderna en Venezuela), pero, como ella, es también modernamente ecléctico… aunque ambos a su manera. Así, el Hotel Miramar profetiza, anuncia lo que vendrá.

MEG: La historia del Hotel Miramar es de importancia para mí como artista, no solo porque geográficamente su historia es cercana, sino porque pienso que su problemática es un reflejo de otras situaciones en el país relacionadas al manejo de la historia. ¿Es el abandono del Hotel Miramar un intento de anulación selectiva de la memoria urbana? 

HG: El abandono del Hotel Miramar empezó antes de 1999, pero digamos que se hizo crónico, o se volvió emblemático en la V Republica. Las razones por la que comenzó son a causa de la falta de valoración de las arquitecturas modernas que ya empezaban a mostrar deterioro en todo el mundo, y por ende la poca importancia que se le daba a la restauración de lo moderno a fines del siglo XX.

Todo consistió en la sustitución de la vigencia y del uso de un hotel de época como lo era éste por otros más contemporáneos (el Hotel Macuto Sheraton, el Hotel Meliá Caribe), con el consecuente abandono del Miramar. Pero ese proceso no ocurrió solo aquí en nuestro litoral. 


El Miramar moderno, capturado por la mirada de un fotógrafo alemán en los anos 30 (f. Caracas en retrospectiva).


Pasó también por ejemplo al mismo tiempo en Miami con los hoteles de lo que se conoce ahora como el Art Déco District (ver las historias del Ritz Plaza o del Delano). Lo que ocurre es que mientras en esas ciudades la historia prosiguió y vino lo que tenemos ahora, es decir, el aprecio por la restauración y la comprensión de la importancia del patrimonio para la calidad de vida, aquí la historia se detuvo. Y se produjo entonces eso que tú llamas muy bien la "anulación selectiva de la memoria urbana".

MEG: Como ciudadano varguense he convivido la mayor parte de mi vida con la roca como monumento, esa que está ahí para recordarte un suceso del pasado y quizás lo que muchos parece ya olvidaron: un posible evento en el futuro. Este contacto convierte la ruina (ya sea una edificación como el hotel, una casa que no se recuperó después del deslave, o una construcción que nunca se culminó) en una especie de hito histórico, que según las condiciones de poder en el curso de la historia es usado para establecer formas de pensamiento en el presente. ¿Cuáles crees que son las implicaciones para una comunidad, el convivir con un monumento que se encuentra afianzado en su memoria de manera distinta a su estado actual?

HG: Cuando hablas de la "roca como monumento" me viene inmediatamente a la mente la imagen de la roca que colgaron en las puertas de Macuto, luego del deslave de 1999. Un monumento negativo, que si fuera por mí eliminaría de inmediato de la ciudad. Así no se construye consciencia. Así lo que se hace es aterrorizar con el recuerdo.

Pero si, tienes razón: cada arquitectura destruida por ese desastre natural que no fue restaurada es el mejor recordatorio posible del mismo. Aunque eso es en realidad absurdo, ya que lo ideal es que no quedaran trazas de la destrucción en toda la costa caraqueña, ni siquiera para el recuerdo. En cambio, hay que educar para el riesgo, hay que tomar previsiones y hacer planes, en la gobernación, en el municipio. Porque las rocas de Macuto son el leitmotiv de nuestra costa brava, su elemento principal, su memoria del paisaje… Y nos queremos condenar a la ciudadanía a odiar lo que son y temer donde viven. Sus arquitecturas no son piedras de la muerte.

MEG: “La perla de los hoteles del Mar Caribe” como se refería a él en la prensa de los años 30, se convirtió en la obra emblemática del General Juan Vicente Gómez para Vargas, de las que se hicieron durante su mandato, siendo declarado Monumento Histórico Nacional el 15 de abril de 1994. ¿Cuáles son las acciones mínimas a nivel de resguardo que adquiere un patrimonio nacional?

HG: El Hotel Miramar es la pieza emblemática de la arquitectura gomecista en la costa caraqueña. El Gran Hotel de Venezuela en el Caribe. Eso sin duda. Y por ello, aunque fuera una obra moderna, fue declarado Monumento Histórico Nacional en una época tan temprana como 1994. Un hecho notable.

Para saber qué significa esta declaratoria hay que leer bien la Ley de Defensa y Protección del Patrimonio en Venezuela. Pero en principio, a un monumento histórico no se le toca ni con el pétalo de una rosa: se restaura sólo de acuerdo a su proyecto original. Por lo tanto, todo ese vía crucis que ha sufrido el hotel, pasando de mano en mano y siendo amenazado de proyecto en proyecto desconociendo lo que manda la ley de patrimonio, ha sido un solo, largo y monumental error, arrastrado por anos por funcionarios ignorantes. El Hotel Miramar solo puede volver a ser lo que era: un gran albergue tropical.

MEG: Durante la historia del hotel han sido varios los usos que se le han dado, funcionando como espacio de hospedaje hasta 1958. Luego fue tomado por el Consejo Venezolano del Niño en 1974 y en 1993 se le concedió la potestad a La Fundación Museo Armando Reverón. Después del deslave en Vargas en 1999 el espacio pasó a manos de la Galería de Arte Nacional hasta el año 2001, y actualmente se encuentra habitado por familias damnificadas que esperan por un mejor lugar donde vivir. ¿La recuperación del hotel debería regresarle su función original?

HG: La Ley de Defensa y Protección del Patrimonio en Venezuela lo dice muy claro. Sólo se puede restaurar un monumento histórico si se le adjudica un uso afín al que tenía originalmente. El caso del Hotel Miramar, en nuestra opinión, es que debe volver a ser un hotel de lujo, eso sin duda alguna, pero aun mas: bajo el concepto de principios de siglo pasado del Hotel-Palacio, un Palacio Miramar que sea ahora incluso mas lujoso que antes, ¡de siete estrellas! Lo que se está haciendo ahora mismo con el Hotel Humboldt en el Parque Nacional El Ávila. ¿Si se pudo hacer allá, por qué en el Miramar no?


Contexto del Hotel Miramar en 1938 (f. Caracas en retrospectiva).


MEG: Durante mi investigación me he dado cuenta que tratándose de arquitectura y en condiciones como en las que se encuentra el Miramar, es importante accionar de manera rápida, si se quiere crear un registro que sirva para hacer memoria. En menos de dos años el estado del hotel ha decaído mucho, incluso sus emblemáticas torres ya no se encuentran en pie. ¿Crees que es una tarea importante del ciudadano trabajar en el resguardo de su memoria local?  

HG: Por supuesto. Es fundamental. Los vecinos son los guardianes del patrimonio, de su calle, de su barrio, de su entorno inmediato, porque son ellos quienes lo conocen mejor, de toda la vida, con todo el corazón. En este caso, serian los vecinos del Miramar y de todo Macuto.

Es como tu caso, por ser oriundo de la Caracas de la costa. Ya lo que tú has hecho con tu obra, con tus fotografías y tu video es sumamente importante para impulsar la restauración del Miramar. Registrar, registrar, registrar. Y salvar, fragmentos, memorias, imágenes, historias, para cuando sea restaurado. Ese momento llegará, y ahora estamos más cerca.

MEG: El Miramar agoniza poco a poco frente al mar, y con él parece hacerlo lo que alguna vez fue la ciudad balneario más importante del país. ¿La recuperación del hotel podría iniciar el cambio al Macuto que sus habitantes anhelan?

HG: El arquitecto Oriol Bohigas, protagonista de la recuperación de la ciudad de Barcelona cuando los Juegos Olímpicos de 1992 y después, ha hablado siempre de la efectividad comprobada de la Acupuntura Urbana. Proyectos bandera que cambian el lugar donde se insertan, porque su sola presencia desencadena y motiva un proceso optimista e indetenible de transformación.

No hay que tenerle miedo, por lo tanto, al estado en que han dejado a Macuto estos años de abandono y miopía contra su vocación original de ciudad balneario, contra su condición alter ego marítimo de Caracas. Cuando se restaure el hotel, Macuto cambiará solo. Se recuperará.

MEG: Como arquitecto y comprometida con el patrimonio, tu punto de vista puede ser distinto al habitante que la rutina no lo deja ver más allá de la forma, y al que se vincula a través del arte para buscar establecer un diálogo. ¿Cuál es tu manera de abordar la arquitectura, la memoria y el monumento?

HG: Yo soy arquitecto, con maestría en urbanismo. Y no puedo ver la memoria sino como la he visto desde siempre, y como la están empezando ya a ver, gracias a Dios, en todo el mundo hoy, y cada vez por más gente: como un instrumento de diseño y una herramienta para la regeneración urbana y para la sostenibilidad. Old is the new Green, como dicen por ahí.

En Venezuela somos victimas de un bombardeo a nuestras ciudades que lleva ya casi dos décadas. Hemos perdido arquitecturas de todas las épocas, espacios públicos, paisajes completos, árboles centenarios, formas urbanas, que nos han sido arrebatadas por los obuses de la barbarie. Por lo tanto, cuando la guerra cese, no podremos permitir que lo que fue atacado, robado, vejado y saqueado se quede así, desaparezca para siempre. Como después de una guerra, nos toca iniciar el proceso de la reconstrucción. Venezuela, como una nueva Varsovia.

El momento ha llegado. Nos toca convocar un Plan Marshall para Venezuela. Y así, en Macuto, necesitara de los nuevos arquitectos de la memoria: esos que restauren para devolverle la vida a los edificios devastados, modernizándolos y haciéndolos rentables sin desfigurarlos. Porque hemos de diseñar el proyecto comercial del hotel a fin de que vuelva a ser la "Perla del Caribe". Ya tu rescataste el slogan. El Miramar a los Relais & Chateaux!



Proyecto de Hotel en Macuto. Fachada principal. Miramar (f. Billiken, 1926. Caracas en retrospectiva).

 

HG: Nos cuentas que "en una visita al archivo del investigador venezolano Juan Carlos Palenzuela" te encontraste "una ficha hemerográfica de una nota de prensa de 1932 donde se invitaba de manera majestuosa a visitar el Hotel Miramar de Macuto".4 ¿Podrías hablarnos de las otras imágenes que hallaste en tu visita a ese archivo,  relacionadas o no con el Hotel Miramar, porqué estabas allí y qué tiene que ver con tu arte?

MEG: Al archivo de Juan Carlos Palenzuela llegué por razones laborales. La colección para la cual trabajo había adquirido parte de él y fuimos en plan de organizar el material y hacer un inventario. Particularmente las bibliotecas me gustan mucho, al verlas noto los intereses del que las forma, y su manera de catalogar el material. Creo que es un tipo de coleccionismo muy importante, y en el caso de Palenzuela me impresionó lo organizado que fue con todo su material, abarcando de una manera prolija varias décadas de la historia del arte en Venezuela.

La ficha que comentas es parte de la hemeroteca, y representó para mí, al descubrirla, la revelación de esta importante estructura que yo siempre miraba cuando me llevaban a Macuto pero no sabía realmente de qué se trataba. Son varios los documentos relacionados al hotel, así que puedo decir que tengo una primera referencia de lo importante que fue gracias a su archivo.

HG: Dices que el Hotel Miramar es "un instrumento arquitectónico de observación del paisaje". También mencionas "la tipología arquitectónica del miramar, "ideada para ver a los cuatro puntos cardinales". Eso tendría sentido en una pequeña isla, con el mar rodeándola por todas partes, por lo que no entiendo mucho el término, tratándose de Macuto. ¿Podrías explicarnos de qué maneras funciona para ti ese instrumento en un paisaje tan singular como el de Macuto, entre la montaña y el mar?

MEG: La información que he podido leer sobre el Miramar siempre hace referencia a los beneficios que este tipo de arquitectura aportaba para la contemplación del paisaje, destacando que desde muchos puntos era posible mirar al mar. De ahí creo que viene su nombre, en cuanto a que son construcciones ubicadas frente al mar. Ahora, para mí el miramar, más allá del hotel en general, es esa estructura ubicada en la parte alta bajo las dos torres, con una visión privilegiada a los cuatro puntos cardinales, claro, no todos al mar, pero en efecto sí al paisaje de Macuto.

Eso que comentas de la singularidad de estar entre el Mar Caribe y la cara norte del Ávila  es algo que desde hace tiempo me ha interesado. Mucho, mucho tiempo atrás estos estaban juntos pero los cambios geológicos que naturalmente se producen cambiaron la geografía, y actualmente el mar recibe lo que la montaña hace correr hacía él. Yo creo que entre estas dos partes hay una conexión a través del ritmo geológico de la cordillera, y eso es parte también de mi trabajo en general.

HG: Dices que a partir del Hotel Miramar has desarrollado una investigación vinculada a la memoria, el paisaje y la arquitectura. ¿Cuáles son tus sueños futuros en torno a estos  temas, más allá del presente proyecto sobre el Hotel Miramar?

MEG: El trabajo que he desarrollado sobre el Hotel Miramar ha despertado en mí un interés hacía el rol que tiene la arquitectura en la vida diaria. Recientemente estuve leyendo una publicación de Art Basel Conversations (2006), donde un grupo de artistas y arquitectos iniciaban un dialogo a través de la pregunta: Can Buildings Curate?.5 Estos decían que para el artista no existe lo que sería “un espacio neutro”, hablando del momento de afrontarlo en un proyecto, así como también del impacto que tiene la arquitectura en nuestras experiencias, e incluso en la codificación de nuestra conducta.

Estos temas me interesan por el uso del espacio encaminado hacía la intervención artística, para establecer mecanismos de análisis y representación de la memoria, del paisaje y de la arquitectura. Esto bajo el lenguaje de la instalación y las intervenciones site-specific que es lo que me interesa en este momento. 

HG: Siendo oriundo de La Guaira, ¿puedes hablarnos de tus escuelas primaria y secundaria en esa ciudad, y de tus maestros? ¿Quién te enseñó o cómo aprendiste a apreciar el lugar?

MEG: La primaria estuvo repartida entre dos instituciones. Empecé en el Grupo Escolar República de Panamá, y luego en la Escuela La Guaira. Terminé la primaria en esta ultima porque luego del deslave la escuela se vio afectada y cambió momentáneamente su sede. 





Columna lotiforme del viejo Hotel Miramar (f. Okty1, 2008. Flickr.com).


De esos años recuerdo claramente cuando nos llevaron a conocer El Castillete de Armando Reverón en Macuto. A diferencia de "La Panamá", como le decimos, la Escuela La Guaira es mucho más pequeña y funciona en una edificación colonial que antes había sido un hospital. Está ubicada en el centro histórico justo al lado de la iglesia de la parroquia.

Luego el bachillerato lo hice en el Colegio Santa Ana, otra casa colonial ubicada en una zona llamada Maiquetía. Ambas son lugares muy pequeños y con muchos cuentos de pasillo de los usos anteriores.

HG: Últimamente el arte ha se ha nutrido mucho de la pornografía de la ruina, o Ruin Porn. Cuando hablas que te interesa en tu trabajo el "estudio de la ruina como testigo del olvido en el ser humano", ¿no piensas que replicarlo en las obras de arte, despertando una fascinación por el olvido multiplica el efecto destructor, convirtiéndose en algo negativo para la cultura en general?

MEG: Yo creo que el olvido tiene que ver más con el presente que con el pasado. Por eso la ruina -cuyo fin no es serlo-, nos incomoda, porque nos compete a nosotros, quienes en paralelo convivimos con ella. Las del Hotel Miramar significan para mí el fracaso, y lo negativo es que dejemos que estas cosas sigan pasando aún sabiendo que se trata de un patrimonio.

Yo entiendo tu punto de vista, y sólo puedo responderte desde mi posición como artista y primeramente como ciudadano, que utiliza la imagen con todas las posibilidades que ésta pueda ofrecer como material documental y algunas veces de denuncia. Considero que si vemos una situación que nos parece está mal pero no hacemos nada para abordarla terminamos respaldándola.

Es cierto, no te puedo decir que mi trabajo sea lo necesario para que finalmente decidan comenzar la restauración, pero sí espero que en algún momento termine mostrando el pasado de una estructura ya recuperada. Los seres humanos olvidamos muy rápido, y esto puede ser positivo o negativo dependiendo de nuestros intereses. En cuanto a historia hay situaciones que es mejor tenerlas claras para no repetirlas.

HG: Que tú recuerdes, ¿cuáles eran las reverberaciones de la presencia del Hotel Miramar en La Guaira? ¿Qué decían éstas de Macuto en general y de su gran hotel?

MEG: Realmente nunca escuché hablar de él. Solo lo que ha aparecido periódicamente con la investigación. Como te dije anteriormente, solo lo recuerdo de las visitas que hacía al balneario cuando era un niño, y siempre pensé que estaba abandonado. Tiempo después a través de los testimonio de algunos habitantes de Macuto supe que muchos lo recuerdan como algo que intervino significativamente en la actividad social y económica del paseo. Nunca falta el que te dice: “¡Y aquí estuvo Gardel!”.

HG: Tu ojo de fotógrafo nos parece muy arquitectónico, y muy cultivado. ¿Cuáles son tus preferencias arquitectónicas y cuáles tus influencias visuales provenientes del mundo de la arquitectura?

MEG: Yo me considero un artista de medios mixtos, y hago uso de las herramientas según el trabajo que esté desarrollando. Por ejemplo, cuando hago fotografía y en este caso documental, me interesa respetar la realidad visual frente a la cámara. En el caso del Miramar he tratado de leer su arquitectura y casi todas las imágenes que he tomado han buscado potenciar las composiciones simétricas que ya me ofrece la estructura.

Mi punto de vista parte del arte, ya que éste es el campo en el cual me he formado, y mis decisiones así como mis influencias están relacionadas a la arquitectura con la que he crecido, al cine, a lo que veo diariamente a través de Internet, y a los lugares que he visitado. En cuanto a mis preferencias arquitectónicas, éstas están orientadas a estructuras que tomen en cuenta el entorno donde se edifican, respetando el medio ambiente y brindando espacios donde podamos sentirnos integrados y seguros. Cosas que en ocasiones algunos arquitectos parecen olvidar.

HG: En la serie Sedimentaciones, muestras preferentemente imágenes de Caracas con el valle por construir (o bien en ruinas, devastada por el terremoto), del otro lado (a la inversa) de los magníficos paisajes de la costa caraqueña y del litoral Caribe. Ese mundo fragmentado puede entenderse como que ambos paisajes se habitan mutuamente o que se anulan mutuamente… ¿Por qué?

MEG: Sí, justamente lo que hice fue separar cada paisaje por la línea del horizonte e invertirlo, es decir, la ciudad o la provincia de cabeza y el cielo abajo. Al acumularlos uno debajo del otro obtuve este resultado que me recuerda a la formación geológica del territorio. Capas y capas de paisaje, desde una época puntual donde Venezuela convivía con las ruinas del terremoto de 1812 y el vestigio de otros deslaves ocurridos en La Guaira, por nombrar algunos escenarios.

Para mí todas las imágenes, con su poder de registro, forman parte de lo que somos ahora. Toda experiencia se sedimenta en nosotros y de alguna manera forma nuestro presente. Esa serie de collages está realizada con imágenes del libro Ferdinand Bellermann y el paisaje Venezolano 1842-1845.6  Bellermann es un personaje muy importante para la comprensión del paisaje que ha tenido la historia del arte en Venezuela, y su trabajo es un buen ejemplo del artista que trabaja para la memoria.  

HG: La planta del Hotel Miramar, aislado como una imagen, parece un mantra. ¿Con qué palabras verbalizarías la oración que esa arquitectura eleva al cielo?

MEG: En uno de los artículos que escribiste sobre el hotel decías que Juan Vicente Gómez “tenia arquitectónicos sueños, ilusionado con construir una gran cúpula bajo la luz de la luna”. Desde esa óptica podría decir que el Miramar es una ventana al cielo en el Mar Caribe, y un instrumento para mirar además del mar, las estrellas.  

HG: En el video sobre el Hotel Miramar restituiste el sonido del mar que alejó el deslave de la vera del edificio. ¿Tú que te conoces bien la carga poética de los espacios del edificio, qué más nos podrías contar de las presencias -y de las ausencias- que sentiste en el lugar?

MEG: Esa fue prácticamente mi respuesta inmediata al visitar por primera vez el hotel. Al estar en él noté que además de no poder mirar el mar desde algunos lugares, por los árboles que han crecido enfrente y la vegetación que lo ha hecho dentro del hotel, también estaba presente que no era posible escuchar su sonido… porque se alejó. Todo el video puede leerse como una búsqueda del mar.

Mis visitas las he realizado junto a un par de amigos que viven también en La Guaira. Ellos son Ana Méndez y Jonathan Golcalvez, amantes de los espacios patrimoniales y de nuestra historia local. Luego de cada visita me comentaban que era tanto el peso de la historia de esta estructura y su estado actual, que se sentían cansados. Cosa que también me pasó a mí y que hizo que entre una visita y otra dejara pasar un tiempo prudencial.

Sobre las ausencias, poco a poco a través de registros fotográficos que van apareciendo, voy descubriendo cosas nuevas sobre su estética, su historia y todo lo que representó el Hotel Miramar. El trabajo de la memoria demanda su propio tiempo, pero bien vale la pena ser parte de él.



Caracas, junio de 2016.

Nuestro agradecimiento a Ileana Ramírez.


1. " Ô temps évanouis ! ô splendeurs éclipsées ! / Ô soleils descendus derrière l'horizon ! "

Victor Hugo. "Passé", Les voix intérieures, XVI, 1837.

2. Hannia Gómez. "Miramar", Opinión, @ElNacionalWeb, Caracas 25 de Noviembre, 2014: http://hanniagomez.blogspot.com/search/label/Hotel%20Miramar
3. H. Gómez. "Desde las torres del Hotel Miramar", Opinión, @ElNacionalWeb, Caracas 5 de abril, 2016: http://www.el-nacional.com/hannia_gomez/torres-Hotel-Miramar_0_823717776.html

5. "Can Buildings Curate?" Art Basel Miami Conversations on Architecture, Miami, 2006; Architectural Association, London; Store Front for Art & Architecture, New York, 2005.

6. Renate Löschner, compiladora. Ferdinand Bellermann y el paisaje Venezolano 1842-1845, Asociación Cultural Humboldt; Fundación Neumann; Corporación Industrial Montana, Caracas, 1977.



Publicado en: Opinión, @ELNACIONALweb, Caracas, Junio, 2016.

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